Capítulo 2: Tu vida, mi vida.
Sesshomaru llevaba mucho tiempo aburrido. No sabía desde cuando, tal vez siempre lo estuvo, pero era extremadamente tedioso ver pasar los días y que todos estos fueran exactamente iguales.
Así debía ser, lo sabía; sin embargo, quiso darle un poco de sabor a todo y Kagura fue perfecta para ello… al principio. Pero al igual que todo a su alrededor ella también se había vuelto aburrida.
Deseaba un desafío. Algo que lo motivara, que lo hiciera querer volver por más. Alguien que se resistiera a su encanto y lo obligara a esforzarse, para que, al final, cuando ese ser cayera a sus pies, él se pudiera regocijar de placer. El éxtasis sería glorioso.
Y ahora, parecía haber encontrado en la joven lo que tanto anhelaba; le gustaba el juego que había comenzado. Ella era inocente y confiada, pero tenía algo, quizá algún instinto natural, que la protegía, y era eso lo que él deseaba corromper.
— ¿Porque demoraste tanto cuando fuiste al baño?—. Preguntó Kagura con tranquilidad, como si fuese algo casual.
No contestó, siguió con su mirada al frente mientras su mente iba de un pensamiento a otro.
— ¿No vas a responderme?
— No tengo porque hacerlo.
Ella lo miró, iba a gritarle pero prefirió respirar varias veces antes de hablar. —Iba a preguntarte si ya nos íbamos porque eran las diez treinta y cinco… —. Sacó de su bolso su labial rojo, un pequeño espejo y comenzó a retocar su maquillaje intentando calmar sus emociones. —Pero cuando te lo dije volví a mirar la hora y casualmente ya eran pasadas las doce. Así que no me digas que no debes darme explicaciones—. Finalizó con total calma mientras volvía a guardar su maquillaje.
Sesshomaru no dijo nada, en su lugar aceleró el vehículo, no deseaba seguir con esa conversación tan absurda.
Kagura supo que lo había molestado, su venganza era aumentar la velocidad a sabiendas que ella odiaba eso. Tomó su bolso con fuerza y con su otra mano se aferró al frente del auto. En cuanto llegaron, se bajó con total elegancia y caminó alrededor de este hasta llegar del lado del conductor.
Lo miró molesta, él no había bajado del vehículo; en su lugar, prendió un cigarrillo y fumaba como si ella no estuviera ahí, de pie, esperando una respuesta.
— No sé qué fue lo que hiciste en esas dos horas, Sesshomaru, pero no creas que me puedes dejar con la incertidumbre, porque te recuerdo que todos en esa casa son mi familia—. Ella se alejó dispuesta a entrar a su hogar.
— No olvido quienes son, pero tú…
Ella se detuvo y giró para mirarlo a los ojos. Esas increíbles y frías iris doradas.
— Y tu estúpida forma de pensar hacen que olvides hasta nuestro trato.
Sesshomaru sonrió de lado, triunfal. Volvió a dar una pitada a su cigarro, miró nuevamante hacia el frente y se acomodó en su asiento, sin importarle que su compañera azotaba la puerta de entrada.
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La mansión era hermosa, Kagura se había encargado de decorar cada rincón en ese lugar. Tenía una preciosa biblioteca, un salón de fiestas, sirvientes que limpiaban y cocinaban platillos exquisitos, un mayordomo, y mucho más . Todo eso no servía de nada, porque aún así, ella la sentía vacía.
El ruido de sus tacones subiendo las escaleras hacia su habitación era lo único que se oía en ese momento. Al llegar caminó hacia la ventana y desde allí observó el brazo de Sesshomaru apoyado en la ventanilla de su auto.
Lo amaba tanto, el cambió su vida, pero ahora se sentía tan sola. Deseaba mas.
Tocó su vientre con angustia sintiendo como las lágrimas luchaban por salir. Ella no lo permitió. Cerró sus ojos, respiró con fuerza y levanto su rostro hacia arriba.
¿Porque no podía tener lo que tanto deseaba?
¿Porque le habían negado la felicidad absoluta?
Siempre conformándose con migajas.
La vida no había sido justa. Cuando sus padres murieron, ella apenas tenía dieciocho años y tuvo que cuidar de Taiki, su pequeño hermanito de cinco años. Lo amó con todo su ser, olvidándose por completo de ella misma.
Entonces, todo cambió. Sus alergias empeoraron, su cabello comenzó a volverse blanco y las arrugas surcaron su rostro.
Y Taiki, él se casó, dejándola sola tal como lo habían hecho sus padres.
Ella abrazó su vientre.
— Deseo…
— Otra vez deseando lo imposible—. Dijo Sesshomaru con molestia.
Kagura se sobresaltó y giró con rapidez. Él, su amado esposo, la miraba con desaprobación.
— No te oí entrar.
— Ten cuidado con lo que deseas Kagura, tú mejor que nadie sabes que los deseos no suelen ser como uno los imagina—. Sesshomaru salió de la habitación, no pasaría la noche con ella.
Se quedó en su sitio pensando en las palabras dichas, sintiendo como sus pensamientos hacían eco en su mente.
Si, ella lo sabía, pero siempre quiso lo que tanto se le negó.
Permitió que solamente una lagrima se derramara y acaricio su vientre sabiendo que por dentro estaba seca, ella jamás podría tener un niño.
Su cuerpo nunca podría dar vida, y en ese momento se pregunto si eso era por culpa de sus deseos egoístas.
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Algo se le había olvidado.
Mientras miraba al nuevo profesor escribir en el pizarrón, Kagome intentaba recordar qué era lo que estaba pasando por alto.
Hizo una lista mental de toda su rutina. Sus útiles estaban ahí, también su almuerzo, su madre se encargó de llevar a Souta a clases, no tenía tareas pendientes, ni ningún examen para el cual estudiar; sin embargo, sentía que algo faltaba y no sabía que.
El día transcurrió igual y para cuando llego la noche, parecía que su cabeza estallaría de tanto pensar.
— ¿Cariño te sientes bien?—. Preguntó Naomi al entrar en su habitación.
Kagome se encontraba sentada en su cama mirando hacia el baño, sus ojos se veían perdidos, y rojizos, como si los hubiese refregado hasta irritarlos.
— Mamá, ¿a que hora se fue tia Kagura anoche?—. Preguntó en voz baja sin siquiera mirarla.
— ¿Eh?, no lo se cariño, se que era tarde—. Respondió con cautela. —¿Por qué lo preguntas?
— Todo el día de hoy tuve la sensación de haber olvidado algo, revisé mil veces cada cosa que hice, pero acabó de recordar que no me despedí de tia Kagura anoche.
Ella quería decir que no se despidió de Sesshomaru, pero prefirió guardarse ese comentario para sí misma, no era apropiado.
— Debe de haber sido por el vino que bebiste, cariño. Anoche todos bebimos de más.
Negó. —Sabes que yo no bebo alcohol.
Naomi rio bajito, mientras dejaba sobre la cama la ropa que acababa de planchar.
— Lo se, amor, pero todos brindamos por la memoria de mi hermana.
Ella no había bebido, estaba segura de eso, giró su rostro dispuesta a decírselo cuando su madre se detuvo en el marco de su puerta, la mirada castaña estaba sería.
Kagome sintió como si encendieran una lámpara detrás de su madre, iluminándola con tanta intensidad que la obligó a que apartará su rostro y cerrara los ojos en el proceso, balanceándose hacia atrás.
— ¿Qué sucede?—. Dijo Naomi preocupada, corrió hacia ella con rapidez e intentó recostarla, pero Kagome la detuvo.
— Anoche, tío Sesshomaru entró al baño de esta habitación, pero no recuerdo en que momento se fue—. Respondió la joven en voz baja.
— ¿Por qué entraría aquí teniendo el baño principal?
— Porque no funcionaba, y papá dijo que usara este.
Naomi sonrió. —Cariño, creo que sí bebiste de más. El baño principal no está averiado, y tú tío no se despegó de Kagura en ningún momento—. La confusión en el rostro de su hija estaba asustando a Naomi, tal vez el haber estado a cargo de la casa y de su hermano la habían agotado, y ahora deliraba. —¿Porqué mejor no te acuestas?, traeré la cena aquí para que no tengas que bajar.
— No tengo sueño mamá.
— Esta bien, pero recuéstate, ¿quieres?, te ves pálida.
Kagome obedeció, pero su mente seguía incrédula. Ella recordaba haber hablado con él, así como también verlo de pie en el marco de la puerta esperando a que le diera permiso para usar el sanitario. Más, no recordaba si él entró o no. Como tampoco recordaba en qué momento se fue.
No tenia sueño, pero su cabeza dolía demasiado.
Su madre salió de la habitación y ella cerró los ojos para que descansaran, le ardían. No quería pensar más, por lo que se concentró en escuchar el sonido de las voces de su familia; a su madre pidiendo que bajaran la voz, los gritos de su hermano junto con su risa, su padre rogándole que dejara de correr, y… una voz distinta.
Una voz profunda que le prometía que ella pediría por más.
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Fueron muy pocas las veces en las que Sesshomaru la miro con ternura. Y solo en un momento de sinceridad consigo misma, Kagura reconocía que las pocas veces se reducen solo a dos.
La primera fue cuando lo conoció, aquel día glorioso en que él llegó a su vida para convertirla en la mujer que era ahora, aquel día en que la desesperación la atormentaba y creyó que moriría de angustia.
— ¿Que opinas de pintar la habitación de este color? —. Sobre sus manos llevaba un retazo de tela color beige. —Creo que se vería bien; y además…
— Me gusta el verde—. Respondió Sesshomaru, señalando apenas el color que se encontraba oculto debajo de varias telas de color sobre la mesa. Su atención volvió al periódico en sus manos, ni siquiera la miro a los ojos. —Verde suave.
— ¿Verde?, no sabia que te gustara ese color. Tal vez, quedaría bien en la biblioteca, he oído que…
— Haz lo que quieras—. Dijo él, dobló el periódico, se puso de pie y comenzó su camino hacia la puerta de salida.
Kagura suspiro, el verde no era un color que tuviera en cuenta, no combinaba con las cortinas ni con nada en la casa. Sin embargo; quería consentirlo, quería que él volviera a mirarla con ternura una vez más.
— ¿Volverás a salir?—. Lo detuvo poniéndose en pie con rapidez, bloqueando su camino. —¿No crees que la gente sospechará que no tenemos una buena relación?
— ¿No la tenemos?—. Preguntó Sesshomaru con voz burlona.
— Anoche tampoco dormiste en la habitación—. Dijo haciendo caso omiso a la burla. —¿Dónde pasaste la noche?
Él desde su altura la observó, eso a Kagura se le hizo eterno, luego ladeó un poco la cabeza hacia su izquierda y sonrió muy lentamente de lado logrando que ella sintiera como su corazón se aceleraba; entonces, él suspiró, de un modo que no supo bien cómo interpretar, fue como si disfrutara ver la desesperación en su rostro y al mismo tiempo sintiera pena por ella.
"No". Gritó por dentro. "No. No. No" .
Ese sentimiento no era lo que deseaba ver en sus ojos, sino ternura y no fingida.
Porque la segunda vez que él la miró de ese modo, fue cuando le hizo el amor por primera vez. Él se había alimentado esa noche y el éxtasis aún estaba en sus pupilas.
Aunque tal vez no debería contar esa vez como un momento tierno, ella decidió que así lo recordaría.
Sesshomaru siguió su camino, apartándose cuando ella intento tomarlo del brazo.
La sorpresa de su actitud la enmudeció.
Volvió su mirada a las telas de colores que llevaba en sus manos. Luego camino hacia el espejo que se encontraba en el recibidor.
No importaba si él no la amaba, ella podía vivir con eso, se contentaba con lo poco que él pudiera darle.
"Mentira". Grito su reflejo una y otra vez con mucho dolor.
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Ella olía tan bien, olía a frescura e inocencia. Para él, Kagome olía a desafío.
Sesshomaru bajó de su auto directo hacia la escuela ingresando en ella como si perteneciera ahí.
Nadie dijo nada, solo sintió las miradas fijas en él. A ningún ser en aquel lugar le desagradó su presencia, eso lo hizo sentir poderoso.
La busco con la mirada, hasta que la vio. Ella estaba de pie en el salón principal, junto con el resto de los estudiantes, homenajeando al profesor fallecido, luciendo una mirada distante, completamente perdida en sus pensamientos.
Sin prisa caminó hacia ella, viendo su figura desde atrás. Se acercó sin ningún inconveniente.
— Me pregunto en qué estás pensando.
Kagome se sobresaltó al escuchar la voz cerca de su oído, giró con rapidez con el ceño fruncido en su rostro. Al verlo abrió sus ojos. Los nervios la hicieron volver a mirar al frente rogando que su profesora, quien hablaba para todos en ese momento, no la hubiese visto.
— ¿Qué hace aquí?—. Preguntó en voz baja mientras acomodaba su saco con nerviosismo.
— ¿Qué… hace?—. Repitió arqueando su ceja. —¿Por qué me hablas como si fuésemos extraños?
— ¡Oh!, no es por eso, yo…
— Hieres mis sentimientos.
Ella quiso disculparse y volvió a mirarlo, él sonreía de un modo burlón. Kagome intentó hablar pero las palabras quedaron atoradas en su boca, al igual que su respiración.
Era endemoniadamente hermoso, tanto que le faltaba el aliento.
El tiempo pareció detenerse en ese momento, Kagome sintió como si todos a su alrededor desaparecieran y solo quedaran ellos dos.
— ¿Qué haces aquí?—. Volvió a preguntar en un susurro, pero esta vez sin apartarse de su mirada dorada tan hipnótica.
Sesshomaru giró su rostro e hizo una seña con su cabeza, apuntando hacia afuera.
Ella tuvo que luchar contra sí misma para apartar sus ojos de él y seguir su mirada, unos obreros trabajaban afuera.
— Debo asegurarme el sustento—. Respondió con una voz que a ella le produjo escalofríos.
— ¿Te dedicas a la construcción?—. Preguntó sin apartar su mirada de los trabajadores.
El río por lo bajo. —A veces—. Dijo, luego acercó su boca al oído de ella, apartando el cabello negro que la cubría y enredandolo detrás de su oreja. —Otras, me dedico a seducir a jóvenes hermosas como tú.
Luego simplemente, tomó su barbilla con sus largos dedos y la besó en la boca.
Ese acto la dejo anonadada, tanto que no supo que pasaba hasta que la lengua contraria lamió sus labios como si le pertenecieran.
— Esta noche, deja la ventana abierta para mí—. Susurró.
Ella asintió, sin entender que sucedía. Intentó articular las palabras pero estas no salían. Entonces él, moviendo la cabeza a modo de saludo, se fue dejándola mareada y con el sabor de sus labios en los suyos.
Para Kagome, el resto del día fue como si caminara en una nube de algodón. Como si todo hubiera sido un dulce sueño. Su mente repetía una y otra vez esa escena, imaginando distintos ángulos de la perspectiva, tal y como en las películas románticas que tanto amaba ver. Solo que aquí, Sesshomaru y ella eran los protagonistas.
El beso había sido dulce y suave, tal vez no era como ella había soñado su primer beso, pero definitivamente perfecto.
El sol apenas se había asomado ese día, pero para ella era el mas brillante de su vida.
— De acuerdo, ya dime que sucede—. Dijo su madre luego de la cena.
La voz de Naomi la trajo devuelta a la realidad. ¿Cuánto tiempo pasó envuelta en su romántica ilusión?
— ¿A mi?—. Preguntó sorprendida. Levantó sus hombros quitando importancia. —Nada.
— Claro, entonces el que tuvieras esa sonrisa tonta en los labios toda la tarde es porque no ha sucedido nada—. Naomi la miraba con suspicacia.
— Yo creí que estabas enferma, porque tus mejillas están rojas y no has probado bocado—. Habló su padre.
— Estoy bien, solo tuve un gran día.
— ¿Y a qué se debe?
— No lo sé, tal vez sea porque estoy feliz de verte bien, mamá.
Naomi no creía que la alegría que veía en su hija fuese por eso, pero no lograría nada si seguía atormentándola frente a todos. Fue por eso que le sonrió y guiñó un ojo, demostrando que aunque no creía en su respuesta la aceptaba… por el momento.
— Yo también estoy feliz de verte bien mamá—. Habló Souta.
— Lo sé, cariño.
El niño sonrió feliz y terminó de comer las verduras que estaban en su plato.
Naomi miró a su hija. Esa mirada y esa sonrisa eran idénticas a las que ella tuvo cuando conoció a Taiki. Su pequeña ya era una mujer, ¿En que momento sucedió aquello?
Kagome se puso de pie y comenzó a recoger los platos, fue hacia la cocina y comenzó a lavarlos.
De reojo, vio como esa sonrisa había vuelto a aparecer, y Naomi casi podía jurar que la vio tocarse los labios. ¿Habría tenido su primer beso?. Ella quiso correr a preguntarle, pero su hija en cuanto terminó de limpiar todo corrió hacia su habitación.
— ¿Qué sucede ? —. Preguntó Taiki al ver a su esposa sonreír.
Ella lo miró un momento, luego hacia las escaleras. —Promete que no te enojaras.
— Lo prometo, pero no me asustes.
— De acuerdo, creo que Kag está enamorada.
— ¿Ella te lo dijo?
—No, sabes que ella no habla de esas cosas conmigo, todos sus secretos los hablaba con...—. Naomi cerró sus ojos, aun no podía hablar de Kikyo sin sentir ese nudo en la garganta.
Su esposo al verla así, la abrazó para darle consuelo. —Tranquila cariño.
— Ella debe de sentirse eufórica y deseosa de contárselo a alguien. En su momento yo tuve a mi hermana y a mis amigas, pero Kag, no es igual a mi. Jamás invitó a ninguna amiga a casa, ni ella ha ido a casa de ninguna. Su única confidente era mi hermana. Creo que hemos hecho mal al criarla entre tantos adultos y no con jóvenes de su edad.
— ¿Tú crees que ella no querrá hablar de esto contigo?
— Se que no lo hará, por temor a que la regañe.
— Eso no sucederá, eres su madre, hay confianza entre ustedes .
— Tú hermana y tú también tenían confianza y aun así ella supo de mi existencia el día de nuestra boda.
Taiki no dijo nada, sonrió y negó con su cabeza. Luego se apoyó en la mesada de la cocina pensativo, por un momento analizó la posibilidad de hablar él mismo con su hija sobre ese asunto. Esas últimas semanas se habían vuelto muy cercanos, pero la sola idea de imaginar que ella le contara sobre sus sentimientos amorosos le aterraba.
— Ella confiaba en su tía para estas cosas—. Dijo de pronto con cautela, sacando a Naomi de su ensimismamiento. —Tal vez, Kagura pueda ayudar.
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Kagome se envolvió en una toalla y salió de la ducha.
Ese día jamás lo olvidaría, había sido maravilloso.
Tocó sus labios y cerró sus ojos recordando el momento exacto en que él la besó.
Era su primer beso y aunque deseaba no ser tan transparente, su rostro sonrojado y esa sonrisa que no pudo quitar de su rostro en ningún momento la delataban.
Mientras buscaba su ropa se preguntó si él se sentiría igual.
No era una tonta y sabía que ella no era su primer beso, pero tal vez y solo tal vez, él estaba pensando en ella en ese momento.
"Kagura".
Su mente trajo el rostro de la mujer, tan delicada y perfecta, e inmediatamente se miró en el espejo sobre su cómoda para buscar algún parecido con ella.
Eran completamente distintas.
Suspiró decepcionada, se arrojó sobre su cama y miró el techo.
Era imposible que Sesshomaru pensara en ella teniendo una mujer a su lado tan hermosa como Kagura.
Tal vez fuera el cansancio, pero de un momento a otro el techo pareció moverse hacía abajo. Kagome estiró su brazo, sonrió cuando pudo tocarlo con la punta de sus dedos.
Su tocadiscos empezó a sonar, poniéndose en automático su canción favorita.
Escuchó el ruido de su ventana abrirse, por lo que giró su rostro hacia ese lugar.
Ahí estaba él, observándola con un gesto divertido.
Durante un momento se quedaron estáticos, ella con su brazo aún estirado, y él viéndola.
Entonces, Sesshomaru se acercó a ella.
Kagome sintió el peso de él hundiendo el colchón. Y no supo cómo, pero de un momento a otro él estaba frente suyo separando sus piernas y colocándose entre ellas.
Sesshomaru quitó la toalla y la arrojó a un lado dejándola completamente desnuda y con sus piernas abiertas.
La imagen le resultaba erótica, pero aun así ella sentía pena por lo que sucedía.
Él se inclinó colocando sus enormes manos a cada lado de su cabeza, Kagome pudo percibir el roce de la ropa contra su piel desnuda, quiso decir algo, pero fue silenciada por un beso.
Cerró sus ojos y se dejó llevar. El hecho de estar expuesta dejó de parecer importante, así como ser apresada por su peso; simplemente disfrutaría de ese momento.
La lengua masculina masajeó la suya con ternura, era suave, tanto que sentía que podía derretirse.
Sin apartar su boca, Sesshomaru con sus dedos expertos comenzó a tocar los firmes y juveniles senos, acariciándolos con delicadeza, sin apuro.
Ella podía jurar que su piel parecía cobrar vida bajo el tacto, despertando de un eterno letargo y deseosa de querer ser explorada.
Cómo sí él leyera su mente, fue descendiendo la mano lentamente, torturándola ante la caricia que le daba.
Sin pedir permiso, tocó su intimidad.
Kagome rompió el beso cuando sintió los dedos jugando con su clítoris. Abrió los ojos, viéndolo aun sobre ella, examinando sus reacciones.
Más allá de él, notó que ya no estaba en su habitación, su cama ahora era una enorme piedra, podía ver el cielo gris, parecían estar en el bosque, podía ver el pico de los pinos y árboles rodeándolos y nada mas. Solo podía ver un pequeño círculo alrededor de ellos pues todo lo demás estaba cubierto de una espesa neblina.
Quiso preguntarle qué hacían allí, pero al mirarlo a los ojos notó como estos parecían arder.
Sesshomaru dejó de tocar su intimidad y se acercó a su oído.
El caliente aliento chocó en su oreja provocandole cosquillas y su gruesa voz terminó por erizar su piel.
— Kagome, debes aprender a aceptar tu suerte. No vale la pena resistirte.
Los dedos masculinos tocaron sus labios para luego abrazar con suavidad su rostro.
— Solo dilo… di cuanto me deseas.
Al no conseguir la declaración, Sesshomaru se deslizó sin dejar de mirar sus ojos azules, se arrodilló entre sus piernas, la sujetó del trasero, para poder elevarla y colocar su lengua sobre su ya preparada vagina.
El tiempo no importaba, ella solo gemía y se movía exigiendo más de él. Sintió como la volvía a acostar. La dureza de la piedra le hacía daño y el viento al soplar sobre su piel desnuda la hizo tiritar.
— Dilo, Kag, y hare que esta dulce tortura termine—. Dijo sin despegar la boca sobre su sexo.
Kagome se incorporó sobre sus codos e intentó enfocar sus ojos en él, la agitación le hizo vibrar el pecho. Fue ahí cuando noto como algo en el rostro de Sesshomaru, se veía diferente, sus ojos siempre dorados eran ahora color rojo, su lengua parecía anormalmente larga y sus dientes eran puntiagudos.
La mano que descansaba sobre su vientre tenía unas enormes uñas afiladas.
— Tu rostro… luce como el de un perro—. Dijo en medio de un prolongado gemido y estiró su mano para acariciar su cabello.
Por algún motivo eso no la asustó, sabía que era Sesshomaru; al contrario, lo único que quería hacer era seguir disfrutando del placer que le estaba ofreciendo.
En cuanto ella habló, Sesshomaru se detuvo. Sin decir una palabra se alejó, dejándola sola.
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Hacía frío, y el verde en las paredes de la habitación daba la sensación de que ahí dentro pronto nevaría.
— Es espantoso, parece una enorme manzana—. Dijo Kagura con cara de disgusto.
— Si lo desea en la mañana podemos cambiar el color—. Comentó el pintor mientras quitaba las telas que había utilizado para no ensuciar nada.
— Déjelo así, a mi esposo le gusta este color.
El hombre asintió y luego caminó hacia la salida, acompañado del mayordomo.
La habitación le desagradaba por completo, no se veía cálida, más bien distante, tan lejano como lo estaba de Sesshomaru. Por lo que tomando una bocanada de aire se propuso a sí misma amar ese color a como diera lugar, colocaría cortinas en la ventana y compraría nuevos muebles que combinen.
Sonrió al imaginar cómo quedaría cuando terminara con todo.
El timbre del teléfono la sacó de sus pensamientos, bajo las escaleras con rapidez y muy emocionada.
— ¿Diga?
Maldijo el segundo en que contestó.
Taiki ,del otro lado del tubo, hablaba sin detenerse, contándole detalles en voz baja, diciendo esto y aquello, pidiéndole ayuda para que hablara con su hija.
Pero a Kagura le importaba una mierda todo lo que él dijera porque solo escuchó: Beso y Kagome, y algo dentro de ella lo supo, casi con certeza. Su sonrisa se esfumó mientras sentía el sonido de sus latidos como si fuera un tambor.
Su esposo deseaba a su sobrina.
Su esposo... Besó a Kagome.
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Sesshomaru había desaparecido en la niebla, dejándola completamente sola y confundida.
Kagome no sabía qué era lo que hizo mal, decidió esperarlo e inútilmente buscó a su alrededor su toalla o cualquier cosa que pudiera cubrir su cuerpo sin éxito alguno.
Al ver que el cielo comenzaba a oscurecer y él no volvía, tomó coraje, se puso en pie y se adentro en la niebla.
La tarea parecía imposible, todo se veía igual, sin importar hacia donde mirara, ahí no había mas que los gigantescos árboles, con raíces que sobresalían de la tierra.
Sus pies dolían. Tropezó tantas veces que estos sangraban, pero debía encontrarlo, no quería estar ahí sola, desnuda y perdida cuando llegara la noche.
En su desesperación, marco con su sangre el árbol frente a ella. No sabía si caminaba en círculos por lo que colocó una K y continuó su camino.
No supo cuánto tiempo caminó, solo supo que las lágrimas estaban a punto de salir cuando al girar hacia su derecha, vio la enorme K marcada en el árbol en el que acababa de apoyar su mano.
Kagome cubrió su boca y cerró sus ojos para contener sus lágrimas. Necesitaba calmarse, necesitaba pensar, no podía dejar que la desesperación la paralizara.
La idea de gritar su nombre era tentadora pero no sabia si en ese lugar habitaba alguien más.
Respiro profundamente, seco sus lagrimas y esta vez eligió un camino que esperaba fuera el correcto.
Estaba por rendirse, cuando a lo lejos, diviso la figura masculina. De pie, de espaldas a ella, frente a un lago. Él notó enseguida su presencia, lo supo cuando se enderezó y el aire a su alrededor pareció volverse espeso.
— ¿Qué haces aquí?—. Habló Sesshomaru en voz alta.
— ¿Por qué te fuiste?
— Vete, no deberías estar aquí todavía.
Ella se detuvo. —¿Dije algo que te molestara?—. Avanzó hasta quedarse a solo tres pasos de él. —Solo dime y prometo no volver a hacerlo—. Finalizó.
Él rio, pero de una manera aterradora,
—¿Sesshomaru?—. Dijo asustada.
— ¿Me temes?
Su voz baja se oía siniestra y su piel volvió a erizarse, solo que esta vez por un motivo diferente.
— No—. Mintió, fingiendo valentía y rogó porque él no notara el hilo de temblor que estaba presente en su voz.
— Dime Kagome…
Un paso mas, y tal vez fuera el miedo, pero su cuerpo parecía volverse mas grande a cada paso que daba.
Entonces, Sesshomaru giró lentamente. —¡¿AHORA ME TEMES?!—. Gruñó logrando que su voz hiciera eco
Su cuerpo entero se paralizo, su respiración se detuvo. Frente a sus ojos Kagome vio como el hombre de sus sueños se transformaba en un enorme perro blanco.
Continuará…
Gracias por todo su apoyo!
