¡Debí besarte antes!
Todos tenemos por lo menos un pecado en la vida. Un secreto que es solo nuestro, qué quema como el maldito infierno. Pero el mío no era un simple secreto ni un pecado.
El mío era desear a la prometida de mi mejor amigo. Si te pongo en contexto se diría que yo fui quién provocó esa unión, claro si hubiera tenido los huevos suficientes me habría acercado en cuanto la vi. Y si valía la pena, su forma de sonreír, como movía la melena que le llegaba a los hombros.
En ese instante no lo dudé y di el primer paso para saber su nombre, pero algo me detuvo, una cadena larga me sujetaba el pie evitando acercarme a ella.
Alguien recargó su mano en mi hombro y no tuve más remedio que apartar la mirada de la feliz prometida y fingir estar contemplando mi vaso de brandy.
No necesitaba voltear para saber quién era el que tenía su mano en mi hombro.
—Debo darte las gracias, Ranma.
Ahí iba de nuevo. Agradeciéndome una vez más por no haber interferido aquel día en que la vimos los dos al mismo tiempo.
—Por no haber interferido el día en que conocimos a Akane el mismo día.
Volteé y lo miré con la sonrisa más infeliz y falsa del mundo. Claro que Ryoga.
—Los dos hacen una hermosa pareja. Me da gusto por ti. Ella es fantástica.
Era una de tantas mentiras que decía últimamente y no me daba vergüenza admitirlo, pero eso no significaba que se lo restregara en la cara. Suspiré y dejé el vaso en la barra y sin más me despedí de él. No tenía nada más que hacer en ese lugar, sabía que esta sería la última oportunidad de revelarle mis sentimientos. Pedirle a ella que se figura conmigo y dejara todo atrás e hiciera una vida a mi lado.
Pero no.
Avancé unos cuantos pasos hacia la salida, cuando timbró mi móvil. Era un mensaje, un mensaje de Shampoo, pidiendo vernos esta noche. Bueno, tal vez un poco de distracción me vendría mucho mejor. Sin dudar la invité a pasar unas horas en mi departamento a lo cual accedió de inmediato.
— ¿Te vas sin despedirte?
Me detuve justo a un paso de la salida del recinto donde se daba la celebración antes de la boda de ella con Ryoga. Volteé y la contemplé. Lucía como los mismos ángeles. Con un vestido blanco de encaje y ceñido al cuerpo. Su cabello corto y adornado por una flor rosa.
Me observaba con una sonrisa dulce siendo completamente ingenua de lo que mi mente pensaba en esos momentos. Imágenes de ella de espaldas a la pared, mientras mis manos se deshacían de ese condenado vestido.
Sentí como la habitación subía unos cuantos grados más de temperatura, haciendo sofocante aquel momento. Intuitivamente me llevé los dedos a la corbata y deshice el nudo.
—Los siento. Debo resolver un asunto personal – le di un fugas beso en la mejilla – Te vez magnifica.
Sus mejillas se tiñeron de un rosa pálido mientras una fugaz sonrisa se dibujaba en los labios y agachaba la cabeza para contemplar su vestido.
—Gracias, Ranma.
No sabía porque, pero sentía que su mirada quería decirme algo que sus labios no eran capaces de decir.
— Vas a acudir a la boda ¿Verdad?
Volvía mostrar mi falsa sonrisa.
—Claro, el novio me eligió de padrino.
Hubo unos segundos de completo y abrumador silencio. Lo único que deseaba era salir corriendo de ahí.
—Escucha, debo irme. Nos vemos en la boda.
Ni siquiera le había dado tiempo de despedirse cuando ya cruzaba la salida del recinto y subía a mi auto. Shampoo seguramente me estaba esperando y no era una mujer muy paciente que digamos.
Al llegar ella estaba ahí, esperándome en la puerta de mi departamento con una picara y ardiente sonrisa. Se acercó seductoramente a mí y me dio un beso en los labios, de esa clase de besos que te ayudaban a olvidar por unos instantes el dolor.
—Hola, guapo.
La tomé bruscamente de la cintura y le correspondí el beso. Imaginando que era otro cuerpo que mis brazos abrazaban, que mis labios besaban.
XXX
Extendí mis pies en cuanto tomé asiento. En todo lo que duró la fiesta de compromiso no lo había hecho. Vi un plato con una rebanada de pastel y lo acerqué hacía mí.
A pesar de que mi prometido estaba a poco metros de distancia, sentía que algo faltaba. Tal vez debo decir desde que Ranma se fue.
— ¿Por qué tan seria?
Levanté mi vista con un pedazo de pastel en el tenedor justo antes de llevarlo a la boca y sonreí a hermana mayor.
La mayoría de los invitados ya se habían ido, en la mesa únicamente estábamos mis hermanas y yo. Mientras que mi padre conversaba animadamente con mi prometido y sus padres.
—Desde que se fue Ranma cambiaste de humor.
Fruncí el cejo y contemplé a Nabiki.
—¿Qué dices?
Ella cambió de lugar y tomó asiento junto a mí.
—No te hagas la estúpida Akane. ¿No te has visto cuando lo ves?
Me sonrojé, abrí la boca para protestar sin siquiera saber lo que iba a decir.
—No sé de qué hablas, Nabiki –encogí mis hombros y tomé otro pedazo de pastel de chocolate.
Nabiki puso una mano sobre la mesa y me miró con intensidad.
— ¿Hasta cuando vas a dejar de fingir? ¿Cuándo ya casado con Yoga y ambos tengan hijos y finjas qué son una familia feliz?
Bueno, se supone que para eso me casaba con Ryoga. Formar una familia feliz.
—Para eso son las bodas ¿No?
Mi hermana silbó y negó lentamente.
—Nabiki no presiones a Akane. Ha estado bajo mucho estrés estos días.
–Tú también lo has notado, Kasumi y no me digas que no.
Kasumi se sonrojó y no dijo nada más.
—¿Notar qué? ¿De que habla, Nabiki? —pregunté.
Ella miró a su alrededor, como si esperara que no hubiese nadie cerca de nosotras.
—De lo que sientes realmente por Ranma.
Sentí como si me tiraran un balde de agua fría y congelara todo mi cuerpo al instante, dejándome paralizada y sin posibilidad de responder. Porque me había quedado muda de repente, de eso si estaba segura.
—Y esta noche fue más que notorio. Kasumi fue la primera en darse cuenta, yo al menos tenía mis dudas. Akane ¿Hasta dónde llevaras esto?
—Ya te dije, no sé de qué estás hablando.
Nabiki sonrió y se encogió de hombros.
—Si sabes, pero no quieres hablar al respecto. Aún estás a tiempo de mandar todo esto a la mierda y confesarle a Ranma lo que sientes.
¿Confesarle a Ranma lo que sentía?
Es pregunta estuvo en mi cabeza mientras me veía en el espejo a punto de cambiarme de ropa e irme a la cama.
¿Lo que sentía por él?
¿Qué era lo que realmente sentía por él?
¿Qué era lo que exactamente sentía por Ranma? ¿Y por qué era diferente a Ryoga?
Lo único que podía responderme era que cuando Ranma estaba en la misma habitación, la atmosfera se tornaba tensa, sofocante, haciendo que fuera imposible respirar. No sabía con exactitud lo que realmente sentía, pero era algo que debía averiguar. Si, a pesar de que faltaban dos días para mi boda tenía dudas. Pero como dijo mi hermana Kasumi "Mas vale cometer una locura a tiempo".
Apoyé la palmas de mis manos en el lavaba manos, mientras observaba mi reflejo en espejo. Mi reloj de pulso marcaba las 11:30 p.m. no era tan tarde.
El solo hecho de pensar en ir a verlo, los latidos del corazón se precipitaban.
Debía estar loca por la decisión que estaba a punto de tomar. Salí del pequeño cuarto, tomé las lleves de mi auto y conduje hacia un destino fijo, uno que me revelaría esta noche muchas cosas.
XXX
— ¿Me llamaras más tarde?
Sintió un escalofrío cuando deslizó una de sus largas uñas rosas por el trozo desnudo. Inmediatamente la apartó.
—Podría ser.
—Pero…
Quiso protestar la mujer con la que había pasado un par de horas después de haber salido casi corriendo de aquella reunión solo para verse con Shampoo. Había sido un tonto si pensaba que con esas horas lograría olvidar que la mujer que tenía clavada en el corazón.
—Ya sabes que me gusta dormir solo. Te hablo de que un día cambio de parecer.
Cerró rápidamente la puerta antes de que volviera a protestar. Se encaminó a la habitación y contempló la cama, las sábanas a medio tender, las almohadas tiradas al piso. Era un desastre.
Quitó las sábanas sucias y las remplazó por un juego limpió que tomó del armario.
Se escuchó que alguien llamaba a la puerta, seguramente era Shampoo nuevamente, para buscar persuadirlo, pero esta vez se aseguraría de dejarle las cosas claras. Que no podía ofrecerle nada de lo que ella quisiera, solo sexo, no más.
—Que qui…
En cuanto abrió la puerta sus palabras se quedaron en el limbo. De todas las posibles personas que lo pudieran buscar a esa hora de la noche ella era la que menos estaba en su lista.
—Akane – pronunció su nombre como si fuera un bálsamo para su boca — ¿Qué haces aquí?
Observó más allá de ella, como para ver si venía acompañada por alguna de sus hermanas. Pero no, estaba sola.
— ¿Ryoga está bien?
Aún llevaba su vestido blanco de encaje, salvo por la flor en la cabeza, se la había quitado.
— ¿Puedo pasar?
Asentó inmediatamente, esto le estaba preocupando. Buscaba algún rasgo de sangre en su vestido, pero este estaba intacto. Al menos no estaba herida, eso lo reconforto. Tal vez era Ryoga quien ocupaba algún tipo de atención y a ella se le había hecho fácil acudir en su ayuda.
Estaba de espaldas a él, mientras que ella analizaba cada rincón de su departamento. Dio un pequeño paso para estar cerca de ella y el aroma de su perfume penetró cada poro de su piel y por un momento cerró los ojos, imaginando otra forma de impregnarse de él.
Sacudió la cabeza, no era correcto pensar de esa forma en la prometida de su amigo. Colocó la palma de su mano en un hombro y sintió como el cuerpo de la joven se estremecía.
— ¿Ryoga está bien? – nuevamente preguntó.
Ella giró y al ver sus brillantes ojos bajo la tenue luz que coronaba el departamento se quedó completamente mudo.
Acortó la distancia que existía entre los dos. Su aliento golpeó contra sus labios y luchó con todas sus fuerzas para no cometer una locura que los llevara a ambos a la perdición. Debía recordar que ella era la prometida de su mejor amigo, si la toca era un golpe bajo a la amistad.
Aunque daría todo lo que fuera por saber en lo que Akane pensaba en esos minutos.
Nada lo había preparado para lo que estaba a punto de suceder. Akane lo tomó desprevenido de la nuca y lo atrajo a ella, hacia sus labios. Ranma luchaba para no corresponderle, dividiéndose entre el deber ser. Pero su aliento tibio, su cuerpo esbelto a centímetros de él bastaron para mandar lo todo al diablo y olvidarse por completo quien era ella.
Bajó sus manos y ancló sus dedos en su cintura para atraerla a él. El punto de retorno quedó atrás en cuanto ella cruzó esa puerta.
—Te doy la oportunidad de irte – interrumpió el beso, dejando suspendidos sus labios en los tersos de Akane – Olvidaremos esto.
Ella levantó la vista y negó. Ahora estaba averiguando lo que realmente sentía y no estaba preparada para dejarlo ir de la noche a la mañana.
—Sabes que no hay punto de retorno desde que entre aquí.
— ¡Iré al infierno!
Fueron sus últimas palabras antes de tomarla en brazos y llevarla a la habitación. Ya estaba en el inferno desde que albergaba sentimientos por ella. Tal vez esto sería una única noche y ambos se despedirían a la mañana siguiente, no sabía. Pero debía aprovechar cada minuto que se le daba a lado de ella.
Eran las tres de la mañana y la vio dormida que no quiso despertarla. Bajó de la cama y buscó una bermudas, se sirvió un poco de agua helada mientras observaba la puerta de su habitación. Ahora si la culpa le carcomía la cabeza, pero para él sería imposible olvidar cada beso o incluso sus jadeos.
La puerta se abrió y ella salió, envuelta únicamente en una de sus camisas.
— ¿En qué piensas? – avanzó hacía él con suma elegancia.
Ranma suspiró, dejando el vaso sobre la barra.
—En que esto fue una locura.
—Todo esto fue una locura – negó – No debió pasar.
—Pero paso.
—Te vas a casar con Ryoga, mi mejor amigo.
Ella asintió, un poco apenada. Hasta hace poco no se había detenido pensar en él a quien le causaría un gran daño. Pero no estaba dispuesta a renunciar a lo que ahora sabía. Solo tenía que estar segura lo que Ranma sentía por ella.
— ¿Sabes? – colocó una mano en su mejilla – Hubiera preferido que fueras tú el que se acercó aquel día y no él.
Ranma sonrió amargamente, sabía lo que ella se refería. El día en que se conocieron. Cuando él estuvo a punto de sacarle platica, pero se contuvo por su amigo.
¿Cuántas veces se había detenido por pensar en los demás?
Ahora que lo pensaba bien, era el único que se sacrificaba por el bien y felicidad de los demás. También debía ser egoísta, aunque fuese una vez.
Volvió a tomarla por la cintura.
— ¡Debí bastarte antes! – anunció, besando la curva de su cuello – Debí ser él.
XXX
Contemplaba la puesta de sol en un paradero de la carretera. Esperaba arriba de una motocicleta a que Ranma llegara con un par de bebidas. Después de haber ido a ver a Ranma a su departamento y que decidieran darle una oportunidad a ese sentimiento que comenzaba a surgir, acordaron que lo más sensato era huir, dejar todo atrás y tal vez luego de un tiempo, pedir perdón.
Su móvil sonó y no era necesario saber quién era, era Ryoga, insistiendo nuevamente. A esta hora estaría casada con él de no ser por sus dudas. Afortunadamente sus hermanas habían logrado manejar a su padre y éste no insistió tanto como su ex prometido.
—No había refresco de dieta.
Escuchó la voz de Ranma tras de ella.
Pero la vio seria y sabía exactamente por qué.
— ¿Te arrepientes?
Akane levantó la vista, sonrió y negó lentamente.
—Para nada.
Ranma se acercó y le dio un pequeño beso en la frente.
—Te prometo que cada día que estemos juntos, haré que no te sientas culpable.
Bajo esa promesa retomaron su camino, siguiendo la puesta de sol y si, así lo cumplió.
