Capítulo 41.Siempre.


Esa mañana, Hugo se levantó con alegría para ir a la escuela puesto que le gustaba aprender cosas nuevas, mucho más si tenían que ver con magia, porque estaba seguro de que algún día sería un gran mago igual que Draco.

Su tía Ginny había sido la encargada de llevarlo ese día a la escuela junto a su primo James; después de despedirse de ella, se dirigieron a su salón de clases siendo recibidos por su maestra. Mientras esperaban el inicio de las lecciones, James le comentó que no había logrado resolver los ejercicios de matemáticas.

—Me quebré la cabeza por horas y nada más terminé el primer ejercicio.

—Sí, fue muy fácil para mí pues mamá me enseñó a realizarlos cuando vivíamos en la mansión de mi padre.

Hugo le comenzó a explicar cómo debía resolverlos.

Pasó la primera hora entre cantos divertidos e ingeniosos y la revisión de la tarea. De los diez alumnos del salón, solo Hugo había terminado con éxito los ejercicios de matemáticas; la maestra le felicitó y le colocó una estrellita en su frente y una más en la hoja de ejercicios. El niño sonrió orgulloso pensando en cuán feliz se pondría su madre.

Sonó la campana del receso y la maestra junto a la mayoría de alumnos, salieron al patio. Hugo se quedó al último guardando sus cosas pero cuando salía del salón, se topó de frente con Oliver Wood Jr, quien era casi igual de alto que él, ojos cafés y cabello lacio castaño oscuro y desde el primer día no dejaba de molestarlo.

—Dame acá —dijo el niño arrebatándole la mochila y apartando a Hugo de un empujón.

—¡Oye! —se quejó Hugo en el suelo.

Oliver se rió y abrió la mochila de su compañero sacando la libreta de ejercicios.

—Solo quiero ver si hiciste bien la tarea —dijo pasando las hojas de su libreta con brusquedad.

Desde el piso, Hugo apretó la mandíbula y deseó poder tener una varita para ponerlo en su sitio.

—Esto está mal, no sé cómo la maestra te pudo poner la nota más alta —dijo mirando los ejercicios con repulsión.

Hugo apretó los ojos sin apartar la mirada de su compañero, sintiendo como el coraje y la impotencia lo estaban carcomiendo. De pronto, no supo cómo, pero una energía invisible expulsó a su compañero al piso con una fuerza que le hizo soltar un quejido de dolor mientras se masajeaba los glúteos.

Hugo no pudo evitar reírse y aunque disfrutó verlo sufrir, se levantó y se dirigió a él ofreciéndole una mano para levantarse, acto que Oliver rechazó y salió corriendo a delatarlo con la maestra.

Astoria leía con una sonrisa en los labios, la carta que le hizo llegar Neville ese día, así como habían estado haciendo desde aquel día en que sus cuerpos se fundieron en uno solo.

Escuchó pasos acercarse a su dormitorio y rápidamente guardó la carta en el cajón de su mesita de noche. Tocaron la puerta y después de decir «adelante», Daphne le avisó que saldría a San Mungo a trabajar, pero que podrían ir de compras por la tarde. Astoria negó alegando tener cosas por hacer. Daphne, no muy convencida, se despidió de ella cerrando la puerta detrás de sí.

Cuando Astoria se cercioró de que estaba completamente sola, a excepción de los elfos domésticos, pidió no ser molestada y le envío un patronus a Neville.

—¿No quieren que busque a Neville? Bien, entonces no tendrán problema en que venga a verme —dijo con una sonrisa.

Se levantó de la cama y se sentó en el tocador peinándose y poniéndose guapa para recibirlo. Sentía una emoción y una alegría que nunca había sentido antes, ni siquiera cuando estaba tan obsesionada por Draco. Soltó un suspiro y negó con la cabeza, por fin dándose cuenta que eso no había sido amor, sino un simple capricho.

Unos toques a la puerta la sacaron de sus pensamientos; la elfina le anunció que su visita había llegado. Astoria le indicó que guardara el secreto y que no los interrumpiera.

Neville entró y al verla la abrazó y le dio un beso en la mejilla. Se sentaron y mientras jugaban ajedrez mágico, algo en lo que no era buena, pero que lo hacía complacer al mago, hablaron de muchas cosas; ella supo en ese momento que juntos podían ser felices.

—Tory, te amo —dijo antes de besarla sorpresivamente en los labios.

Astoria salió de su aturdimiento y lo atrajo hacia ella, besándolo con fuerza.

—También te amo, Nev.

El hombre sonrió de oreja a oreja al escucharla decir esas mágicas palabras. Le cargó en sus brazos y la dejó caer sobre la cama.

—Podrías ser un poco más delicado —dijo ella divertida.

—Lo siento, creí que te gustaba que fuera un poco rudo —bromeó, recordando aquella noche juntos.

—Evidentemente no —dijo sonrojada.

—Entonces ¿prefieres que te bese así? —preguntó él para después posar sus labios sobre los de ella con dulzura—, o ¿tal vez así? —cuestionó besándola con pasión y deseo haciéndola gemir contra su boca.

Con ese gesto, él tuvo su respuesta y ella sonrió ampliamente y lo besó de vuelta para acto seguido dejar que sus manos bajaran por debajo de su camisa.

—¿Estás segura? —preguntó alzando una ceja.

—Mmm —dijo sin perder la sonrisa.

Él lo tomó como un sí y sonrió quitándose la camisa.

Astoria recorrió con los ojos el abdomen de Neville antes de tomar impulso, empujarlo hacia la cama y sentarse a horcajadas sobre él. Lo besó en los labios bajando hasta su cuello y después dirigiéndose a desabrochar los botones de sus pantalones, cuando de pronto escuchó una voz subiendo las escaleras.

—¡Astoria! ¡Astoria! ¿Dónde estás? —le llamaba su padre.

—Mierda —murmuró Neville al tiempo que ambos se ponían de pie.

Astoria lo empujó hacia su baño.

—Mi camisa —susurró y Astoria la tomó y se la estampó en el pecho.

Cerró la puerta del baño al mismo tiempo que su padre giraba el pomo de la puerta. Sus ojos se agrandaron un poco y trato de fingir normalidad.

—Hola, papá.

—¿Por qué no me contestabas?

—Lo siento, es que estaba limpiando mi armario —dijo lo primero que vino a su mente.

Él escaneó la habitación con la mirada y lo que llamó su atención fue el juego de ajedrez en el piso, levantó una ceja y se acercó a su hija.

—¿Desde cuándo te gusta jugar ajedrez?

—No me gusta pero tenía tiempo libre y decidí jugar —se alzó de hombros, restando importancia.

Su padre echó una última mirada a la habitación y finalmente se retiró. Astoria suspiró aliviada.

Después de varios minutos en los que pensó que su padre ya se había retirado a su despacho, como era su costumbre, dejó salir a Neville del baño.

—¿Ya se fue?

Ella respondió afirmativamente.

Neville reparó en cómo Astoria tapó con disimulo sus muñecas y eso le llamó la atención. Con delicadeza tomó sus manos y las besó y con ese movimiento las mangas de su suéter bajaron lo suficiente para que pudiera ver cicatrices de cortes en sus muñecas, ella rápidamente se cubrió, diciendo que eso ya pertenecía al pasado y que no lo volvería hacer.

Neville quiso creerle, pero de igual forma le dijo que la llevaría a San Mungo cuando sus padres no estuvieran en casa.

Con esa promesa hecha, Astoria llamó a su elfina y cuando esta llegó, ambos se despidieron con un beso en los labios, prometiendo escribirse esa misma tarde.

Astoria lo observó alejarse junto a su elfina, quien lo llevaría a la red flu. Sonrió pero poco le duró el gusto dado que escuchó el crujir de la puerta contigua, de ella salió su padre y a juzgar por el semblante serio y el color rojo en su tez blanca, dedujo que fue descubierta, aunque intentó fingir normalidad.

Cyrus se aproximó a su hija, mirándola con reprobación, luego de unos instantes en los que negó con la cabeza, le plantó una bofetada aún más fuerte que la de aquella ocasión. Astoria perdió el equilibrio y cayó al piso, con la mano en su mejilla dolorida y los ojos aguantando las lágrimas.

—Papá, porque…

—¿Todavía te atreves a preguntar la razón? —gritó fuera de sí.

—Le juro que no hice nada malo, solo…

—¡Cállate! —Alzó la mano y ella se encogió—. Cállate, Astoria, o no respondo. Te alejaras de él y no volverás a buscarlo. ¿Está claro?

Astoria no decía nada.

—¿Te quedó claro?

—No, no puedo. Yo… yo le quiero —sus ojos se cristalizaron y su padre volvió a gritar y a sujetarla de las muñecas con fuerza.

—Ese tipo solo se está divirtiendo contigo, Astoria. Piensa, no seas estúpida —le soltó, y ella se acarició las marcas rojas en sus muñecas.

—No, no es así… yo sé que me ama… si solo le dieras una oportunidad.

Cyrus llevó una mano a su frente, estresado por el comportamiento irracional de su hija.

—Muy bien, ya que no piensas entender por las buenas, lo haré del modo difícil —dijo en un tono que no le agradó a la joven.

Astoria se levantó.

—¿Qué quieres decir?

—Me enteré que se postuló para enseñar en Hogwarts. —La joven se aterró—. Y si yo quiero, puedo hacer que no lo acepten. ¿Es lo que quieres?

—No hagas esto —le pidió—, se ha preparado con mucho esfuerzo, es su mayor ilusión, papá, no.

—Está en tus manos, Astoria.

El corazón de Astoria latió fuerte y se oprimió con tristeza.

….

La mañana de ese día viernes fue muy aburrida y monótona para los aurores Draco y Harry, quienes habiendo terminado todos sus pendientes, decidieron ir a la oficina para esperar que terminara su turno e irse juntos a visitar a Hermione.

Draco pensó en cómo las cosas habían cambiado: antes no hubiera soportado tener a Potter cerca de él, pero ahora eran compañeros del trabajo y más que eso, ahora eran amigos. Le agradaba tenerlo cerca en sus misiones y en el campo de batalla, pues había descubierto que él era bueno para los hechizos y era reconfortante pensar que podría ser Harry quien le cubría las espaldas.

Aunque lo único que le disgustaba, o más bien le sacaba de quicio, era el hecho de que Potter rara vez lustraba sus zapatos y usaba su túnica de auror como si fuera un vulgar abrigo de invierno en lugar de un uniforme. Él, en cambio, siempre lucía unos zapatos bien lustrados, su túnica abotonada y sus camisas bien planchadas.

Cuando el reloj anunció la hora de salida,ambos se levantaron y tomaron del perchero sus sacos y salieron de allí rumbo a la casa Lovegood.

Al llegar se encontraron con Hugo saltando efusivamente hacia Draco, quien le atrapó y le hizo girar como un avioncito.

—¿Qué pasa, campeón, a qué debemos tanta felicidad?

Hermione salió de la cocina y les observó con una sonrisa.

—Está muy contento porque hoy tuvo su primer brote de magia.

Draco lo puso en el suelo y le hizo saber que eso era muy bueno. Harry le palmeó la espalda y le felicitó.

—Pronto podré ir a Hogwarts, ¿verdad?

—Tómalo con calma, todo a su tiempo —le dijo Draco con una sonrisa.

Harry habló un rato con su amiga para después retirarse a su casa, ya que su esposa debía estar esperándolo. Últimamente estaba muy sensible y lloraba por todo, y Harry lo entendía, pues cuidar de dos niños pequeños no era cosa fácil.

Draco se quedó a cenar y una vez Hugo fue arropado, Hermione y él salieron de la recámara para hablar un rato a solas. Mientras bajaban las escaleras, él le preguntó cómo seguía de sus pesadillas; ella tragó grueso y contestó:

—Continúan.

—Eso no es bueno. Mañana iremos a San Mungo nuevamente.

Ella negó con la cabeza.

—No hace falta, estoy bien… es solo que… —dijo sin mucha convicción.

Alzó la mirada y vio que la puerta se abría y por ella entró Ron. Aterrorizada, trató de advertir a Draco, pero ya era tarde. Ron se acercó con rapidez hacia Draco y lo acuchilló en la espalda baja, provocando que él cayera desangrándose en el suelo.

—¡No! —dijo en un grito ahogado.

Cayó arrodillada a sus pies y con cautela, apartó su camisa para ver la profundidad de la herida; aplicó presión y sus manos se llenaron de sangre.

Se sintió mareada y apretó los ojos con fuerza, los abrió luego de unos segundos y frente a ella estaba Draco sosteniéndola de la cintura y mirándola con preocupación.

Bajó la mirada y miró la sangre color oscuro en sus dedos e incluso debajo de sus uñas, cerró los ojos y volvió a mirar y ahora estaban limpias sin rastro alguno de sangre.

—¿Estás bien? —preguntó consternado y ella guardó silencio tratando de asimilar lo que acababa de pasar.

—Estoy bien, solo me duele un poco la cabeza —mintió y él no le creyó en absoluto.

El dolor sordo en su cabeza regresó y sus pensamientos iban y venían con la sangre de Draco en sus manos.

—¿No entiendes que me preocupo por ti? —dijo la voz de Draco con gentileza—. Puede ser útil que hables sobre esto con alguien. No te guardes todo para ti. ¿No ves que te está haciendo daño?

Él tomó las manos de ella entre las suyas y Hermione supo que él tenía buenas intenciones, pero esas palabras solo le generaban molestia, molestia consigo misma por sus alucinaciones que no podía impedir.

—Estoy bien —dijo frotando sus sienes y por la mirada que él le lanzó, supo que nuevamente no le había creído.

Draco soltó un largo suspiro y fue a la cocina en busca de una poción para dormir, se la tendió a la joven y la guió a su recámara y no estuvo complacido hasta que ella estuvo bajo las cobijas y con la poción en su mano lista para tomársela.

—Ya te dije que estoy bien, no es necesario que…

—Y yo ya te dije que te vas a tomar la poción, vas a descansar y mañana iremos a San Mungo, ¿de acuerdo?

Ella suspiró derrotada y no le quedó de otra más que beber la poción.

La poción amarga permaneció en su boca hasta que lo único que observó mientras iba cerrando los ojos poco a poco era a Draco sentado junto a ella, quién extendió su mano y le acarició la mejilla con cariño. Hermione le tomó la mano y sonrío ya casi perdida en los sueños debido a la poción.

—¿Estarás aquí cuando me despierte?

El joven observó a Hugo dormir junto a su madre y vio a Hermione con los ojos semicerrados y le devolvió la sonrisa, se acercó y rozó sus labios contra los de ella.

—Siempre.

...

Sorpresa, nuevo capítulo.

Gracias a adri por la corrección al capítulo.

¡A que no se lo esperaban!

¡Nos leemos!