¡Buenas tardes! Espero no haberles dejado mucho tiempo con pendiente. Continuamos…

"MI REALIDAD"

CAPÍTULO XVI

Sus ojos se abrieron lentamente, acostumbrándose poco a poco a la luz del lugar donde se encontraba.

"Anthony, hijo" reconoció los ojos preocupados de su padre, "¿cómo te sientes?"

El muchacho respiró profundamente al verlo y trató de sonreírle. "Un poco mareado, papá", reconoció con voz ronca.

"¿Ya despertó?" escuchó el sonido de una puerta que se cerraba y unos pasos acercarse a su lecho. La figura de su tío se unió a la de su padre junto a él, su expresión igual de preocupada. "¿Cómo te sientes, Anthony?"

Su expresión se volvió más seria al recordar más claramente las circunstancias tras su desmayo. "Mejor." dijo sin creerlo en realidad.

"El médico que te revisó está ahora con la tía abuela. Tuvieron que darle un calmante, pero dice que estará bien. Ella también estaba muy preocupada por ti, Anthony." Le comentó su tío. "Tú eras nuestra mayor preocupación." Confesó.

"Tío, ¿estás seguro de que esa persona que dices es al único que Elisa contrató?"

El rubio mayor dudó antes de contestar.

"No." Le dijo sincero.

Anthony se sorprendió y trató de incorporarse.

"No, Anthony, no te levantes." Se lo impidió su padre. "El médico dijo que debías permanecer en cama y tranquilizarte."

"Pero, papá…"

"Anthony, lamento tanto haberte dado una noticia así sin pensar en tu salud." Su pobre tío se mostró compungido. "Es que me tomó tan de sorpresa, sobrino, que no pensé-".

"No, tío Al. No te sientas mal por eso." Lo interrumpió el rubio menor. "Yo soy su prometido después de todo, y tenía derecho a saber."

"Tus acciones pidiendo esa investigación el año pasado le salvaron la vida a Candy ahora, hijo. Debes sentirte tranquilo por eso. Y orgulloso." Le aconsejó su padre, tratando de disminuir su angustia.

"¿Pero y si el peligro no ha pasado aun, papá?"

"Deja eso en mis manos, Anthony." Le dijo Albert ya más sereno. "Puedo asegurarte de que nadie le hará daño a Candy. ¡Te lo juro por mi vida!" Le aseguró con determinación.

"Y esos Legan ¡hoy sí deben pagar, Albert! ¡Esto no puede volver a quedar así!" Replicó su padre. "Si no lo haces tú, ¡lo haré yo!"

Albert asintió, "Descuida, Vincent, George se está reuniendo en este momento con nuestro cuerpo de abogados, y estamos en eso."

"¿Y Candy? ¿Tiene protección asignada?", preguntó preocupado su sobrino.

"Al mandar a traerlos a ti y a la tía abuela, reforzamos la seguridad de la mansión de Chicago. Nadie ha entrado o salido desde entonces. Y uno de nuestros agentes de seguridad está pendiente de ella dentro de la propiedad sin que ella se dé cuenta de ello."

"Eso me tranquiliza." Exhaló un cansado Anthony.

"Hijo, será mejor que trates de dormir un poco. Tu tío ya mandó por el doctor Carnegie para que te revise más extensamente."

"Lamento ponerlos a ustedes en más predicamentos con todo lo que ya está pasando." Se disculpó.

"Ni siquiera lo menciones, Anthony," le dijo Albert, "¿Quieres que mande a traer a Candy?"

Anthony se animó momentáneamente al pensar en ella, pero de pronto lo dudó. "No quisiera preocuparla innecesariamente, tío."

"No le diríamos la razón de tu recaída, por supuesto, así podrías sentirte seguro de que ella está totalmente a salvo contigo. Esto, como comprenderás, será al menos mientras esté en proceso nuestra investigación. Ambos deberán permanecer aquí bajo seguridad constante."

"Incluso después de que se resuelva esto, tío, si es posible, yo preferiría que no se lo dijeras. Que quedase solo entre nosotros, si el asunto no trasciende a la prensa. Para Candy sería demasiado duro el enfrentar una crueldad así."

Los dos mayores se vieron, y considerándolo, dándose cuenta de la naturaleza dulce de la inocente muchacha, asintieron, estando de acuerdo con Anthony.

"De acuerdo. De ser posible, así será." Le aseguró su tío. "Ahora, solo intenta descansar un poco." Le sonrió. Anthony a su pesar asintió.

Horas más tarde, luego de la visita del doctor Carnegie a Anthony, una preocupada Candy ingresaba corriendo a la mansión.

"¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está Anthony?!" dijo atormentada. "¡Albert!", fue hacia él. "¡¿Dónde está?!"

"¡Calma pequeña!" Albert se levantó del sillón donde conversaba con el señor Brower, y la tomó de los hombros. "Él está bien, Candy, está arriba en su habitación, durmiendo." Sus palabras la apaciguaron un poco. "El doctor Carnegie acaba de retirarse y se mostró muy tranquilo con respecto a su condición."

Candy se mostró menos tensa. "Pero… ¿qué fue lo que pasó?" inquirió. "George solamente me dijo que se había sentido mal de repente. ¿Fue cuando regresaron del almuerzo de hoy?"

"Fue por cansancio, Candy." Intervino el capitán Brower acercándose a ambos. "Ahora que él y la tía abuela me vinieron a visitar luego de su almuerzo, el estrés de los últimos días hizo un poco de mella en su salud. Pero el doctor aseguró que con reposo absoluto y un poco más de tranquilidad, pronto podrá regresar a su vida normal."

Candy solo los veía a ambos con una expresión desconfiada.

"Vamos, Candy, sabes que yo no te mentiría respecto a algo así." El padre de Anthony insistió con seguridad. "Mi hijo te necesita ahora." Le sonrió de manera paternal, "Vamos. Ve con él, Candy. Nadie mejor que tú para hacer que pronto se sienta mejor."

Ella se sintió un poco más calmada al ver la sinceridad en sus ojos tan parecidos a los de su amado, y asintiendo más serena, se disculpó. "Lamento mi reacción, señor Brower… Albert..." Se volvió también hacia él. "Pero deberán comprender que ya pasé por algo similar y… él… él lo es todo para mí." Confesó con ojos llenos de lágrimas contenidas.

"Lo comprendemos, Candy. Descuida." Le dijo amablemente el señor Brower, consolándola.

"Vamos, Candy, ve con él." Le sonrió comprensivo también Albert.

"Sí." Dijo la rubia más calmada, secando sus lágrimas, y tratando de sostener una sonrisa. "Con su permiso." Hizo una pequeña reverencia educadamente y caminó serena saliendo de la sala principal.

El señor Brower junto a Albert la vieron alejarse tranquila, pero al llegar al pie de la escalinata, sonrieron al verla prácticamente correr escalera arriba sin dudarlo.

Candy tocó suavemente la puerta al llegar. Su corazón latía fuertemente, pero no por el esfuerzo físico realizado, sino por la ansiedad. Al no escuchar respuesta, entró lo más sigilosamente posible y cerró tras de sí la puerta con cuidado. Se acercó al lecho y, finalmente, ¡pudo respirar…! Candy sonrió, allí estaba él… ¡su Príncipe! Fue como si su alma le regresara al cuerpo viéndolo respirar serenamente, mientras dormía. Lo observó durante un buen rato en su sueño, convenciéndose a sí misma de que él estaba bien. Sin despertarlo, lo cubrió un poco más con su cobertor de lana para abrigarlo, y acercó una silla junto a su cama, tomando asiento, dispuesta a comenzar su vigilia.

Notó unos medicamentos sobre la mesita de noche y los revisó con detenimiento. Uno de ellos era de los mismos que tomaba en su recuperación. Le preguntaría más tarde a Albert con qué frecuencia debía tomarlos.

"Pecosa…" Escuchó su querida voz.

"¡Anthony!" Ella dejó los frasquitos de vuelta sobre la mesa de noche y se sentó en la cama junto a él, tomando su mano. "¿Cómo te sientes, amor?, ¿Necesitas algo? … ¿Quieres un poco de agua?" Acarició su cabello, y su rostro con una combinación de ternura y alivio.

Anthony sonrió ante su preocupación. "Estoy bien, cariño. Solo un poco cansado." Tomó la mano con la que acariciaba su rostro y la besó también aliviado de tenerla con él, y a salvo.

"Tu padre me dijo que habías tenido una recaída al venir a visitarlo con la tía abuela. ¿Te sentías ya mal desde la mañana?"

Anthony la vio a sus preocupados ojos verdes y considerándolo, le dijo suavemente, "Un poco talvez. No lo consideré importante."

"¡Anthony!" lo reprendió la rubia, "¡Claro que es importante!" lo vio con preocupación. "El doctor Carnegie nos había dicho que cualquier cambio o desmejora debía serle informada de inmediato! ¡¿Qué no ves que tu salud es lo más importante para todos nosotros…?! ¡¿Para mí?!", recalcó esto último sin poder evitar que una lágrima corriera por su mejilla.

"Candy," le dijo conmovido el rubio, secando su mejilla con su cálida mano, y al ver la turbación aún latente en su pecosa, estando recostado, la haló hacia sí, abrazándola junto a su pecho, mientras ella aliviada comenzaba a llorar abrazándolo de vuelta, recostada sobre él.

"Lo siento, pecosa." Le dijo entonces, escuchándola llorar desconsolada, "Perdóname…" continuó, cerrando sus ojos fuertemente y sintiéndose él también aliviado de saberla a salvo de cualquier maldad al tenerla entre sus brazos, acarició su espalda con ternura, reconfortándose, sin saberlo, mutuamente. "Te prometo, Candy, que no volverá a suceder." Le dijo decidido y abriendo sus ojos, colocando su mano gentilmente bajo su barbilla, la hizo verlo a los ojos también, la joven aún recostada sobre él, "Te lo juro, pecosa." Le dijo. "No volverá a suceder", dijo esto último con una mirada infalible, refiriéndose a lo que ella desconocía.

El muchacho acarició el rostro pecoso de Candy con ternura, reconociendo cada una de sus pecas, su fina naricita, sus tiernos ojos. Su corazón sufría en silencio de solo pensar en lo que hubiese podido sucederle a su pequeña llorona de no haber tomado medidas extremas aquella vez. Él siempre había sabido de la maldad de Elisa… que era más mala que el Diablo… pero que llegara hasta ese extremo… ¡Como lo había hecho Sarah!, pensó de pronto, y de tan solo considerarlo, su respiración, a su pesar, se agitó nuevamente, al pensar en que pudo hacerle a ella lo que le hicieron a él.

Candy se apartó asustada y lo vio con preocupación. "¿Te sientes mal, Anthony?" le dijo quitándose las lágrimas con rapidez. "¡Llamaré al doctor!" Se puso de pie.

Él tomó su mano evitando que se alejara y le sonrió, tratando de controlarse y recobrando poco a poco la calma. "No, Candy." Le dijo convencido, aunque con fatiga. Miró hacia la mesa de noche junto a ellos, "Talvez un poco de agua me ayudaría." le sugirió.

Candy dudó el dejar de lado su solicitud, pero asintiendo, se apresuró a servir la mitad de un vaso de agua y acercándosele, lo ayudó a incorporarse, y beber un poco, por sorbos, despacio. En el ínterin, Anthony concentrándose, logró calmarse.

"Gracias, pecosa." Le dijo el muchacho finalmente, recostándose nuevamente agotado. "Me siento mejor." Le dijo.

"¿Seguro que no quieres que llame otra vez al doctor Carnegie?" insistió Candy, dejando el vaso de agua en la mesa de noche. "Esa agitación tuya no está bien." Su rostro compungido lo conmovió.

"Tranquila, amor. Estaré bien. Solo debo descansar y dejarme cuidar más por mi enfermera favorita." Le dijo sonriente, tomando su mano y guiñándole el ojo coqueto.

Eso sacó una sonrisa renuente a Candy. "No intentes distraerme, Anthony." Le dijo tierna, sentándose nuevamente junto a él en su cama.

Él apoyó la mano de ella sobre su pecho, sosteniéndola entre ambas suyas. Anthony suspiró más tranquilo. Sentirla cerca, viva, y a salvo era su mejor medicina en aquellos momentos. Sus bellos ojos color cielo la contemplaron serenos. La expresión del muchacho era pensativa, mientras Candy le devolvía la mirada con ternura, acariciando su cabello. A pesar de que él no le decía nada, Candy podía sentir que algo no estaba bien. Lo sentía angustiado, pero apartó esos pensamientos de su mente y atribuyó su comportamiento al susto que había tenido con su recaída. Su padre y Albert le habían dicho que estaría bien.

"Lamento haberte preocupado tanto, pecosa." Le dijo él luego de un largo rato, en el que, sin interrupciones, ambos compartieran sus miradas. "Te prometo que seré un buen paciente a partir de ahora."

Ella le sonrió comprensiva. "Siempre lo has sido, mi amor." Reconoció. "Ya veremos todos que descanses y te cuides más ahora. Y yo me aseguraré de que así sea." le guiñó el ojo de vuelta, juguetona.

Anthony rió suavemente. "Estoy seguro de que así será, princesa." Le dijo él, felizmente resignado.

"Ahora duerme, amor. Cualquier cosa, yo estaré aquí. Junto a ti, como siempre." Ella le aseguró.

"Gracias, Candy." Le dijo Anthony suavemente. Sus párpados comenzaban a pesarle más. La tensión había sido mucha y los medicamentos eran fuertes. "No te alejes nunca, pecosa…" le dijo suavemente.

"Nunca, mi amor. A donde tú vayas, Anthony, yo voy." Le dijo su pecosa con amorosa convicción. Y acercándose a él, besó sus labios suavemente, haciéndolo sonreír estando él ya semi dormido. Poco a poco el silencio en la habitación hizo al joven Brower caer finalmente en un sueño profundo y sereno. Y Candy se contentó con velar su sueño en silencio.

El reloj de pared en la habitación acompasaba el tiempo para la pecosa. Media hora después, la nieve había comenzado a caer otra vez y la joven se levantó para cerrar mejor la cortina, notando que el auto de Albert se alejaba hacia la entrada de la mansión. Ella se extrañó, porque él no le había avisado que se iba y él siempre se despedía. Tras salir el vehículo de su tutor, vio cómo dos autos más ingresaron en la propiedad y uno de ellos se quedó parqueado cercano a la entrada, bajando un hombre a cerrar la verja de ingreso, mientras el primero llegaba hasta la casa. A Candy eso le pareció extraño, pero prefirió ir a la chimenea y colocar un leño más para avivar el fuego. Anthony necesitaba una habitación cálida para que el frío no turbara su sueño.

Continuará…

Espero que se sientan más tranquilas ahora. ¡Lo siento! No quería hacerles sufrir… Pero era una parte de la historia que tenía que pasar.

¡Quisiera agradecer a todos los lectores! Y en especial quiero agradecer a: Julie-Andley-00, Mayely león, Sharick, Anguie, Guest 1, Guest 2, GeoMtzR y Guest 3, ¡por manifestar su preocupación por nuestro querido Anthony! ¡Ji, ji, ji! ¡No se preocupen!, el drama cruel se lo dejo a Mizuki e Igarashi! ¡Ja, ja, ja! ¡Aquí los buenos son la prioridad!

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Muchas bendiciones a todos! ¡Y gracias por leer! ¡La historia avanza…!

lemh2001

11.07.2023

P.D. La continuación se publicará el jueves. ¡Hasta entonces!