Nota de autor: Disculpen las demora, he estado ocupada con el trabajo aun cerca de las fiestas navideñas, espero que alguien este leyendo y les guste el capítulo.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.
Adverencia: A partir de ahora habrán spoilers. Por ahora solo serán sobre la infancia de Ace, Sabo y Luffy.
Con instrucciones claras a Dadan sobre Luffy quedándose con nosotros, el abuelo me dejó frente a ella para irse, sin yo aun entender porque solo veía por momentos. A veces pensaba que sus vacaciones eran mentira, y solo pasaba por momentos en medio de alguna de sus misiones, otras veces que quizás consideraba que mantenernos lejos era lo más seguro para los tres.
Aun así no pensé demasiado en ello, al entrar a la casa a curarme los magullones que me provocó el héroe de guerra, no podía trabajar hoy de esa manera, llamaría demasiado la atención tanto en el gray terminal como en la ciudad.
—¿Estás bien, Heis? —me preguntó Magra al verme entrar a la casa e ir directo a mi habitación sin pedir ayuda.
—Creo que me rompió un par de costillas —sentía la sangre en mi boca queriendo salir de golpe—. No se preocupen por mí, soy dura de roer, por cierto, ¿Dónde está Luffy y mi hermano? —les cuestioné tragándome la sangre acumuladas en mis mejillas.
—Ese chiquillo salió detrás de Ace —comentó resultando igual que como recordaba, pero me limité a asentir, luego lo alcanzaría en el bosque, primero tenía que atenderme las heridas.
En mi mundo heridas como estas tardarían más de un mes en sanar, y eso yendo a un hospital decente, algo de lo que carecían aquí. Apenas con que lidiar con mis heridas, por lo que era una de las tantas veces que agradecía la manera en que funcionaban las cosas en este lugar. Me desnudé con rapidez, para tomar mi pequeño botiquín de primero auxilios que tenía guardado para emergencias.
Limpié las heridas superficiales con alcohol para evitar una infección, y terminé por vendar todo mi dorso, para acelerar mi recuperación, lo cual oculté debajo de mi ropa, para poder proceder a tomar un par de analgésicos. Nunca me había herido tanto, para saber con exactitud cuanto tiempo tardaría en sanar, pero no quería tampoco empeorar mientras lo hacía.
Salí de mi habitación corriendo por la puerta, como si nada hubiera sucedido, para comenzar a buscar a mi nuevo hermano menor. Conociéndolo como lo hacía, seguro estaba en algún lado perdido en medio del bosque enfrentándose a algún animal peligroso.
Aunque no podía culparlo por intentar ser amigo de Ace, al yo haberlo intentado años atrás, pero si lo compadecía por ello por la misma razón. Ese chiquillo era insoportable, desconfiado y oportunista. Creo que la única persona que podía considerarse importante para él, era Sabo, y quizás por eso cuando muera cambiaría para bien.
Eso último era una de las cosas que más pasaban por mi mente desde que cumplí los diez años, la supuesta muerte de Sabo. La manera en que casi moriría y perdería la memoria, lo cual marcaba un antes y después muy grande como para intervenir. No solo cambiaría el hecho de que Ace siguiera siendo un cretino, sino que le quitaría al mundo el segundo al mando del ejército revolucionario.
Dejé de pensar en ello, intentando convencerme de que no iba a ser mi culpa lo que sucediera, mientras comenzaba a buscar a Luffy por el bosque, lo cual no fue difícil, dado que este no estaba más que poblado por animales. Detectar su haki fue sencillo dentro de lo decente, pocas personas en el bosque tenían un haki prominente para yo poder llegar a sentirlo a la distancia.
Terminé encontrándolo en el fondo del barranco siendo perseguido por unos lobos gritando, lo cual en otra ocasión me hubiera dado risa, pero ahora solo me preocupaba por ese niño, y me enojaba aun más con mi gemelo. Solo era un pequeño que quería jugar con él, no había razón significante para tratarlo así.
Me lancé desde el bosque usando el viento lo mejor que podía para caer cerca de donde estaban, apenas de pie al usar el haki de armadura en mi cuerpo y no romperme nada por el impacto. Una sonrisa de arrogancia se posó en mi rostro al hacerlo sin equivocarme, dado que hace unos años no era ni por asomo capaz de lograrlo. Sabía que me faltaba mucho por aprender, pero por lo menos ya podía defenderme.
Mi haki del rey fue suficiente para ahuyentar a los lobos desde detrás de Luffy en cuanto logré alcanzarlo, sin el niño aun darse cuenta que estaba allí. Sin sorprenderme, se autoproclamó culpable de hacer correr a los caninos, sacándole la lengua como señal de triunfo, evocando que me riera para advertirle de mi presencia.
—¡Heis! —exclamó al verme con alegría y saltar a abrazarme, sin agradarme del todo, y provocando que emitiera una leve queja de dolor al apretar mis costillas rotas—. ¿El abuelo te dio uno de sus puños de amor?, no sabía que lo de Shanks era un secreto —comentó con algo de culpa haciéndome reír antes de negar.
—Estoy bien, pero sí, Garp no tenía idea que había conocido al pelirrojo —expliqué de la manera más sencilla que podía al saber la poca capacidad cerebral del niño—. Solo me molestó con que fuera una marina, y que no me convirtiera en pirata.
—Me dice lo mismo cada vez que me visita —concordó riéndose como si fuera un chiste, sin poder entender lo grave que era aquello, aunque creo que nunca llegó a hacerlo—. ¿Por qué no volviste a la villa?, Shanks se marchó hace dos semanas, él… —comentó tapándose el rostro con el sombrero, sin entender del todo porque lo hacía—, perdió su brazo por mi culpa —lloriqueó haciéndome entender por había cambiado su sonrisa por llanto.
—No fue tu culpa —le aseguré poniendo mi mano en su hombro para darle apoyo emocional—. Él tomó su decisión, y sino lo hacía ibas a morir ahogado —intenté convencerlo sin pensar en ello, evocando que me mirara con el rostro lleno de lágrimas y confundido.
—¿Cómo sabes eso? —me cuestionó resultando que no era tan idiota como para evitar notar ese detalle—. No importa, Shanks dijo lo mismo, y me dio su sombrero —cambió con rapidez de tema, sin tampoco extrañarme—. Voy a convertirme en el rey de los piratas, y luego se lo devolveré —prometió con una sonrisa de nuevo, haciéndome entender porque el pelirrojo había apostado tanto por él—. Por cierto, dejó algo para ti.
—¿Shanks? —exclamé sorprendida por ello, esperaba que luego de nuestro último encuentro solo me dejara de lado, y se olvidara de mí.
—Sí, me dijo que si volvías a la villa te lo diera —respondió sacando un sobre doblado y arrugando de su bolsillo delantero, para ofrecérmelo—. ¿Es cierto que fuiste su aprendiz?, hablaba mucho de ti cuando dejaste de volver a la villa —comentó logrando hacerme sonrojar de manera leve, al tomar el sobre y ver su contenido.
Solo tenía tres objetos dentro, un trozo de papel, una pequeña nota y lo que parecía ser una cadena. Me deslicé a tomar la cadena primero notando que era de oro, con un pequeño dije del Red Force, lo cual me encantaba más de lo que podía admitir. No tenía idea de donde logró que hicieran algo así en la isla, o si lo trajo consigo de su último viaje, pero lo único que me importaba era el detalle con el que fue hecho.
Cada trazo, cada símbolo, estaba en él. Sin ocuparme del resto del sobre, me coloqué el collar en mi cuello, con la promesa de no quitármelo de nuevo. Era difícil que en el reino Goa, alguien reconociera el barco del dije, por lo que estaba salvo, solo si alguna vez se me ocurría salir de aquí tendría que tener cuidado, al no querer ser objetivo de algún enemigo del pelirrojo.
Lo siguiente que tomé fue la nota, que era breve pero concisa, tal como él:
"Espero que me visites cuando salgas al mar, te dejo algo que te ayudará a encontrarme".
Decía la nota, sin yo entender por algunos segundos, hasta que logré descifrar que era el otro trozo de papel. Era el papel de la vida de Shanks, el cual siempre apuntaría en su dirección. Algo significativo para mí, me daba su ubicación constante al confiar que no lo usaría en su contra. Sin dudarlo, lo guardé en mi bolsillo delantero, esperando guardarlo en un lugar seguro cuando volviera a la casa.
—¿Y que fue lo que te dio? —preguntó el pequeño del cual me había olvidado por un momento.
—Es un collar de mi barco, y una invitación a verlo cuando salga al mar, lo cual es gracioso porque no voy hacerlo —respondí encogiéndome de hombros, evocando una risa en Luffy.
—Sí vas a hacerlo, serás parte de mi tripulación, la tripulación del rey de los piratas —enunció con demasiada confianza mientras yo me limitaba a negar con prisa.
—No seré un pirata, que tal si mejor te enseño alguno de los movimientos que Shanks me mostró —cambié de tema a uno que sabía que le interesaría, logrando que sus ojos se formaran estrellas mientras asentía.
—¿No irás con Ace? —preguntó con curiosidad mientras me seguía por el barranco a la salida más sencilla.
—No, estaremos bien nosotros solos, te ayudaré a entrenar, quizás encontremos una manera en que puedas usar tu fruta del diablo sin sacarte un ojo en el intento —un "shishishi", escuchó de su parte ante ello—. Y no te recomiendo ir por él, Ace es problemático, no quiere a nadie, apenas me soporta la mayor parte del tiempo, pero nada más, estamos mejor sin él —repetí al saber que una de las razones por las que Luffy fue tanto detrás de mi hermano fue para no estar solo.
—¿Shanks te dijo sobre la fruta que comí? —preguntó recordándome no decirle mucha información al mismo tiempo si pretendía que captara algo.
No obstante para mi suerte si dejó de buscar a Ace para jugar. Al encargarme de manera personal de ayudarlo a entrenar, incluso comencé a enseñarle sobre el haki, para el cual al igual que en el manga, era muy bueno. Solo necesitaba fuerza bruta para su entrenamiento, y lograba entender el resto. Lo cual me hacía preguntarme que tanto iba a cambiar mi entrenamiento su futuro.
Espero que solo para bien y para evitar más problemas de los usuales en el futuro. Aunque no estaría ahí para ser espectadora de ello. Gracias a mi escasa capacidad de enseñanza, apenas logré enseñarle lo básico sobre el haki. El de armadura fue el más fácil de explicarle y poner en práctica. Aunque seguía siendo un niño de siete años, tenía una buena resistencia para manejar la base.
El haki de observación fue un fracaso, no lograba hacerle entender de que trataba, y como mucho desarrollaba un poco sus reflejos cuando lo atacaba al entrenar. Lo cual me pareció justo, según recordaba, necesitó dos años con la mano derecha de mi padre para poder desarrollarlo por completo, y en comparación, estaba a años luz de Rayleigh. El haki del rey lo omití al no tener una idea concisa de explicárselo, y porque temía que llamara demasiada la atención al salir al mar si de casualidad lograba dominarlo para entonces.
No obstante todo ello quedaba atrás, al compararlo con su manejo de la fruta. Intenté comenzar a que aprendiera a apuntar, para lo cual era peor de lo que imaginaba. No solo no le daba al blanco, sino que terminaba incluso golpeándome aun estando lejos de él. Necesitamos cuatro meses para que lograra darle a algo tan simple como una lata a 5 metros de distancia. Aunque sin tanta fuerza como la que tendría en un futuro, apenas logró darle. Aun así fue un gran logro para ambos, que terminamos festejando conmigo infiltrándome en la ciudad para comprar un par de rebanadas de pastel.
Sin querer que mi hermano notara mi imprudencia por un dulce, terminamos por quedarnos fuera de la casa antes de la cena con el bizcocho para comerlo mientras reíamos y Luffy me contaba algunas anécdotas con el abuelo. Una de las tantas veces que lo arrojó a un lugar peligroso para volverlo fuerte.
No tuve en cuenta si fueron nuestras risas, o nuestra ausencia, pero esa noche mi gemelo se atrevió a acercarse a nosotros por primera vez en meses, observándonos al encontrarnos con un ceño fruncido como solía tener cuando se enojaba, pero sin lograr intimidarme. Puede que en un futuro se convierta en un genio con su fruta Mera mera, pero por ahora yo era más fuerte que él.
—¿Fuiste a la ciudad por pastel? —me cuestionó como si fuera un regaño—. ¿Cuánto costó o lo robaste?
—No vengas a pedirme explicaciones cuando solo me has ignorado estos meses —le respondí sin inmutarme—. Y no he tomado de tu tesoro si es lo que te preocupa —añadí intentando sacármelo de encima.
—No te he ignorado, tú nos reemplazaste con ese niño llorón —me reclamó haciéndome reír, sin poder creer lo que escuchaba, ¿acaso eran celos?
—Ay por favor Ace, tú solo vives ignorándome, y no los reemplacé, solo que Luffy es mil veces mejor hermano que tú —exclamé sacándole la lengua y haciendo reír a mi nuevo hermano menor con orgullo, solo espero que se estuviera haciendo ideas de yo uniéndome a su tripulación por haber dicho eso.
—Ni siquiera podía seguirme el paso, es tan patético como tú hace tres años…
—Ya no lo es, Luffy es bueno peleando, y lo he entrenado, como te entrené a ti —recalqué para que fuera obvio que también le enseñé sobre haki al pequeño Mono—. Aun no es tan bueno peleando, pero ya puede defenderse solo, y él si es agradecido —añadí sin poder evitar recalcarle lo insoportable que era.
—¿No será una carga? —me cuestionó sorprendiéndome su actitud—. Llévalo mañana, veremos si puede unirse a nuestro ritmo de trabajo.
—¿Trabajo? —se cuestionó Luffy confundido sin yo poder culparlo por ello, mientras me preguntaba si podía haber acelerado los futuros vínculos entre los tres hermanos sin ninguna tragedia de por medio.
