Usami fue arrastrado por Misaki. Trató de poner cierta oposición, pero resultó en vano, ya que Misaki, siempre que se encontraba decidido a alcanzar un objetivo, era muy difícil de detener.

Acabó dentro del gimnasio, rodeado de complejas máquinas de las cuales no tenía idea su funcionamiento. Se enderezó y siguió a Misaki, que lo obligó a que llevara el bolso de ambos. Se acercaron a la recepción, en donde un joven conversaba animado con un grupo de señoras de mediana edad, quienes acababan de salir de una clase de GAP.

Usami no quería entablar conversación con nadie, así que le dejó su identificación a Misaki y se fue a las máquinas expendedoras para examinarlas. Era curioso como todos los productos que vendían eran barras de proteínas, bebidas ricas en electrolitos o energizantes. Se compró una de las barritas para probarla, aunque la escupió al sentir un sabor demasiado artificial, similar a masticar una tonelada de azúcar. Tal parecía que había escogido la peor barra del catálogo.

Pensó en fumarse su tercer cigarro del día y de hecho estuvo a punto, hasta que recibió la mirada acusadora tres hombres que se dirigieron a comprar energizantes. Aunque había un cenicero cerca de la ventana, se percató que estaba lleno de polvo y que quizás sería la única persona con el descaro de fumar en un gimnasio; con un suspiro guardó el cigarro y compró la única marca de café que reconoció.

Volvió a donde Misaki, quien se acercó a un hombre de estatura promedio, pero que pesaba lo mismo que los dos juntos de puro músculo. Era guapo, hasta el punto de lo absurdo, y, según la trastornada perspectiva de Usami, se encontraba demasiado cerca de Misaki.

Se acercó a Misaki, y se puso entre ambos, sin prestar atención de verdad a la conversación, hasta que fue mencionado por primera vez.

—Usagi-san ¿lo entendiste?

Asintió poco convencido, por lo que Misaki lo regañó y le explicó todo de nuevo. El hombre se rio de ambos y desvió la mirada de Misaki, para mantener la sonrisa ante la frialdad de Usami.

—El será nuestro entrenador personal ¿vale? Mido-san ¿nos vamos a cambiar?

—Si… los camerinos están por allá, Misaki-chan.

Aquel chan hizo que Usami frunciera el cejo. Misaki soltó una risa y corrigió al entrenador, antes de que este se fuera. En los camerinos, Usami dejó el bolso entre ambos y miró a Misaki seriamente.

—¿No podemos cambiar de entrenador?

—Sí, pero Mido-san me cae de maravilla, es amable ¿no crees?

Usami hizo un mohín con los labios, se sentó en la banca.

—Me quiero ir…

—Usagi-san, por favor, no sabrás si te gusta hasta que lo intentes.

El hombre miró a Misaki, que se quitaba la polera, para ponerse una deportiva.

—Estoy seguro de que no me gusta hacer ejercicio —gruñó Usami—. Esa sensación pegajosa, el mal olor, el hecho de que por fumar sienta que me voy a morir…

—Eso último ni siquiera es culpa del ejercicio —señaló Misaki, que le tiró la muda de ropa limpia a Usami—. Venga, deja de holgazanear. Solo es una hora y nos vamos.

Usami chasqueó la lengua y se cambió en silencio. Como no era de vestir tan ligero, se sintió extraño en la ropa deportiva que Misaki le tuvo que comprar para esa ocasión. Casi era como si sintiera que se colocaba un pijama. Se miró en el espejo y ladeó la cabeza al darse cuenta de que, en efecto, ese estilo de vestir tan mundano no era de su gusto.

Misaki, en cambio, se veía adorable con esa sudadera que, originalmente iba a ser de Akihiko, pero como le quedaron las mangas cortas, ahora la usaba Misaki. El chico sonrió, guardó las pertenencias de ambos en un casillero y salieron con tranquilidad, aunque Usami lo único que deseaba era comerlo a besos.

Mido los esperaba junto a una báscula y un tallímetro; además de otros artilugios que Usami juraba solo servían cuando uno estaba enfermo.

—Lo primero es saber cómo están ambos físicamente, además de sus objetivos personales. ¿Quién quiere empezar?

Misaki alzó la mano al darse cuenta de que Usami, se cruzó de brazos. Usami se acercó para chusmear el funcionamiento de los aparatos, y al notar que Misaki se quiso poner de puntillas al momento de ser medido, le aplastó la cabeza.

—Metro sesenta y cinco, con un peso saludable, presión arterial normal… estás saludable ¿Cuál es tu objetivo?

Misaki se lo pensó un momento, antes de ruborizarse y desviar la mirada.

—Crecer un par de centímetros más.

Ambos hombres se quedaron sin palabras. Usami soltó muchas carcajadas burlescas, mientras Mido le explicaba a Misaki que, a esa edad, era imposible crecer más y que, para desgracia, con el paso del tiempo, iba a encogerse. Misaki infló las mejillas y modificó la respuesta:

—Solo quiero tener más energía y quizás, ser más fuerte.

El entrenador asintió, y luego le pidió a Usami hacer lo mismo. En el momento de tener que medirlo, tuvo que traer una silla y así ser capaz de apuntar la talla. Aunque puso mala cara en cuanto Usami se subió en la báscula.

—Bajo peso para tu metro ochenta y cinco —le dijo—, por otro lado, Misaki me dijo que fumas ¿no?

—Si…

—Bien, entonces voy a ir con menos carga física y en caso de que te sientas muy mal, me avisas ¿vale?

—Ok.

Mido sonrió nervioso y Usami observó a Misaki, con una sonrisa.

—¿Tu objetivo?

—Que me deje de doler la espalda.

Los dos volvieron a quedarse estupefactos por lo especifico de la contestación. Usami se volvió a colocar las zapatillas y sonrió al darse cuenta de que habían pasado diez minutos de la hora que le prometió Misaki.

—Creo que podremos comenzar con algo tranquilo.

Mido los llevó a las máquinas y comenzó a explicarles los ejercicios aunque Usami no podía dejar de pensar en lo molesto que le parecía que estuviera tan cerca de Misaki. Gruñó y comenzó a mover las pesas, mientras pensaba que hubiese sido mejor apuntarse a las clases de boxeo.

Misaki realizaba los ejercicios con calma, y una sonrisa. Aunque se notaba que, para él, también era la primera vez que hacía actividad física desde hace años. Usami, que a pesar del aspecto enclenque, conservaba bastante fuerza en los brazos— o al menos la suficiente para no morir—, descubrió el complejo mundo de los ejercicios de piernas.

Le sorprendía el hecho de que pudiera cargar a Misaki, pero no poder lidiar con varios kilos encima de las piernas.

Al final del entrenamiento, Misaki lucia renovado y divertido, mientras Usami yacía en el suelo, con la respiración agitada y el cansancio visible. La espalda en ese punto ya no era un problema, porque sentía varios otros dolores musculares que lo acaparaban por completo.

Mido se despidió de ambos en cuanto llegó su próximo cliente y ellos se fueron a duchar. Usami estaba seguro de varias cosas; que odiaba el ejercicio, llegaría a casa a zamparse lo primero que viera, y dormiría hasta el día siguiente.

Misaki, a pesar de haber comenzado tranquilo con el entrenamiento y lucir fresco, no lo miró, a lo que Usami frunció el cejo sin comprender el desaire y, sobre todo, lo irónico de la situación. Quien debía estar molesto era él, o eso se suponía.

—¿Qué te pasa ahora? —le preguntó Usami, con una toalla en el pelo.

—Nada.

Vio a Misaki poner esa expresión que siempre empleaba cuando tenía algo que decir y no quería, porque era vergonzoso.

—Misaki…

—Que no es nada.

—Mentiroso —gruñó Usami, que lo apegó contra la pared y se agachó para abordarlo—. Si no me dices te voy a besar.

—¿Ah? ¿Pero qué tipo de amenaza es esa? —contestó Misaki, dándole un empujón y se cruzó de brazos—. No es nada.

—No comprendo; aquí el que debería estar enojado soy yo

—¿Qué?

Que Misaki me dijo… Misaki repite el ejercicio… Wow Misaki, eres más fuerte de lo que pareces —repitió Usami, con molestia—. Quiero cambiar de entrenador.

—Él estaba haciendo su trabajo…

Usami se mordió una uña y chasqueó la lengua.

—Y aprovechaba de coquetear contigo. Tú nunca te das cuenta de nada, tonto.

—¡Aquí el que estaba coqueteando con alguien eras tú! —le gritó Misaki, que ya no pudo soportar la situación—. ¿Por qué dejaste que te tocara tanto? Y tú ni siquiera te inmutaste.

Usami abrió mucho los ojos, soltó la toalla y tomó a Misaki de la cintura para besarlo, Misaki fue quien lo apartó de un empujón y replicó.

—¡Estamos en un lugar público, idiota!

—Me gusta cuando Misaki se pone celoso.

—¿Quién esta celoso de qué? Solo digo que…

Usami comenzó a molestarlo y aunque quiso darle varios besos más, se contuvo al ver que entraban otro par de hombres.

Salieron dándose golpecitos con el codo, para encontrarse de frente con una situación que los hizo avergonzar a ambos.

Mido le daba un largo y tierno beso a una muchacha que acaba de levantar cerca de cien kilos. Ninguno supo si la vergüenza era por la chica, que era más fuerte que cualquiera de los dos; o porque creyeron, de manera errónea, que el entrenador tenía segundas intenciones.

Salieron del gimnasio en silencio y en el auto Usami comenzó a reírse, para luego darle un beso a Misaki, que aceptó de mala gana.

—Quiero comer sushi de cena —bufó Misaki—. Vamos a comprarlo.

Usami asintió, le desordenó el pelo y puso el auto en marcha.


Miércoles 14 de junio del 2023

22:56 p.m.

1) Kuchi wa Wazawai no Moto: Por la boca muere el pez.