Si...bueno debería de decir que esto me tomó más tiempo del que debía pero en mi defensa, estoy intentando no dejar círculos incompletos, y como un intento de demostración de amor propio voy a seguir con lo pendiente y hacer lo posible para hacerlo a tiempo, no prometo nada pero me esforzare.
Gracias por leerme de todos modos
No me odien please
Con mucho amor Luisa Ringo
AZUL
Y ahí me encontraba de nuevo, en esa oficina gris llena de gente al borde de un ataque de nervios después de que mi hermano les volviera a acortar por doceava vez el tiempo de entrega, sin entender que no todos son aficionados a delegar tareas indispensables como comer, respirar aire puro, o considerar la locura de obtener cierto tiempo libre para variar.
Era una escena terriblemente familiar para mi gusto, ellos resignándose cual vampiros a no ver la luz del día en un lapso de tiempo donde solo podían arrastrar su persona de nueva cuenta frente a los ordenadores e IA's monitoreándolos como niñeras en guardería cerciorándose que las peticiones abrumadoras se cumplieran sin perdidas.
Después de que la sala de juntas se vaciara un par de zafiros similar se cruzó con un deje de reproche acompañado de un suspiro cargado de frustración tangible.
-Seto
-Ni lo menciones, la bola de incompetentes lamebotas tienen lo que han cosechado, si no veo un autentico compromiso de su parte, pueden tener algo de dignidad y presentar su renuncia para variar. -Dijo mientras se tocaba la frente frotando obsesivamente su cien que, para colmo de males, padecía desde hace un tiempo prolongado una migraña magistral.
Acercándose con cautela, el hermano menor de los Kaiba, se resigno a tomar un vaso con agua y las pastillas que siempre cargaba por costumbre desde hace años cuando veía ese conjunto de gestos de malestar en su faz; era doloroso memorar la cantidad de veces lo familiar que le resultaba.
Sin mas protocolo le entrego rápidamente el medicamento; por su parte el no tan joven CEO lo tomo sin ceremonia haciendo un ruido seco, sintiendo como la pastilla en cuestión caía como trapecista en su estomago vacío, por supuesto; ya que consumir algo que fuera arriba de 50 calorías estaba lejos en un futuro próximo de suceder.
Su hermandad era grande. No podrías encontrar una relación encantadora entre dos hermanos como Seto y Mokuba en ningún otro lugar. Era simplemente perfecto, lo que tenían, demasiado perfecto.
Lo cual podría ser una de las razones por las que de repente, casi de forma natural, había estado desarrollando esos extraños sentimientos por su hermano, esos sentimientos que un hermano no debería sentir; la preocupación que sentía por el presidente de la empresa, rayaba en sobreprotección obsesiva, la prensa una que otra vez resaltaba su relación como un ejemplo a seguir, si pudiera cobrarle a esa gente cada número que habían conseguido vender con su imagen pulcra de familia feliz, podrían construir diez mil veces KC desde cero
Con el paso del tiempo, había notado horrorizado al principio que lo amaba auténticamente mucho más de lo que debería; en algún momento entre su decimoctavo cumpleaños y su vigésimo quinto, había comenzado a pensar en su hermano como más en un hermano; y había comenzado a amarlo demasiado de la manera mas no fraternal posible.
Sin embargo, a diferencia de lo mucho que lo llegaba a desear, su inteligencia emocional era dura como el acero, a lo largo de ese tiempo había podido frenar de forma magistral todo ese turbio asunto, el era el amo y señor de ese secreto, tenía poder sobre sus emociones. Nunca, nunca había mostrado sus retorcidos sentimientos frente a su amada perdición y se había prometido a sí mismo que su relación seguiría siendo la misma, sin importar qué. Siempre se cuidaban, se protegían de toda adversidad, hablaban sobre cualquier cosa que pudiera lastimarlos, lo resolvían, y ahora mas que nunca esa protección noble sería su lanza contra el enemigo, el peor de lo peores de todos: el mismo.
Seto no dejo de ser un adicto al trabajo ensimismado, por su parte lo dejo ser después de todo, solo estaba haciendo lo que mejor sabia hacer, además de cierta manera, reflexiono con cierta condescendencia que cuanto menos tiempo pasara con el, mejor.
Sin embargo, era algo masoquista ya que se aseguró de pasar algún tiempo con su hermano de vez en cuando, nadie podía decir nada sucio sobre ellos; en pesadillas imaginaba la caida de KC, el escandalo, la ruina, toda la desgracia y del desprestigio, gracias a su enfermo sentir, y al probable escenario de asco, culpa y repudio que sentiría Seto de saberlo.
Y aunque su hermano era brillante en muchos sentidos, lo emocional no era precisamente su fuerte, y seguramente encontraría su comportamiento un poco extraño; se daría cuenta de que su hermanito cara de ángel lo estaba evitando, tarde o temprano.
Sin embargo, no lo hizo.
Probablemente porque estaba ocupado enamorándose.
El se cercioro en mantenerse lo más convincentemente alejado de su adoración ojiazul, solo que nunca se imagino que eso podría ser algo que lamentaría al final, ya que ni siquiera se había dado cuenta al principio. Ahora era Seto el que pasaba cada vez menos tiempo con él. El vicepresidente de Kaiba Corp. sospechó que algo estaba pasando, pero no pudo identificarlo.
Cuando Seto salió del armario y anunció que no solo tenía novia, sino que también estaba comprometido, solo entonces el abrió los ojos y sintió que el mundo se le había caído encima, literalmente.
Sin embargo, hizo sus felicitaciones, fue el, el que sádicamente hizo todo lo posible para hacer de ese evento lo más espectacular posible, castigándose y lidiando con sus celos que no dejaban de atormentarlo todo el tiempo y diciendo a cual persona se le cruzase lo inmensamente feliz y dichoso se encontraba, que estaba realmente muy feliz por su adorado Seto. Su hermano mayor por su lado no cabía de sentirse orgulloso, satisfecho y pleno estaba tan aliviado de que no estuviera en contra de que él se casara
Se cuestiono muchas veces si estaba haciendo lo correcto, pero al ver que su razón de ser exitoso lucia tan entusiasmado como el, simplemente desecho esos pensamientos locos, era obvio que si a su hermanito no le pareciera se lo diría, no tenían secreto, ya no más secretos; si tan solo supiera la verdad.
Los preparativos para la boda comenzaron poco después, Mokuba también ayudó y se ofreció a ser el padrino desde que le dieron la flecha que derrumbo su esperanza, sueños, ilusiones, llorando de aparente felicidad cuando por dentro quería gritarle que se detuviera, que no habría hombre en está tierra que lo haría más feliz que el.
Era tan difícil aparentar, sabía por una parte que si habría la boca, por el amor que le tenía pararía la boda, terminaría de inmediato con esa locura, pero ¿Qué le hacía pensar que podría corresponderle?, claro eran ambos hombres con gusto por otros hombres, pero no por eso la idea de intimar con su propia sangre fuera una opción.
Pensó que preparar todo para la boda lo acostumbraría al hecho de que seguiría adelante y viviría una vida propia, que no siempre lo incluiría.
Seto sabía que la mansión se sentiría malditamente vacía cuando Mokuba no estuviera cerca. No tenía a nadie más aparte de su hermano que pudiera hacerle compañía. Se sintió tan estúpido, de repente. Había perdido el tiempo tratando de no estar con Mokuba, y ahora—ahora pensaba que el tiempo que no había estado con Mokuba era en realidad el único tiempo que había perdido.
En la boda, Mokuba confesó que estaba nervioso, mientras Seto arreglaba la corbata de su hermano.
Seto pensó que era ahora o nunca.
Gracioso, ¿no? De todas las veces que pudo haberlo dicho, decidió hacerlo en la boda de su hermano, sin embargo.
Susurró esas tres palabras, las mismas tres palabras que podían cambiarlo todo y, al mismo tiempo, no podía.
Mokuba sonrió y dijo esas tres palabras de vuelta.
La única diferencia era que el suyo era un amor completamente fraternal. Debería haberlo imaginado. Mokuba siempre había sido demasiado ingenuo para su propio bien.
Seto entendió todo en ese preciso momento. Dolía, sí; pero al menos ahora estaba seguro de que nada habría cambiado, ni siquiera si hubiera dicho esas palabras antes. Era algo reconfortante y, sin embargo, no lo era.
En el altar, su hermano se veía más feliz que nunca en su vida.
"Si alguien aquí sabe por qué estas dos personas no deben unirse en santo matrimonio, hable ahora o calle para siempre".
Justo ahí, justo en ese momento, Seto cometió el error más imperdonable de todos.
Un error del que se arrepentiría por el resto de su vida.
Se mantuvo en silencio.
