Capítulo 1: Primer encuentro.

Edward daba su paseo matutino por la playa la push, era un día hermoso, pensó al ver los pequeños rayos de sol que se colaban por el cielo encapotado. Él era una persona muy optimista, no importa cuan nublado estuviera el cielo, él siempre lograba ver los rayos del sol, eso lo hacía feliz, decidió ir a su lugar favorito, qué era a punta de un risco que daba al mar, le encantaba la vista, sentía que podía ver donde terminaba el mundo.

Isabella estaba apunto de tirarse al mar desde el risco, por fin, pronto todo terminaría, sería un alma libre, se uniría al mar, junto a ella había una lata, que contenía todos sus secretos.

Edward la vio desde lo lejos, no quería interrumpirla, a pesar de que ese era su lugar especial. Siguió caminando pero aun podía ver a la chica, cómo ésta arrojaba algo a la lata, para después prenderle fuego, eso llamó su atención, decidió acercarse un poco más solo en caso de que la chica necesitara ayuda. Cuando ella se paró justo al borde del risco Edward corrió asustado, ¿se iba a lanzar?

Cuando llegó junto a ella no supo si era correcto acercarse demasiado, pues sus pies estaban prácticamente en él aire, solo su talón se mantenía en tierra firme, todos los movimientos eran cruciales para no cometer un error, pero a ella parecía no importarle en lo más mínimo su delicada situación, miraba directamente él furioso océano negro, decidió tomar una distancia prudente, dio un paso a tras, ya a unos 3 pies de ella decidió que era hora de intervenir

—Hola— dijo suavemente debía tener mucha precaución, pensando si estaba bien que dar un paso más.

Pero ella no respondió nada, y siguió acercándose más a ella, cuando sintió que la tierra debajo de sus pies se desmoronaba, se preguntó "¿qué estoy esperando?, no seas cobarde" decidió hacerlo de una vez por todas. Cuando Edward se dio cuenta que se iba a lanzar, asustado la jalo bruscamente del brazo.

—¿Pero qué demonios intentas hacer?— dijo enojado

—Yo, ¿tú quién eres?—le preguntó ella asustada, no podía ver su cara con claridad, debido a la llovizna que había comenzado a caer.

—Soy Edward Cullen, ¿estás bien?

—¿Qué haces aquí?—preguntó ignorando su pregunta. Observo a todos lados este lugar parecía perfectamente abandonado, por eso lo había elegido, pero al parecer no lo era, había gente.

—¿Qué haces tú aquí?—preguntó él enojado

—Nada— ella se separó rápidamente de él y comenzó a caminar torpemente por donde había llegado, tomó su mochila que estaba en el suelo.

—Hey —la llamó, pero ella lo ignoró—¿Qué es eso?—preguntó Edward levantando la lata que debido a la llovizna ya se había apagado, ella la vio con terror, sus secretos: su pasaporte, actas de defunción de sus padres, él acta de matrimonio e identificaciones medio quemadas.

—Nada— dijo volviendo y tomando la lata abruptamente de las manos de Edward.

—¿Estás bien?—le preguntó él al analizarla con cuidado.— Mi casa está cerca, si necesitas ayu..

Estaba pálida, ojerosa y muy delgada. La piel que alguna vez fue color crema ahora lucía translúcida, era cómo si ya no tuviera piel, el cabello que alguna vez fue sedoso estaba seco, cenizo y enmarañado, los labios secos, partidos y con heridas de mordidas, sus tristes ojos eran grandes y se veían aun más grandes debido a lo extremadamente delgado de su cara. Sus botas eran viejas, muy viejas al igual que su ropa, iba vestida toda de negro, con ropa demasiado grande para ella, cómo si tratara de esconderse debajo de ella.

—Si— dijo ella rápidamente, no le gustaba que la vieran mucho tiempo, sabía cómo debía lucia— estoy bien— ¿por qué sigo aquí parada frente a un extraño? se preguntó

—¿Cómo te llamas?—Le preguntó él

—Me tengo que ir— dijo volviendo a caminar lo más rápido que sus delgadas piernas le permitían

—Bien— dijo caminando tras ella— ¿me puedes decir qué haces aquí sola?—preguntó con amabilidad y paciencia infinita

—Yo… nada… no se

—¿Qué estabas haciendo?, no me digas qué planeabas arrojarte por ahí—señaló él acantilado, ella asintió con la mirada baja, dejando escapar algunas lágrimas— ¿estás bien?, ¿quieres hablar?

—Si, supongo que lo iba a hacer.— dijo maldiciendo por dentro, ¿por qué carajos le importaba?, ¿por qué no simplemente corría y lo hacía?, él no se arrojaría detrás de ella, pero él era más grande, probablemente la atraparía antes de siquiera llegar a la mitad del camino.

—¿Por qué vas a hacer eso?- pregunto sacándola de sus pensamientos

—No, importa— dijo amargamente y con un poco de odio hacia él, ¿si no lo hacía ahora más tarde podría?

—Claro que importa— dijo un poco enojado, ¿Cómo podía valorar tampoco su vida?, pensó.

Ella lo vio con cara extraña— ¿por qué debería importarte?— preguntó con la mano en la puerta de su vieja camioneta— a mi no me importa— añadió en un susurro para sí.

—Por qué me preocupas

—Ni siquiera me conoces

—No es necesario.

—Debo irme— trato de escapar, pero él no se daría por vencido.

—Espera— la detuvo de su huesudo brazo— ¿ya comiste?— al mencionar la comida su estómago se removió un poco. Ella sonrió con amargura, no había comido desde hacía días.

—Te invito a comer a la cafetería del pueblo— ella negó con la cabeza. No quería que nadie la viera, no así.

—¿A mi casa tal vez?

—No— dijo asustada, por qué él era un extraño.

—Espera— dijo cuando ella se volvió a soltar de su agarre— ¿te volveré a ver alguna vez?

—Estudio en la universidad de forks— dijo para que él la dejara en paz y arrancó. ¿por qué le había dicho tal cosa?, lo que menos necesitaba en ese momento era alguien más en su vida, alguien que pudiera lastimarla.

Edward se quedó pensando, jamás la había visto en la universidad, aunque él estudiaba música, se jactaba de una popularidad dada por su talento y belleza, además que su padre era una de las personalidades más famosas de forks. Quizás era de nuevo ingreso, pensó, se veía pequeña.

Isabella, llegó a la vieja casa de su abuela, suspiró odiaba esa casa y todo lo que representaba, pero no tenía opción. Tomó su maleta y con sus pocas fuerzas metió la maleta a rastras por las escaleras hasta su dormitorio. Estaba cansada, demasiado había agotado toda su energía, tomó un baño frío y se durmió en la empolvada cama de su abuela.

La casa de Marie Swan tenía más de 5 años deshabitada. Estaba en muy mal estado, todo estaba cubierto por una densa capa de polvo, la madera estaba corroída por la humedad, el papel tapiz se caía por lo viejo, algunas ventanas estaban estrelladas, la casa estaba helada no había gas o calefacción, tampoco había agua caliente y mucho menos luz. Isabella notó todo eso al día siguiente, a pesar de sentirse destrozada y con ganas de seguir en la cama, tomó su cartera y fue al pueblo, sacó un poco de dinero del cajero automático, después fue a la oficina de servicios ciudadanos, pagó las cuentas. Regresó a la casa y comenzó a limpiar un poco, siempre le gusto limpiar, se imaginaba que los suelos sucios eran su vida, que así cómo podía desaparecer las manchas de lodo, podría algún día borrar todos sus errores.

Edward seguía intrigado por esa chica de ojos tristes, se quedó en el risco el resto de la tarde tratando de comprender lo que había sucedido, solo después de la llamada de su preocupada madre se marchó. Pero no pudo olvidarla, ni dormir o comer con normalidad después de ese primer encuentro, se despertó a mitad de la noche y en un intento por no olvidarla tomó un lápiz y su vieja libreta de dibujo qué no había tocado en años, dibujó a la misteriosa chica en la orilla del acantilado y su rostro, enmarcando sus rasgos desfigurados por el descuido, se pregunto ¿Qué clase de dios cruel podía hacerle eso a una criatura tan hermosa e indefensa?¿en que mundo cruel vivía?, uno bastante malo donde destrozaban a los ángeles.