Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.


-La posibilidad de seguir nuevos caminos-


Los pasillos de la base del Amanecer Dorado se le antojaban interminables. Tal vez fuera porque llevaba horas recorriéndolos sin parar mientras su mente oscilaba entre momentos en los que se quedaba completamente en blanco y otros en los que le sucedía lo contrario, pues se le acumulaban tantos pensamientos que creía que le iba a estallar la cabeza.

El amor es un arma de doble filo. Es un sentimiento maravilloso, único, mágico y que te puede hacer sentir las sensaciones más emocionantes que se puedan imaginar, pero también puede ser un catalizador de desesperanza, una caída al vacío o un impulso de sentimientos lúgubres y pensamientos oscuros y tristes.

Mimosa estaba perdida. En esa época de su vida, además, más que nunca.

Lo que empezó como su primer, tierno e inocente amor se fue convirtiendo con el paso del tiempo en una herida abierta en el centro de su pecho que sangraba todos los días. Llevaba enamorada de Asta años, y realmente pensaba que no afrontaría un dolor más grande que el de verlo confesarse a la monja que lo cuidó durante su infancia, pero se equivocó. Al menos ese día, la Hermana Lily lo rechazó. Y aunque ciertamente se sintió mal por su tristeza, no se podía negar a sí misma que, en el fondo más profundo de su ser, se sintió aliviada.

Sin embargo, hacía tan solo unas horas había presenciado la segunda confesión de Asta. Esta vez no le declaraba sus sentimientos a la Hermana Lily, sino a Noelle. Ya sabía que su prima amaba a Asta desde hacía muchos años, tal y como le sucedía a ella, y ciertamente lo entendía, porque el chico era noble, bondadoso, dulce y siempre inspiraba a los demás, de un modo u otro. Lo que no sabía era que él también había ido desarrollando sentimientos amorosos por Noelle en los últimos tiempos.

Para su mala suerte, ese día los había visto hablando en uno de los jardines del Palacio Real, justo después de una reunión. En un principio no quería, pero le fue inevitable quedarse observándolos desde la lejanía, prestando además atención a lo que decían.

Objetivamente, fue una confesión hermosa, que hablaba de sentimientos genuinos y puros, pero que hizo que algo se quebrara en su interior, y no sabía si habría posibilidad de repararlo algún día.

Antes de verlos besándose para afianzar su declaración, se marchó, porque su corazón sangrante no podía soportar observar de forma directa esa imagen.

Desde que había vuelto a la base, parecía un fantasma. Se movía de un lado a otro sin rumbo alguno y con la cabeza tan pesada a veces y tan hueca otras que no sabía qué hacer para detener esa angustia.

No se dio cuenta, mientras seguía caminando, de que un compañero se aproximaba hacia ella. Chocó su cabeza con alguien, su cuerpo rebotó ligeramente haciendo que diera dos pasos hacia atrás y su rostro se levantó para observar a la persona a la que había obstaculizado.

Los ojos apáticos de Yuno la observaron con contundencia. No le dijo en principio nada, pero tampoco podía descifrar sus pensamientos. Aunque lo conocía desde hacía muchos años, nunca supo intuir ni interpretar lo que le pasaba por la cabeza. Sabía que era alguien serio y analítico, pero poco más. Habían tenido algunas conversaciones muy profundas que la llevaban a pensar que era una persona inteligente e interesante, pero nunca lo vio demasiado interesado en que se relacionaran de forma más concreta, así que tampoco podía considerarlo un amigo como tal.

—Lo siento… No te he visto —musitó la chica, intentando que la voz no le saliera tan inestable, pero no lo logró.

Se apartó un poco y después intentó marcharse hacia su habitación por fin. Pasó por al lado de Yuno, pero de repente notó una ligera presión en su muñeca acompañada de un suave tirón, que provocó que se detuviera y se volteara a verlo.

—¿Qué te pasa? —le preguntó él, directo, tal y como era siempre. Sus ojos impenetrables se posaron con fijeza en su rostro apagado.

Mimosa balbuceó algunas palabras, pero no consiguió crear un discurso coherente. Quería decirle que no pasaba nada, que estaba simplemente cansada y se iba a su cuarto, pero no pudo. Porque cuando su mente estaba articulando un discurso medianamente creíble, sintió que el agarre de su muñeca se afianzaba y movía todo su cuerpo. Cuando se quiso dar cuenta, tenía el pecho de Yuno enfrente y sus brazos se envolvían alrededor de su espalda, proporcionándole una quietud que había olvidado que se podía experimentar.

Su corazón latió con rapidez, desbocado ante aquel gesto tan inesperado como sorprendente. Sus ojos se abrieron sin ser capaces de creer que algo así le estaba sucediendo, porque podría ser que Yuno fuera bueno leyendo las emociones de los demás, pero normalmente ni siquiera le importaba la mayoría de la gente.

¿Por qué ella sí?

Con el paso de los segundos, la caricia la fue relajando. No esperaba encontrar consuelo alguno en su compañero, pero se sintió liviana, atendida y escuchada, aunque ni siquiera había pronunciado una sola palabra. Cerró los ojos y las lágrimas le surcaron las mejillas. Apretó el abrazo, correspondiéndolo y sin importarle que estuvieran en mitad de uno de los gigantescos pasillos de la orden, donde alguien los podría ver.

Levantó la cabeza un momento. Yuno seguía serio, pero sus ojos destilaban comprensión y determinación. Volvió a sujetarla del antebrazo y sin mediar palabra la llevó lejos de la base del Amanecer Dorado. Ella se dejó hacer, porque necesitaba compañía y, aunque no esperaba que fuese precisamente la de Yuno, se sintió bastante aliviada.

Llegaron rápidamente a una llanura lejana a la capital, que estaba muy cerca de Hage, la aldea natal del chico. Se sentó, instada por él. No supo cómo lo hizo, pero Yuno creó una especie de hechizo que los sumergió en una burbuja extraña en la que solo estaban ellos dos y en la que el cielo se apagó por un instante y se cubrió completo de estrellas centelleantes y hermosas.

—Estaba así porque…

—No hace falta que me lo cuentes si no quieres —interrumpió él.

—Pero quiero hacerlo. Me sentiré mejor.

—Está bien —añadió después de mirarla y asentir.

Mimosa suspiró. No lo contaría directamente, pero sabía que esa pequeña charla le haría bien, aunque intentara disfrazar los acontecimientos que la tenían tan desamparada.

—¿Sabes cómo se siente cuando llevas persiguiendo un objetivo con muchas ganas y durante mucho tiempo y al final no puedes conseguirlo? —Yuno solo asintió de nuevo, dándole pie a que continuara hablando—. Pues así me siento yo, más o menos.

No supo por qué lo hizo, pero apoyó su cabeza en el brazo de Yuno, que la miró de soslayo.

—A veces, las cosas simplemente se tuercen, pero con el tiempo vuelven a su cauce. ¿Hay alguna posibilidad de que lo alcances de otra forma?

—Esta vez no.

—Entonces, tal vez debas plantearte otro objetivo que cumplir.

Mimosa sintió más lágrimas acumulándose en sus ojos y asintió con fuerza. Tal vez la vida no iba a ser tan horrible como esperaba a partir de ese momento y por supuesto esa desilusión amorosa no iba a ser su punto y final. Solo debía replantearse muchas cosas, asentar otras y enfocarse en las personas a las que debía cuidar y proteger, no solo en su trabajo, sino en el terreno personal y emocional también.

Con el paso de los años, ese día siempre sería un bonito y trascendental recuerdo, ya que se convirtió en el primer momento en el que pensó que quizás Yuno no era la persona distante y fría que todos creían, sino que había que, simplemente, indagar un poco más.


FIN