Capítulo 43. ¿Quieres suplicar?


Al ambos aparecerse en ese desolado lugar, Draco le dió un puñetazo en el estómago provocando que se doblará de dolor y tomando ese instante, Draco le apuntó con la varita e hizo que cuerdas invisibles lo ataran de manos y pies, cayendo al suelo.

—¿Dónde están tus gorilas, Weasley? No los veo lamiendote las botas.

Ron le miró desde abajo, sintiéndose indefenso, situación que no le agradaba, él siempre prefería tener la ventaja y ser verdugo, no la víctima.

—No necesito a nadie para salvarme a mí mismo.

—Me parece que no te estás dando cuenta de la desventaja en la que te encuentras.

Ron se rió levemente.

—No eres capaz de matarme —dijo entre risas burlescas.

Draco se agachó a su altura y le observó, apretando los dientes, conteniendo su rabia.

—¿Cómo haces para matar a la gente sin sentir remordimiento?

Ron se rió como un desquiciado.

—¿Se te complica, Malfoy? ¿Acaso no mataste a nadie cuando fuiste un Mortifago? ¡Por favor! ¿A quién quieres engañar? —dijo apoyándose en su codo izquierdo para tener algo de altura.

—Yo nunca maté a nadie, a diferencia de ti.

—El primer asesinato es el difícil. No te lo recomiendo —comentó recordando su primer crimen. Su mente divagaba y dijo algo que Draco no esperaba escuchar—. ¿Siempre fantaseaste con matarme? —preguntó con intensidad en la mirada.

—¡No cabe duda, eres un demente!

—No tienes por qué mentir, así se empieza. Es un sentimiento muy normal, solo los débiles se frenan. No me digas que nunca has fantaseado con matar a un compañero o un desconocido solo por odio o diversión. —Draco sabía que ese hombre estaba mal pero no a ese punto, le observó con asco—. Me gusta imaginarme matando gente. Hasta a la gente que quiero. No soy una persona agresiva con los animales, aunque sí un poco con personas que se meten en mi camino —dijo lanzando una mirada de desprecio—. A veces sueño con homicidios. Hace unos días soñé que mataba a mi hermano, luego el sueño se transformó en pesadilla cuando amenazaban con mandarme a Azkaban. Me considero una buena persona y muy justa. Hasta suelo poner las necesidades de los demás por delante de las mías —relataba con una sonrisa—. Me gusta manipular a la gente, no me parece algo inmoral, sino astuto —suspiró y sonrió—. No tuve problemas familiares graves, aunque las cosas no fueron de lo mejor en mi casa. Muchos gritos y peleas entre mis hermanos y a mi siempre me echaban la culpa de todo por ser el menor, el menos listo o habilidoso… Por mucho tiempo le tuve un poco de odio a mi padre pues mis hermanos me atacaban física y psicológicamente; incluso pensé en suicidarme varias veces, pero él decía que esa no era la salida y en otra ocasión me dijo que según él, solo quería llamar la atención. —Se rió con melancolía—. Maldito imbécil… Me cuesta socializar, aunque puedo ser espontáneo cuando ya se dieron los primeros pasos. Otra cosa que me encanta, es el sexo masoquista o en el que se fingen violaciones. —Draco apretó los puños—. Mi estado emocional más frecuente es una tristeza leve. ¿Todo esto qué dice de mí? ¿Crees que estoy mal, Malfoy? —terminó con una risa sarcástica.

Draco negó con la cabeza.

—Estás demente, nunca he fantaseado con algo así, maldito enfermo. Si te mato le haré un favor al mundo, ya no podrás lastimar a nadie más.

—¿Te asusta que tenga a Hermione en mi cama? —adivinó con burla y el auror le sujetó de las solapas dando un golpe en su rostro, rompiéndole el labio—. Aún recuerdo cómo se retorcía debajo de mí, gritaba y lloraba —decía pero fue interrumpido por otro golpe en la cara, pese a eso continuó diciendo estupideces que Draco prefería ignorar.

Le dio dos golpes más en el rostro ya ensangrentado y tras escupirle, lo dejó caer bruscamente al suelo.

—¿Qué mierda tienes en el cerebro, maldito enfermo?

A Ron le fascinaba contarle con lujo de detalles todos sus encuentros con Hermione, sabía que lo estaba provocando, pero no le creía capaz de matarlo.

Él siempre fue un cobarde.

—Bien, porque para mí sería un verdadero placer matarte con mis propias manos, sentir el placer de verte retorcerte de dolor… hacer que te arrepientas de respirar el mismo aire que Hermione. Pienso que hacerlo con una varita no me daría placer.

Draco escuchaba sus desvaríos en silencio y cada segundo que pasaba se convencía de matarlo.

—Te diré una cosa —continuó después de una pausa—. La primera vez que tuve a Hermione —Draco lo tomó por el cuello y Ron ahogó una risa de satisfacción— fue satisfactorio saber que solo yo la pude complacer…

—Cállate maldito —le apretó aún más el cuello—, cállate… no hables así de ella, desgraciado.

Ron puso los ojos en blanco casi quedándose sin aire y al Draco notarlo lo soltó muy a su pesar.

—¿Le llamas complacer a una violación? ¡Maldito psicópata! —le gritó poniéndose de pie y dándole una patada en el estómago.

Ron gimió de dolor para inmediatamente reír como desquiciado.

—¿Qué pasa?, ¿te pusiste celoso?

Draco caminó en círculos como león enjaulado, llevando una mano a la nuca y con miles de pensamientos revoloteando en su cabeza. Sabía que si lo asesinaba le darían como mínimo veinticinco años de prisión y eso implicaría sacrificar una vida al lado de Hermione y Hugo; sin embargo, también estaba la situación de que Ron nunca los dejaría vivir tranquilos. Soltó un gruñido de desesperación e impotencia y llevó su mano a su túnica donde sacó su varita y se giró hacia Ron.

La ira, la desesperación y la sed de hacer justicia invadieron a Draco dándole el valor de tomar la decisión y matarlo de una vez. El solo pensamiento de saber que Hermione fue violada, golpeada, amenazada por muchos años le hicieron sujetar con fuerza la varita.

—¿Últimas palabras? —masculló, apuntando con la varita.

—No me vas a matar, Malfoy —declaró con una sonrisa ensangrentada.

—Por supuesto que lo haré. ¿Tienes un último deseo?

Ron tragó grueso.

—Recién me decías que no eras un asesino, ¿qué pasó?, ¿qué te hizo cambiar de idea? —cuestionó empezando a sentir miedo.

Ron observó determinación en su mirada y pensó que tal vez sí estaba dispuesto a matarlo. Su contrincante abrió la boca y empezó a decir el hechizo cuando su cerebro empezó a trabajar a mil por hora pensando en una salida para evitar su muerte. Él no se dejaría matar fácilmente, no dejaría que su Hermione fuera feliz con otra persona, así tuviera que suplicar.

—Espera, espera, Malfoy —empezó con voz firme pero terminó temblorosa y el aludido se detuvo con una sonrisa de lado al darse cuenta del miedo pintado en sus ojos.

—¿Qué pasa, Weasley, vas a suplicar por tu vida? —dijo con sorna.

Ron reprimió un insulto en su boca.

—Malfoy, espera, creo que nos estamos apresurando, no tiene por qué terminar así… Escucha, si me sueltas ahora, no levantaré cargos…

Draco esbozó una pequeña risa.

—Continúa, tal vez me puedas convencer —expresó con burla.

—Malfoy, por favor, déjame ir y te prometo que no te denunciaré —tragó grueso, nervioso. Draco apretó un poco más la varita sobre el cuello de Ron haciendo que su corazón latiera más rápido—. Te lo suplico. No me mates… no… no me mates.

Ron notaba como Draco no aligeraba la presión sobre su cuello.

—¿Qué dijiste?, ¿quieres que te mate? —le cuestionó en tono burlón a lo que Ron negó en repetidas ocasiones, asustado.

—¡No!, maldición. ¡No!

—Vaya, vaya, cualquiera pensaría que acabas de comprender lo que significa «no».

—Vete al demonio —le escupió.

Draco hizo una mueca de desagrado y empuñó su varita con más fuerza en su cuello, logrando que Ron soltara un quejido.

—Supongo que no tienes nada más que decir. Nos vemos en el infierno —gruñó e inhaló y exhaló tomando valor—. Ava —comenzó, pero Ronald le interrumpió con una nueva idea.

—¡Espera!

—¿Quieres suplicar?

—Déjame contarte algo…

Ron comenzó a relatar una historia que hizo a Draco bajar la varita poco a poco.

A la mañana siguiente, Hermione fue despertada por la abrupta llegada de Ginny, quien lucía un semblante preocupante y alarmado, lo cual la mortificó y le hizo pensar en lo peor. Ginny pronto le comunicó lo ocurrido y le dijo que debían ir al ministerio donde Harry y Luna ya les esperaban.

—Pero, ¿cómo pasó esto?

Hermione se sentía casi enferma, su mano temblorosa fue a su boca ahogando un grito de impotencia; si no fuera por Ginny se habría derrumbado ahí mismo.

Hermione estaba angustiada y apenas alcanzó a decirle al señor Lovegood que se encargara de llevar al niño a la escuela; él, por supuesto, estuvo de acuerdo y le dijo que no le contaría nada de lo ocurrido al pequeño.

Un poco más aliviada, salió junto a Ginny. Al llegar al ministerio, se dirigieron al área de los detenidos y Hermione pudo ver como llevaban a Draco esposado, inmediatamente intentó acercarse; no obstante, se lo impidieron y se lo llevaron fuera de su vista. Maldijo por lo bajo y alcanzó a ver a Harry salir de una oficina y corrió hacia él junto a Ginny. Luna pronto se les reunió.

—Harry —dijo preocupada—, él estará bien ¿verdad? —su amigo se mantuvo callado y ella prosiguió—. ¿Cuándo lo van a liberar? Dime algo, maldición.

—Mione, no lo van a liberar, él lo secuestró.

—Pero luego lo dejo en libertad —repuso Hermione desesperada y Harry negó—. No es un crimen tan grave, ¿verdad, Luna? —preguntó esperanzada a su amiga aunque en el fondo sabía que sí era grave.

Luna negó, preocupada. Deseaba poder decirle a su amiga lo que quería escuchar, pero no podía mentirle.

—No es tan sencillo como crees. Secuestrar a una persona es un delito grave, lo más probable es que le hagan un juicio y permanezca en prisión hasta entonces —contó posando una mano sobre el hombro de Hermione.

—Ay no —se lamentó Ginny, llevando una mano a su frente.

Harry suspiró cansino y preguntó a Luna:

—¿Cuánto tiempo crees que le puedan dar?

—Entre cinco u ocho años, depende de si usó o no una imperdonable.

—¿Estás bromeando? —dijo Hermione sintiendo como el corazón se le hacía pequeño—. Draco no debe estar en prisión… si lo hizo fue por mi culpa… debe haber algo que podamos hacer.

—Él no merece ni un día en prisión —alegó Ginny.

Rick, al enterarse de lo sucedido, no podía creer lo que le decían. Salió de su oficina como un torbellino hacia la celda de Draco y pidió al guardia que abriera la puerta para así poder conversar con él. Malfoy paró su desesperado andar al ver al hombre entrar a su celda. El guardia cerró la reja al entrar Rick.

—¿En qué diantres estabas pensando cuando hiciste semejante estupidez? —le gritó apuntándole con el dedo.

Draco le miró severo y sin ganas de discutir con él.

—Cállate o mejor golpéame, lo que quieras hacer, pero no te atrevas a regañarme.

—¿Acaso perdiste la cabeza?

—Sí, pero eso no es una novedad… Ahora, si todo esto ya terminó, déjame salir —dijo haciendo un gesto de que se disponía a salir pero Rick le detuvo del brazo.

—No puedes ir a ningún lado —le dijo soltándose el brazo—, mejor dime ¿por qué no mataste a ese infeliz?

Draco le miró confundido y hasta cierto punto indignado.

—Disculpa, ¿escuché bien? ¿Querías que me convirtiera en un asesino? No te estoy entendiendo.

—Lo que no entiendo es por qué no lo mataste si pudiste hacerlo. El Draco que yo conozco no hubiera dejado ningún cabo suelto y lo hubiera matado. Así que te pregunto de nuevo, ¿por qué no lo hiciste? Algo debió pasar que te hizo cambiar de opinión.

Draco desvió la mirada maldiciendo el que Rick lo conociera tan bien; sin embargo, no diría nada de lo que sabía, aún tenía que confirmar si era verdad.

—Escúchame muy bien: de verdad me alegro que no lo mataras. De solo pensar que pudiste haberlo hecho, pierdo la cabeza. —Alzó los brazos con furia contenida—. Y tu madre, ¿no pensaste en tu madre? —Draco se llevó una mano a la cara, frustrado—. ¿Cómo pasó esa idea por tu cabeza? ¿Dónde rayos tenías la cabeza?

El joven se mantenía en silencio, observando como Rick trataba de buscar una respuesta.

—Dime la verdad. ¿Qué fue lo que pasó ahí? ¿Qué es lo que estás ocultando? Habla, muchacho.

Draco le miró a los ojos muy serio y finalmente habló:

—No pasó nada allí que sea de tu incumbencia. —Rick le vio los ojos y estuvo a punto de hablar, pero Draco continuó—. Además, tú te especializas en homicidios. —El hombre asintió sin entender su punto—. Bueno, cómo puedes ver, aquí no hay ningún asesinato qué investigar. Así que déjame en paz. —Le señaló la salida.

—Draco —le habló con advertencia.

—Rick —le respondió con la misma seriedad—, si viniste a interrogarme, de una vez te digo que no hay nada qué decir. Y si viniste a ver cómo estoy, pues ya lo viste, estoy bien.

—No juegues con tu suerte, muchacho, y no te pases de listo conmigo. Me he esforzado mucho en este caso, en encontrar algo turbio en los expedientes de Weasley, pero tú no me estás ayudando. Si sabes algo, dímelo o si no, prepárate para pasar ocho años de tu vida en prisión. ¡Ocho años! ¡¿entendiste!?

Draco abrió los ojos, sorprendido, no esperaba que el asunto procediera.

—¿Cómo que ocho años?, ¿de qué estás hablando? ¡Yo no hice nada! —contestó al borde de la desesperación.

—¿Nada?, ¿seguro que no hiciste nada? El tipo declaró que lo secuestraste, lo golpeaste y estuviste a punto de matarlo. Y tú mejor que nadie debe de saber que eso se castiga con ocho años en prisión.

El joven hizo una mueca de desagrado y tragó grueso, comprendiendo la gravedad del asunto.

—¡¿Sabes una cosa?! Este sistema judicial es una mierda. Ese tipo tuvo a Hermione encarcelada por ocho años y nadie le dice o hace algo, y yo ni siquiera lo tuve siete horas y ya me quieren dar ocho años de prisión!

—Deja de decir estupideces. —El hombre lo interrumpió enérgicamente—. No me estás haciendo fácil el trabajo. Primero, Granger retira la denuncia, luego, tu madre tiene una confesión de Weasley que se niega a entregarme, y ahora tú vienes y tratas de hacer justicia por tu propia mano y no solo eso, también me ocultas información. Sabes que la violencia hacia las mujeres es castigada hasta con quince años de prisión, pero si tú haces justicia con tus propias manos, el tipo viene y te interpone una demanda y tú pasarás ocho años en prisión maldiciendo y lejos de la mujer que amas, ¿te queda claro?

Draco soltó un gruñido de impotencia y golpeó la pared de un puñetazo en repetidas ocasiones.

Mierda.

Un golpe a la pared.

Mierda y más mierda.

Otro golpe a la pared.

Sus nudillos sangraron un poco y solo entonces se detuvo.

Rick quería convencerlo de hablar, sabía que la información que tenía podía ser crucial en el caso; no obstante, fueron interrumpidos por la llegada del guardia quién le avisó al jefe de aurores que Ron había terminado de dar su declaración y era turno de Draco de dar la suya.

Rick ordenó que abriera la celda y tomó a Draco del brazo, ambos salieron de la celda rumbo a la sala de interrogatorios.Pasaron por un pasillo alumbrado por antorchas, bajaron unas escaleras, luego vino otro pasillo y al dar la vuelta escuchó voces familiares.

Observó a Hermione recargada en la pared, Luna, Ginny y Harry del otro lado conversando probablemente algo referente a él.

La ira recorrió sus venas al percatarse de que Ron salía de una de las oficinas, del lado contrario donde la joven estaba recargada; ella, al verlo, se incorporó y fue hacía él, tensando la mandíbula y mirándolo directamente a los ojos con gran desprecio y tantas palabras de odio que decirle.

Se quedaron viendo por largos instantes en los que Ron solo la recorría con la mirada, una mirada llena de deseo y desesperación que Draco detectó y lo hizo apresurar más su paso pese a que Rick lo tenía bien sujeto.

—¡Quítale los ojos de encima maldito psicópata! —le gritó al estar a escasos metros de distancia—. No hagas que me arrepienta de no haberte matado… —Iba a seguir pero fue callado por Rick, quien puso una mano en su boca.

—Cuidado con lo que dices, no ves que aquí está lleno de testigos —le dijo en voz baja.

Hermione se giró y corrió hacia él; sin embargo, Draco no podía quitarle la mirada de encima a Ron. Sentía tanto arrepentimiento de no haberlo matado, porque ahora creía que lo que le dijo había sido una completa mentira y él había caído como un estúpido.

—Draco —le llamó la mujer—. Draco, mírame —pidió y finalmente posó sus ojos en los de ella.

—Perdóname, no tuve las agallas para hacerlo —le dijo en un tono audible apenas para ella—, lamento que no pude salvarte.

Ambos se observaron por largos segundos hasta que el jefe de aurores se aclaró la garganta y le pidió que le dieran permiso para continuar con el interrogatorio. Ella se apartó y lo dejó pasar.

—No sigas esperando aquí ¿de acuerdo? Vete a casa —le indicó a Hermione, pero conociendo lo testaruda que era, se dirigió a Harry—, llévala a casa.

Al pasar junto a Ron, ambos se miraron con desafío y profundo odio.

Al desaparecer Draco de su visión, Ron trató de acercarse a Hermione; sin embargo, Luna la jaló del brazo y la llevó a sentarse a otro lugar y Harry se interpuso en su camino, así que no tuvo de otra que alejarse de allí.

...

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