¡Hola a todos! ¡Buenas tardes! Aquí les dejo un capítulo más de esta historia de nuestros rubios consentidos. ¡Gracias por estar pendientes! Continuamos…
"MI REALIDAD"
CAPÍTULO XVIII
Anthony encontró a Candy conversando felizmente con Annie en los jardines de la mansión de Chicago. Al inicio ellas no se percataron de su presencia, así que él se limitó a admirar la belleza y sencillez de su sonriente prometida, rodeada de la blancura de la nieve, sentada en una banca de mármol, ataviada en un hermoso vestido rosa de invierno, con una media cola, sujeta por una cinta blanca.
Antes de regresar a la Mansión Andley, días atrás, George les había comentado a él y a su padre que el hombre acusado de robo de joyas era un conocido de juego de Neil, de los tiempos en que se dedicó a vagar por los bares y cantinas de mala muerte en Canadá. Su hermana no lo acusó de ayudarla a contactarlo, así que la conexión del moreno con el delito no se pudo realizar. Así que, a través de su padre, se le advirtió a Neil, de parte del Patriarca Albert Andley, que le quedaba terminantemente prohibido su regreso a América, por cualquier razón. Sobre todo para acercarse alguna vez a alguno de los miembros de la familia cercanos, en especial a Candy. Y de romper esta norma por cualquier motivo, la familia Legan, en su totalidad, conocería todo el peso del poder del apellido Andley.
Esta advertencia finalmente hizo reaccionar al padre, Thomas Legan, quien, avergonzado de sus hijos, viajó finalmente a Australia solamente en compañía de su hijo. E hizo los arreglos a su llegada a Melbourne, -ciudad donde había iniciado la compra de varios aserraderos y negocios menores-, para internar a su hijo en la prestigiosa escuela jesuita Xavier, para varones, pensando en trasladarlo más tarde a una academia militar.
Esa información trajo paz al joven Brower. Sus primos Cornwell habían sido enterados de las circunstancias, en su oportunidad, por su tío Albert y por George, y habían prometido también no mencionar nada a la pecosa sobre el caso Legan. Ellos partirían según lo planificado hacia Londres al día siguiente, el martes 27 de febrero, viajando primero a Nueva York, para zarpar de su puerto el viernes 1 de marzo, ahora en el RMS Mauretania.
Por consejo médico, Anthony no podía acompañarlos, así que solo su tío y la tía abuela irían a despedirlos. Los hermanos Cornwell viajarían esta vez en compañía de George y del padre de Anthony, quienes aprovecharían para revisar en Londres el proceso legal del hombre que realizó el atentado contra el señor Brower en alta mar.
La tía abuela por su parte, se había reincorporado a la vida familiar luego de un breve período de duelo por la familia de su esposo que ahora sabía, jamás había valido su cariño. Y su relación con la pecosa era mejor que nunca, para felicidad de Anthony. El rubio menor aun recordaba con claridad su conversación con la digna Matriarca, a su regreso de la Mansión Brower, tres días atrás.
Inicio del Flashback
Al entrar al lugar, su erguida figura junto al ventanal le traía recuerdos de anteriores regaños cuando niño, solo que esta vez, él era más alto que la dama y la expresión de su tía abuela era ahora una de total alegría y cariño al volverse hacia él. Su elegante tía caminó a su encuentro y lo abrazó sin decir palabra. Anthony solo pudo devolverle el afecto y el alivio de sentir a su tía abuela aliviada por saberlo bien. Ambos estaban en la sala de visitas de la habitación de la Matriarca, en el segundo nivel de la mansión de Chicago.
"No sabes la alegría que me causa verte de vuelta tan bien, Anthony." Le dijo al separarse, con lágrimas en sus ojos.
"Gracias, tía abuela." Le sonrió su nieto favorito.
Su expresión se entristeció, "He cometido muchos errores en mi vida, hijo," continuó, "…pero nunca con mala intención." Lo vio a los ojos con una expresión de dolor. "Perdóname por haber puesto a la familia Legan, en algunos momentos de nuestra vida, con una prerrogativa que no merecían. Tú sabes bien que, aunque no lo exprese seguido, tú y tus primos, y Candy ahora, junto con tu tío Albert, son mi prioridad. Ustedes son mi única familia." Concluyó con la voz quebrada. "Nunca creí que ellos pudieran…" ya no pudo seguir.
Anthony la abrazó una vez más. "No se atormente más, tía abuela. Eso ya no importa." La consoló tiernamente. "Lo importante ahora es que nosotros estamos bien. Nuestra familia está bien." Apartándose, le sonrió.
La elegante mujer asintió, secando sus lágrimas con un pañuelo blanco. Nunca dejaba de admirarla el parecido que tenía Anthony con su difunta sobrina en su generosidad. Hasta le parecía estar viéndola, a veces, a través de él.
"Gracias, hijo." Le dijo agradecida.
Hubo un breve silencio entre ambos. "Bien", la Matriarca se irguió, tratando de recomponerse, "creo que pronto será hora de la cena…" dijo un tanto incómoda, Anthony lo notó. Era demasiado despliegue sentimental al que ella no estaba acostumbrada, pensó el joven.
"Claro, tía abuela, la veré después." Le sonrió y caminó hacia la puerta.
"Solo una cosa más, hijo." Lo detuvo antes de que él se retirara. Anthony se volvió otra vez hacia ella y la elegante dama se acercó a él nuevamente. "Esto que te diré, solo Albert lo sabe. Y ahora tú." Le dijo. "Quiero que sepas que ya he cambiado mi testamento." Le dijo con dignidad. "Como debe ser, todos recibirán su parte cuando yo ya no esté, pero tú y Candy - porque tengo la certeza que llegado el momento iniciarán su vida juntos - contarán, a su mayoría de edad, con acceso a todas las propiedades que fueron alguna vez de los Legan. Todas ya están traspasadas a sus nombres. No tendrán que esperar a mi muerte para usarlas." Le aclaró.
"¡Tía!, ¡¿pero qué dice?!" El joven se sorprendió "¡No hable así! ¡Usted vivirá muchos años!" dijo contrariado. "Además, eso no era necesario." Le recalcó Anthony. "Nosotros no buscamos nada de usted, solo su compañía y su cariño."
"Eso lo sé, Anthony." le dijo conmovida la Matriarca. "Pero también sé del gran daño que los Legan les han provocado…" reconoció. "No pienses que con esto intento resarcir el daño hecho a ustedes, eso es imposible, y no me corresponde a mí. La vida se encargará de ello. Pero esas propiedades ahora me pertenecen, y he visto que ustedes dos tienen muchos planes en mente para el futuro. Con eso de querer estudiar medicina y todas esas cosas tan extrañas de las que hablan tan a menudo. -Ya verás que me lo agradecerán más adelante-." Le dijo. "Pueden hacer con ellas lo que requieran para entonces, venderlas, alquilarlas o convertirlas en otra cosa que sea útil para sus planes."
Esa idea hizo eco en el corazón del muchacho. Así que cerró su boca cuando quiso protestar más.
"Además, ya está hecho. Y si no lo usan para eso", ella agregó, al ver dudar a su nieto, "… ¡piensa que sus hijos tendrán que tener algún lugar dónde vivir cuando ellos se casen! ¡Y sin importar lo que diga tu padre, él no tiene tantas casas para heredarte!", agregó convencida, recordando una conversación reciente con su yerno político. Casi que apostaban si alcanzarían las propiedades.
"¡Tía Abuela…!" Anthony se sorprendió al escucharla hablar así y sonrió entre confundido y sorprendido. Jamás la había oído hacer una broma. Porque había sido una broma ¿verdad?, dudó.
La tía abuela le sonrió divertida, por primera vez en su vida.
"Con que nuestros hijos, ¿eh?" le dijo Anthony, sonriéndole de vuelta. "Está bien, tía," cedió. "Le contaré a Candy sobre esto cuando lo crea conveniente. Y se lo agradezco desde ya 'en nombre de mis hijos aún no venidos al mundo' " sonrió divertido, siguiéndole la corriente. "Pero insisto," se puso más serio, "no era necesario que lo hiciera. Nosotros con Candy comprendemos sus sentimientos hacia la familia de su esposo. Y esa fortuna es solo suya."
"Exacto." Ella insistió, "Como ya lo dijiste, es mía. Y esto es lo que quiero hacer con ella." le dijo decidida.
Anthony se quedó en silencio.
"¿Anthony, te opondrás a mi decisión?" preguntó con seriedad.
"No." Le respondió y acercándose a ella, el muchacho tomó con cariño las manos de la anciana, "Gracias, tía abuela, por la confianza que pone en nosotros. En Candy y en mí, al creer que podemos hacer con ello algo por lo que pueda sentirse orgullosa de nosotros." Le dijo.
"Pero, Hijo, si ustedes ya me enorgullecen." Le dijo convencida, acariciando maternal su mejilla como lo hacía en su niñez, solo que ahora era casi tan alto como Albert. "Sé que esa fortuna no podría estar en mejores manos que contigo y con Candy. Solo… úsenla bien." Le pidió.
"Lo haremos, tía abuela", prometió Anthony con seguridad. "Gracias."
Fin del Flashback
"¡Anthony!" Candy levantó la vista y le sonrió encantada. La alta figura de su prometido junto a la glorieta del jardín aceleró su corazón. "¿Hace cuánto que llegaste?" La rubia se puso de pie, y fue feliz a su encuentro.
El joven volvió al presente, y se aproximó hacia ellas. El jardín invernal se veía brillante con el sol de la media tarde.
"Llegué hace solo un momento, Candy." Le dijo despreocupado, "Pero las vi tan entretenidas platicando entre ustedes, que no quise interrumpirlas." Tomó la mano de Candy naturalmente, besándosela galante. "Buenas tardes, Annie."
"Mucho gusto, Anthony." le respondió la pelinegra sonriente, al verlos aproximarse juntos de la mano.
A pesar de la fecha, por insistencia propia, Annie también aún permanecía en América. Había logrado atrasar su viaje al Real Colegio San Pablo al insistirle a su madre que la familia Andley estaba pasando por un momento difícil, no sabiendo bien lo que sucedía, solo sabía que Anthony estaba mal, y que Archie estaba acongojado y que la necesitaba. Con lo cual la señora Britter había estado totalmente de acuerdo en que lo apoyara.
"Le decía a Annie que en vacaciones podríamos ir a visitarlos a Londres con la Tía Abuela." Le comentaba feliz su pecosa.
"Es verdad, Annie." Dijo el joven de ojos azul de cielo. "Coincidiría con el descanso nuestro de otoño. Y para entonces tengo fe en que los médicos ya me darán permiso de viajar." Candy le sonrió ilusionada.
"Archie está muy triste por separarse de ustedes." Les dijo la tímida muchacha. "Pero estoy segura de que podremos vernos seguido."
En poco tiempo, la joven Britter había cambiado bastante. Con la confianza que le daba la creciente atención del menor de los Cornwell, se atrevía cada vez más a expresar fácilmente lo que pensaba sin temor. "Yo le digo a Archie que solo será por un tiempo. Que siempre podemos mantenernos en contacto por carta."
"Tienes razón, Annie. Que estemos lejos no quiere decir que estemos separados." Concordó Candy. "Yo te escribiré seguido, espero me contestes igual." Sonrió segura la pecosa.
"Así será, Candy. Te lo prometo." Su amiga de la infancia le sonrió convencida. A Anthony le alegraba mucho ver la amistad entre ambas muchachas, sabía lo importante que era esa relación fraternal para Candy.
"¿¡Annie!?" la voz de Archie se escuchó por el extenso jardín. La figura de él y de su hermano Stear se aproximaba por el sendero despejado de nieve.
"¡Archie!" Sus azules ojos se iluminaron al verlo, "Por aquí." Ella ondeó su mano. Y los dos muchachos apresuraron su paso hacia ellos.
Archie fue el primo en llegar, "Tus padres te buscan, pequeña, creo que ya se van." Le dijo sin notar el mote que había usado para la pelinegra. Candy y Anthony solo se miraron cómplices al notarlo y siguieron viendo a sus primos como si nada.
"Sí. Ya voy." Le sonrió. Y volviéndose a los dos rubios, les dijo "Muchas gracias por todo, Candy, fue una tarde encantadora. Ojalá pudiera verlos otra vez, antes de que viajemos a Nueva York mañana."
"Allí estaremos, Annie." Le dijo el rubio sonriente. "Al menos, por ahora, la estación de trenes de Chicago me está permitida por el doctor", sonrió resignado.
"Anthony…" le dijo Candy con ternura, acariciando su brazo.
"Sí. Al menos podrás acompañarnos, aunque sea un rato, mañana, Anthony", dijo Stear un poco triste.
"Sí, Stear." Le dijo Anthony de pronto igual de triste que su primo, y volviéndose a la jovencita Britter, el muchacho continuó, "Cuídate mucho, Annie."
"Ustedes también. ¡Hasta mañana entonces!" Les dijo feliz y aceptando el brazo ofrecido inesperadamente por Archie, se alejó muy feliz platicando con él, en dirección a la mansión.
"Bueno, yo los dejo también." Suspiró el joven inventor, "Con tanta cosa se me olvidó contestarle una carta a Patty. Aunque creo que si la envío hoy igual viajará junto con nosotros en el barco el fin de semana." Rió divertido. "Los veré más tarde en la cena."
"Claro, Stear." Le dijo su primo. Stear le guiñó el ojo, cómplice, a Anthony y él entonces comprendió que solo quería darles un tiempo a solas.
"¡Gracias, Stear!" gritó el rubio tras la figura de su primo, al verlo alejarse.
Sin voltearse a verlos, Stear solo levantó su mano despidiéndose y siguió caminando hacia su taller.
Candy y él sonrieron y comenzaron a caminar de la mano por los jardines.
"Sabes, Anthony" le dijo Candy pensativa luego de un rato, al entrar juntos al invernadero, para salvaguardarse un poco del frío. "Yo también siento que los extrañaré mucho a todos ellos." dijo triste, viendo los verdes rosales. "Creo que demasiado." Suspiró.
"Lo sé, pecosa", concordó, atrayéndola hacia él y abrazándola a sí por la cintura, consolándola al recostarla en su pecho. "Pero, al final," le dijo el alto joven, "cada uno en la vida debe seguir su propio camino. ¿No lo crees?"
"Es verdad." dijo la jovencita, escuchando reconfortada el latido acompasado del corazón de su Príncipe - ¡su sonido favorito en el mundo! -. "Yo lo hice también." reconoció Candy pensativa. "Mi camino lo recorrí sola desde pequeña. Y mi realidad ha cambiado tanto a lo largo de ese recorrido... Primero, el abandono de mis padres al nacer, y el cariño de Annie y de la señorita Pony y la Hermana María en el Hogar junto a los demás niños, esa fue mi primera realidad en el camino que me tocó en la vida." Le dijo, sorprendiendo a Anthony, ya que ella nunca tocaba el tema de sus padres. "Luego lo fue mi llegada junto a los Legan, tan difícil y a veces humillante y, sin embargo, conocí a maravillosas personas allí, a las que quiero mucho, a Dorothy, a Mary, al señor Whitman… y luego, con encuentros inesperados a Stear y a Archie, sin saber que Dios me daría la sorpresa más feliz de mi vida, al conocerte a ti."
"Candy…", Anthony la apartó gentilmente y la vio conmovido.
"Mi realidad ahora es todo lo que siempre soñé, Anthony." le dijo sonriente, con sus manos apoyadas en su pecho. "Tengo un hogar… tengo una familia… te tengo a ti." le dijo abriéndole su corazón a su Príncipe.
Él acarició su rostro suavemente, "Te amo, Candy." Le dijo con fervor. "Y yo me siento igual, pecosa. Mi realidad ahora eres tú. Tú eres mi hogar y mi única realidad", le confesó.
"Anthony…" Su pecosa lo veía conmovida, y él se inclinó con delicadeza sobre sus añorados labios, tomándolos con ternura, abrazándola otra vez gentilmente contra sí.
El beso comenzó entre ellos con gran dulzura, era la primera vez que podían compartir un momento a solas después de su regreso a la mansión Andley. Sus labios se trataban con cariño y adoración. Sus alientos se mezclaban dándose la vida mutuamente. Sin embargo, poco a poco, con el paso de unos minutos en tan deliciosa experiencia, el latir de sus corazones se aceleró y su cálido aliento los hechizó, haciéndolos perderse cada vez más en la dulzura de sus bocas de manera profunda y en la inusual intimidad de su abrazo y de sus, de pronto, sensuales caricias.
Una deliciosa sensación comenzó a abrumarlos como nunca antes lo había hecho. Anthony, de pronto, la estrechó desesperado contra sí. Y la pecosa ya ni siquiera podía pensar, sintiendo su mano acariciar uno de sus pechos.
"¿Candy?" ….
Sus besos continuaban desesperados.
"¿Candy…?" La lejana voz de Dorothy afuera del invernadero los hizo romper de pronto su beso, agitados. Ninguno de los dos comprendía qué había pasado y ahora recordaban dónde estaban.
"Joven Anthony… ¿están aquí?" la voz se acercaba cada vez más a la entrada del lugar. La puerta la habían dejado entreabierta.
Su respiración entrecortada denotaba aún su falta de control y sus ojos se encontraron sorprendidos por la intensidad de las emociones que habían compartido. Anthony trató de recomponerse lo suficiente como para aclarar su voz y contestar. "¡Estamos aquí, Dorothy! Espera un momento, ¡Ahora vamos!"
Inhalando profundo, Anthony juntó su frente a la de Candy y ambos cerraron sus ojos sin aliento, separando sus cuerpos y juntando sus manos entre sí, tratando de tranquilizarse. Anthony sacudió su cabeza avergonzado, "Lo siento tanto, amor", le dijo mirándola con pena. "Prometo ser más cuidadoso en adelante." Besó su frente. "Discúlpame." Le dijo sincero.
Candy lo miró sin decir nada, sonrojada, y sacudiendo su cabeza también, le dijo con ternura, "Te amo." Y poniéndose de puntillas, besó su mejilla con suavidad, soltando sus manos lentamente a medida que se alejaba de él, y dirigiéndose hacia la puerta del invernadero, se topó con Dorothy al abrirla, quien iba a entrar justo en ese momento.
"¡Candy!" su dama de compañía la vio sorprendida.
"¡Vamos, Dorothy!" le dijo la pecosa, tomando su mano halándola afuera con ella, sin dejar que viera dentro. "¡Ya vamos tarde!" Ambas comenzaron a caminar rápido por la vereda. "¡Lo siento!, olvidé por completo que teníamos que preparar esa tarta de arándanos con la tía abuela. ¡Apúrate o nos retará!" Dijo la rubia corriendo de pronto por la vereda, y Dorothy, dudando, no le quedó otra cosa más que correr tras su inquieta amiga.
"¡Candy, espérame!"
Candy rió divertida, "Vamos, Dorothy, ¡apresúrate! ¡A que no me alcanzas!" su risa cantarina se escuchó alejarse.
Anthony sonrió al escucharla, y cuando ya no escuchó sonido alguno, suspiró aliviado. El muchacho salió del invernadero minutos más tarde al sentirse más tranquilo y cerró la puerta tras de sí. La situación lo inquietó bastante, había estado tan a gusto con su pecosa entre sus brazos que, por un momento, por un breve momento, no le había importado nada más. Sacudió su cabeza apartando esos pensamientos inquietantes y regresó a la mansión, prefiriendo ingresar por la entrada de los sirvientes.
Esa última cena familiar de despedida a los Cornwell y al señor Brower, fue totalmente inusual. Ellos ya se lo sospechaban, al ver a su tío a veces distraído, o no llegando a cenar porque lo habían invitado o porque había salido en la tarde desde el Consorcio. Pero sus sospechas fueron confirmadas al llegar el patriarca acompañado de la joven Vanderbilt esa noche. Presentándola formalmente a todos como una amiga, todos le dieron la bienvenida encantados.
"Y dígame, señorita Vanderbilt-", comenzó la tía abuela, al otro extremo de la mesa que presidía su sobrino.
"Catherine, por favor." Le dijo la joven sonriente, sentada en la mitad de la larga mesa, entre Stear y el Capitán Brower, degustando su cena.
"Sí… bueno," Se conmocionó la anciana sorprendida por su petición. "Como le decía, mi sobrino me ha comentado que está introduciendo un nuevo tipo de vino a su producción."
"Así es, desde hace año y medio hemos trabajado con la que es considerada 'la reina de las uvas blancas', la variedad Chardonnay. Por el tipo arenoso de nuestra tierra se da muy bien, y le genera un delicado buqué frutal."
"Lo que nos divertía con Catherine", intervino el joven patriarca "es que estudiando el origen de esa variedad, como la mayoría, es un cruce de dos cepas y…" Albert se detuvo "mejor cuéntalo tú, Catherine." Le dijo a la joven.
"Claro." dijo la joven de ojos azul profundo, sonriente, "Investigando, descubrimos que los primeros registros del cultivo de esta vid datan del siglo X. Y el nombre romano de este pueblo donde era cultivada era Cardonacum que significa 'lugar donde crecen los cardos'. Cardo es "chardon" en francés. ¡De allí, Chardonnay! ¡El cardo! - ¡La flor nacional de Escocia! - Increíble, ¿no les parece? ¡Como su querida Escocia!", rió feliz. "¡Chardonnay!, ¡tierra de cardos!"
Todos se sorprendieron.
"Sí, es increíble" dijo el capitán Brower. "Cualquiera diría que se trata de una señal." Dijo sonriente mirando al patriarca significativamente.
Albert lo miró sesgando sus ojos.
"¿Señal de qué?" preguntó ingenua la bella viticultora.
"Una señal de amistad." Dijo Candy, sonriendo. "¿Por qué no brindamos por eso? Y también porque Stear, Archie y papá tengan un buen viaje." Dijo, poniéndose de pie y tomando su copa. Todo mundo la siguió. "Por un excelente viaje para ellos, que Stear y Archie disfruten de Londres, y porque papá regrese pronto, sano y salvo a casa." sonrió la pecosa.
"¡Salud!" dijeron todos y bebieron de sus copas.
"Mmmm… es un exquisito Pinot Noir", comentó la joven californiana al sentarse. "Muy terroso. Interesante." dijo.
"Te enviaré una caja con dedicatoria especial, mañana", le sonrió Albert, alzando su copa hacia ella en saludo.
"Gracias." Le sonrió Catherine agradecida.
"Albert me ha ayudado mucho ahora que estoy de vacaciones con mis tíos." Les dijo a todos la joven. "De hecho, ahora que se cumple el tiempo del vino, mes y medio en barricas de roble francés, y mes y medio en barricas de roble americano, todavía no teníamos un nombre especial para nuestro nuevo vino… pero Albert me lo inspiró el otro día que visitamos el Jardín Botánico, mientras me contaba la historia de su familia."
"¿Pero el Jardín Botánico no cierra en esta época del año?" preguntó curioso Archie.
"Es que como cierra en invierno y yo quería conocerlo, Albert amablemente le habló a un amigo suyo y nos dejaron entrar solo a nosotros."
"¿Solo a ustedes?" preguntó el capitán Brower, alzando discretamente su ceja a su cuñado.
El joven patriarca miró detenidamente su plato, cortando con concentración su alimento, esquivando la mirada inquisitiva de su cuñado.
"¡Y ahora creo que tengo el nombre perfecto para mi vino!" Dijo ella emocionada.
"¿Así?" dijo la señora Elroy, "¿Y cuál sería, si se puede saber?" preguntó interesada.
La joven de rostro juvenil e inocente sonrió aún más, "Se llamará… ¡Chardonnay "La Matriarca"!" viendo a la tía abuela.
Stear escupió su vino, que estaba bebiendo justo en ese momento, salpicando a Archie al otro lado de la mesa.
"¡En honor a usted, señora Andley!" le dijo la jovencita emocionada.
Los demás, trataban de contener su risa sin éxito. Stear tuvo que voltear a ver en sentido contrario a la tía abuela para que no notara su risa, solo sus hombros lo delataban. Y Albert no pudo más que comenzar a reír abiertamente encantado de todas sus reacciones por la noticia. Al oírlo reír, todos los demás lo siguieron.
"¡¿Qué pasa?!" preguntó inocente la joven de cabello castaño. "¿No les gusta el nombre?" preguntó sorprendida. "Pensaba agregarle la imagen de dos cardos dibujados en la portada. Y con su permiso, talvez una A"
Todos seguían riendo, menos la tía abuela.
"¿Les parece inapropiado?" dijo entonces triste la jovencita.
"¡No, Cathy!", le dijo Albert para sorpresa de todos. "No es eso, es solo que…" el joven se recompuso, pero no supo cómo continuar al ver la expresión de su Tía al otro lado de la mesa. "Es que…" dudó. "Catherine… explícale cómo llegaste a esa decisión." Le sugirió Albert.
"Pues," dijo la joven, "nuestro vino tiene una marcada diversidad aromática -como su versatilidad como mujer de negocios e imagen materna dentro de los Andley -" le dijo la bella muchacha de cabello castaño, elegantemente ataviada y con su cabello sujeto en una cola elegante que caía sobre su hombro derecho "… contiene toques cítricos bien balanceados y tiene volumen, - como sus firmes principios y su estoicidad - y, aun así, con una leve sensación de dulzura…- como su cariño innegable por su familia.- Me recordó tanto a usted, que no dudé en que fuera el nombre correcto" le sonrió, "pero si no lo cree apropiado…" dudó.
"¡Es hermoso, Cathy!" dijo Candy sincera, sentada a la derecha de Albert, con una espontánea sonrisa. "¡Me parece maravilloso! La tía abuela siempre ha merecido que su nombre fuera honrado de alguna manera, por todo lo que ha hecho por la familia. Y creo que tu idea es… ¡extraordinaria!" Le dijo sincera. "¿No es cierto, tía abuela?", trató la rubia de mitigar la disconformidad de la mayor. "¿No le parece que es un lindo detalle de su parte?"
Todos voltearon a ver a la silenciosa dama, en el otro extremo de la mesa. Ella muy estoica los vio a todos, sus rostros eran expectantes, sobre todo el de Albert, casi podía ver el temor a su respuesta escrito en sus ojos. Ella aclaró su voz entonces, secando sus labios finamente con la servilleta de blanco impecable que tenía en su regazo. Y luego, viendo a la joven viticultora, sonrió educada. "Será un honor para mí haber inspirado el nombre de su vino, querida Catherine, estoy segura de que será todo un éxito para su viñedo."
La jovencita Vanderbilt sonrió emocionada. "¡Oh!, tía abuela!" exclamó feliz, haciendo sonreír más a Albert. "¡Muchas gracias de verdad! ¡Será mi invitada de honor el día que lo presentemos! ¡Usted no puede faltar! ¡Le daré un tour completo por toda la propiedad! ¡Le encantará cabalgar por nuestros viñedos! ¡Será encantador!"
Todos se guardaron otra vez la risa por la cara que puso la Matriarca por la ocurrencia de la joven. Y controlando su contrariedad, la señora Elroy simplemente asintió elegante sin decir nada más.
Todos continuaron entonces con la cena en un cómodo silencio. La joven Vanderbilt sonreía a su amigo contenta por la aceptación de su idea. Y el joven le sonreía de vuelta encantado por su lozanía y espontaneidad.
Archie le fruncía el ceño a su hermano por haber manchado su camisa nueva blanca con el vino. Y Stear solo se hacía el loco, pidiendo otra porción de pato a la naranja a uno de los mayordomos.
Mientras tanto, Candy sonreía divertida viendo a su tutor totalmente abstraído de su derredor cuando dirigía su mirada de vez en vez a la invitada especial de la cena.
Y Anthony comía sin mirar hacia ningún lado. En silencio.
Eso extrañó al capitán.
La velada transcurrió feliz a pesar de la latente despedida de dos de sus miembros más queridos. Luego de la cena, los jóvenes departían en el salón todos juntos, con juegos de canasta, damas y ajedrez, como un grupo que siempre había convivido, en especial Catherine y Albert, para nadie pasó inadvertida la creciente confianza entre ambos. Sobre todo cuando la joven fue al servicio de té en la habitación y le sirvió una taza al rubio mayor para que no se levantara de su juego con Anthony. El capitán y la señora Elroy solo cruzaron miradas de manera significativa, al ver que le agregaba unas gotitas de limón y una cucharadita de miel, y los mayores continuaron bebiendo en silencio, uno su Cognac y la segunda, su taza de té con limón y miel.
Sin embargo, tampoco nadie en el grupo podía negar las atenciones del joven patriarca a su amiga, sobre todo en la despedida cuando la ayudó a colocarse su abrigo antes de salir.
Así que no fue sorpresa cuando al despedirse, la joven le dejó un beso en la mejilla a Albert antes de entrar al vehículo de su familia que llegó puntual a las 22:00 hrs., a insistencia del señor Vanderbilt, para recogerla. La Matriarca de los Andley no dijo nada, pero empezó a planificar varias cosas en su mente. Empezando por cambiar el lugar de la próxima sesión del Concejo Andley.
"¿Te preocupa algo, hijo?"
"¿Eh?" contestó un distraído Anthony. "No." contestó el muchacho sorprendido, ya en la habitación de su padre, momentos más tarde. "Por qué lo dices?"
"Llevas cinco minutos sosteniendo esa pequeña copa de licor de chocolate, sin beberla." Le dijo sonriente.
"Lo siento." El muchacho le dijo apenado, dejando la copa de cristal cortado intacta nuevamente sobre la mesa.
"¿Qué te pasa? Desde la cena que te noto un tanto extraño. Inusualmente callado, a pesar de lo ameno de la charla." Le sonrió divertido recordando la velada.
Y Anthony asintió. "Chardonnay 'La Matriarca'" dijo el joven sonriendo. Su padre asintió. "Creo que esta familia aprenderá más de vinos de ahora en adelante." Le dijo el muchacho convencido.
"Eso parece." Le sonrió su padre.
"Me alegro por mi tío", le dijo con un corazón liviano. "De verdad. Se lo merece."
Su padre asintió y se recostó en su sillón. "Pero dime, Anthony, ¿qué te pasa?" Se aventuró a presionar otra vez su padre. Ambos habían quedado en departir unos minutos más antes de acostarse, por el viaje que él tenía a Nueva York y luego a Inglaterra con sus primos. Así que padre e hijo degustaban la botella escondida de Anthony como despedida. Esa última noche dormiría el Capitán Brower en la mansión Andley para poder partir junto con los demás por la mañana.
Anthony bajó la vista, pensativo tras la pregunta de su padre, y guardó silencio.
"Talvez pueda ayudarte." Insistió su papá, dejando también su copa en la mesa junto a él, al verlo indeciso.
"Es que… esta tarde…"
"¿Sí?", preguntó al ver que dudaba otra vez en seguir.
"Candy y yo… bueno, no es nada en realidad. Solamente que tuvimos un momento a solas y nuestra charla nos llevó a compartir un beso." El señor Brower se enterneció de ver sonrojarse a su hijo al decirlo. Su hijo siempre le parecía tan maduro y seguro de sí mismo, que a veces le hacía olvidar la realidad de su verdadera edad.
"¿Y eso te preocupa ahora?"
"No, claro" dijo seguro, irguiéndose en su asiento. "Pero… en parte, sí." Admitió luego agachando un poco los hombros. "Papá, sabes que yo nunca… bueno, a veces, cuando estoy con ella así, no sé, siento como que pudiese…"
"¿Perder el control?" le preguntó su padre con tranquilidad.
"¡Sí!" Admitió admirado. "Yo la respeto, y la amo totalmente, pero a veces siento… que esta sensación… es más fuerte que yo." Suspiró derrotado. "Y si he de serte franco, papá, a veces me da miedo." Admitió inclinándose hacia adelante en su asiento. "Me da miedo fallarle a ella. Y a ustedes." Frunció el ceño y puso su vista en sus manos entrecruzadas frente a sí, preocupado.
"Anthony, nosotros como hombres y caballeros que somos siempre nos enfrentaremos a situaciones como esas, especialmente con las damas que hemos escogido como nuestras compañeras. Y con otras también que se te ofrecerán ya más adelante en el camino." Le dijo sincero.
Anthony lo vio sorprendido.
"No te atormentes antes de tiempo, hijo, ésta es una reacción natural de nuestros cuerpos, y lo que debemos hacer es aprender a manejarla. Así como aprendiste a controlar en su momento el ímpetu de tu corcel al aprender a cabalgar, ahora eres tú mismo a quien tendrás que aprender a contener, y a no ponerte, sin querer, en situaciones que podrían mermar tu voluntad. Este es un tema que me habría gustado ahondar contigo antes, pero ya tendremos tiempo para hablarlo con calma a mi regreso. No temas preguntarme cualquier cosa que te inquiete al respecto. Soy tu padre y me preocupo por ti. Lo sabes, ¿verdad, Anthony?"
El muchacho le sonrió. "Lo sé, papá."
"Por lo pronto, solo intenta tomar un baño bien frío cuando sientas que tus ansias se descontrolan, y te sentirás mucho mejor. Y, sobre todo, aléjate de lugares oscuros o solitarios cuando estés con ella. Busca la compañía de otras personas. Yo sé lo que te digo..." Le dijo alzando una ceja, "créeme."
"¡Papá…!" Anthony sonrió sorprendido por su comentario.
"Solo te diré que el invernadero era también uno de nuestros lugares favoritos con tu madre."
"¡Papá!" dijo Anthony sorprendido. "¿Cómo sabes que nosotros estábamos en el invernadero…?", inquirió, pero de pronto otro pensamiento tomó prerrogativa "¡¿Tú y mamá?!" preguntó.
"Tengo inolvidables recuerdos de ese lugar, Anthony", el capitán continuó con embeleso. "Debo reconocer que es un lugar muy romántico. Y con tu mamá éramos muuuy románticos."
"¡No sigas, papá, por favor!" el rubio se tapó los oídos, molestó.
"¡Vamos, Anthony! ¡Si yo fui joven también!" le dijo. "Y tu madre también! - ¡Como tú y Candy hoy! -"
"¡Papá…!" protestó horrorizado el rubio al imaginarlo, sin quitar sus manos de sus oídos, apartando su rostro de él, cerrando con fuerza sus ojos, mientras su padre comenzaba a reír a carcajadas por su actitud infantil.
Al salir de la habitación de su padre, momentos después, algo perturbado por su charla, Anthony se topó en el pasillo con Candy y Dorothy que venían de darle las buenas noches a la tía abuela. Parecía que ellas también se habían tardado en despedirse. Lo que no sabía el rubio era que la Tía Abuela había tenido su charla también con la pecosa, al tener presente que los dos se quedaban solos en la mansión al viajar ellos a despedir a los muchachos.
Candy le sonrió y luego se mostró más tímida. "Hola, Anthony", le dijo. "Que tengas feliz noche", le dijo sin intentar quedarse a conversar con él.
"Que descanses tú también, Candy." Le sonrió el muchacho más tranquilo. "Buenas noches, Dorothy." Le dijo a la joven junto a ella, de manera cordial.
"Buenas noches, joven Anthony." le sonrió Dorothy gentil.
Y bajo la mirada enamorada de Anthony, su Candy y Dorothy se alejaron por el pasillo, y antes de cruzar a la siguiente ala de la casa, la pecosa se volvió hacia él, regalándole una última sonrisa enamorada. Una que detuvo su corazón por un momento y que, sin quererlo, lo dejó despierto casi toda la noche, pensando en ella.
Esa noche, por primera vez, Anthony experimentó unos sueños poco decorosos y explícitos, que lo sorprendieron y avergonzaron a la vez.
Luego de tomar una ducha fría a eso de las tres de la mañana, como le aconsejara su padre, y de regresar a su cama con pijama nueva, suspiró cansado dejándose caer sobre las sábanas. "¡Cielos!," se dijo, sujetando su cabello húmedo con una de sus manos, "Creo que mi realidad acaba de cambiar otra vez" concluyó resignado. "Solo unos años más, pecosa, solo unos años más..." dijo en voz baja en la soledad de su habitación y tomando una respiración profunda, se decidió a apagar la luz de su lámpara de noche y a acomodarse en su lecho nuevamente, cerrando sus ojos azules, y dejándose caer lentamente en un sueño profundo, lleno de sonrisas alegres compartidas, una naricita pecosa que adoraba y bellos ojos risueños color verde esmeralda.
Continuará…
¡Espero les haya gustado el capítulo de hoy! ¡Nuestros rubios están creciendo! ¡Ji, ji ji! ¡Y nos acercamos al final…! - Los capítulos salieron más extensos! -
Quiero agradecer a Julie-Andley-00, Sharick, Anguie, Guest 1, Guest 2, Guest 3, Guest 4, Mayely leon y GeoMtzR por comentar! ¡Me alegra que les esté gustando la trama! ¡Y que se alegren porque los malos sí están pagando! ¡Ji, ji, ji!
Y sí, Georgy, los abogados de la familia pidieron que la procesaran como adulta por la naturaleza de la falta y porque al mes siguiente cumpliría 15 años y sería considerada pronto mayor para la época. ¡Aquí no se me escapa! ¡Ji, ji ji! Por otro lado, ¡Qué alegre que estés avanzando en tus historias! ¡Todos nos alegramos por eso! ¡Yeee! ¡A ver cuándo nos das la alegre noticia! ¡Bendiciones!
¡Y Gracias a todos, queridos lectores, por leer esta humilde historia! ¡Avanzamos hacia el final, y espero el recorrido les traiga momentos agradables!
¡Muy feliz tarde, y muchas bendiciones!
lemh2001
16.07.2023
P.D. La continuación se publicará este miércoles. ¡Hasta entonces!
