Algo que ya se trataba de una tradición era pasar la víspera de navidad en casa.

La nieve caía por fuera de la ventana y congelaba los rieles. Era la única fecha en la que Misaki se daba el tiempo de preparar pavo para la cena— impulsado por el deseo de Akihiko de experimentar la navidad de la manera más occidental posible—, mientras Usami revisaba la pila de CD para encontrar alguna canción que encajara con el sentimiento de la festividad.

Aki pronto miró a Misaki con ojos suplicantes y se le unió Hiko. Sin poder resistirse al encanto de ambos, sacó un jugoso trozo del pavo y se los sirvió.

Ambos se sentaron a comer. Usami destapó una botella de vino y Misaki revolvió las ensaladas con una enorme sonrisa.

Era una de las pocas fechas del año en que los dos decidían arreglarse un poco más de la cuenta, a pesar de que no iban a salir a ningún lado. Misaki con un jean ajustado, camisa y suéter, mientras que Usami usaba traje, con la corbata del mismo color que el polerón de Misaki. Las fotos que sacaban el veinticuatro de diciembre eran siempre las más bonitas que utilizaban para decorar la casa y que luego le enviarían a Takahiro cuando les preguntaba como estaban.

Desde la mesa podían ver la ciudad iluminada por completo. Las luces de Akihabara, Ikebukuro y Shibuya, durante la víspera de navidad, parecían brillar más, hasta el punto en que sentían cierta pena por la gente que vivía cerca de estos lugares. Aun así, de lejos, disfrutaron del despilfarro energético, que hacía que la nieve brillara como si fueran perlas que caían del cielo.

Ese año no se habían esmerado tanto en decorar. Con mucho esfuerzo Misaki colocó el árbol y unas cuantas guirnaldas, más por la presión social de saber que, al día siguiente, Takahiro les avisó que se iba a dejar caer junto a su familia a medio día. Abajo del árbol, además, destacaban pocos regalos, pero los suficientes como para que ambos sintieran cierta expectación por saber el contenido detrás de los bonitos papeles.

Comieron hasta que terminaron llenos. Usami ayudó a Misaki, quien comenzó de inmediato a meter los trastes sucios a la lavavajilla. En cuanto Akihiko recogió todo, se fue a sentar a un lado del árbol con Aki acostada sobre sus muslos, en una visible actitud expectante.

—Se supone que los regalos se deben abrir a las doce, Usagi-san —dijo Misaki, que vio la hora en reloj; recién iban a ser las diez—. Si se abren antes, desaparecen.

Usami abrió mucho los ojos y agarró un obsequio temeroso.

—¿Qué?

Es mentira —se burló Misaki, que se quitó el delantal y se acercó—. Mi hermano, para evitar que abriera los regalos antes de navidad, me decía que iban a desaparecer

Misaki se sentó al lado de Usami, con otro regalo entre las manos y lo comenzó a abrir. Era de Kaoruko que, como era habitual, solo le regalaba algo a él; mas no Akihiko, su primo.

Tambien tenía regalo de su hermano, Aikawa, Haruhiko e Ijuuin, (personajes que hicieron que Akihiko frunciera mucho el cejo) Todo, sus colegas, y para su gran sorpresa, Mahiro le regaló un manga que estaba de moda entre los niños del momento.

Le dio pena percatarse que ese año no estaba en la pila los regalos que Fuyuhiko siempre mandaba, pero sonrió a medias al leer la etiqueta de: "Usami Natsuko", que colgaba de una exquisita caja de té, que Misaki se moría por probar.

Usami, por su parte, solo tenía en casa los regalos que de verdad eran importantes, o de gente que conocía, porque los obsequios de fanáticos de sus novelas (tanto BL como "normales") se quedan en la editorial, para que Aikawa seleccionara las cartas— que después le entregaba— y, los objetos materiales, los cuales Usami fácilmente podía adquirir; fueran donados. Los únicos objetos exentos de eso eran los osos de peluche y libros, que él mismo discriminaba para llevarse, con mucha suerte, un décimo del total.

Como era habitual, recibió varios regalos más que Misaki. Más que nada por contactos con la editorial, familiares, o novelistas famosos.

Siempre dejaban para el último el regalo del otro. Misaki subió a buscar el suyo, mientras Usami también sacaba el otro del estudio. Era un pequeño juego que hacían entre los dos, para agregarle un poco de sorpresa al presente. Al mismo tiempo se extendieron el regalo y cuando abrieron las bolsas abrieron mucho los ojos, para mirarse estupefactos entre sí.

Misaki se puso rojo y escuchó las estridentes risas de Akihiko, que lo tiró de los brazos, para que se sentara sobre su regazo.

En las manos del otro se encontraba una caja con un juego de anillos. El que Misaki compró eran sencillos, de oro, no muy gruesos, pero con la particularidad de que tenían un detalle de un oso; mientras que Usami, se fue por un anillo también de oro, pero grueso y con un conejo muy brillante, que parecía ser diamante.

—Es el destino—soltó Usami al instante, y le dio un tierno beso en la nuca—, yo creo que deberíamos casarnos.

—Tonto... lo siento, Usagi-san, voy a devolver el par y te compraré otra cosa ¿Qué quieres?

Usami apretó el agarre y no permitió que Misaki se quedara con el anillo.

—¡Usagi-san! Es un desperdicio...

—Este es el regalo más valioso para mí, no pienso dejar que lo devuelvas.

Misaki suspiró y volvió a ver el juego de anillos con aire dubitativo. Usami pronto tomó la caja que le regaló a Misaki y sacó de ambos juegos un anillo.

El conejo y el oso relucieron en su mano, los anillos no combinaban entre sí, pero eso no le importó. Agarró la mano de Misaki y le colocó el anillo que compró, pronto estiró la suya, y esperó a que Misaki hiciera lo mismo, rojo igual que un tomate.

—Hagamos una cosa, empeña los otros dos y nos quedamos con estos.

—Pero no combinan...

—Eso no importa —dijo Usami, que le dio un beso en los nudillos y sonrió—, a menos que tú quieras que todo el mundo nos vea con objetos que combinan.

Misaki negó con la cabeza, y volvió a mirarse los dedos, los cuales lucían más largos solo con ese accesorio en el anular izquierdo.

—Feliz navidad, Misaki.

Akihiko apartó la pila de regalos que quedó al lado del asiento, y le permitió a Misaki que se acomodara ahí.

Usami lo miró con intensidad y posó la mano en la mejilla de Misaki, quien apoyó la cabeza con los ojos entreabiertos.

—Feliz navidad, Usagi-san.

Quizás no combinaban entre sí, pero en el corazón de ambos; tenían una concordancia tan fuerte que era imposible no hipnotizarse por el significado del otro.

Y no, esto ya no solo era referido a los anillos.


Sábado 10 de junio de 2023

23:13 p.m.

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