Autodestrucción

Disclaimer: Todo pertenece a Olivie Blake.

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No presta atención al contenido de la botella que escoge. Es alcohol. Es lo único que necesita saber. Se sirve un vaso y se deja caer en el sofá. Los demás no están por allí. Reina está en la sala de lectura. Callum puede sentir su frustración, pero no se molesta en intentar averiguar qué la causa. Reina no le importa. A él no le importa nadie, o al menos eso es lo que se dice a sí mismo aunque no sea capaz de creérselo.

Nico está en su dormitorio. Probablemente esté hablando en sueños con su compañero de piso porque Callum puede sentir ese sentimiento dulce y cálido que emana de él siempre que lo hace. No está seguro de si es amistad o amor. Las emociones son fáciles de leer porque son iguales para todas las personas. Son simples y claras. No obstante, los sentimientos son más complejos. Hay tantas formas de sentir como personas en el mundo. Descifrarlos no es imposible para Callum, pero hacerlo requiere un esfuerzo que no está dispuesto a hacer.

Parisa está en el jardín. Siente sus emociones lejanas, así que no trata de indagar qué está sintiendo. Atlas y Dalton no están, al igual que Libby, claro. Siente la ausencia de las emociones de ella casi como un vacío tangible, como una extremidad fantasma. Dalton y atlas vienen y van, pero Libby y su eterna ansiedad siempre estaban allí.

Solo queda Tristan. Está en su cuarto. Callum nota su tristeza. Le gustaría pensar que es por él, pero sabe que no es cierto. No puede leer los pensamientos como Parisa, pero sabe que la tristeza de Tristan lleva escrito el nombre de Libby Rodes.

Se bebe la copa tan rápido que ni siquiera nota su sabor. Frunce el ceño. Siempre le ha gustado sentarse a solas a disfrutar de un buen licor, pero ahora la perspectiva le resulta deprimente.

Se sirve otra copa. Ni siquiera tendría que molestarse. Podría beber a morro de la botella, al fin y al cabo nadie más la va a usar. Sin embargo, quiere mantener cierta imagen de elegancia. Es una estupidez teniendo en cuenta que todos en esa casa saben que está acabado, pero hay hábitos de los que cuesta mucho desprenderse.

La segunda copa también se la bebe de un trago. No le aporta ninguna satisfacción. Todavía no está lo suficientemente borracho para que todo deje de dolerle tanto, aunque realmente "todo" es un eufemismo. "Todo" significa Tristan.

Así que no está lo suficientemente borracho para que pensar en Tristan no le duela, pero no puede dejar de hacerlo. Pensar en Tristan es todo lo que hace últimamente. Pronuncia su nombre una y otra vez aunque solo sea en sus pensamientos y pensarlo le duele como la cuchillada que Tristan nunca llegó a darle.

Lo más trágico de todo es que a Callum le encanta su nombre. Es nombre de soldado, de caballero. Se lo dijo una vez. Tristan estaba hablándole de su exprometida. Le contó que lo llamaba Tris, que era como lo llamaba su padre y también su mejor amigo. Le dijo que así lo llamaban los que eran cercanos a él. Quizá era una invitación a que Callum hiciera lo mismo, pero él no la tomó. En lugar de eso respondió que era una lástima acortar un nombre con tanto significado.

No le explicó nada más y Tristan no preguntó. Si lo hubiera hecho podría haberle hablado de su infancia. Sus hermanas se turnaban para contarle cuentos antes de dormir. Callum no decía nada. Solo las escuchaba leer hasta que se quedaba dormido. Le gustaban los cuentos y las voces suaves y alegres de sus hermanas, el afecto que percibía en ellas cuando todavía no sabían lo que él podía hacer, cuando todavía lo veían como su hermano pequeño y no como una herramienta al servicio de la empresa.

En esos cuentos descubrió que no le gustaban los héroes ni los villanos. Destruir o salvar el mundo eran cosas demasiado definitivas y a Callum nunca le han gustado los absolutos. Prefiere las zonas grises. Su cuento favorito siempre fue el de Blancanieves y su personaje favorito siempre fue el cazador, no lo suficientemente bueno como para acabar con la reina, pero no lo suficientemente malvado para asesinar a Blancanieves.

Si Tristan hubiera preguntado, Callum le habría contado todo esto y ahora estaría igual que él, ahogándose con la ironía de que Tristan se haya convertido en el cazador de su historia, en el hombre al que le ordenaron asesinarlo y que no fue capaz de hacerlo.

La tercera copa le sienta mejor, pero aún no está ebrio. Siempre ha aguantado muy bien el alcohol. Es algo que tiene en común con Tristan. Solo vio borracho al que fuera su compañero de copas una vez. Callum recuerda haberle curado el dolor de cabeza de la resaca apoyando el pulgar en su entrecejo. Podría haberlo hecho sin tocarlo, pero había sucumbido al deseo infantil y estúpido de tocar su piel y esa no sería la última vez que lo haría, aunque nunca llegaría tan lejos como le habría gustado llegar, como aún le gustaría a pesar de todo.

Callum se siente patético cuando lo piensa. Siempre se ha considerado por encima de los sentimientos y sin embargo ahí está, deseando a un hombre que intentó matarlo, amándolo y anhelando ser deseado y amado por él.

En realidad podría hacer que Tristan lo quisiera. Ni siquiera le costaría demasiado esfuerzo. No obstante, no quiere eso. No desea el amor falso que provoca su especialidad. Quiere que Tristan lo quiera como Callum lo quiere, que lo ame como nadie lo ha amado nunca, por lo que es y no por lo que puede hacer. Quizá eso es lo más patético de todo, el pensar que alguien puede quererlo a él.

Y por un tiempo realmente lo pensó. Nunca se había sentido tan comprendido como con Tristan. Lo había elegido de entre todos para ser su aliado porque lo consideraba útil. No había esperado sentir con él esa conexión y, no obstante, Tristan había ido abriéndose paso en él, franqueando sus muros uno a uno y siguiendo a su lado día tras día. Callum extraña esa sensación, la de saber que alguien estaría a su lado, que había alguien a quien podía contárselo todo aunque nunca llegara a hacerlo, aunque nunca llegara a permitirse entregarse a Tristan por completo.

A veces se pregunta si ese fue el problema, si Tristan y él podían haber llegado a ser algo y no lo fueron porque él no se atrevió a dejar caer su máscara del todo. Es posible. También es posible que estuvieran condenados desde el principio, desde que él empezó a manipular a Tristan para que aceptara sus invitaciones a beber.

Lo peor es que Callum sabe que no era necesario hacer eso, que Tristan hubiera aceptado beber con él por voluntad propia. Al fin y al cabo, solo lo manipuló para que aceptara sus invitaciones. Todo lo demás, las charlas, los secretos compartidos y la mutua comprensión, surgió de forma natural. Callum lo sabía, pero no podía dejar de manipularlo. No podía arriesgarse a que no aceptara. Le daba demasiado miedo. A lo mejor si hubiera sido más valiente las cosas no serían como son.

De todos modos ahora eso ya da igual. Lo que tuvieron Tristan y él se quedó en el pasado, en un pasado agradable y cotidiano donde Callum no estaba siempre borracho y Tristan acudía a él cuando necesitaba consuelo sin importar la hora que fuera.

Parisa se está acercando a la casa. Callum puede notar su calma y su curiosidad acercándose. Ni se molesta en preguntarse que es eso que tanta curiosidad le provoca. En lugar de eso se levanta; coge otra botella porque se acaba de terminar la anterior, y se la lleva a su cuarto junto con su copa. No quiere encontrarse con nadie y mucho menos con Parisa.

Diría que el recuerdo de Tristan es más fuerte en su dormitorio, pero no es verdad. Lo recuerda igual en toda la casa. No obstante, allí es doloroso de una manera especial, así que decide mandar a la mierda la elegancia y beber a morro de la botella sentado en la cama que a veces compartían cuando Tristan se sentía solo y acudía a él por las noches.

La primera vez que lo hizo eran las cinco de la mañana. Callum abrió la puerta despeinado y sin camiseta. Sabía que era Tristan quien estaba al otro lado. Podía reconocerlo por sus emociones igual que al resto. No terminaba de entender qué era lo que quería de él a esas horas y se moría por averiguarlo.

Sus emociones eran confusas. Estaban demasiado entremezcladas. Había confusión, soledad y esa mezcla de tristeza y esperanza que tanto caracterizaba a Tristan. Tristeza porque pensaba que la vida era una mierda y esperanza porque seguía teniendo fe en que algún día alguien le demostraría que no lo era.

A Callum le gustaba sentir esa dicotomía en Tristan. También le gustaría creer que él podría ser ese alguien a quien Tristan esperaba, pero siempre estuvo consciente de que él no era esa clase de persona. Él no sirve para arreglar cosas, sino más bien para destruirlas.

Esa noche pensó que Tristan había acudido a él en busca de tranquilidad. Que quería que Callum usara su poder y calmara por un rato el caos que había en su cabeza. Hubiera estado dispuesto a hacerlo, pero no era eso lo que Tristan buscaba.

Las palabras que salieron de su boca fueron:

–Te veo.

Era cierto, por su puesto, y en todos los sentidos. En el físico por su poder de ver más allá de las ilusiones y en el espiritual por el poder que el propio Callum le había concedido sobre sí mismo. Recuerda haber pensado que ambas cosas lo asustaban, pero haberlo dejado entrar porque por encima de todo le ilusionaba que por primera vez Tristan hubiera acudido a él y no al revés.

Para su sorpresa, no venía a pedirle que usara su especialidad en él. Quería sentirse mejor, sí, pero esperaba que Callum le ayudara con eso a la manera normal, con su compañía y sus palabras.

Estuvieron hablando hasta que Tristan se quedó dormido. Callum no pudo dormir más. Se quedó despierto saboreando las emociones de Tristan. Siempre le habían gustado sus emociones porque eran serenas y estables. Esa noche, sin embargo, le gustaban por otro motivo. Esa noche esas emociones, la paz, el consuelo, la calidez, las había provocado él y lo había hecho sin usar su especialidad. Saber eso, sentirse apreciado y necesitado por Tristan sin tener que recurrir a la empatía lo llenaba de una alegría indescriptible.

Esa no fue la última vez que Tristan acudió a él en una noche de soledad. A veces Callum se despierta pensando que ha oído que alguien toca a su puerta aunque sabe que eso es imposible. Otras noches sueña con él. A veces son sueños agradables, pero la mayoría de las veces son sueños siniestros, sueños en que Tristan lo mata o en que es Callum quien lo asesina a él. Ni siquiera dormido descansa de Tristan.

Despierto lo piensa a todas horas. Le vienen recuerdos relacionados con él por cualquier cosa, incluso aunque realmente no haya una relación lógica entre el momento presente y el recuerdo que invade su mente. La mayoría del tiempo solo siente tristeza al pensar en él. También hay rabia al fondo de su mente, un deseo de destrucción que a veces lo posee, pero que nunca llega a nada. No es como si le fuera a costar mucho destruir a Tristan. Si pudo hacerlo con Parisa en la ilusión que ella creó, podría hacerlo con él, que está menos preparado para ese tipo de cosas. No obstante, nunca lo hace. No quiere hacerlo. Quizá es que lo quiere demasiado o tal vez es que no quiere destruirlo usando su poder, del mismo modo que no quiere que Tristan lo ame gracias a él.

De todos modos tampoco le sería difícil destruirlo de esa manera. Ha visto los libros, las proyecciones. Sabe cuál es el destino de Libby, de la mujer a la que Tristan ama en lugar de a él. Podría decírselo y destruir al amor de su vida con una sola frase, pero por ahora no lo hará y se conformará con seguir destruyéndose a sí mismo nada más.