Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto

Bakugo se encontraba solo en su habitación de hospital, perdido en sus pensamientos mientras observaba el crepúsculo a través de la ventana.

La ira y el odio se habían apoderado de Bakugo, oscureciendo su visión y empañando su capacidad para preocuparse por el bienestar de aquellos a quienes apreciaba. Su sed de venganza había consumido su corazón, volviéndolo cegado por el deseo de hacer pagar a quienes habían causado dolor a sus seres queridos. En su afán por encontrar justicia, se había olvidado de que su papel también implicaba ser una fuente de apoyo y protección para sus amigos. Su egoísmo lo había separado de su verdadera vocación como héroe, y ahora, en medio de la introspección, Bakugo se enfrentaba a la cruda realidad de sus acciones y la necesidad urgente de cambiar su enfoque. El peso del odio y la sed de venganza habían estado consumiéndolo desde hace demasiado tiempo, y finalmente, había llegado a un punto de inflexión.

—¿Qué estoy haciendo?— susurró en voz baja el rubio ceniza, como si el aire pudiera escuchar sus confesiones. —Todo este tiempo, me he centrado en mi ira, en mi venganza. Pero, ¿a dónde me ha llevado eso? ¿Cómo ha mejorado la vida de aquellos a quienes quiero proteger?—

El recuerdo de Minato invadió su mente. Sabía que buscar venganza no traería de vuelta a la figura paterna de este nuevo mundo, ni aliviaría el dolor que había dejado su partida. Y Uraraka, víctima de una violación brutal, tampoco encontraría curación en sus impulsos destructivos.

Bakugo reconoció que había actuado por egoísmo, aferrándose a su propio sufrimiento y dejando de lado la preocupación por la salud y el bienestar de aquellos a los que apreciaba. Ahora se daba cuenta de que necesitaba hacer una elección difícil pero necesaria.

—Debo dejar de lado estos pensamientos de venganza. Al menos por ahora.— se dijo a sí mismo Bakugo con determinación. —Hay cosas más importantes que saciar mis impulsos. Uraraka me necesita. Y parece que ese mocoso albino es de mi mundo. ¡Ni siquiera le he preguntado a la vieja bruja cómo están Sakura, Sasuke y resto de idiotas!—

Poco tiempo después de hacer esta introspección, Bakugo divisó como tres siluetas se asomaban a la puerta de su habitación. Eran Lee, Hinata y la hermana menor de ésta, Hanabi.

Lee, Hinata y Hanabi entraron en la habitación con cautela y lo encontraron consciente y mirándolos fijamente.

—Bakugo-kun, ¡estás despierto!—exclamó Lee emocionado, acercándose a su cama. —¡Tsunade-sama nos había dicho que habías recobrado la consciencia, pero no me lo acababa de creer! ¡Han pasado casi 3 meses desde el ataque de Sunagakure y Otogakure !¡Nos alegra verte consciente y de vuelta entre nosotros!—

Bakugo asintió brevemente con un gesto de cabeza. Aunque apreciaba el reconocimiento y agradecimiento, prefería no recibir demasiada atención.

—Bakugo-kun...—dijo Hinata, con timidez y rubor en las mejillas. —Me alegro mucho de verte recuperándote. Tus acciones han sido realmente impresionantes y te estoy agradecida por todo lo ...—Hinata detuvo sus palabras al percatarse que el rubio ceniza estaba con el torso desnudo mostrando una enorme cicatriz que abarcaba gran parte de su pecho.

—¿Te encuentras bien, ojos raros?—se interesó Bakugo acercándose a ella.—Estás muy roja.—Bakugo le palpó la frente con su única mano sana. La genin se puso aún más roja de lo que ya lo estaba—Mmmm ... Qué extraño. No tienes fiebre. Pero será mejor que veas a la vieja bruja por si acaso. No es normal que alguien tan pálida como tú, esté así.—

—Ehh... Esto...—Hinata balbuceó, con el corazón latiéndole a mil por hora.

Hanabi, que sabía del por qué su hermana estaba roja como un tomate, miró con cara de pocos amigos a Bakugo y se interpuso entre ambos.

—¿Eh?—Bakugo tardó unos segundos en reconocer a Hanabi, la única vez que la vio fue al terminar el combate contra Neji en la enfermería del torneo (N/A:capítulo 146. TORNEO CHUNNIN 9ªPARTE)—¡Tú eres esa enana tan rara que habla como una treintañera!—

—¡Y tú eres ese chico tan insolente que habla como un bruto y maleducado!—contraatacó Hanabi, entrecerrando los ojos. Bakugo apretó el puño de la única mano que podía mover a pesar del dolor—¡Te retiro mi bendición!—

—¡Hanabi-chan!—reprendió Hinata a su hermana olvidándose momentáneamente de la desnudez del rubio.

—A ver, enana del demonio. —Bakugo respiró hondo intentando mantener la calma.—¿Es qué tus padres no te han enseñado a respetar a tus mayores? ¡¿Y a qué cojones te refieres con lo de la bendición?! Ya me lo dijiste cuando nos encontramos y me lo vuelves a decir—

—...—Hanabi entrecerró aún más los ojos para luego darle la espalda para centrarse en Hinata.—Lo siento, Hinata-neesan. Sabía que era un maleducado, un insolente y un chico muy molesto cuando lo conocí. Pero no sabía que además era un pervertido. Por eso le he retirado mi bendición.—

—¿¡Pervertido?! ¿A quién le estás llamando pervertido, enana?—dijo indignado Bakugo, la vena en su frente latía con fuerza.—¡Y qué sepas que darle la espalda a quién te estás dirigiendo te convierte a ti en la maleducada! —Bakugo puso su mano izquierda en el hombro de Hanabi, ésta por acto reflejo le hizo una llave mandándolo al suelo.—¡Grrrr!—El dolor del brazo izquierdo se intensificó debido al agarre inmovilizador de la pequeña Hyuga.

—No me toques con tus sucias manos. Y respondiendo a tu pregunta, mis padres sí que me han enseñado a respetar a mis mayores, pero solo aquellos que tienen el mínimo de decoro de taparse en presencia de unas damas.—le reprobó Hanabi, con mirada acusatoria.

Bakugo la miró impotente. Y es que a pesar del pequeño tamaño de la hermana de Hinata la fuerza del agarre que ejercía hacía que no se pudiera mover. Era verdad que acababa de despertarse de un coma de casi 3 meses, que el brazo derecho lo tenía totalmente inútil y que aún se sentía muy débil, pero le dejó impresionado la fuerza de una chica que apenas superaba el metro de altura.

—¡Hanabi-chan! ¡Suelta a Bakugo-kun ahora mismo!—exclamó Hinata enfadada con su hermana. Cosa que le sorprendió enormemente al rubio ceniza, ya que nunca antes la había visto molesta por nada. Hanabi hizo una mueca, pero sostuvo el agarre.—¡Ya!—terminó de decir la heredera del clan Hyuga.

—Lo siento, Hinata-neesan.—Hanabi cedió liberando al rubio ceniza. Agachó la cabeza en señal de arrepentimiento—Es que nunca había conocido a nadie tan insolente como él. —se justificó.—No sé que has podido ver en él. Como tu hermana, tengo el deber de decirte que tienes muy mal gusto.—sentenció Hanabi echando una mirada de reojo a Bakugo, que seguía en el suelo tratándose de reincorporar.

— Esto ...—balbuceó Hinata. Sul tono de piel volvió a enrojecerse de manera intensa. Miró a Bakugo, temblorosa, para ver como reaccionaba ante el comentario de su hermana. Por suerte para ella, no parecía que se lo tomara en serio ya que vio como se masajeaba el cuello, dolorido por la caída sufrida debido a la llave de Hanabi.—Lee-kun, Bakugo-kun... Si nos disculpáis Hanabi-chan y yo nos tenemos que ir. Y Bakugo-kun volveré mañana a pasar a verte mañana... si te parece bien, claro está jeje.—dio esto último en un susurro juntando los dedos de las manos.

—¿Eh? Claro. —Bakugo señaló con el dedo a Hanabi.—¡Pero no se te ocurra traerte a esa enana psicópata que tienes como hermana!—

—¡Eres un ...!—Hanabi estaba por insultar a Bakugo, pero Hinata le puso una mano en la boca impidiéndoselo.

—Por supuesto, Bakugo-kun.—respondió Hinata, sosteniendo a duras penas una enfurecida Hanabi.—¡Hasta mañana, Bakugo-kun!—exclamó con una sonrisa.

Hinata agarró a su hermanita como un saco de patatas y salieron de la habitación, dejando a Lee y Bakugo a solas. Pero Hanabi se pudo zafar del agarre de Hinata en un despiste de la mayor y se asomó por la puerta.

—¡Y más psicópata te voy a parecer como me entere que Hinata-neesan te ha vuelto a ver desnudo mañana, Bak ...!—dijo Hanabi, fulminando a Bakugo con la mirada. De nuevo, Hinata tapó la boca de su hermana.

—¡Lo siento mucho, Bakugo-kun!—dijo Hinata, avergonzada. —Ya nos vamos ...—

Esta vez no hubo intento de escabullirse por parte de Hanabi y ésta aceptó resignada la dura reprimenda de su hermana mayor mientras se alejaban por el pasillo. Bakugo y Lee se miraron estupefactos.

—Wow, esto ha sido ...—dijo Lee, echando un vistazo al pasillo por donde habían salido las kunoichis.

—¿Muy raro? —añadió Bakugo.—Lo sé. Bienvenido a mi mundo donde no hay nada que sea normal.—terminó diciendo el rubio ceniza con un suspiro de resignación.

—Es verdad que ha sido un poco raro. ¡Pero lo que iba a decir es que ha sido impresionante!—exclamó Lee con lágrimas de alegría en sus ojos.

—¿Impresionante? ¿Cómo qué impresionante?—dijo Bakugo, con una gota de sudor en la nuca por la actitud de Lee.—¿Y por qué estás llorando? Me estás empezando a incomodar, Lee.—dio un paso atrás.

—¡Bakugo-kun, mi amigo! —Lee sostuvo con ambas manos la mano que no estaba en cabestrillo de Bakugo.—Quiero compartir algo contigo. Como sabes, Guy-sensei es mi sensei en las artes marciales, pero a partir de ahora... ¡tú serás mi sensei en el amor!—dijo todo ilusionado.

—¿Eh?—Bakugo sintió un escalofrío recorrerle la espalda y una sensación de sudor frío se apoderó de su cuerpo.