Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Un fresco manto de nieve me saluda la mañana de Navidad, brillando intensamente en la casa vacía.
Me estiro, bajando las escaleras, desesperada por un café antes de prepararme para el día.
El regalo envuelto y embolsado de Edward está sobre la mesa de la cocina. Sonrío mientras le envío un mensaje de texto deseándole una Feliz Navidad.
Café en mano, me siento frente a mi pequeño árbol, jalando hacia mí la modesta pila de regalos de mis amigas.
Me río y río mientras los abro, abrumada por mis amigas y su generosidad.
Alice me compró un bolso que me encantó pero que no podía pagar, es lo suficientemente grande como para usarlo en la escuela, de cuero marrón oscuro con detalles de latón. Es hermoso. Rose envolvió cuidadosamente una foto enmarcada de ella, Alice, Angela y yo, tomada hace unos meses en la escuela; rostros sonrientes, comportamientos felices: es un momento perfecto congelado en el tiempo. Angela es extremadamente generosa con el valor de la tarjeta de regalo que me da; no veo la hora de gastarlo en mi librería favorita.
Con todo, es lo mismo que cada Navidad desde que mi mamá se fue. Me siento en el sofá, bebo café, agradecida por los regalos que he recibido.
No es ostentoso, no es elegante. Es humilde y solitario, pero es... quien soy ahora.
El primer año lloré, preguntándome qué hice para merecer esto, qué hice mal.
Ahora, estoy entumecida. Agradecida por lo que tengo, ignorando pensar en lo que me estoy perdiendo.
Para cuando me ducho y me visto, la nieve es más espesa.
Decido caminar hacia la casa de Edward, desesperada por verlo, aunque solo sea por un momento. Mi pollo pequeño y verduras frescas me esperan en casa, necesito prepararlo y cocinarlo. Al menos ocupará un par de horas de mi tiempo.
Hay un gran árbol reluciente en la ventana delantera de la casa de Edward. Cada vez que lo veo, me hace sonreír, me siento nostálgica. Es... la perfección navideña.
Estoy perdida en mis pensamientos, mirando con anhelo el árbol cuando se abre la puerta.
―Oh, lo siento ―chillo cuando una mujer de aspecto amable con cálidos ojos marrones y cabello color miel abre la puerta. Está vestida clásicamente con un vestido cruzado negro y zapatos rojos, su cabello y maquillaje están impecables; es hermosa.
―Hola ―sonríe ella―. Tú debes ser Bella, entra. ―Se hace a un lado, llevándome adentro.
Dudo por un segundo, nerviosa.
―Gracias, solo será un segundo... yo solo... quería darle esto a Edward. ―Señalo la bolsa en mi mano, levantándola, sintiéndome como una idiota, acobardándome.
Antes de que pueda responder, veo a Edward bajando las escaleras hacia mí, su sonrisa fácil. Vaqueros oscuros, camisa blanca de botones, pelo recién cortado, todavía más largo por arriba que por los lados. Creo que estoy babeando.
―Hola ―susurra cuando llega a mí, mirándome.
―El café está recién hecho ―comenta alegremente la mujer, que supongo es Esme, aplaudiendo y estoy segura de que mi mandíbula está en el suelo.
Edward pone los ojos en blanco, pero la complace, jalándome de la mano hacia la cocina.
Estoy demasiado aturdida por la dinámica para decir mucho, siguiéndolo sin palabras, como un ciervo atrapado en los faros.
Emmett está sentado a la mesa, comiendo una montaña de comida.
―Emmett, por favor ―regaña Esme―. ¿Dónde están tus modales?
Sorprendido y confundido, levanta la vista y rápidamente me ve en la puerta.
―¡Hola, Bella! ―llama felizmente. Todo lo que consigo en respuesta es una pequeña sonrisa.
¿Qué diablos está pasando?
―Por favor, toma asiento. ¿Café? ―pregunta Esme. Creo que asiento, no estoy segura. Edward está inmóvil a mi lado, rígido, tranquilo.
―Está bien. Yo, um... no quiero imponerme.
Edward se da vuelta para mirarme, frunciendo el ceño, cuestionándome, tratando de averiguar algo, pero no tengo idea de qué.
―¿Tu papá está en casa? ―pregunta finalmente.
Tragando saliva, asiento. Mintiendo.
Él lo sabe.
Ladea la cabeza, sus ojos se estrechan ligeramente.
―Dime que está en casa, Bella.
La cocina a nuestro alrededor está en un silencio mortal, todos los ojos están puestos en Edward y en mí. Creo que Emmett incluso ha dejado de llevarse comida a la boca.
No puedo mentir, no cuando me mira así. Pero instintivamente, lo intento, abriendo y cerrando la boca un par de veces, antes de suspirar en silencio.
―¡Tienes que estar jodidamente bromeando! ―Salto ante el tono venenoso de su voz.
―Edward, por favor. Cálmate ―regaña Esme―. ¿Qué está sucediendo?
Edward está lívido, una tormenta de fuego se está formando en sus ojos, recordándome a ese chico que conocí por primera vez hace unos meses.
―Está bien ―trato de aplacar, sacudiendo la cabeza, rogándoles a todos en silencio que solo... lo dejen pasar.
―No está bien ―advierte Edward, volviéndose hacia Esme―. Bella cree que va a pasar el día de Navidad sola. ―Su voz gruñe, la ira hierve a fuego lento bajo la superficie.
Esme jadea, con los ojos muy abiertos.
―¿Qué? ―pregunta desesperada, horrorizada.
―Estoy bien ―les aseguro a todos rápidamente, dando un paso hacia atrás, sintiendo mis ojos llenos de lágrimas―. Está bien... está...
―Bella ―habla Esme con cuidado, dando un paso tentativo hacia adelante, sintiendo mi pánico―, por favor, toma asiento. No vas a pasar la Navidad sola... ya no.
