El primer día en la nueva escuela fue una montaña rusa de emociones para Marinette. Había tanto que ver, tanto que escuchar, tanto que aprender… y en todo momento Adrián estuvo a su lado para apoyarla.
Eso era una gran novedad, pensó. Los últimos años de su vida escolar habían estado marcados por la eterna presencia de Chloé, que había llegado a convertir sus días en un infierno. Ahora, Chloé estaba en Nueva York, y Adrián no se separaba de Marinette. Sin duda había ganado mucho con el cambio, se dijo.
El chico, sin embargo, se mostraba un poco más apagado de lo habitual. Ella dio por sentado que se debía a que en aquel lugar todo el mundo parecía conocerlo, y a él no le gustaba llamar la atención. Era inevitable, por otro lado, después de todo el tiempo que había pasado siendo la cara pública de la marca de su padre.
Algunas personas se habían acercado a él para darle el pésame, por otro lado. Adrián les dio las gracias con amabilidad a todas ellas, pero Marinette lo conocía lo bastante como para darse cuenta de que se sentía profundamente incómodo cada vez que alguien lo mencionaba. «Pobrecito, todavía lo echa de menos», pensó, compasiva.
Tal vez por esta razón, porque no supo leer lo que había realmente tras los sentimientos de Adrián, lo que sucedería en los días siguientes la tomó por sorpresa.
Todo empezó durante la última hora de clases, cuando un grupo de alumnos mayores, encabezados por Narcisa, entró en el aula para comunicar algo a la profesora en voz baja. Ella los escuchó atentamente y su mirada se centró de inmediato en Adrián. El chico lo notó y se puso tenso sin poderlo evitar.
Narcisa y sus compañeros se apartaron un poco, pero no se marcharon. La profesora dio un par de palmadas para llamar la atención de los alumnos y anunció:
—Como todos sabéis, hace un par de meses París tuvo la desgracia de perder a uno de sus más grandes diseñadores de moda. Sí, me refiero a Gabriel Agreste.
Adrián se encogió un poco en su asiento, y Marinette le dio la mano por debajo de la mesa para transmitirle su apoyo.
—Estaréis al tanto, sin duda, de que Gabriel Agreste fue uno de los más ilustres ex alumnos de esta escuela. Sí —confirmó, ante la sorpresa de algunos de los estudiantes, que al parecer no lo sabían—. Gabriel Agreste fue una vez un chico como cualquiera de vosotros, y estuvo sentado en esta misma aula, soñando con ser un gran diseñador de moda en el futuro. Exactamente igual que vosotros. Es por eso por lo que los delegados de los estudiantes acaban de proponer a la directora que se organice en la escuela un gran homenaje a su figura.
Hubo murmullos emocionados. Marinette se dio cuenta de que Narcisa sonreía ampliamente, muy satisfecha de sí misma, y se preguntó si aquello había sido idea suya. Se volvió hacia Adrián para comentárselo, y se dio cuenta de que se había puesto pálido y tenía mala cara.
—Narcisa Gialla os contará más detalles —concluyó la profesora, confirmando las sospechas de Marinette.
—Muchas gracias —respondió Narcisa, aún sonriendo. Se adelantó unos pasos y explicó—: Tenemos muchas ideas para este proyecto, pero aún hemos de ponerlas en común y planificarlo todo. Contamos con el apoyo de la dirección y los profesores, ¡y esperamos contar también con el vuestro para que este evento sea todo un éxito! No solo se lo debemos al gran Gabriel Agreste, a quien todos admiramos, y cuya obra y legado será siempre una gran inspiración para nosotros… sino también a su hijo, Adrián Agreste, a quien tenemos el honor de acoger en nuestra escuela, siguiendo los pasos de su padre.
Todos se volvieron para mirar a Adrián, que esbozó una sonrisa incómoda. Parecía horrorizado, y Marinette dio por supuesto que se debía a que lo único que deseaba el chico, después de la pérdida de su padre, era llevar una vida anónima y tranquila para poder llorarle en privado.
Pero no podía evitar ser hijo de quien era. Nunca sería una persona anónima por mucho que lo intentara, y Marinette lo compadeció por ello.
Narcisa siguió hablando, y Marinette se inclinó hacia Adrián para susurrarle al oído:
—¿Te encuentras bien?
Él inspiró hondo y alzó la cabeza con una débil sonrisa.
—Sí, sí… es que…
No terminó la frase, pero Marinette le sonrió, compasiva, y le oprimió la mano.
—No voy a dejarte solo —le dijo, y Adrián sonrió de nuevo, un poco más animado.
Un rato más tarde, cuando ya había sonado el timbre que anunciaba el final de las clases del día, Marinette coincidió con Narcisa en el baño de las chicas.
—¡Marinette! —la saludó ella con alegría—. ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu primer día?
—Muy emocionante —respondió ella, encantada de que una alumna mayor la estuviese tratando con tanta amabilidad. Se acordó entonces de Adrián, y añadió—: Aunque creo que para Adrián ha sido un poco… abrumador. Quiero decir que todo el mundo lo conoce, y después de lo de su padre, necesita un poco de tranquilidad… No es que lo del homenaje no me parezca una gran idea —se apresuró a añadir—, y seguro que a él le emociona mucho también, pero es que creo que preferiría… no ser el centro de atención. No sé si me explico.
—Oh, lo entiendo perfectamente, no te preocupes —respondió Narcisa, ajustándose las gafas—. Precisamente por eso quería hablar contigo.
—¿Conmigo? —se sorprendió ella.
Narcisa asintió.
—Una de las cosas que estamos preparando para el homenaje a Gabriel Agreste es un desfile de moda. Comprendo que Adrián es nuevo aquí y no conoce a nadie, y quizá no se sienta cómodo si todo esto lo organizamos un grupo de extraños. Después de todo, se trata de su padre. Pero se me ha ocurrido que seguro que le hace ilusión que los diseños del desfile… sean tuyos. ¿Qué te parece?
Marinette enrojeció.
—¿Mí-míos? —balbuceó—. Pero si yo… no soy nadie, y acabo de llegar. Seguro que hay gente en la escuela con mucho más talento que yo… con más experiencia…
—Ay, Marinette, no seas modesta —replicó Narcisa con una risita que a ella le resultó inquietantemente familiar—. Sé perfectamente que el propio Gabriel Agreste ya se había fijado en tus diseños. Estoy segura de que le encantaría que formases parte de este proyecto. Precisamente tú.
Marinette frunció el ceño e inclinó la cabeza, no muy convencida. Era verdad que Gabriel se había fijado en sus diseños, pero eso había sido antes de que Adrián se fijase en ella. Entonces, ante los ojos del excéntrico genio de la moda, Marinette pasó de ser una diseñadora talentosa a convertirse en un estorbo a quien debía alejar de la vida de su hijo costara lo que costase.
Pero no podía decir aquello en voz alta. Se había propuesto hacer creer a todo el mundo, por el bien de Adrián, que Gabriel Agreste había sido un gran hombre. Tendría que fingir, por tanto, que su hermosa historia de amor con Adrián había contado con el beneplácito de su padre. Que no habían tenido que luchar contra él, en más de un sentido, para poder estar juntos.
Suspiró para sus adentros. Aún resonaban en su mente las palabras de reproche de Cat Noir acerca de la gigantesca mentira que estaba contando al mundo. Se preguntó, no por primera vez, si estaba haciendo lo correcto.
—¿Marinette? —dijo entonces Narcisa, interrumpiendo sus pensamientos—. ¿Qué me dices?
—Bueno, yo… no lo sé, la verdad. Todo es muy repentino y…
—Naturalmente, tienes tiempo para pensarlo, faltaría más. Además, nosotros aún tenemos mucho que preparar. Solo te pido que no se lo cuentes a Adrián, por ahora.
—¿Por qué no?
—¡Pues para que sea una sorpresa, claro! Porque de momento todo esto no es más que un proyecto, así que le hará más ilusión enterarse cuando lo tengamos todo cerrado.
Marinette no estaba tan segura, pero Narcisa hablaba con tanto aplomo que terminó convenciéndola.
Mientras avanzaba por el pasillo, Marinette pensó que tal vez aquel evento que estaban preparando Narcisa y sus compañeros fuese lo que Adrián necesitaba para terminar de reconciliarse con la memoria de su padre. Ella era consciente en el fondo que Gabriel Agreste no merecía todos aquellos homenajes. Pero el resto del mundo no tenía por qué saberlo, y mucho menos Adrián.
Se reunió con él en la puerta de la escuela.
—Sí que has tardado —comentó Adrián, sonriendo—. ¿Todo bien?
—Me he encontrado con Narcisa en el baño —respondió ella. Dudó un momento antes de añadir—: Hemos estado hablando del evento en recuerdo de tu padre.
—Ah. Eso.
Marinette detectó enseguida su cambio de humor.
—¿No te hace ilusión? Sé que es algo que vuelve a ponerte en el foco de atención, pero… es lógico que su antigua escuela quiera rendirle homenaje, después de todo.
—Sí, lo entiendo —murmuró él.
—¿Quieres… quieres que hablemos con ella para pedirle que cambie de idea?
Adrián reflexionó un momento. Finalmente negó con la cabeza.
—No, no, supongo que está bien. Es solo que… —Permaneció unos instantes en silencio, dubitativo. Después alzó la cabeza para mirar a Marinette y concluyó, en voz baja—: Mi padre no era la clase de persona que todo el mundo piensa.
Ella se sintió fatal. Estaba claro que ni todas las mentiras del mundo podrían borrar de la memoria de Adrián todo lo que Gabriel Agreste habría hecho. Ni todos los homenajes lograrían sanar las heridas que había causado en el corazón de su hijo.
—Sé que fue estricto y muy severo contigo —murmuró, y él bajó la cabeza—. Pero también tuvo momentos buenos, ¿verdad? Como cuando le dio por hacerte tortitas todas las mañanas.
—Esas tortitas eran horribles, Marinette.
—Lo sé. Pero por lo menos lo intentaba…
—Sí, pero ¿por qué lo hacía? Quiero decir…
Adrián trató de rectificar, pero era demasiado tarde. Marinette lo miraba con los ojos muy abiertos.
—¿Qué es lo que quieres decir?
«Quiero decir que mi padre fue un supervillano y un terrorista, y que ya no sé si sus buenas acciones fueron buenas en realidad, o si tenían un propósito retorcido que solo servía a sus propios intereses».
Pero no podía contarle todo aquello a Marinette, por lo que se limitó a responder:
—Nada.
Desvió la vista, incapaz de sostenerle la mirada. Marinette alzó la mano para acariciarle la mejilla.
—Adrián, ¿estás bien? —Él no contestó, y ella insistió—. Sabes que puedes contarme cualquier cosa. Sabes que puedes confiar en mí. Si puedo hacer algo para ayudarte…
Él alzó la cabeza para mirarla por fin, pensativo. ¿Y si se lo contaba… todo? ¿Y si le revelaba la verdad acerca de Gabriel Agreste? Entonces tendría que confesarle que lo sabía porque Ladybug se lo había contado. Tendría que decirle que la superheroína había mentido a todo el mundo.
También podría decirle que él era Cat Noir. Sí, ¿por qué no? Así no tendría que poner a Ladybug en un compromiso. Podría explicarle que había averiguado todo aquello por sí mismo, y que Ladybug no lo sabía. Estaba seguro de que Marinette lo comprendería. Y podría aconsejarle sobre lo que debían hacer. Sobre si debían seguir ocultando al mundo la verdad sobre Gabriel Agreste… o había llegado la hora de mostrar todas las cartas.
—Hay algo… que tengo que contarte —empezó por fin, en un susurro.
Marinette ladeó la cabeza con curiosidad. Adrián se aclaró la garganta, preguntándose por dónde debía empezar.
Pero entonces se oyó una explosión y un grito, y una chica vestida con un traje de colores chillones, con el rostro cubierto por una máscara centelleante, apareció en el tejado de la escuela.
—¡Ladybug y Cat Noir, se acabaron las vacaciones! —gritó—. ¡Dad la cara para que pueda quitaros vuestros prodigios!
—¡Oh, no, otra vez no! —exclamaron Adrián y Marinette al mismo tiempo.
Cruzaron una mirada de apuro. De nuevo tendrían que buscar una excusa para separarse, esconderse y transformarse…
—Creo que… —empezó Adrián, pero la supervillana lo interrumpió.
—¡Adrián Agreste! ¡Justo a ti te estaba buscando!
—¿Qué? —murmuró el chico con perplejidad.
Marinette tiró de él con urgencia.
—¡Corre, ve a esconderte!
—Pero…
Con un prodigioso salto, la villana aterrizó ante ellos.
—¿Quién te crees que eres para llegar nuevo a la escuela y llamar la atención de todo el mundo? ¿Qué has hecho en la vida, aparte de ser hijo de tu padre? ¡Yo te lo diré: nada!
—¿Qué…? —repitió Adrián, aún sin comprender—. ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres de mí?
Para su sorpresa, Marinette avanzó hasta interponerse entre él y la supervillana, alargando un brazo delante del chico en un gesto de protección.
—¡Déjalo en paz!
—¡Marinette, no!
—Enternecedor —sonrió la chica—. Pero no os servirá de nada…
Se interrumpió de pronto, y Adrián y Marinette vieron con claridad que una máscara luminosa de color morado se manifestaba sobre su rostro.
Una señal que ambos conocían muy bien.
—¿Quién te envía? —exigió saber Marinette—. ¿Quién se está comunicando contigo ahora mismo?
La supervillana sacudió la cabeza, y la máscara desapareció.
—No lo sé y no me importa. Solo sé que me ha dado el poder que necesitaba para poner las cosas en su sitio.
—Pero…
Adrián tiró de Marinette, tratando de apartarla de la desconocida.
—¡Déjalo, Marinette! ¡Tenemos que escapar de aquí!
Trataron de retroceder, pero estaban en medio de la calle, y la villana avanzaba amenazadoramente hacia ellos. Llevaba como arma un lápiz mágico, grande como una espada. Adrián abrazó protectoramente a Marinette y miró a su alrededor desesperado, buscando una vía de escape.
Justo entonces, alguien aterrizó ante la pareja, interponiéndose entre ellos y la villana. Era un héroe grande e imponente, con un par de cuernos curvos sobre la cabeza.
—¡Corred a esconderos, yo me ocupo! —les ordenó.
Los dos sonrieron, aliviados.
—¡Gracias, Minotaurox! —respondió Adrián.
Y, tomando a Marinette de la mano, se la llevó corriendo de allí.
Momentos más tarde, volvían a reunirse como Ladybug y Cat Noir. Aprovechando la distracción creada por Minotaurox, habían buscado un refugio y después se habían separado con cualquier excusa para transformarse en secreto. Aquel ritual les resultaba muy conocido ya, pero ninguno de los dos se alegró de repetirlo.
—¿Qué tenemos hoy, gatito? —preguntó Ladybug con tono deliberadamente profesional.
—Una akumatizada —informó él, a pesar de que había llegado solo unos segundos antes—. No sabemos quién la envía. Porque está totalmente descartado que sea el de siempre, ¿verdad? —preguntó mirándola de reojo, solo para asegurarse.
—Totalmente descartado —replicó ella con rotundidad—. Ya no nos enfrentamos a Hawk Moth, o a Monarca… sino a alguien nuevo. Alguien que se hizo con el prodigio de la mariposa y que ahora está utilizándolo… y aún no sabemos por qué.
Cat Noir asintió. Ladybug se dio cuenta de que estaba extraordinariamente serio. No era habitual en él y, aunque ella comprendía que para su compañero tampoco era plato de buen gusto tener que empezar otra vez desde cero contra un enemigo nuevo, intuía que había algo más. Algo que estaba ahí desde que ella le había revelado la verdadera identidad de Monarca.
—Con un poco de suerte, terminaremos con esto rápido —prosiguió—. No tiene por qué durar tanto como la última vez.
—Quizá podamos sonsacarle algo de información a la akumatizada, antes de vencerla —sugirió Cat Noir—. Alguna pista que pueda conducirnos hasta el nuevo portador del prodigio de la mariposa.
Ella se mostró conforme. La lucha continuaba un poco más allá. Vesperia se había unido a Minotaurox, a pesar de que Ladybug no había llamado a ninguno de los dos. Esa era la ventaja de que el resto de los héroes fuesen también portadores permanentes: que podían presentarse a luchar en cualquier batalla, si se daba la circunstancia de que se encontraban cerca, y eso agilizaría las cosas. La desventaja era que antes Ladybug llamaba a los héroes que necesitaba en función de un plan que había diseñado de antemano. Ahora tendría que construir el plan con las piezas de las que dispusiera, dependiendo de los héroes que se presentasen al combate. Suspiró para sus adentros. Nuevo enemigo, nuevas normas. Qué se le iba a hacer.
Se volvió hacia su compañero.
—¿Listo, gatito?
—Siempre, milady —respondió él con una sonrisa, y por un momento pareció que volvían atrás en el tiempo, a la época en que el mundo era mucho más sencillo, cuando el bien y el mal estaban claramente diferenciados.
Cuando ella no tenía que mentir al mundo acerca de la identidad de su enemigo para proteger al chico al que amaba.
La batalla fue corta y caótica. Los héroes no eran los únicos que jugaban con nuevas reglas, y eso se notaba en que la villana, que ni siquiera se molestó en decirles su nombre, se detenía constantemente a discutir con la persona que se comunicaba telepáticamente con ella para darle instrucciones.
Hubo algo que no cambió, sin embargo. Cuando todo acabó y el akuma fue purificado, la víctima no recordaba absolutamente nada de lo que había sucedido.
Ladybug y Cat Noir cruzaron una mirada de resignación. No sería corto ni rápido, por desgracia.
La superheroína se inclinó para hablar con la chica akumatizada. Se llamaba Sophie, y era alumna de primer curso de la escuela Gabrielle Chanel.
—¿Por qué buscabas a Adrián Agreste? —le preguntó con suavidad—. ¿Estás enfadada con él por algún motivo?
La chica sacudió la cabeza, muy avergonzada.
—No, no… Yo siempre he querido ser diseñadora de moda, y hoy era mi primer día en la escuela, y he visto que todo el mundo estaba pendiente de Adrián porque es el hijo de Gabriel Agreste y… en fin, yo no soy hija de nadie importante. Él ya tiene hecho su camino, yo tuve que empezar desde cero. Pero no puedo competir con la gente que tiene influencia y contactos. No me parece justo.
Cat Noir la había escuchado con atención, muy serio, pero ahora le sonrió con simpatía.
—¿Sabías que Gabriel Agreste también empezó desde cero? —dijo.
—S-sí, pero…
—Procedía de una familia humilde, sin dinero, sin recursos. Pero siguió el camino de sus sueños y luchó por verlos cumplidos. Y llegó tan alto como se propuso. Y si él fue capaz de conseguirlo, tú también podrás.
Sophie sonrió, algo más animada.
—Tienes razón, Cat Noir. Y ya sé que no es culpa de Adrián y no debería haberme sentido así, es solo que… oh, no sabía que podía ser akumatizada otra vez. Ladybug, ¿qué está pasando? ¿Es que Monarca… no fue derrotado, después de todo?
Ladybug y Cat Noir cruzaron una mirada.
—Es posible que se trate de una nueva amenaza —dijo ella—. Aún es pronto para saber a qué nos enfrentamos, pero seguiremos investigando y lucharemos por mantener París a salvo.
Vesperia y Minotaurox ya se habían marchado, puesto que sus poderes aún tenían un límite de tiempo. Pero Ladybug y Cat Noir pudieron quedarse un rato más, para atender a la prensa.
Antes de despedirse, ella le dijo a su compañero:
—Tenemos que hablar de esto. ¿Nos vemos esta noche, donde siempre?
Él asintió.
—Cuenta conmigo, milady.
Se reencontraron poco después, como Adrián y Marinette, y se abrazaron con fuerza.
—Menos mal que estás bien —murmuró él, aún estrechándola entre sus brazos.
—¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? Esa villana la había tomado contigo. ¡Qué miedo he pasado!
—Estoy bien, no te preocupes. —Adrián desvió la mirada, apenado—. Supongo que nunca dejaré de ser el hijo de mi padre, después de todo —susurró—. Y que las consecuencias de sus acciones seguirán persiguiéndome, haga lo que haga.
Durante un instante, Marinette no supo qué decir. Después le tomó la mano, cubriendo con la suya las alianzas gemelas que adornaban el dedo del chico, y le dijo con dulzura:
—No podemos elegir de dónde venimos, pero sí a dónde vamos. Y tú puedes escoger tu propio camino. Aunque ahora te parezca que no es así, o que es muy difícil… yo sé que puedes. Y estaré a tu lado para ayudarte.
Adrián le sonrió.
—Gracias, Marinette.
Y se besaron con ternura. Cuando se separaron, ella le preguntó, sonriendo:
—¿Qué era lo que querías decirme… antes de que nos atacaran?
Pero él negó con la cabeza con una sonrisa forzada.
—Nada —respondió— No era nada importante.
No muy lejos de allí, en su refugio subterráneo de las catacumbas, Lila Rossi evaluaba los resultados de su primera akumatización.
Se había mostrado torpe a propósito, confundiendo a Sophie con instrucciones sin sentido, para que los héroes la derrotasen rápidamente y subestimasen las verdaderas capacidades de la nueva portadora de la mariposa. Su plan incluía villanos akumatizados que sembrarían el terror en París, exactamente igual que el antiguo Hawk Moth. Pero, en el caso de Lila, serían solo un señuelo, para mantener ocupados a los héroes mientras desarrollaba en silencio su verdadero plan.
Había llegado a París un año atrás para acercarse a la familia Agreste con un objetivo muy concreto. Pero primero Ladybug, y después Marinette, habían frustrado uno tras otro todos sus intentos para llevarlo a cabo. Ahora que Gabriel Agreste ya no estaba, parecía imposible que Lila lograra sus propósitos…, salvo que se hiciera con los prodigios de Ladybug y Cat Noir.
Sabía que llevaría tiempo y, por tanto, no podía fallar.
Salvo una vez.
Se sacó de debajo de la camisa una pequeña llave dorada que llevaba colgada al cuello de una fina cadena y la contempló, pensativa.
Aquella llave había sido un regalo entregado por un misterioso visitante que, según le había dicho, procedía del futuro.
Había aparecido súbitamente en su guarida apenas un par de semanas atrás, se había presentado como Grafitempo y le había comunicado que ella misma iba a enviarlo a aquel mismo instante en el tiempo para entregarle aquella llave a su versión del pasado.
—¿Qué tengo que hacer con ella? —había preguntado Lila, muy desconcertada.
—Cuando llegue el momento, lo sabrás —respondió él, rapeando de una manera que a ella le pareció muy ridícula—. Y una derrota segura evitarás.
—¡Espera! —lo detuvo ella, cuando el extravagante Grafitempo ya se marchaba—. ¿De cuándo vienes? Es decir… ¿cuántos años habrán pasado?
—Unos cuantos —respondió él, deliberadamente ambiguo.
—¿Y seguiré buscando entonces los prodigios de Ladybug y Cat Noir?
Grafitempo se rió.
—Sí, pero, sin esta llave, no durarás tanto tiempo como portadora del prodigio de la mariposa. Así que guárdala bien… a no ser que quieres que esos dos te derroten en tu primer enfrentamiento, claro.
—¡Espera! —dijo ella de nuevo—. Si puedes viajar en el tiempo…, ¿por qué no vas más atrás… y les quitas los prodigios cuando todavía sean niños?
Grafitempo se detuvo un momento, pensativo.
—¿Sabes qué? No es una mala idea. No era esa mi misión principal, pero, ya que estamos… ¡hasta otra!
Y desapareció envuelto en una luz blanca, dejando únicamente tras de sí un grafiti rojo en el suelo.
Lila aguardó un rato, conteniendo en aliento, pero nada más sucedió. Abrió entonces su portátil para consultar las noticias en internet. Aparentemente, todo seguía igual que siempre. Buscó entonces información sobre Grafitempo y descubrió que había sido un villano akumatizado al que Ladybug y Cat Noir habían derrotado tiempo atrás. Después lo habían enviado de regreso a su época con la ayuda de Bunnyx. Probablemente Lila lo había visto en las noticias entonces, pero lo había olvidado. Contempló un momento la llave dorada y la oprimió en el puño.
Si aquello era un regalo de su yo del futuro, desde luego, no pensaba perderlo.
Habían pasado dos semanas desde su encuentro con Grafitempo y aún seguía sin saber qué abría aquella llave, ni cómo le sería de utilidad en el futuro. Pero se la guardaría como un as en la manga, por si acaso.
Se quitó las gafas y la peluca negra, liberando así su corto cabello castaño. Ni Marinette ni Adrián la habían reconocido. Tanto mejor, porque el juego solo acababa de empezar.
NOTA: Sí, tengo un backstory para Lila 😊. También sé que circula por ahí material filtrado que incluye todas sus identidades, pero como no se ha visto en la serie todavía (la de pelo corto se llama Cérise, pero la que se apunta en la nueva escuela del señor Damocles en el capítulo final no sabemos cómo se llama ni qué aspecto tiene), pues le he creado una nueva identidad con el aspecto que tenía cuando entró a espiar en la mansión Agreste, en la season finale (melena negra, vaqueros y gafas). Tampoco sé por qué querría estar en la escuela del señor Damocles, cuando Marinette dijo que tenía intención de estudiar en una escuela especializada en moda. En la season finale parece que la nueva escuela está pensada para gente que aún no sabe qué hacer con su vida, pero Marinette (y otros personajes, como Alya por ejemplo) sí tenían bien clara su vocación. Así que no sé si en la siguiente temporada estarán todos juntos en la misma escuela o se irán cada uno por su lado. En mi historia doy por hecho que Marinette cumplirá lo que dijo que haría en "Confrontación". Pero la escuela del señor Damocles (y la otra identidad de Lila) también tendrán su protagonismo, más adelante.
