Mujer celestial

Los camiones escolares fueron estacionándose uno tras otro en el área asignada, prácticamente iban llegando juntos. Shinazugawa Sanemi, el jefe de seguridad de la reserva hizo un chasquido molesto con la boca al ver a los alborotados universitarios saliendo de dichos camiones ya haciendo escándalo. Aquel día sería bastante pesado, aún más cuando era época turística y a cada rato se encontraba con niños perdidos lloriqueando porque sus descuidados padres los perdían entre la multitud y él tenía que estar con dicho mocoso buscando a dichos padres. Con universitarios que apenas habían pasado la adolescencia sería peor, ya se imaginaba tener que estarlos persiguiendo para que no les avienten comida a los animales o estar vigilando que pongan la basura en su lugar.

Si, sería un día bastante tedioso.

-¿Cómo va todo por aquí? - llega uno de los de seguridad, Genya, quien también era su hermano menor

-apenas van llegando – dice no muy animado – yo los recibiré, tengo que asegurarme que nadie se cuele entre los estudiantes, encárgate de ver que los demás guardias estén en sus aéreas correspondientes

-a la orden, jefe – responde Genya con cierta sorna al ver que como siempre, su hermano mayor parecía ser el guardia de un banco de alta seguridad que de un refugio natural – tómatelo con calma, hermano, no vandalizaran el parque – se da la media vuelta, ignorando el segundo chasquido de lengua que hizo su hermano mayor.

-que tedioso tener que lidiar con estos mocosos que apenas se les quitaron los barros – dice entre dientes mientras iban pasando por la fila de seguridad y checaba uno a uno que fueran estudiantes del instituto Kimetsu Gakuen.

En cuento iban pasando la estricta seguridad de Sanemi, otro empleado más adelante les pasaba un detallado mapa de la reserva, el cual, una emocionada Mitsuri no tardó en desplegar y mirar cada punto con su usual dinamismo y entusiasmo.

-hay todo tipo de animales – exclama eufórica - espero que nos dé tiempo de recorrer todo el parque – era su principal inquietud, pues de verdad que era un refugio enorme.

-tranquila, si trazamos una buena ruta podremos ver la mayoría del lugar – Shinobu, caminando a lado suyo también ve aquel mapa mientras ya empezaba a trazar una buena ruta para recorrer todo, claro que ella principalmente le interesaba ver el insectario.

-qué raro... - Mitsuri se detiene al ver que de repente la fila de estudiantes que entraban se había detenido - ¿habrá pasado algo?

-al parecer uno de los estudiantes no trae su credencial y el guardia no lo quiere dejar entrar – aquel guardia era odiosamente estricto y mal encarado, sin embargo, la pelinegra sonríe con auto eficiencia al ver que una de las maestras, que era nada más y nada menos que su hermana mayor Kanae, se acercaba para controlar la situación.

Ahora sí que conocerá lo que es estar en el cielo y en el infierno al mismo tiempo, no por nada Kanae también era la subdirectora.

….

-ya le dijimos que lo conocemos, es nuestro amigo – alega con el guardia un rubio escandaloso – seguramente al muy idiota se le cayó la credencial cuando nos presumió su ridículo collar de cerdo

-que no es un cerdo – alega ahora a su amigo un joven de facciones casi femeninas de cabello negro con tientes azules en las puntas – es un jabalí salvaje – le pone dicho collar en frente de sus ojos

-ese no es el punto – ahora la discusión era entre ese par que se hacían llamar amigos - ¿Qué no vez que intento defenderte de este guardia mal encarado? - señala a Sanemi, ignorando la gran vena de enfado que ya se le estaba formando en la frente – y tu defendiendo tu horrible collar

-¿a quién le dices guardia mal encarado mocoso? - Sanemi se interpone entre Zenitzu e Inosuke, encarado al rubio – ya les dije que si no traen la credencial de su escuela no pasan, no me importa si el mismo emperador de Japón me dice que conoce a ese cara de niña – con su pulgar señala a Inosuke detrás suyo, que empieza a echar humo por cómo le había dicho aquel guardia

-¿Cómo que cara de niña? - alega Inosuke alzando el puño y comenzando otra acalorada discusión que el más sensato de los amigos, Tanjiro, intentaba calmar sin éxito alguno

-¿Qué está pasando aquí? - al oír una cantarina, pero firme voz, que los chicos reconocían muy bien, inmediatamente se calmaron - ¿Por qué no podemos avanzar? Aún faltan muchos alumnos

-si no traen credencial no pueden entrar – reafirma Sanemi mirando de nuevo al sujeto en cuestión antes de encarar a la dueña de la voz – son las reglas – se cruza de brazos mirando a la hermosa mujer de ojos violetas cuya mirada intensa y a la vez odorable le causan un momentáneo estremecimiento

-le puedo asegurar que este chico es alumno de Kimetus Gakuen – dice con toda calma, pero sin perder su firmeza – Joven Hashibira ¿Por qué no trae su credencial?

-creo que se me cayó al subir al autobús - admite haciendo una mueca – lo siento...

-debe ser más cuidadoso con sus cosas, regresando tendrá que pagar una multa para reponer su credencial – sentencia la subdirectora al tiempo que Inosuke se le formaba una densa aura depresiva, ya era la quinta vez que tenía que pagar multa por perder sus materiales escolares – yo personalmente me hare responsable del joven, tenga mi gafete de docente como seguro – se le entrega con una cordialidad entre firme y dulce, que deja sin más argumentos a Sanemi – ahora... ¿podría, por favor, permitirle la entrada al joven? - pide con un encanto tal, que ya no le permite al guardia más argumentos, de hecho, se queda totalmente sin armas.

No le queda de otra que dejar pasar al chico, quien le saca la lengua mientras se jala el parpado con el dedo, haciéndolo gruñir sonoramente apenas aguantando las ganas de ir a darle una paliza al mocoso insolente.

- Muchas gracias, señor Shinazugawa – dice al pasar con una radiante sonrisa y leer su gafete, bajándole instantáneamente el calor de la furia para dejarle las mejillas sonrojadas en su lugar

Tras eso, por alguna extraña razón, se sintió mucho más apacible mientras seguía revisando a los otros alumnos que pasaban. Y, por otra extraña razón, en ocasiones, volteaba a ver la foto en el gafete de aquella mujer que dejo colgada en la cabina de entrada.

-parece que has ganado a un nuevo admirador, hermana – dice Shinobu con sorna cuando su hermana mayor se acercó a ellas – dejaste a aquel duro guardia manso como un cachorrito – se asoma detrás de la mayor.

Efectivamente Sanemi estaba siendo considerablemente más cortes al recibir a los alumnos, incluso les decía que disfrutaran su estadía, aunque en un tono bastante monótono y casi como si lo hubiesen obligado, pero ya era un cambio considerable en su actitud osca en cuento llegaron.

-no exageres, solo fui amable y comprensiva de que estaba haciendo su trabajo – defiende Kanae – si quieres ustedes pueden empezar a recorrer el parque, yo me quedare para supervisar que no haya más problemas.

Mitsuri y Shinobu acceden, después de todo, tenían mucho que querían ver y apenas con el día disponible para hacerlo, así que no tenían tiempo que perder.

Kanae se quedó a unos metros de la cabina viendo a todos los alumnos pasar. De vez en cuando el guardia la volteaba a ver y esta le respondía con un corto saludo de mano y una sonrisa amable sin pensar ni alcanzar a percibir que esto le provocaba un fuerte sonrojo al duro guardia mientras que en su interior se preguntaba porque esa mujer seguía ahí y si era a él a quien vigilaba.

Sea como sea, lo estaba incomodando bastante, negándose a usar la palabra "nervioso".

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Los alumnos eran libres de andar por donde quisieran ya que era más un paseo recreativo que escolar, por lo que no tenían que seguir un programa establecido. Únicamente se les dio indicaciones de a qué hora todos debían estar en la entrada para emprender el camino de regreso.

Cada atracción empezó a tener largas filas de estudiantes ansiosos por pasar ya sea al recorrido del safari a cargo de Uzui Tengen, un hombre extravagante, carismático y musculoso con ropas y sombrero muy llamativas de explorador que iba en el camión todo terreno que recorría los campos abiertos por donde los grandes felinos y otros animales salvajes podían tener suficiente campo abierto para andar libres mientras que Tengen, con una sonrisa radiante y galante, iba explicando y dando los datos correspondientes.

Aquel guapo guía iba captando las miradas de varias chicas, lo que tenía un poco de mal humor a Zenitsu que maldecía aquel rostro que parecía esculpido por los mismos dioses y, para agregar, teniendo un cuerpo atlético y perfecto.

-no prestes atención a eso Zenitsu – intenta calmar Tanjiro la molestia de su amigo – mira... ¿no son increíbles los leones? - señala a una manada que estaba reposando bajo la sombra de un árbol.

-¡eso también me molesta! – exclama exasperado – es injusto ser tan apuesto y encima tener un trabajo tan genial como cuidar a leones en una reserva. ¡NO ES JUSTO! - ante la alegata del rubio, Tanjiro solo ríe incomodo y resignado

-¿a quién le importan los leones? Yo quiero ver a los jabalís salvajes – dice Inosuke, quien tenía una peculiar fascinación por dichos animales.

-lógico, debes estar ansioso por ver a tus parientes – expresa Aoi con una sonrisa de autosuficiencia y con toda la intención de molestar a ese chico quien era justamente su compañero de clases.

-los jabalís son los reyes de la montaña - replica Inosuke saltando y apoyándose en la cabeza de Zenitsu sin importarle sus reclamos – incluso el emblema de mi familia es un jabalí salvaje – muestra su dije de dicho animal creyendo que con eso se defendía del comentario de su compañera.

-yo diría que más bien tu fuiste criado por los jabalís - secunda marcando más la sonrisa de satisfacción al ver a Inosuke prácticamente sacando vapor de la nariz, tal cual como la haría un jabalí.

Se hubiera armado la clásica disputa entre esos dos de no ser porque Tanjiro lo serenó un poco, además que Tengen también prácticamente sentó a la fuerza a Inosuke de vuelta a su lugar.

Cada uno de los encargados del parque estaban sumamente preparados para hacer de guía en cada una de sus aéreas asignadas y en las cuales se especializaban.

Tengen era quien daba el recorrido para ver a los grandes felinos, en las que incluso hacían paradas para ver a los cachorros que eran cuidados por tres bellezas salvajes (esto según la descripción de Zenitsu) que el guía presento como sus tres amazonas, cosa que hizo explotar aún más al rubio quien interpreto que las tres eran sus novias.

Bajo el cuidado profesional de Suma, Makio y Hinatsuru, los visitantes podían tocar a los cachorros, cargarlos y tomarse una foto con ellos. Igualmente, en las demás aéreas se tenía un contacto cercano con ciertos animales. En el aviario los hermanos Rengoku sacaban aves exóticas de colores hermosos y llamativos que se posaban en sus brazos, y, bajo sus órdenes, se posaban en los hombros de los estudiantes quienes podían alimentarlas.

Se les permitía agarrar a ciertos arácnidos e insectos que, por supuesto, no fuesen venenosos. Lo que fascinó a Shinobu ya que fue de las pocas valientes que agarro una enorme tarántula y algunos escorpiones. La mayoría solo quiso verlos de lejos.

En las zonas de flora salvaje les permitían recorrer lo que iba de una selva tropical hasta una excelente adaptación de una zona desértica, aquí los estudiantes de fotografía y botánica podían sacar demasiados recursos para sus estudios.

Especialmente cierta peli rosa estaba fascinada viendo ahora todas las hermosas flores de extravagantes colores.

Pese a haber recorrido ya la mitad del parque en tiempo récord no mostraba ningún signo de cansancio, al contrario, más enérgica y efusiva no podía estar. De hecho, lo estaba tanto, que ni se dio cuenta que en cierto punto se había separado de Shinobu al estar entre tanta multitud, aunque basto con mandarse un mensaje para ponerse de acuerdo en donde se reunirían de nuevo, mientras tanto, la peli rosa seguía en su fascinación con tanta variedad de flores exóticas hasta que entre la maleza observó algo extraño moverse y que llamo su atención.

Movió varios arbustos con cuidado, descubriendo que había una serpiente de tono salmón enroscada que parecía enferma.

Buscó con la vista al guía, pero él y los otros estudiantes se habían alejado.

-no te puedo dejar aquí - le murmura con dulce compasión al animal – en lo que llega alguien podrías empeorar – toma a la serpiente entre sus manos, no importándole (o siquiera notando) que estaba arruinando sus calcetas verdes al pasar por un charco de lodo.

Era algo pesada, pero no tanto para poder cargarla. Se le vía débil, pero ¿A dónde podría llevarla?

Es verdad, el parque tenía un serpentario, pasaron por ahí hace poco y no estaba lejos y seguramente el hombre que daba el recorrido podría ayudarla. No alcanzo a divisarlo mucho, había demasiada gente en el recorrido, pero seguramente debía seguir ahí.

No perdió más tiempo y fue allá, si no se apresuraba la serpiente podría morir.

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Iguro caminaba tranquilamente por el parque sin rumbo fijo aprovechando que tomaba un descanso de decir el mismo discurso de cada serpiente en el área. Pese a trabajar por años en eso no se acostumbraba a hacer de guía, mucho menos tener que sacar a las serpientes para que las vieran más de cerca. La mayoría hacia cara de asco o de miedo, y quien se atrevía a tocarlas o ponerlas en sus hombros se ponían nerviosos y estresaban a sus queridos reptiles, además de que corrían el riesgo de que al sentirlos nerviosos los mordieran.

Por esa razón, salió a caminar sin Kaburamaru, pues era molesto que los visitantes lo vieran y quisieran tomarse a cada paso que daba una foto junto a él cargando a aquella serpiente blanca.

No, lo que buscaba era despejarse.

En su tranquilo andar, observó por una de las áreas verdes correspondientes a donde aparcaban los carritos que usaban los empleados, a una mujer de cabello rosado y verde en las puntas, mirando a todos lados, posiblemente se encontraba perdida. Sin embargo, lo que verdaderamente le hizo ir tras ella es que aun estando lejos pudo darse cuenta de que aquella extravagante mujer tenía entre sus manos a una serpiente.

Apresuró entonces sus pasos a ella.

¿Acaso esos ignorantes no estudiaban como para saber que no se toca a cualquier animal salvaje? Podría ser peligroso.

-oye ¿Qué haces con esa serpiente en tus manos? - pregunta a pocos pasos detrás de ella – dámela ¿Qué no te das cuenta que... - al momento de tocarla en el hombro para obligarla a encararlo, su pregunta quedó atascada en su garganta.

La imagen que tuvo ante sus ojos lo dejo completamente pasmado, pues inmediatamente a su mente se le vino que era una mujer celestial.

Esa cara de tez blanca, unas cuantas pecas en sus mejillas, aunque lo que más sobresalía de su rostro y la hacía ver sumamente adorable eran esos lunares que estaban debajo de sus ojos, los cuales eran de un verde que no podría comparar con las esmeraldas, pues ni dichas joyas le hacían justicia. Labios de un rosado natural, pero igualmente adorable. Era simplemente hermosa, la mujer más hermosa que ha visto en su vida y, sin embargo, a pesar de que estaba completamente seguro de que nunca la había visto, pues, de lo contrario, podría jurar que nunca la hubiese olvidado, sentía una extraña sensación de que la conocía, que no era la primera vez que lo impactaba de esa forma.

-oh, tú eres quien estaba dando el recorrido por el serpentario ¿verdad? - su pregunta casi fue en un ruego, lo que hizo que su corazón se estremeciera aún más.

Iguro lo único que pudo hacer fue asentir con la cabeza esperando que su pasmo fuera menos evidente gracias a las vendas que tapaban su boca.

-qué suerte – exclama como si de verdad eso fuera sinónimo de que salvo su vida. Iguro más confundido e impactado no se podía sentir – encontré esta serpiente en la zona de bosque tropical – le extiende sus manos mostrando al reptil que estaba enrollado, es hasta entonces que Iguro recuerda que se acercó a ella por eso – creo que está enferma ¿podrás ayudarla?

Aquella mujer había recogido sin miedo a una de sus serpientes porque la vio mal. Además de celestial, era muy dulce, con un corazón de oro, pues se le veía realmente preocupada por aquella boa rosada.

Extendió sus manos para que se la pasara, y en ese fugaz tacto ya estaba sintiendo que se le puso la piel de gallina, aunque hizo lo posible por disimular tal reacción que le provocó.

-solo esta aturdida por no estar en su clima – finalmente habla – ven, la llevaremos en uno de los carros del parque, es decir, si no tienes problemas en ayudarme a sostenerla mientras conduzco – hizo como que le daba igual si lo acompañara o no, pero por dentro se recriminaba por haberle pedido tal cosa.

-no hay problema. Son aquellos ¿no es así? - señala justo a su derecha unos carritos que usaban los trabajadores del parque para recorrerlo más rápido y estar al pendiente de todo – vine aquí porque vi esos carritos y pensé que podría haber alguien que me ayudara y mira, te encontré a ti – dijo con una deslumbrante sonrisa

Aquello terminó por derrotarlo. Iguro Obanai estaba completamente derrotado por aquella bella desconocida con la que seguía teniendo una sensación extrañamente familiar.

Sentía que rápidamente la sangre se le subía al rostro, así que, fingiendo mantener su actitud estoica, se dio la vuelta comenzando a caminar rumbo a aquellos carros.

-vamos entonces – apenas sisea, pero Mitsuri lo sigue rápidamente

Cuando suben al carrito, Iguru le pasa a la serpiente que seguía dormida por el aturdimiento, pero, a ojos expertos del pelinegro, no corría peligro. Fue entonces que notó las calcetas manchadas de lodo.

-seguramente las arruinó cuando fue a rescatar a la serpiente – pensó fascinado por la bondad de aquella mujer, que seguía mirando a la boa con clara inquietud. No cualquiera hubiera tenido esa disposición y ella ni quiera le importo ensuciarse – no te preocupes – habla, haciendo que la joven volteara a verlo, pero él no se atrevía a devolverle la mirada, en verdad que esos ojos verdes lo ponían extrañamente nervioso – cuando esté en su hábitat se repondrá - dice poniendo en marcha el vehículo.

-aguanta pequeño, pronto te sentirás mejor – ve de reojo, con ya el carro en marcha, como las blancas manos de la joven acariciaba las escamas de la serpiente

LINDA! - fue el grito interno de Obanai, aunque exteriormente iba bastante calmado y concentrado en el camino

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Las maestras en general aquel día también lo tomaron como un día escolar para relajarse, así que Kanae decidió estar un agradable momento a solas tomando algo en una de las cafeterías del parque y disfrutando del frescor que los cientos de árboles que estaban por todo el lugar le brindaban.

Justo cuando dejaba la taza de té en la mesa, observo frente a ella su credencial de docente que le era precisamente entregada por el guardia de seguridad de la entrada, Shinazugawa. Este solo mantenía la credencial al aire frente a ella sin siquiera voltearla a ver, incluso traía una especie de mueca en el rostro.

-Oficial Shinazugawa que sorpresa verlo de nuevo – dice ella con una amistosa sonrisa - ¿no ha habido problemas con los estudiantes?

-no me he enterado de ningún problema - responde apenas audible - ¿no quiere su credencial? - pregunta de forma algo tosca al notar que la mujer no la tomaba

-pero la deje como seguro de que me haría responsable del estudiante que entro sin la suya –

-ya cambié de turno, no me quiero hacer responsable si se pierde, mejor téngala – insiste moviéndola un poco, todo aun sin mirarla directamente

-oh, muchas gracias por dármela personalmente – la toma, colgándosela luego en el cuello - ¿no gusta sentarse un rato? - ofrece señalando un lugar delante de ella – déjeme invitarle algo por la molestia de buscarme por todo el parque para entregarme personalmente mi credencial – aquello hace que prácticamente a Sanemi le explote la cabeza y se le pusiera el rostro al rojo vivo.

-¡no la estaba buscando! - grita echando humo de las orejas – me traje su credencial por si de casualidad la veía y la encontré aquí - se justifica a pesar de que en realidad si la estaba buscando

-bueno, fue una agradable coincidencia entonces – seguía manteniendo esa cálida sonrisa que a Sanemi le seguía poniendo los nervios de punta – si no le causa problemas, lo invito a sentarse un rato, hace un gran trabajo como guardia de este hermoso parque, dese un descanso – nuevamente le extiende la mano en invitación a sentarse frente a ella.

Sanemi aprieta un poco la mandíbula emitiendo un gruñido casi imperceptible, pero al final, sin saber realmente el porqué, se sienta delante de aquella mujer mirando a otro lado y apoyando su barbilla en su mano donde tenía su codo recargado en el respaldo de la silla.

Kanae solo sonríe divertida, algo le decía que ese hombre era todo menos lo que aparentaba.

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Poco a poco la boa rosada empezó a moverse una vez que estuvo en su hábitat. Mitsuri vio con alegría como ya parecía estar mejor y su alivio fue más grande cuando el pelinegro le aseguro que estaba ya fuera de peligro.

-que alivio – expresa realmente contenta de ver a la boa moviéndose, incluso la misma boa la miro como si le estuviese dando las gracias. Aquello provocó una encantadora sonrisa en la pelirosa – muchas gracias por ayudarme... señor…. aaay perdón, nunca pregunte tu nombre, lo siento – hace una apresurada reverencia ¿podría ser alguien más adorable?

-Iguro Obanai – responde virando la vista – y soy yo quien debería agradecerte... - iba a decirle "señorita" pero la efusiva mujer le dio la información que el anhelaba tener

-Kanroji Mitsuri – se adelanta a él, manteniendo ese gesto resplandeciente y lleno de luz, todo lo contrario, a su aura oscura.

-Kanroji – repite sintiendo que esa fonética era familiar. Era extraño, sentía que ya la ha pronunciado muchas veces, aunque en sí, era la primera vez que escuchaba ese nombre – gracias por rescatar a la serpiente, lamento que tus calcetas se hallan arruinado, te las repondré

Mitsuri mira abajo, notando que efectivamente sus largas calcetas verdes estaban manchadas de lodo. Aquello la hace hacer una pequeña mueca de decepción y tristeza, pues, aunque era ridículo, sentía que tenían algo especial desde que las encontró en una tienda.

-me gustaron mucho desde que las vi – dice con una triste sonrisa – no sé porque, son solo calcetas después de todo.

De verdad era demasiado inusual para Obanai el sentirse de lo más miserable por aquella desconocida que miraba sus calcetas arruinadas. Más extraño era que se sintiera responsable y que de verdad tuviera el tremendo impulso de ir ahora mismo a las tiendas de regalos del parque a buscar unas iguales, y si no las encontraba, estaba más que dispuesto a ir a cada tienda de la ciudad, no importa cuánto tuviera que recorrer.

¿Pero qué demonios eran estos pensamientos?

-Iguru-kun... Iguru-kun – la insiste voz de aquella mujer lo despertó de tales pensamientos impetuosos – creo que se escapó otra serpiente - señala al suelo una serpiente blanca que se deslizaba, aunque no estaba asustada, lo que llamó aún más la atención del pelinegro pues cualquier chica ya estuviese gritando exageradamente.

-descuida, es Kaburamaru – dice al tiempo que dicha serpiente blanca se desliza por su cuerpo hasta llegar a su cuello donde, como era usual, se enrolla - él suele escapar de su jaula cuando sabe que estoy aquí, aun no sé cómo lo hace – serpiente y dueño se miran, era como si Kaburamaru le dijera "nunca te lo diré"

-oh, es tan lindo y muy listo – exclama con encanto la peli rosa procediendo a acariciar la cabeza del reptil, que parecía encantado también con aquella mujer.

¡¿Cuántas veces lo haría sentirse en una encrucijada?!

Es decir, era ridículo que en ese momento estuviera sintiendo celos de la serpiente que lo eligió, porque curiosamente desde hace muchos años fue Kaburamaru quien se le acercó y tomo la costumbre de enrollarse en su cuello, y ahora de verdad que sentía algo muy parecido a los celos por recibir caricias de aquellas blancas y bellas manos, además que le dedicaba aquella sonrisa celestial. Maldito reptil.

-jajaja basta, me haces cosquillas –

Toda molestia se desvaneció cuando Kanroji empezó a reír porque Kaburamaru le daba pequeños lengüetazos en su mejilla.

-su risa suena como campanas de viento – piensa embelesado y sintiendo otra vez esa sensación tan nueva y a la vez tan familiar.

Siente la amenaza de un sonrojo cuando Kanroji voltea a verlo sin quitar esa adorable sonrisa, por lo que tuvo que voltearse. Simplemente era incapaz de sostenerle la mirada, por alguna razón lo ponía demasiado nervioso, o, mejor dicho, sentía que, si lo hacía no sería capaz de dejar de mirarla, que se perdería en el profundo verde de sus ojos.

-es... es mejor que sigas con tu recorrido – nuevamente apenas sisea, se le estaba yendo la voz en presencia de aquella mujer

-es cierto, y debo encontrarme con Shinobu, no ha parado de mandarme mensajes – mira alarmada su celular – me voy entonces, fue un gusto conocerte Iguru-kun – de despide con una sonrisa aún más resplandeciente, esa mujer era luz pura que lo cegaba – sabes?... es extraño, pero me da la sensación de que ya te había conocido - juguetea nerviosa con una trenza de su cabello al decirlo - si me da tiempo, vendré a despedirme antes que salgan los autobuses... nos vemos... - y con una adorable energía, se va corriendo a la salida.

Obanai la observa irse hasta el último segundo, prendado simplemente del movimiento de su cabellera al ritmo de sus enérgicos pasos.

Así se mantuvo por quien sabe cuánto tiempo, mirando con ojos abnegados el pasillo ya vacío por donde se había marchado como si aun su imagen o esencia siguieran ahí. Hubiese permanecido más tiempo fingiendo ser una estatua de no ser porque Kaburamaru lo despertó dándole una pequeña mordida en la mejilla.

Al voltear a verlo con reclamó, aquella serpiente blanca parecía que se estaba burlando de él. Obanai solamente lo empujo de la cara con la palma de su mano y siguió su camino para continuar sus actividades, sin embargo, traía un pensamiento arraigado, algo que definitivamente debía hacer porque tenía la sensación de que era una importante promesa.

"tengo que reponerle sus calcetas"

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Ilsebb23 – me alegra que te allá gustado el primer capítulo, gracias por tu comentario. Aquí tienes la continuación que es un poco más largo