Las flores también arden.

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Disclaimer: Bleach no me pertenece, bienvenidos a mi momento creativo.

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Capítulo uno: Alba.

Las apariciones de huecos el último año habían subido un promedio del 243% en la zona aledaña a Karakura según la información provista por el equipo de investigación. En razón de las especiales características de la zona y su amplia variedad de humanos con un reiatsu llamativo era natural que dichas criaturas tuvieran una predilección por el lugar, sin embargo, la maximización de estas incursiones no tenía nada de natural.

Si había algo que el grupo de investigadores tenía claro era que los parámetros se ajustaban cada cierto tiempo, y que todo dependía de la calidad de la muestra humana. Resumiendo, a mayor potencial espiritual en la población mayor número de apariciones de huecos. De la misma manera, la fuerza de estas apariciones variaba en razón de ese potencial. Humanos fuertes significaban más huecos y de mayor poderío.

Por lo tanto: Karakura era una de las zonas que mayor demanda de shinigamis fuertes requería. La ciudad tenía entre tres y ocho apariciones de huecos diarias antes del despertar espiritual de Ichigo Kurosaki. Ahora, se veían hasta veinte apariciones diarias. Las quejas del shinigami asignado no se hicieron esperar.

Cuando los datos arrojados por el sistema llegaron a Rin, ella decidió revisarlo una y otra vez llegando siempre a los mismos resultados. Gimió, sabiendo que debería llamar a Akon. La guerra de invierno se acercaba y con ella la actividad de los huecos se volvía más y más vertiginosa

La misión de enviar a un capitán y dos tenientes, más dos oficiales de rango a la ciudad fue un alivio en un primer momento, pero los arrancar no cedían en su ataque. Lo que desconocían era que un segundo despertar espiritual amenazaba con surgir.

Que un capitán del Gotei 13 desertase al mundo humano y se reprodujera con una humana con potencial espiritual era a todas luces una situación única y sin precedentes. De su progenie dos miembros mostraban un potencial espiritual asombroso: Ichigo y Karin. Isshin ignoraba cuáles serían las repercusiones a largo plazo de su decisión y a su vez, tampoco podría haber anticipado el peligro que supondría para sus hijos su propio poder.

Donde Ichigo había asumido la carga de ser un shinigami sustituto y defender a su familia Karin había sido relegada a ser protegida. Negar sus poderes había sido su cotidianeidad hasta que se sintió obligada a combatir a su manera los especímenes de huecos que la acosaban; sin saber que se trataban de meros huecos de poca monta.

El descubrimiento de Toushirou Hitsugaya como shinigami no sólo había significado para ella una alerta sobre el peligro que pronto vendría, sino también el conocimiento de la precariedad de su capacidad de defensa y el verdadero poder de aquellas criaturas. Decir que estaba preocupada por su hermano y hermana era poco, pero de nuevo fue protegida por aquellos más fuertes sin poder hacer nada por sí misma ni por otros.

Redescubrirse como débil cuando siempre había procurado valerse por sí misma fue un duro golpe a su ego, y sembró en ella la incertidumbre. En esa ocasión no obtuvo respuestas y con Ichigo desaparecido, su hermana llorando por los rincones envuelta en un aire de miseria y su padre evitando la conversación no pudo evitar llenarse de una soledad con la que no sabía lidiar.

Podía sentir las apariciones de aquellas criaturas, y eso la consternaba donde fuera que estuviera. Ahora se preocupaba no sólo por su hermano, sino también por aquellos shinigamis que habían corrido a defenderlos.

Eran fuertes, se decía, ellos estarían bien ¿Cierto?

Ayudar a Yuzu con algunas tareas sencillas había sido siempre su responsabilidad, pero ahora se encontraba desesperada tratando de mantenerla dentro de su hogar. Ella se hallaba completamente desprotegida sin un mínimo sentido de poder espiritual, sin ser capaz de observar el peligro y actuar en consecuencia. De modo que procuraba hacer todo por ella cuando su padre no estaba allí.

Podía sentir el poder de su viejo casi rasguñando bajo la piel, aunque él se negara a decir una palabra al respecto.

¿Es que nadie quería hablar de lo que estaba pasando? ¿Por qué la mantenían a un costado, sin ofrecerle ni un poco de información?

Karin tomó las bolsas ecológicas que su hermana le ofrecía y se dirigió a un supermercado cercano en búsqueda de los ítems de la lista de compra que su gemela le había facilitado. Normalmente Yuzu se encargaba de abastecerlos, pero con la increible cantidad de huecos rondando la ciudad Karin no aceptó un "no" por respuesta al determinar que sería ella y no Yuzu quien haría las compras.

Estaba terminando de acomodar la mercancía en la bolsa de tela cuando sintió aparecer un hueco cerca de donde se hallaba. Era pequeño, adivinó, del tipo con el cual podía lidiar si se acercaba demasiado. Liberando la tensión que no sabía que tenía encima salió del lugar con toda la intención de dejar ese ser a quién fuera que se encargara de ellos, con la frustración que le significaba.

Hasta que se acercó peligrosamente hacia su ubicación. Su corazón palpitó ¿Venía a por ella?

No, se dio cuenta. El espíritu de una niña pequeña, de alrededor de cuatro años, corrió delante de ella. Karin apretó la bolsa de tela y se volvió hacia la dependienta.

— Dejaré esto aquí ¡Vuelvo en un minuto! — Informó, dejando caer los víveres en el suelo desordenadamente.

Corrió detrás del espíritu de la infante y le indicó correr hacia un parque cercano. Karin tomó una pelota prestada de unos niños que jugaban cerca, ordenándoles irse a casa. El lugar estaba abarrotado de gente, de modo que corrió hasta el parque abandonado dónde había señalado ir a la niña esperando minimizar el público. Sintió el hueco antes de verlo, era una cosa horrenda con dientes torcidos.

La niña detrás de ella gritó, el hueco emitió un ruido que le perforó los oídos hasta poner su vista negra. Recobrando el sentido rápidamente tomó el balón y lo arrojó al centro de la máscara blanca investido de su poder. El hueco chilló nuevamente y se deshizo en el aire.

— ¿Estás bien? — Preguntó a la infante fantasmal mientras se acercaba a ella. — Ya se esfumó, tranquila.

— ¡Estaba muy asustada!

— Lo sé, lo sé. Escucha, necesitas ser cuidadosa. Hay muchas de esas cosas dando vueltas. — Aconsejó, acuclillándose a su lado.

La infante volvió hacia ella sus enormes ojos castaños y asintió, Karin exhaló y se irguió dándole la espalda para volver por sus compras. Apenas se había alejado unos pocos metros cuando lo sintió: otro estallido de un hueco. Este era enorme.

Luego otro, y otro más. Se multiplicaron velozmente y, con sinceridad, entró en pánico.

— Niña, huye. — Ordenó a la distancia.

¿Qué hacía? No podía saber si había shinigamis cerca o si se darían abasto para poder luchar contra todos esos monstruos. Karin se quedó sin aire, sin capacidad de movimiento y aterrorizada cuando una de esas cosas se materializó a sus espaldas.

Le tomó un instante a su cerebro procesar la situación y manifestar el pánico de la forma más instintiva posible: con adrenalina bajando por sus piernas. Se volvió para tomar a la infante de la mano pero para su terror contempló cómo la criatura la devoraba de un bocado.

Como si no fuera más que una botana.

Los ojos se le llenaron de lágrimas y sus dientes se apretaron cuando escucho el sonido de succión y deleite del monstruo.

¿Qué mierda hacer? ¡Corre, joder, corre!

Y, maldición, eso hizo.

El hueco se relamió y luego fijó sus ojos en una nueva presa: ella. Karin derrapó por el parque, corriendo con toda la velocidad de la que era poseedora y dando saltos de vértigo. No pensaba en nada más que en alejar ese ser de pesadillas de su casa, corriendo en la dirección contraria. El hueco se rió de ella en voz alta y tétrica.

Corre, linda, corre ¡Me gustan las almas consumidas por el miedo!, resonó.

Esquivó dos ataques antes de perder el equilibrio y rodar descontroladamente por el suelo. El hueco se cirnió sobre ella. Karin nunca pensó que los huecos, como seres espirituales al fin, tuvieran un olor tan fétido como el que este desprendía. Bajo sus garras, con el corazón desbocado y los pulmones ardiendo logró pasar debajo de éste para huir.

No sirvió de mucho.

El monstruo de cuerpo alargado como una serpiente, con seis miembros gruesos y fibrosos, se retorció para golpearla con su cola antes de que pudiese ponerse de pie. El impulsó la envió contra un muro de concreto. Si el dolor no fuera un indicador infalible de la gravedad de sus heridas sí lo fue el ruido sordo del impacto.

El hueco se rió de ella otra vez, regocijándose de su dolor.

No puedo morir así… ¡Ichigo!, pensó, pero la voz no le salía. El dolor en su pecho le impidió hablar, pero de todos modos se arrastró por el suelo con toda determinación. Lo único que pudo hacer antes de perder el conocimiento fue girarse lo suficiente para quedar de espaldas y observar de nuevo el hueco reír mientras se erguía sobre ella con sus fauces abiertas.

Ah, de allí provenía la fetidez.

Lo siguiente que pudo ver fue la figura de la shinigami pechugona de pie. Lucía despeinada, exhausta y tenía un semblante preocupado. Karin se puso de pie, y luego de eso el impacto de su acción llegó a ella. Su cuerpo debería estar dolorido en el mejor de los casos, destrozado en el peor. Miró sus manos y la cadena en su pecho. Se quedó sin aliento cuando los ojos de Matsumoto volvieron a ella y luego dio un paso al costado.

Su cuerpo sin vida la esperaba en la acera, junto al muro de concreto dónde había impactado. Sin rastro del hueco putrefacto. Si Matsumoto tenía pensado decir algo, no lo hizo. Cruzó la breve distancia entre ellas y tomó tiernamente el alma de Karin entre sus brazos y con una gentileza casi maternal la estrechó contra su pecho. Las palabras susurradas a su oído con tono tranquilizador se incrustaron en su memoria: Esto no es culpa tuya. Y luego las lágrimas que tanto había retenido ese día cayeron en un reguero salado por sus mejillas, humedeciendo el uniforme de la mujer.

El tiempo se ralentizó, sus oídos se cerraron y se sentía como si estuviera disociada de sí misma ¿Había alguna experiencia más extraña que contemplar tu propio cadáver? Se encontró abrazada a esa mujer y se hundió en ella cálidamente por un instante.

Matsumoto se separó con suavidad y le acomodó el cabello detrás de su oreja.

— Karin, ¿entiendes…?

— Estoy muerta. — Su voz le sonó extraña — Muy, muy muerta.

Se alejó de la shinigami y se inclinó sobre su cuerpo. Estaba doblado en un ángulo extraño, con sus piernas rotas en una forma antinatural y laxa. Por un instante pareció un sueño turbio, un delirio causado por una fiebre alta a causa de alguna gripe estacional. Parada a un lado de que fue su cuerpo, contempládolo ensangrentado y frío, se rompió la burbuja en la que estaba y volvió a la realidad de un plomazo.

Oh, sí, estaba muy muy muerta.

— No quiero que encuentren mi cuerpo en este estado. — Habló, finalmente. — ¿Matsumoto, no? Por favor, no dejes que me encuentren así… Yuzu, no, mi viejo…

Las palabras se le enredaron en la boca, y luchó para ser coherente. Dos shinigamis más aparecieron junto a la mujer; eran Renji y Toushiro. La sorpresa en sus rostros fue visible durante un instante y pronto fue cubierta por una expresión estoica. Renji se despeinó con las manos, y luego de acuclilló en el suelo suspirando con frustración.

— Ichigo va a matarnos.

— No. — Corrigió Karin. — Va a culparse por esto.

— Maldición. — Masculló el pelirrojo.

Toushiro se acercó a ella y Karin luchó contra su instinto de retroceder. Él pareció notarlo, de modo que se detuvo poco antes de llegar a ella.

— Tu cadena está rota; no hay forma de unirla a tu cuerpo terrenal de nuevo.— Explicó. — Curar tu cuerpo podría darles problemas con su seguridad policial.

— No importa, si está sano y completo cuando llegue la policía probablemente digan que fue "muerte súbita" o algo así.— Argumentó. — Maldición ¡me lo deben!

La potencia de su exigencia fue abrumadora. Los shinigamis se miraron entre ellos un instante antes de que Toushiro asintiera en comprensión.

— Llamen a Orihime.

El abrazo de Matsumoto había logrado darle cierta paz y estabilidad a la revuelta mente de Karin. Otros dos shinigamis llegaron pronto, a ellos no los conocía y tampoco se le acercaron. La joven apreció ese momento de intimidad, de rodillas junto a su cuerpo magullado. Si bien el estado de shock inicial había amainado, todavía permanecía en ella ese sentimiento de irrealidad.

Orihime llegó mucho más pronto de lo que imaginó y lo primero que hizo fue arrodillarse junto a ella. Levantó sus manos frente a su cuerpo y pronto una cápsula de energía anaranjada brilló sobre él. Inoue lloró sin parar todo el tiempo que le tomó restaurar su cuerpo.

— ¡Karin, lo lamento tanto! ¡Tanto, tanto, tanto! — Lloró. — ¡No puedo… no, yo no…!

— No es tu culpa Orihime. — Dijo, levantando sus palmas en señal de rendición. — Por favor no llores, Ichigo necesitará tu apoyo.

— Yo daré lo mejor de mi. — Gimió, limpiándose el rostro con las mangas de su blusa. — Yo cuidaré de Ichigo.

— Por favor, Orihime… ¿Podrías darle un vistazo a Yuzu por mí? — Pidió. — Ella no puede ver espíritus y no podré despedirme de ella.

Su voz se rompió. Trizada entre los sollozos que se negaba a dar, se obligó a recomponerse. Yuzu, su amada Yuzu. Joder.

— Ichigo está desaparecido y…

— Yo iré por él. — Orihime declaró.

El resto de los shinigamis levantó su vista hacia ella, ligeramente sorprendidos de que la muchacha supiera la ubicación de Kurosaki cuando éste no se había molestado en contactar con ninguno de ellos. Renji avanzó cuando observó a un grupo de adolescentes acercarse.

— Ve, Orihime. Llevaremos a Karin con Urahara. Creo que lo mejor es dejar que un humano reporte el cuerpo.

— Si lo llevamos con nosotros luego será difícil de explicar, en especial con el cuerpo en buen estado. — Concordó Toushiro.— Encuentrala allí.

El shinigami que se presentó como Yumichika se ofreció a quedarse con el cuerpo mientras el resto retornaba a la tienda de Urahara. El capitán Hitsugaya se quedó relegado un instante y llamó en voz baja a Matsumoto mientras Renji trataba de convencer a Karin de subirse a su espalda para llegar rápidamente a la tienda. Le habían fallado a Ichigo de la peor forma posible.

Karin se negó a subirse a la espalda del teniente y Matsumoto intervino.

— Quiero caminar. — Pidió.

— Bien, yo la acompañaré. Ustedes adelantense. — Rangiku accedió.

El resto de ellos asintió y un instante luego, sólo eran ellas dos caminando por la ciudad. Se habían alejado bastante para tranquilidad de Karin. Al menos había logrado su objetivo de alejar al hueco de su hogar, y por lo tanto, de su hermana.

— ¿Qué pasará de ahora en adelante? — Preguntó la preadolescente.

— Bueno, deberás ir a la Sociedad de Almas como cualquier otra alma. — Respondió.

— No me refiero a eso.

Rangiku la miró detenidamente. Si bien no era más que una chiquilla de doce o trece años, la seriedad en sus ojos no era coincidente con ello. Matsumoto podía ver la preocupación en su rostro aniñado y el paso aguerrido de un protector. No pudo evitar sentir pena por ella en el fondo de su corazón.

— Protegeremos a tu familia, Karin. — Prometió.

— ¿Cómo me protegieron a mí? — Se burló.

Karin apretó los labios, arrepintiendose de su sarcasmo tan pronto como salió de sus labios.

— Lo siento, no quise decir eso.

— Pero tienes razón: fallamos en nuestro deber de protegerte. — Reconoció. — No puedo prometer que protegeremos a todos pero puedo prometerte que cuidaré de tu hermana.

— Mi viejo cambió, no sé cómo decirlo… uh, como cuando Ichigo cambió. Es como si vibrara, si escucho con atención.

Matsumoto levantó la ceja ¿Vibrar?

Caminaron a paso lento durante el resto del viaje a la tienda, Karin se mantuvo callada la mayor parte del camino pero no así Matsumoto. Ella procuró llenar el vacío hablando sobre la Sociedad de Almas. Le explicó animadamente sobre los distritos del Rukongai, las divisiones del Seireitei y porque su escuadrón era el mejor de todos en su opinión y era claramente porque la tenía a ella. Karin reconoció que Rangiku la hizo reír en una o dos ocasiones.

Era digna de admiración su habilidad para tomar una mala situación y lograr convertirla en una conversación amena.

Cuando llegaron de lo que pareció su procesión fúnebre, fuera de la tienda las esperaban en fila los habitantes del lugar. Urahara se mostró inusualmente serio, poco común frente a su habitual comportamiento desenfadado y relajado. Kisuke abrió la boca para saludarla cuando Ichigo irrumpió en la tienda con Orihime detrás de él siguiéndolo lo mejor que podía.

— Hola, Ichigo. — Saludó.

Su hermano la contempló como si no pudiera creerlo por lo que parecieron los segundos más largos de su vida, y luego procedió un estallido de furia por su parte. Matsumoto se posicionó frente a ella y Orihime trató de razonar con su hermano. Pero Ichigo estaba más allá de la razón y pronto la situación escaló a un nivel de violencia que Karin no podía creer.

Fue necesaria la intervención de Yoruichi para desarmar a Ichigo, y Renji debió tomar sus brazos y someterlo; lucha que duró varios minutos mientras el shinigami sustituto se retorcía y gritaba.

— ¡Estás haciendo esto más traumático para ella, Ichigo!— Reprendió la morena.

Cuando dejó de pelear y retorcerse, Renji lo soltó. Ichigo quedó de rodillas en el suelo y con un profundo grito de dolor que desgarró a Karin se cubrió los ojos y lloró. Karin salió de detrás de Matsumoto y se acercó.

— Ichi — Susurró, tratando de llevarle algo de la calma que ella misma no tenía. — Esto no es culpa de nadie, mucho menos tuya.

Su hermano levantó los ojos y ella pudo conocer el dolor y la ira en ellos. Ella misma se sentía así. Tuvo deseos de gritarle, de reclamarle su ausencia y sus fallas al negarse a contarle la verdad. Pero no lo hizo, apretó los labios y se llamó a sí misma a actuar con madurez.

Gritarle le habría servido de descargo emocional, pero no quería seguir diciendo cosas que hirieran a los demás ¿En que la ayudaría? No podía devolverla a su cuerpo ni retroceder el tiempo. Matsumoto le había brindado en esa caminata tiempo para procesar su propia muerte y, además, la claridad de que una guerra se acercaba. Ichigo no necesitaba esto. Ella tampoco, aunque la frustración la estuviera carcomiendo.

— Yo debería haber estado para protegerte, maldición. — Masculló. — Perdón, Karin. Por favor, perdóname.

— Prométeme que cuidarás del viejo y Yuzu, Ichi. — Pidió. — Y que te cuidarás tú también.

Ichigo la abrazó, tan fuerte que pensó que le dolería. Él no quería soltarla. El espíritu de Karin, de su hermana pequeña y sarcástica. Lloró de nuevo. La culpa había germinado en su corazón, y dependía de él convertirla en impulso para seguir luchando.

— Estaré a salvo donde iré, así que concentrate en hacerte más fuerte. — Consoló.

Eso hizo que Ichigo recapacitara.

— No estarán pensando en hacerle un konso así nada más ¿No es cierto? — Preguntó, con su voz descendiendo dos octavas.

Karin parpadeó, confundida ¿Un konso, había dicho?

Ah, el ritual que Matsumoto había explicado.

— ¿No es lo normal? — Preguntó.

— ¡Bueno, bueno! — Interrumpió el tendero. — ¿Por qué no vamos adentro y hablamos esto calmadamente con un buen poco de té?

Todo el lenguaje corporal de Ichigo decía que estaba listo para recuperar su espada y librar una nueva batalla contra quién fuera que se le cruzara de modo que ella tomó su mano y tiró de él hacia dentro de la tienda. Ichigo la siguió y Karin pronto entendió que sería ella quién debería apaciguar su ánimo belicoso. Pero con sinceridad, pensó que sería más sencillo.

En las siguientes dos horas se discutió a fondo qué harían con ella. Lo peor de toda la situación era que no entendía un carajo lo que estaban hablando. Todo lo que sabía es que su hermano exigía algo sobre una vía alternativa que él mismo había usado para llegar a la Sociedad de almas ("¿Qué hiciste qué?", había preguntado) y no usar el konso.

La discusión se había elevado en varias ocasiones y finalmente, tras muchas preguntas suyas interrumpiedo la cadena de conversación, llegó a comprender por qué su hermano estaba tan empecinado con no realizar un konso tradicional.

Ella perdería sus recuerdos, iría a parar a algún lugar al azar del Rukongai y no tendría consciencia de su vida en la tierra.

— Joder ¡No! — Gritó. — No quiero olvidar quien soy.

— Todas las almas llegan a la sociedad de almas… — Toushiro intentó explicar, pero ella le interrumpió:

— Yo no soy un alma cualquiera, si mi hermano les salvó el culo como dicen.

— Exacto. — Ichigo asintió.

Y así fue como obtuvieron dos Kurosaki sentados y tercos. En el fondo todos estaban de acuerdo con ellos, pero las normas del Seireitei no contemplaban la vía alternativa que ellos exigían. La alternativa ilegal que Kisuke había ofrecido los pondría a todos ellos en una mala situación, y a Karin en una que no podían predecir. Nunca se había hecho.

— No podemos garantizar que de esa manera conserve sus recuerdos: es un alma nacida en la tierra. — Yoruichi afirmó con tranquilidad desde su lugar en la mesa.

— Ese un riesgo que Karin deberá decidir si va o no a tomar.

Todos se volvieron a la voz que había comentado esto último, descubriendo a Isshin Kurosaki abriendo la puerta corrediza que daba al pequeño salón donde llevaban discutiendo horas. El impacto inicial se diluyó luego de unos segundos cuando ambos hermanos lanzaron un grito al unísono de un "¡¿Viejo?!" mientras los dos integrantes del décimo escuadrón mascullaron un "¡¿Capitán?!".

Isshin observó a su hija pequeña y posó su mano sobre su cabeza, despeinándola. Karin reaccionó apartándose en un movimiento fluido.

— ¿Qué… y ese uniforme?

— ¿Le dijeron capitán? — Orihime consultó.

— Mucho por explicar. — Isshin torció la boca.

— ¡Por supuesto que es mucho por explicar!— Matsumoto Rangiku exclamó, repentinamente furiosa. — ¡Te fuiste y dejaste todo ese papeleo!

Toushiro rodó los ojos.

— ¿De verdad eso es lo primero que pensaste? — Inquirió.

— Ah, mi tercer oficial… o debería decir capitán. — Se corrigió, percatandose del haori. — Me alegra verlos.

Karin observó el pandemónium que se formó nuevamente, dejándose caer contra la pared miró el techo: iba a ser una tarde larga.


Hola a todos.

Estaba en pleno bloqueo de escritor de mi fanfic de Kimetsu no Yaiba cuando dije, bueno, leamos algo de mi antiguo fandom a ver qué hay de nuevo. Y caí en el HitsuKarin... otra vez; y vierán como se me pasó el bloqueo. Lloren conmigo.

Ya tengo dos capítulos escritos, y no sé cuántos serán porque no lo esquematicé. Me largué a escribir como quien no escribe en meses.

Lo que sí, tengo una idea clara de adónde llevará esto aunque les advierto que será un slow-burned con muchos saltos de tiempo. Es decir, no voy a describir todo lo que ya pasó en la serie por razónes más que obvias: innecesario.

Salvo por la muerte de Karin y la revelación temprana de Isshin a sus hijos como shinigami, la historia respetará el canon en su mayoría. Los primeros dos capítulos que ya tengo escritos (este y uno más) vienen a dar contexto al resto de la historia. A mi me gusta el contexto, sepan disculpar: necesito dar y tener cimientos antes de decir adelante comandante.

Sepán disculpar si encuentran errores por algún lado, procuré revisarlo bien antes de publicar pero puede pasar. Le mando un beso gigante a quien sea que caíga aquí, y los espero en comentarios si son tan amables.