Capítulo 23: EL ANTES

"Tenemos que permitir que la culpa nos recuerde hacerlo mejor la próxima vez". - VERONICA ROTH

De niño, Draco Malfoy había imaginado un futuro muy distinto.

Como único heredero de una fortuna que se remontaba a tiempos inmemoriales, tendría el mundo a sus pies, y como hijo de la unión de dos de las familias más puras de su mundo, la superioridad de su sangre era incuestionable.

Su futuro era brillar con luz propia, destacar por su inteligencia y astucia, ser el favorito de todos. Ser Prefecto, Capitán del Equipo de Quidditch, Premio Anual, y el mejor en los EXTASIS. Iniciaría una destacada carrera política, hasta ascender a Ministro de Magia, posición desde la cual conduciría a magos y brujas a una nueva época esplendorosa, lejos de la pestilencia de los sangresucia.

Estaba destinado a ser el mejor. A ser un héroe. A cambiar el mundo para bien.

Hasta que una mugrosa hija de muggles fue mejor que él en todo y un huérfano desastroso, sin ninguna capacidad excepcional, le robó el favoritismo de Dumbledore y de todos los demás.

Pero el joven Draco sabía que estaba del lado correcto y los demás en el equivocado, por lo que tarde o temprano, todo volvería a tomar su rumbo natural y él resurgiría con luz renovada, en el nuevo mundo que su padre quería para él.

Y entonces Lucius fue a dar a Azkaban y aquellos que antes fueron sus aliados, le trataron como escoria, y se cobraron en él de todas las envidias guardadas por años.

Y entonces vino la marca, un paso que prometía recuperar el sitial que su familia había perdido, pero que solo terminó por hundir cualquier esperanza.

Y entonces vino el cuestionamiento.

Si estaba del lado correcto, ¿por qué sentía que era incorrecto?

Si la sangre sucia era inferior a él, ¿por qué lo superaba en todo?

Y si San Potter no era más que un obstáculo en la lucha por la supremacía de los de su clase, ¿por qué él, Draco Malfoy, mortífago y sangre pura, había respirado más tranquilo cuando ese chico al que odiaba derrotó al Señor Oscuro?

Todas las creencias con las que había conducido su vida hasta entonces y los prejuicios en que había forjado su carácter, fueron siendo socavados lentamente, con cada desquiciada risa de Bella, con cada tortura del hombre al que había prometido su vida, y con cada asquerosa caricia de Alecto. Y sucumbieron al espantoso derrumbe del futuro prometido, cuando comprendió que no era mejor que una sangre sucia, ni estaba destinado a un futuro heroico.

Era un chico idiota, suficientemente astuto para sobrevivir, pero despreciablemente cobarde e incapaz de tomar una puta buena decisión.

Y por eso, tenía que pagar.

No es que Draco anhelara convertirse en un mártir, pero había una cualidad atractiva en la expiación que Azkaban ofrecía. Era un medio para librarse de la culpa. Y él necesitaba dejar atrás esa culpa. Quería saldar su deuda y seguir adelante con su vida.

Le sorprendió ver a San Potter declarando a su favor. "Se lo debe a tu madre", había dicho Blaise, y por un momento, por un solo instante, Draco temió que la fama del "Elegido" pesara más que sus crímenes, y que Potter acabara por arrebatarle la única decisión por la cual sentía algo similar al orgullo.

Por suerte, su tibio discurso de "No parecía dispuesto a entregarnos", o "Pudo haberles dicho que era yo y no lo hizo", sirvió de poco.

No importaba el optimismo que Theo fingía tras la puerta de la sala en que esperaba el veredicto, él sabía que las palabras de Potter no habían cambiado nada. Lo había leído en las caras de los vindicativos integrantes del Wizengamot.

Ellos querían sentar un ejemplo y él era un buen ejemplo. Sólo esperaba que comunicaran la decisión pronto, para tomar su lugar en la celda destinada a recibirlo.

¿Ocuparé la misma celda que en otro tiempo ocupó mi padre?, se preguntaba.

Su padre, quien había llevado en otros tiempos las mismas marcas que él llevaría ahora. Las marcas a las que Lucius, con sus decisiones, lo había condenado a él.

¿Dolerá el tatuaje de Azkaban tanto como dolió la marca?

Sus manos esposadas viajaron inconscientemente a su cuello, tocando la blanca piel con sus dedos y recordando cuánto odiaba aquella marca cuando la veía en su padre. ¿Lo aborrecería su hijo cuando, años más tarde, descubriera el significado de ese tatuaje? Eso, si es que llegaba a tener un hijo.

Draco dejó caer las manos entre sus piernas flectadas y separó sus rodillas, empujando su espalda contra el respaldo del asiento, mientras su cabeza caía hacia atrás, pensando en lo difícil que sería conseguir una esposa al salir de Azkaban.

Excepto Astoria, quizá. La cándida hermana de Daphne, que le había escrito una carta cada semana durante su espera del juicio, reafirmándole, con un optimismo que rayaba lo absurdo, que "todo saldría bien". Le había prometido además que, cuando todo terminara y ella cumpliera la mayoría de edad necesaria para no requerir el permiso de sus padres, no se separaría de su lado nunca más.

Si la inocente chica pudiera despertar en él algo distinto a la ternura, su promesa le habría hecho ilusión, pero para él, Astoria Greengrass nunca dejaría de ser la dulce hermana de Daphne, la niña que le robaba las grajeas de color azul, alegando que eran las más brillantes, y por la que había recibido más que un par de maldiciones dolorosas, en un acto de valentía que Draco aún no se explicaba del todo.

Aún así…

La puerta se abrió de golpe, sacándolo de sus pensamientos y Draco giró su cabeza lentamente, para contemplar a Theodore Nott ingresar con evidente ansiedad, avanzando unos pasos hacia él, y luego retrocediendo hasta asegurarse de cerrar la puerta tras de sí.

- ¡Draco!- le llamó, como si el nombre fuera necesario en una sala en que no estaban más que ellos dos.- ¡Granger está aquí!- exclamó, en un susurro. Parecía temer que alguien escuchara del otro lado de la puerta. Tenía las cejas alzadas y una sonrisa en sus labios, que daban a entender que aquello lo sorprendía, a la vez que lo alegraba.

- ¿Y?- de no tener las manos esposadas, habría intentado cruzarse de brazos.

- Y va a declarar a tu favor.

Draco observó al chico frente a él un largo instante, intentando comprender el origen de un mensaje tan ridículo. Si Granger declaraba alguna vez, ciertamente no sería a su favor.

Estuvo tentado de introducirse en la cabeza del muchacho para confirmar si todos los tormentos infligidos por su padre en el pasado, habían terminado por alterar su cordura, pero se contuvo. El único intento previo de adentrarse en la mente de Theodore, había terminado con él sumergido en una oscuridad insondable.

No. Leer a Theodore Nott era algo que él no estaba dispuesto a intentar otra vez, y se limitó a preguntar.

- ¿Es una broma?

- No.- repuso Theo, ampliando su sonrisa y moviendo la cabeza de lado a lado, con los que sus castaños rizos rebotaban en su frente.- Lovegood acaba de decírmelo. Su única condición es hablar antes contigo.

- ¿Lovegood?- Draco alzó una ceja y notó como los colores subían a las mejillas de su naturalmente pálido amigo.

- Granger le pidió a ella que hablara conmigo para convencerte.

- ¿Por qué se lo pidió a Lovegood?- Draco sabía que utilizar a la rubia como mediadora con Theodore, había sido una estrategia estupenda, pero Granger no tenía cómo saber eso, ¿o si?

Era curioso como Theodore Nott parecía haber perdido incluso su racionalidad, pues, por el modo en que se encogía de hombros, daba cuenta que no se había planteado esa pregunta.

Draco resopló, transparentando su molestia.

- Que le diga a Granger que se guarde de declarar nada.

- ¿Estás loco? Tu Defensor dijo que si ella declara…

- No cambiará nada.

- Sí lo hará, Draco.

- Potter declaró y tú y yo sabemos que no sirvió de nada.

- Es distinto.

- ¿Por qué?

- Porque Granger representa todo lo que tú odias y el Wizengamot lo sabe.- Draco se contuvo de replicar, aunque no por los motivos que Theodore parecía creer, sino porque, efectivamente, Granger representaba todo lo que él había odiado. Aunque eso era antes de que todos sus prejuicios y valores perdieran sentido. Antes de que él se convirtiera en escoria.- Si ella declara a tu favor, ¿quién de ellos tendrá autoridad moral para condenarte?

- Creo que tienen sus propias razones para hacerlo, Theo, que nada tienen que ver con autoridad moral.- respondió con fastidio, buscando alguna ventana a la cual mirar para evitar los ojos de Nott. No había ninguna.

Como tampoco la habrá en la celda que espera por mí.

- ¿Tú crees que eso importa? Esto no es un juicio por lo que hiciste o no hiciste, Draco, o muchos otros estarían siendo juzgados en este momento. Quieren convertirte en un símbolo por lo que representas. Si Granger declara a tu favor…

- No pasará.

- Granger representa todo lo contrario a lo que quieren hacer ver en ti.- insistió Theo.- Si ella dice que no eres el villano en que quieren convertirte, ya no podrán seguir con esta farsa, ¿entiendes?

- ¿Qué farsa?

- Tú lo sabes.

- No. No lo sé.- notó la rabia en su propia voz e intentó contenerse. Theo no merecía su ira.- Yo sí participé de aquello por lo que se me acusa y si no tuviera las manos esposadas, podría recordarte que sí tengo la puta marca en mi antebrazo.

- Draco,- el rostro de Theodore se tornó sombrío de pronto. Lo conocía lo suficiente para saber interpretar aquello como rabia.- puedo entender tu necesidad de castigo. Algo infrecuente en un Slytherin, ciertamente, pero puedo entender que estos últimos meses han sido una mierda para ti y no te permiten pensar con claridad. Pero tú y yo sabemos mejor que nadie lo que Azkaban puede hacer a una persona. Nuestros padres estuvieron ahí, ¿lo recuerdas? .- Theo mordía sus labios con rabia, no tanto contra él, sino contra el recuerdo.- Cuando el mío volvió a casa, no era más que un despojo humano por el que hasta yo sentí lástima. No creo que el caso de Lucius fuera muy distinto. ¿Realmente crees que para ti será diferente?

- Ya no están los dementores.- susurró entre dientes, lo que hizo a Theo agarrarse el cabello con clara frustración, antes de resoplar con molestia.

Por unos largos segundos, ninguno de los dos dijo nada, hasta que una extraña seriedad se posó en los ojos de Theodore antes de retomar su discurso.

- ¿Recuerdas en cuarto año, cuando Urquhart descubrió cómo me afectaba la oscuridad?

- Urquhart era un imbécil…- replicó Draco entre dientes, curioso de saber por qué Theodore recordaba un episodio como ese.

- ¿Y recuerdas aquella vez en que Blaise y tú me encontraron luego que ese idiota me encerrara en un armario oscuro?

- En realidad fue Pansy quien te oyó gritar y acudió a nosotros, para que la salvaramos del horrible monstruo que gritaba en el pasillo.- sonrió de medio lado, sin saber aún qué sentido tenía ese recuerdo.

- ¿Y recuerdas que cuando Blaise dijo que debía decir a Snape lo que Urquhart estaba haciendo, yo me opuse?- Draco se limitó a asentir.- ¿Recuerdas qué fue lo tú dijiste?

- Que en el estado miserable en que te encontrabas, no pensabas con la claridad necesaria para tomar esa decisión.- las palabras salieron como un susurro ronco por entre sus labios, comprendiendo al fin la comparación que Theo estaba haciendo.

- Y se lo dijiste a Snape, en contra de mi voluntad.

- Y el acoso paró.- sonrió Draco, en un vano intento de desviar a Theo de su objetivo.- Nunca me agradeciste por ello.

- Y no espero que tú me agradezcas ahora.- La seriedad en el rostro del joven dejaba clara su determinación.

- Theo…- amenazó con la voz, viendo cómo éste le daba la espalda en dirección a la puerta.

- Eres tú quien se encuentra incapacitado para tomar una buena decisión ahora, Draco. Así que, como Blaise no está aquí para hacerte entrar en razón, seré yo quien la tome por ti.

- ¡No es lo mismo, Theo! Si Granger quiere hablar conmigo antes de declarar, será porque quiere colocar sus condiciones y yo no estoy dispuesto a perder lo que me queda de dignidad cediendo a sus putos deseos.

Theo se volvió hacia él, resoplando con burla.

- Tú y yo sabemos, Draco, que has hecho cosas más indignas que besarle el trasero a Granger.- Draco sintió su estómago revolverse, pero Theo no pareció advertir su reacción- De hecho, el de Granger debe ser bastante más bonito que el de Carrow.

Si fue el modo en que se demudó su rostro ante el comentario, o porque Theo cayó en cuenta por sí mismo de lo que había dejado escapar, no había cómo saberlo. Pero el joven bajó la vista de golpe y se rascó la nuca, en una clara señal de arrepentimiento.

- Yo…- intentó decir, evitando la mirada de Draco.- Yo no…

- ¿Qué te ofreció Lovegood a cambio de esto? ¿Una cita? ¿La posibilidad de intercambiar cartas?- se burló con rabia. Podía notar el arrepentimiento en el rostro de Theo, pero eso no impedía que la ofensa siguiera doliendo. Y era tal el dolor, que tampoco fue consciente de lo que estaba a punto de decir.- ¿Le dijiste que nunca has sido capaz de llevar a una mujer a la cama por miedo a que apague las luces?

- Nada de eso.- pestañeó el muchacho, aún avergonzado por lo dicho, pero dolido por la réplica de él.- Lo único que me ofrece, es la oportunidad de salvar a un amigo. Y por imbécil que seas, Draco Malfoy, creo que mereces esa oportunidad.

Theo volvió a tomar la manilla de la puerta, antes de girarse a él por última vez.

- Dale mis saludos a Granger.- dijo, al dejar la habitación.

- Theo…

Por un largo minuto, Draco se mantuvo de pie, con la mirada fija en la puerta, lamentando sus palabras, mientras era embargado por la ansiedad que provocaba en él lo que estaba por venir.

Y no pasó mucho tiempo, antes que la luz del exterior volviera a invadir la habitación y ella hiciera su ingreso.

La última vez que había visto a Granger fue el día de la batalla, cuando los vencedores lloraban a los caídos. Cuando su padre aún vivía y coordinaba junto a ellos su gran retirada.

Recordaba su rostro cubierto de polvo y sangre. Su cabello revuelto en una maraña de hebras oscuras y mugre, y un suéter del mismo color rosa que el que llevaba puesto mientras Bellatrix la torturaba.

Mientras tú girabas tu rostro para evitar sus ojos.

Mientras rogabas por dejar de oír sus gritos.

Y aún así, sus ojos se clavaron en ti, pidiendo ayuda.

Y tú no hiciste nada.

La mujer de pie frente a él, era el mejor ejemplo de por qué Draco merecía Azkaban.

De por qué quería pagar su culpa.

Ella era su mayor culpa.

Y sin embargo…

- Espero que Nott te pusiera al tanto de que no accedí a hablar contigo.

Granger pestañeó aparentemente desconcertada ante sus palabras, como si su desagrado la confundiera.

¿Qué demonios esperaba?, se preguntó. ¿Un abrazo de bienvenida?

Tenía el cabello más largo de lo que Draco recordaba. Frondoso y desordenado, coronando su rostro pálido. Lucía más delgada y con ojeras marcadas, vistiendo del mismo modo aburrido de siempre.

Weasley no le ha hecho nada bien, pensó, recordando los múltiples titulares que hablaban del romance del siglo entre los dos héroes. Parece incluso mayor de lo que debería lucir.

Draco se preguntó dónde había quedado la chica que alguna vez le había parecido hermosa, en su vestido de fiesta. Una asquerosa sangre sucia, según pensaba en ese tiempo, inferior a él, e indigna de su admiración, pero innegablemente hermosa.

Eso fue antes de la guerra, recordó. Todos lucíamos mejor entonces.

Granger seguía mirándolo en silencio, con los labios entreabiertos y la más curiosa expresión en su rostro. Como si observara un fantasma.

Draco se mantuvo de pie, con las piernas separadas y las manos esposadas. No podía cruzar los brazos, como habría deseado, pero enderezó su espalda tanto como pudo, y alzó el rostro hacia arriba. Quería transmitirle que sin importar lo ocurrido en el piso de la Mansión, sin importar su cobardía e inacción, él no iba a dar señales de derrota. Estaba dispuesto a ir a Azkaban por lo que había hecho, a responder ante la justicia si eso era necesario para dejar atrás la culpa. Pero no pediría perdón. No a ella.

- ¿Te gusta lo que ves, Granger?- preguntó, alzando una ceja, y torciendo su labio en una sonrisa sugestiva.- Por el modo en que me miras, cualquiera diría que te has dado cuenta que Weasley tiene poco que ofrecer a la vista.

Draco esperaba que pestañeara, que sus mejillas enrojecieran, que se enojara, que lo mandara al infierno y saliera roja de ira por la puerta. Pero en lugar de eso, la joven bajó los ojos y sonrió con tristeza.

Su silencio comenzaba a incomodarlo.

- ¿Vas a decir algo, o solo has venido a…?

- No fue tu culpa.- lo interrumpió de pronto, antes de cerrar los ojos y quitar una lágrima que corría por su mejilla derecha con la mano.

¿Estaba llorando?

- ¿Cómo?

- Que no fue tu culpa.- abrió los ojos. Estaban rojos y brillantes por las lágrimas. ¿Por qué demonios estaba llorando?- No había nada que pudieras hacer por mi.

Draco se mantuvo en silencio, con la respiración contenida durante unos segundos interminables, mientras ella recorría su rostro con la vista, deteniéndose en sus ojos, en su frente, y luego en sus labios.

¿Por qué demonios me mira así?

La intensidad de su mirada comenzaba a ponerlo nervioso. No es que Draco no estuviera acostumbrado a ser objeto de miradas, pero ella lo observaba de un modo que resultaba inquietante viniendo de una chica a la que él había maltratado durante años.

- No sé a qué demonios estás jugando, Granger, pero…

- Solo quiero que lo sepas.- expuso, dando un par de pasos hacia él. Draco se tensó en su posición.- No te culpo por lo que ocurrió con Bellatrix. No había nada que pudieras hacer para evitarme lo que pasó. Pero agradezco que estuvieras ahí.

- ¿Es esto una broma?

- No. no lo es. Es muy en serio, Draco…

¿Draco?

- ¿Te golpeaste la cabeza, Granger? Porque pareces creer que somos amigos, y debo recordarte, que tú y yo no…

- No somos amigos, lo sé.- negó girando el rostro lejos de él. Sus dientes apretaban sus labios con tal fuerza, que Draco pensó que en cualquier momento la vería sangrar.- Pero no por eso voy a dejar de admitir que el que estuvieras ahí, lo hizo más soportable. ¿Sabes por qué?- Draco se mordió la mejilla por dentro de la boca, sin ánimo de responder a aquel absurdo.- Porque sabía que no había nada que pudieras hacer y que eso te estaba matando. De algún modo que no puedo explicar, sé que sufrías conmigo, no por las mismas razones quizá, pero tener ahí a alguien que compartiera mi dolor, me ayudó a que doliera menos. ¿Entiendes?

Draco la observó en silencio por un largo instante, antes de torcer sus labios en una sonrisa.

- De no estar esposado, realmente te aplaudiría.- Se burló.- Es la mejor actuación que he visto en mucho tiempo.

- Malfoy, yo…

- No tengo puta idea de qué es lo que quieres conseguir con esto, o qué es lo que planeas pedir a cambio de declarar a mi favor. Pero puedes guardartelo, Granger.

- Tú no mereces Azkaban, Draco.- dijo entre dientes, con tal nivel de confianza, que volvió a incomodarlo.

- No me llames por mi nombre.- amenazó de vuelta, con la ansiedad creciendo dentro de él. ¿Qué era lo que buscaba Granger con todo ese absurdo?.

- Tú no mereces Azkaban.- Repitió.- Y necesito que lo sepas.

Sus ojos reflejaban una mezcla de sentimientos difíciles de interpretar. Había un convencimiento que él no compartía, aunque quisiera. Había rabia contenida. Y había dolor también. Un dolor que no recordaba haber visto nunca en ella.

- Tú no decides eso.- susurró de pronto, y solo cuando las cejas de ella se alzaron, comprendió que lo había dejado escapar en voz alta, por lo que humedeció sus labios con la lengua antes de seguir. - El Wizengamot lo hace, y ellos no van a…

- Sí. Sí lo harán.

Draco inclinó la cabeza hacia el lado, contemplándola con creciente curiosidad, hasta notar como las mejillas de ella se ruborizaban. Si era por vergüenza ante el absurdo de sus palabras u otra cosa, él no habría sabido decirlo.

- ¿Por qué habrían de hacerlo?

Los ojos de ella volvieron a clavarse en él, con los labios entreabiertos y la determinación vibrando en su rostro.

- Porque Theo tiene razón,- sonrió triste. Draco se preguntó desde cuándo Granger hablaba con Theodore.- No nos quedan más opciones.

En los segundos que siguieron a ello, Draco no hizo más que mirarla en silencio, intentando no transparentar su efecto en él.

La chica de cabello enmarañado, con su rostro cansado y sus labios resecos, no tenía nada particularmente atractivo. Tal vez con algo más de dedicación o descanso, alzando sus hombros o irguiendo su espalda, pudiera encontrar en ella algún vestigio de esa imagen que lo dejó sin palabras en cuarto año, pero le costaba ver esa misma belleza ahora.

Y sin embargo, algo había en ella que no podía describir o identificar, algo que había advertido ahí otras veces, provocando su envidia, y que era muy probablemente la razón por la que alababan a una chica sin particular belleza, del modo que lo hacían.

Una chica "nacida de seres inferiores"…

Una chica "sin una gota de magia en su árbol genealógico"…

Una chica que era "una aberración en nuestro mundo"…

Y sin embargo, nunca le había parecido tan admirable.

Cuando minutos después, el guardia volvió a abrir la puerta para indicar a Granger que el Wizengamot esperaba con ella, Draco no necesitó intercambiar ninguna otra palabra para saber cuál sería el veredicto de los jueces, y es que, por algún extraño motivo, ella quería salvarlo de Azkaban.

Y a diferencia de él, Hermione Granger, no conocía el fracaso.

- Fin del capitulo 23-

Mis disculpas por la demora… Han sido días intensos en lo laboral. Apenas con tiempo para terminar esto, con escasas horas de sueño en el cuerpo, ojeras hasta el piso, y muy, pero muy cansada. Pero quedan pocas semanas con sobrecarga para volver a la normalidad. Espero terminar esto para entonces y poder así ir avanzando en las ideas de fics que he comprometido con algunas de ustedes.

Así que vamos que se puede.

Alex.