(Kurt POV)

(Minutos atrás)

Kurt meneaba las caderas y alzaba los brazos al ritmo de "Bad Romance". Todo era diversión, desenfreno y goce hasta que una extraña sensación comenzó a formarse en la boca del estómago y súbitamente comenzó a elevarse por el esófago como lava ardiente. Sin esperar un segundo más, Kurt se lanzó corriendo en dirección al baño cubriendo su boca para evitar que nada salga. Una vez en el baño localizó el cubículo vació más cercano y se lanzó adentro como si una bomba estuviera a punto de estallar, luego se inclinó sobre el retrete y lo dejó salir todo.

— ¿Estás bien? —preguntó una voz que le pareció vagamente familiar en el cubículo de al lado.

—Sí… eso creo —contestó Kurt una vez que pudo parar de vomitar. Y se sentó un momento junto al retrete mientras todo su mundo daba vueltas.

—Pues no te escuchas muy bien —replicó la familiar voz contigua. Fue entonces que Kurt reparó en el pequeño agujero que conectaba ambos cubículos. "¿Para qué carajo harían un agujero justo allí?"

—Estoy bien —señaló Kurt más para sí mismo y como pudo logró ponerse en pie y dirigirse hasta los lavabos. El estudiante miró su reflejo en el espejo y por poco no se reconocía. Era como si otro chico de su misma edad y estatura pero en un estado viviblemente más deplorable y con la cara torcida le devolviera la mirada. Kurt se mojó el rostro varias veces y por el reflejo del espejo vio como un chico robusto y fornido entraba al cubículo donde se encontraba antes "¿Qué ese no era Dave Karofsky?"

Dave Karofsky era otro estudiante de McKinley, quien también había sido su compañero de equipo durante el breve tiempo que jugó futbol con los Linces y, si no mal recordaba, el chico jugaba en la defensa. "Eso es imposible", deliberó Kurt. Aquel estudiante de su colegio era el más homofóbico y bully que jamás había conocido, por lo que encontrárselo en un lugar como este era prácticamente impensable. "Debo buscar a Finn y salir de aquí", pensó mientras el suelo aún se movía bajo sus pies.

Kurt salió nuevamente al salón en donde un mar de personas brincaban y se movían en diferentes direcciones, el ruido retumbaba en sus oídos y la muchedumbre lo empujaban sin cesar. Encontrar a Finn en aquel sitio no sería asunto sencillo pero Kurt se puso a la labor entre tropezones y empujones. Lo buscó junto al escenario central, cerca de la entrada e incluso preguntó por él al atractivo vaquero de sombrero rosado que atendía en la barra, sin embargo no supo darle señas de su amigo.

Kurt se dispuso a dar un rondín más por todo el lugar cuando un sujeto grande, calvo y de barba vikinga lo interceptó.

— ¿A dónde vas con tanta prisa niño bonito? —preguntó el extraño, sujetándolo incómodamente por el hombro.

—Yo… estoy buscando a mi amigo —contestó Kurt fingiendo no estar nervioso e intentando deshacerse del agarre de aquel sujeto.

—Pues no debe ser muy buen amigo si te dejo aquí solito —El hombre levantó una ceja y Kurt soltó una risita incómoda de los puros nervios.

—Oye, ¿no quieres acompañarme a mi casa? Está muy cerca de aquí y a mí me gustan mucho los Twinks como tú —añadió el barbón y esta vez tomó a Kurt por los dos hombros y acercó todo su cuerpo con la clara intención de plantarle un beso.

—En realidad… yo preferiría… no gracias —balbuceaba Kurt poniendo resistencia y retorciéndose un poco para intentar zafarse de las manos de aquel sujeto. Sin embargo, la diferencia de tamaño y peso hacían de esto una tarea imposible.

De la puerta del baño contigua a ellos. Kurt ve salir a un sujeto vestido con jeans y chamarra de cuero, su corte mohicano es lo que hace que el chico lo reconozca de inmediato. Era Noah Puckerman, el amigo siempre enojado de Finn.

— ¿Kurt? —pregunta Puck en cuanto lo ve.

— ¿Ese es tu amigo? Sabes, no me molestaría un trío con ambos —sugirió el hombre, tomando a Kurt por la cintura, acercándolo aún más a su sudoroso cuerpo que apestaba a alcohol y comiéndose a Puck con la mirada.

—Te dije que no —respondió Kurt más contundente y enérgico que antes, intentando poner distancia entre ambos pero la fuerza no le alcanzaba. De pronto, Puck dio un paso hacia ellos y con ímpetu empujó al sujeto más grande del hombro haciendo que este de un traspié hacia atrás.

— ¿Qué no oyes? Él ya dijo que no —puntualizó Puck.

— ¿Por qué mejor no te metes en tus propios asuntos? —respondió el sujeto desconocido con el rostro enrojecido de molestia. Sin avisar, Puck lo tomó por el cuello de la camisa, lo separó de Kurt y lo empujó hasta el baño de dónde había salido hace unos instantes. Acto seguido, le propina al hombre un puñetazo directo al rostro que lo catapulta directamente contra el suelo.

—Aprende que no, es no idiota —finaliza el chico de mohicano. Kurt se coloca a espaldas de su defensor y observa con sorpresa como de uno de los cubículos del baño salta su amigo Finn, seguido de un extraño pero atractivo joven de cabello castaño y ondulado.

— ¿Finn? —pregunta incrédulo Puck.

— ¿Puck?

— ¿Finn?

— ¿Kurt?


(Puck POV)

(Minutos atrás)

Noah Puckerman se encontraba encerrado en uno de los cubículos del baño del club nocturno "CowBOYS" fumando un cigarro. Se sentía miserable y derrotado. Se preguntaba a sí mismo si esto era un presagio del resto de su vida; alcoholizarse en bares, buscando sexo fácil para lidiar con una vida que francamente nunca quiso llevar.

Quinn Fabray le había informado hace unos días que conservaría al bebé que estaba esperando, producto del alcohol y la estupidez adolescente. Puck no amaba a Quinn, no realmente. La chica era la pantalla perfecta para despistar todas las dudas que podrían surgir sobre su sexualidad, ante los demás, ante su madre y ante sí mismo. Desde joven supo que había algo diferente en él, algo que no estaba listo para lidiar y mucho menos para discutir con alguien más, es por eso que se había pasado los primeros años del HighScool de novia en novia temporal y superficialmente ganándose la fama de "rompe corazones" hasta que conoció a la rubia porrista, la cual quedó enganchada a él desde el primer momento. Sabía que la educación tan rigurosa y católica que había recibido la chica, sumado a su forma tan recatada y perfeccionista de ser, pospondría hablar de sexo por lo menos hasta terminar el colegio y, quien sabe, tal vez durante todos esos años algo cambiaría en Puck y aprendería a querer a Quinn, a amarla… a desearla.

Pero luego conoció a Finn Hudson y todo se vino cuesta abajo. Otro chico de preparatoria tan confundido como él, tan deseoso de experimentar lo que tanto se había prohibido como él. La conexión fue instantánea y voraz. Era como si estuvieran destinados a conocerse el uno al otro, a destruir uno el mundo del otro y viceversa solo para consumar sus hormonales deseos juveniles.

La furia comenzó a apoderarse de Puck mientras arrojaba la colilla de su cigarro al retrete y encendía otro. Todo era culpa de Finn y su estúpida y perfecta sonrisa, de su suave tacto, de su hermosa voz. La noche que Puck estuvo por primera y única vez con Quinn, estaba muy borracho, había decidido dejar de hablarle a su amigo debido a su brillante idea de unirse al coro, lo que causó que las demás personas comenzaran a hablar del atleta y sus gustos personales. Puck no quería que lo relacionaran con él y supuso que sería fácil tomar distancia del otro chico, pero estaba muy equivocado. De hecho fue esa distancia la que despertó algo en su interior y le hizo darse cuenta de lo mucho que necesitaba la compañía del otro, de lo mucho que deseaba a Finn Hudson. Por eso había bebido, por eso tenía que demostrarse a sí mismo que estaba equivocado y que de hecho podía involucrarse sexualmente con cualquier persona, incluso con una chica y todo estaría bien. Quinn estuvo de acuerdo con ello, al menos con la parte de acostarse con él y el resto de la historia está contada

Alguien entró al cubículo contigo dando trompicones y segundos después se escuchó como ese alguien vomitaba sin poder contenerse.

— ¿Estás bien? —preguntó Puck por cortesía.

—Sí… eso creo —contestó entre jadeos un joven a su lado.

—Pues no te escuchas muy bien —replicó Puck intentado ver por el pequeño agujero que conectaba ambos cubículos pero solo logró ver la espalda del otro chico quien se inclinaba sobre el retrete.

—Estoy bien —sentenció el joven y Puck entendió que no estaba de ánimos para mantener una conversación. Entonces volvió a pensar en Finn y por un instante se lo imaginó como el chico del cubículo de al lado. Borracho y perdido seguramente por un patán que no lo supo valorar y que solo jugó con sus sentimientos y lo entendió todo. Finn era la persona menos responsable de que él fuera un completo idiota que no había manejado la situación de la mejor manera y se había olvidado de usar protección, pero tampoco lo era su futuro hijo o hija, Puck se negaba ser como su propio padre y abandonarle a su suerte solo porque las cosas no estaban fáciles. Además Quinn bien le había advertido que la única manera en que sus padres le permitirían estar cerca de ella y su bebé sería si estaban juntos como pareja. De cualquier manera todos los caminos lo llevaban de nuevo al mismo lugar; terminar lo que tenía con Finn había sido la mejor decisión. Su amigo no se merecía a alguien tan estúpido como él y, al igual que el chico que estaba vomitando hace unos instantes a su costado, con el tiempo el atleta se pondría nuevamente en pie y saldría adelante.

Alguien más entró al baño y se metió al cubículo contiguo ya desocupado, Puck inhaló tanto tabaco como pudo y aguardo expectante. Unos dedos anchos y masculinos se asomaron por el pequeño agujero en la pared y el chico de mohicano los observó dubitativo por algunos instantes; finalmente se puso en pie, desabotonó su pantalón de mezclilla, sacó su miembro viril y lo sacudió un poco hasta que este estuvo lo suficientemente erguido como para introducirlo por aquella ranura. Unos labios un tanto ásperos lo esperaban impacientes y hambrientos desde el otro lado, quién sea que estuviera allí no se anduvo con rodeos y engulló tanto de la verga de Puck como le fue posible. El otro chico se aferró un poco a la pared ante el abrupto contacto pero continuó fumando su cigarro como si nada pasara.

Una lengua inquieta, sonidos guturales, saliva escurriendo por todo su miembro y aquella áspera sensación cuando este se habría paso hasta la garganta del desconocido era todo cuanto Puck podía percibir. "Demonios, es realmente malo en esto", juzgó el chico de mohicano al notar la impaciencia y torpeza del sujeto del cubículo contiguo, era como si tuviera algo de prisa por salir de allí pero antes quisiera arrancarle la verga y llevársela de recuerdo. Puck arrojó la segunda colilla de cigarro al retrete y cerró los ojos para concentrarse, únicamente tenía que imaginarse que la persona que ya hacía en cuclillas y succionando su pene al otro lado de la pared era Finn Hudson… eso había funcionado las noches anteriores. Puck comenzó a revivir la primera y única vez que su amigo le había hecho sexo oral en su mente y, a pesar del contraste con la situación actual, solo recordar un poco de aquella noche fue suficiente para que el chico estallara en la boca del extraño. Puckerman se aferró aún más a la pared mientras pasaba su orgasmo a la vez que una lengua nada habilidosa lo aseaba del otro lado.

Pasado un breve tiempo el sujeto del cubículo junto al de Puck salió como si nada hubiese pasado allí dentro. El chico de mohicano lo espió por una pequeña rendija pero solo logró observar una silueta amplia y una espalda robusta y, una vez que escuchó que la puerta del baño se cerraba, este salió finalmente de su encierro; antes de marcharse miró su reflejo en el espejo con un dejo de decepción y tristeza. Afuera todo era caos y desenfrenó, Puck se acomodó la chamarra de cuero y se dispuso a largarse de allí cuando vislumbró a un diminuto y escuálido chico, a quien conocía, en compañía de un sujeto con pinta de maleante.

— ¿Kurt? —preguntó Puck al verlo.

(Más tarde esa noche)

Puck, Finn, Kurt y un tipo con pinta de galán de barrio llamado Jesse esperaban en la banqueta junto a la avenida principal, a altas horas de la noche y con una temperatura que rondaba los tres grados. La seguridad de CowBOYS los había expulsado a todos cuando Puck le reventó la cara al sujeto gordo y calvo que estaba molestando a Kurt, solo para descubrir a Finn, quién había estado encerrado en uno de los cubículos del baño haciendo Dios sabe que cosas con ese tal Jesse.

— ¿Tienes fuego? —preguntó el chico de cabello ondulado y dentadura de comercial sentado a su lado y Puck sintió las repentinas ganas de golpear un segundo rostro esa noche, pero en cambio se limitó a usar su encendedor a regañadientes para prender el cigarro que yacía en la boca del chico.

—Gracias —contestó Jesse a la vez que un auto se estacionaba frente a ellos y se ponía de pie. Acto seguido, guiñó un ojo en dirección a Finn—. No olvides llamar.

Finn puso aquella sonrisa estúpida que era aún peor bajo los efectos del alcohol. Jesse subió al auto y se marchó. Puck le lanzó una mirada fulminante al jugador de americano.

— ¡¿Pero qué demonios estabas pensando?! —le reprendió el chico de mohicano.

— ¿Disculpa? —cuestionó Finn entre borracho e incrédulo.

—Mírate en qué estado estás. Y, ¿quién se supone que era ese?... ¡Mierda, mira a Kurt! —continuó reprendiendo Puckerman señalando al chico más pequeño quien estaba recargado contra el hombro de Finn completamente vencido y sin conocimiento de sí.

—Yo… solo quería… distraerme un poco. —balbuceó el atleta.

— ¿Poniéndote en riesgo a ti y a tu amigo de esta forma?

— ¡Oye, no me sermonees! ¡¿O es que tú si puedes venir a lugares como este, tomar tragos y ligar con extraños y yo no?! —Reclamó Finn y Puck se limitó a girar el rostro en otra dirección.

—Pero se supone que tú eres mejor que yo… He sido una pésima influencia —respondió Puck después de un tiempo y ambos se quedaron en silencio. Todo lo sucedido esta noche le confirmaba a Puck que la mejor decisión era mantearse alejado de su amigo.

Otro auto se estacionó frente a ellos y del lado del conductor descendió un Will Schuester con semblante de preocupación y consternación, un gesto muy paternal de su parte.

— ¿Están todos bien? —preguntó el profesor.

—Pobre Bambi, nunca debieron cazar a tu mami —comentó abruptamente Kurt en un breve momento de lucidez y acto seguido vomitó sobre el pavimento.

El profesor Schuester prácticamente cargó a Kurt en brazos y lo metió en la parte trasera de su auto. Luego regresó junto a Finn y Puck.

—Gracias por venir a recogernos Mr. Schue. Estoy muy apenado.

—Tranquilo, me alegra que llamaras antes de hacer otra imprudencia… ¿Seguro que no quieres que te lleve? —preguntó esta vez dirigiéndose a Puck.

—Traigo la moto —respondió el chico de mohicano y ante la mirada severa del adulto ahí presente, agregó—. No tomé alcohol.

—Está bien… Finn, te espero en el auto —cedió Mr. Schue y dejó a ambos chicos a solas.

Ambos se quedaron en silencio, evitando sus miradas y sin estar seguros de que decir o de quien debía dar el primer paso. Finalmente Finn se aclaró la garganta.

—Eso que dijiste… sobre ser una mala influencia. Sabes que no es cierto —expresó el atleta y en su voz había compasión y suavidad—. Puck, yo tomo mis propias decisiones y no todas son muy buenas cómo pudiste notarlo.

Puckerman no pudo evitar solar una ligera risa pero se mantuvo mirando al pavimento, incapaz de mirar al otro a los ojos, pues sabía que si lo hacía, eso sería suficiente para quebrarse.

— ¿Por qué no me dices la verdadera razón por la que no llegaste esa noche a nuestra cita? —Finn lo tomó de la mano y Puck tensó la mandíbula, no porque le preocupara que alguien pudiera verlos en aquel momento tan íntimo sino haciendo un esfuerzo sobre humano para no soltarse a llorar.

—No puedo —dijo después de un intenso debate interno entre lo que realmente quería y lo que era correcto—. Debes confiar en que esto es lo mejor para los dos.

Finn soltó su mano. De pronto esa compasión y suavidad se esfumaron, dando lugar a una furia renovada y casi palpable.

—Eres un maldito cobarde. Tú puedes confiar en eso —sentenció Finn con voz tan helada como un tempano y sin decir nada más se marchó en dirección al auto de Mr. Schue, dejando solo a Puck quien se limitó a observar como el auto encendía el motor y comenzaba alejarse lentamente. El chico de chamarra de cuero se limpió una cobarde lágrima que había logrado escapar por su mejilla y encendió otro cigarro.