Nota de autor: Hola lectores, aquí les dejo el primer capítulo que espero les guste. Vamos lentos pero seguro...
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC
El señor que me había sostenido la primera vez al nacer, me llevó en brazos junto con mi gemelo no sé por cuanto tiempo hasta mi nuevo hogar. Lo percibí de esa manera al haber sentido por varios días el vaivén de las olas que chocaban contra el barco, y como llegábamos a tierra hasta que dejé los brazos del señor para ser tomada por una señora de voz gruesa que no sabía de quien se trataba.
Dado que era solo un bebé, mi conocimiento acerca de mi alrededor se basaba solamente en lo que lograba escuchar. No podía ver más allá de mis narices, y este cuerpo se agotaba con mucha facilidad, por lo que gran parte del tiempo me la pasaba durmiendo, y comiendo. Sin contar con la incontinencia que tenía de mis esfínteres e intestinos. Era una de las primeras cosas que quise olvidar lo antes posible.
Esa vulnerabilidad de tener que ser limpiada por alguien más era sumamente vergonzosa. Quizás por eso la mayoría olvidaba sus primeros años con tanta prisa, esto va a dejarme muchos traumas, que no mencionaré sino logro olvidarlo.
En cuanto me dejaron en los brazos de mi nueva cuidadora, la señora nos dijo de manera directa que no era nuestra madre, y que no se nos ocurra encariñarnos. Lo cual me hacía cuestionarme mi situación, ¿acaso el señor era mi familiar y nos había abandonado?, ¿estaba en algún tipo de orfanato? Esto último lo ponía en duda dado que las distintas voces que llegaba a escuchar eran de personas adultas, y lo primero supe que no era así cuando regresó un mes después para visitarnos de manera breve. Sobre todo a mí.
Me llamaba su princesa, y solía contarme sobre mi madre, sin importarle que no pudiera entenderle según la lógica. Según tenía entendido mi madre me tuvo mucho tiempo en su útero por lo que había muerto en el parto, no me contaba aun sobre mi padre más que había muerto antes de nosotros nacer, lo cual me hacía cuestionarme que tan mala suerte podía tener para reencarnar en un bebé sin familia.
Unos supuestos amigos suyos eran quienes me cuidaban, dado que según el señor que se autoproclamó mi abuelo, no podía cuidarme por su trabajo. Del cual tampoco me habló mucho, solo que era algo importante, pasando semanas en altamar, y no era lugar para un bebé. Supuse que trabajaba en algo relacionado con navegar barcos, quizás un mercante marítimo o algo parecido. Pero no indagué demasiado, solo tenía lo que me decía cuando no me quedaba dormida en sus brazos.
Los primeros meses de vida fueron confusos, extraños e incomodos. No podía hablar, cada vez que intentaba hacerlo salían balbuceos, lo cual me hacía preguntarme si mis cuerdas vocales se desarrollaría después de los 6 meses. Por lo que me mantuve tranquila durmiendo y comiendo la mayor parte del tiempo, me preocupaban muchas cosas, pero no iba a sufrir estrés tan joven.
En el momento en que comencé a distinguir todo con claridad entendí menos que al principio, observé que estaba en una cuna de madera, con una manta debajo de mi cuerpo, y dentro de lo que pude percibir como una cabaña de madera. Lo cual provocaba que me preguntara en donde estaba, siempre escuchaba pájaros, y la brisa de los árboles, pensé que estaba en una gran casa con un buen patio, pero parece no ser el caso.
Me logré sentar con facilidad para ver mejor en silencio encontrando el lugar demasiado familiar. Algo me decía que había visto esto en otra parte en mi otra vida. Lo cual era aún más confuso para mí, no entendía en absoluto que sucedía. Me encontraba sola en la habitación, y dada lo callada que era, supuse que nadie sabía que estaba despierta.
Bajé la mirada para ver a que altura estaba del suelo, y al verla un poco mortal para mi edad, preferí quedarme quieta donde estaba hasta que alguien notara que no seguía durmiendo. Estaba la opción de gritar como normalmente un bebé haría, pero mi propia voz me resultaba irritante como para pasar por ello. Solo gritaría si estuviera muriendo de hambre o en su defecto que necesitara un cambio de pañal, al no soportar quedarme sentada entre mis desechos, mientras me limitaba a observar todo mejor, intentando averiguar donde había visto este lugar.
—¿Desde cuando estás despierta? —escuché que me llamaba uno de mis cuidadores, el cual se acercó a mi cuna improvisada, resultándome también familiar. No era un antiguo amigo, o parte de mi familia en mi otra vida, pero algo me decía que no era la primera vez que lo veía—. Eres completamente opuesta a tu hermano, sino hubiera entrado sé que te pasarías horas ahí sentada callada —alcé mis brazos para que me sacara de aquí, lo cual entendió a la perfección, cumpliendo mi petición al mirarme con ternura.
—Dadan, Heis despertó —le dijo el hombre a alguien mientras salíamos de mi recamara con él conmigo en brazos—. No creo que tenga hambre.
—Déjala en el suelo, a ver si logra calmar al idiota de su hermano que no pierde una oportunidad para poner su vida en peligro —le ordenó la señora sin yo aun verla, mientras el hombre que me tenía cargada lo obedecía.
La arquitectura del lugar resultaba tan parecida a la otra recamara pero lo superaba en tamaño, y tenía más personas dentro sin entender que estaban haciendo. Me puse sobre mis manos para poder gatear y girarme hacia la voz de la mujer que me había cuidado durante mi corta vida, evocando que me quedara viéndola sin creerlo.
Conocía a esa mujer, y por primera vez en seis meses supe donde me encontraba.
—Dada —dije mi primera palabra intentando decir Dadan.
