Nota de autor: Aquí les dejo el nuevo capítulo que espero les guste, todo lo sucedido ahora será necesario para capítulos futuros, por lo que espero no les aburra.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: A partir de ahora habrán spoilers. Por ahora solo serán sobre la infancia de Ace, Sabo y Luffy.


No recordaba el momento en el que me había quedado dormida, ni siquiera logré entender en donde estaba hasta que sentí las sábanas mullidas debajo de mí, intentando no sentirme culpable por bajar la guardia al saber que no estaba en un lugar del que tendría que tener cuidado. Bostecé con pereza levantándome de la cama para poder buscar mi ropa e irme a casa.

Seguro mis hermanos debían estar preocupados por no haber regresado antes del anochecer como solía hacer al menos que les advirtiera lo contrario. Aunque ambos sabían que lugar solía frecuentar cuando me ausentaba, pese a que no estuvieran deacuerdo con ello. Negué con rapidez, sin lograr encontrar mi ropa en medio de la oscuridad, evocando que me encendieran la luz de golpe, arruinando mi perfecta escapada sin previo aviso.

—Señorita Heis —me saludó una señora desviando la mirada para no verme desnuda—. Su baño está listo para que lo tome, el joven amo dejó el recado de que regresará para la cena —me anunció sin sorprenderme y yo reírme en modo inocente mientras negaba, logrando encontrar mi ropa colgada en la silla frente al tocador.

—Agradezco el gesto, Millie, pero no voy a esperar a Charles, ya se me hizo tarde —me disculpé cambiándome con prisa, al resultar ser una vestimenta sencilla, solo llevaba jeans, una blusa, y zapatos bajos para no llamar mucho la atención cuando venía aquí—. Volveré en unos días, dile a ese cabeza dura que no me busque, ni me mandé a buscar, yo volveré sola —le advertí al estar cansada de recibir noticias que sus hombres estaban intentando entrar al bosque para ir por mí.

—Por lo menos podría quedarse para el baño, señorita Heis, el amo no tarda en llegar —intentó mantenerme en la casa mientras me limitaba a negar ya vestida, y aun con mi cabello un poco desarreglado, pero era lo más que podía hacer en tan poco tiempo.

—Nos vemos Millie, gracias por la hospitalidad —me despedí al caminar al balcón y lanzarme de la ventana desde el tercer piso, y caer de pie en el jardín en medio de la noche sin llamar la atención.

Era una rutina a la que intentaba no acostumbrarme. Bajaba a la ciudad sin llamar la atención cada vez que necesitaba sexo, desahogarme un poco, y volver a mi normalidad. Puede que aún no fuera una mujer legalmente, pero desde el año pasado pude vivir un poco como lo hacía antes de venir a este mundo, las personas allegadas a mí solo me veían como alguien madura para mi edad, pero no aguantaba un minuto más disimulando tener menos edad mental de la que poseía. Y por ello estaba en el problema en el que me encontraba ahora, saliendo de la ciudad en medio de la noche sin llamar la atención.

Venir aquí me ayudaba a olvidarme un poco del dolor que llevaba acumulando, el cual era ocasionado por la culpa de haber dejado ir a Sabo hace seis años. O tener que haberle mentido a mi gemelo sobre que no sabía que su "muerte" pasaría mientras me reclamaba llorando en cuanto nos dieron la noticia, sin Luffy entender porque me decía eso, al nunca entender del todo sobre mi supuesto don.

Aun después de casi siete años de aquel suceso, seguía preguntándome si había hecho lo correcto en dejar que pasara. Tenía el poder de evitarlo, lograr que los tres hermanos crecieran juntos, haber hecho su vínculo aun más grande de lo que era, pero su costo era muy grande para poder cargar con él. Intenté no dejar que la culpa me inundara de nuevo, mientras saludaba a los guardias de la ciudad al salir, los cuales estaban acostumbrados a verme a esas horas.

Una de las pocas cosas buenas de caminar por el gray terminal a estas horas era que evitaba que alguien conocido me viera, solo algunos criminales estaban despiertos buscando que robar mientras los demás dormían, y estos ya habían aprendido a no cruzarse en mi camino. El trato era sencillo, nos ignorábamos mutuamente si llegábamos a cruzarnos por mera casualidad.

El camino por la montaña corvo resultó tan largo como lo usual, lo cual me hacía lamentarme no haber aceptado ese baño antes de respirar profundo y entrar a la casa de Dadan intentando no llamar la atención aprovechando que estaban en medio de la cena. Por el olor pude sospechar que mis hermanos lograron cazar un jabalí en esta ocasión.

—Llegas tarde —me detuvo la voz de mi hermano mayor con una pierna casi tan grande como él con varias mordidas en su mano, mirándome molesto.

—Me quedé dormida —respondí con sinceridad encogiéndome de hombros—. ¿Me guardaron algo o tengo que ir a cazar algo más? —pregunté observando como los demás hombres de Dadan se peleaban por lo que quedaba de comida.

—¿No tuviste tiempo de cenar? —soltó con clara arrogancia y desdén en su voz.

—Preferí no hacerlo, ¿entonces tengo que ir a buscar de comer o no? —volví a preguntar cruzándome de brazos.

—Ace te guardó un pedazo —nos interrumpió Luffy enojando al azabache con él—. ¿Qué?, no dejaste que me lo comiera, aunque sigo muriendo de hambre.

—Tú siempre tienes hambre —exclamamos mi hermano y yo al mismo tiempo, haciéndonos reír por ello, era una cualidad que nos saltaba a relucir sin pensarlo, y que nos divertía cuando nos pasaba.

—Creía que ibas a llegar más temprano —comentó el chico con pecas lanzándome un trozo de jabalí para que lo atrapara con una sola mano sin problema—. O que dejarías de ir a la ciudad —añadió recordándome aquello cada vez que podía, pero Ace aun no podía entender la necesidad de tener a alguien para calentarte la cama o el placer que causaba que todos tus problemas se fueran mientras tenías sexo, y tampoco pensaba explicárselo. La última vez que lo intenté terminamos peleando al considerar que me merecía más que un hombre que me usara cada vez que quisiera.

—No voy a tener esta conversación de nuevo —le advertí llevándome la carne a la boca para empezar a comer e intentar evitar continuar discutiendo.

Dejando a ambos aun devorando la carne que quedaba, apenas escupiendo los huesos como sobras, salí de la casa al baño improvisado que teníamos afuera, por lo menos para quitarme el sudor de la piel, intentando acostumbrarme a tener solo ese tipo de baños. No podía ni debía acomodarme a los lujos de la ciudad, lujos que había olvidado con los años al crecer en este mundo hasta que conocí a Charles.

Cerré los ojos al dejar caer el agua en mi cuerpo, sonriendo de lado negando la suerte que tenía. Le debía mucho a ese hombre, más de lo que quisiera admitir, y por ello es que cada vez se sentía con más poder sobre mí. Era ello lo que enfadaba a mi hermano mayor y a la vez le preocupaba, que me metiera en problemas más grave de los que tenía por no saber poner suficientes límites.

—Quiero que partas conmigo —me sacó mi hermano de mi pensamientos, haciendo que lo mirara con incredulidad, desde la esquina de la casa de espaldas a mí.

—¿No puedes esperar a que termine de bañarme para tener esta conversación? —le reclamé tomando mi toalla para envolverla en mi cuerpo y cubrirme, aunque tampoco sentía vergüenza al respecto con el azabache al habernos bañado junto casi toda nuestra vida hasta que crecimos y fue un poco incomodo—. Ya puedes mirar, y te he dicho que no voy a ser una pirata.

—Cumpliremos diecisiete años en cinco días, y no quiero dejarte aquí —comentó al girarse mirándome con una preocupación que no solía mostrar—. Sé que Luffy va a quedarse, pero él también se irá, y de todas formas siempre sabes como convencerlo de que no te moleste en tus decisiones, así que no confío en él para dejarlo a cargo de ti.

—No necesito que nadie cuide de mí —me quejé de manera inmediata—. Tienes más músculos que yo, pero sabes bien que aun estamos parejos en fuerza, no necesito protección de nadie.

—¿Vas a seguir negando el problema en el que te metiste? —me reclamó sin yo poder negarlo, al saber que tenía algo de razón—. La última vez que ese idiota mandó a buscarte al bosque, necesitaste mi apoyo y el de Luffy para sacarlos sin llamar la atención, porque sabes que si usas Haki con ellos, solo provocarías más problemas —me recordó evocando que me recostara de la casa dándole un poco la razón, el haki del rey era una cualidad tan escasa entre las personas, que si alguien me veía usándolo terminaría llamando la atención, justo lo que menos necesitaba—. Vas a venir conmigo al mar, no necesitas ser un pirata sino quieres, solo alejarnos de esta isla, quizás en el camino encuentres el lugar tranquilo con el que tanto sueñas para vivir.

—Este es el mar más tranquilo Ace, no…

—Si lo fuera, Sabo no hubiera muerto —me echó en cara callándome de inmediato—. Ambos sabemos que este no es un lugar seguro para ti, llamas mucho la atención desde que creciste —tenía la razón, si de niña era adorable, de joven era hermosa, había superado la belleza de mi madre, y llamaba la atención entre los nobles que me veían, queriendo "comprarme" con dinero, joyas, o propiedades—. Incluso podría ser divertido, los gemelos Portgas…

—El mar es peligroso, las personas contra la que nos enfrentaríamos, lo que nos esperaría en el gran ruta marítima —comenté con miedo a los shichibukai, a los emperadores del mar, sin contar con la marina. Apenas conocía de la historia de Ace antes de unirse a barba blanca, pero conocía bien los peligros a los que enfrentó Luffy en su camino.

—No dejaría que nada te pasara, se lo prometí a Sabo —mencionó con la cabeza baja, lo cual solía hacer para no llorar, y el tema de nuestro hermano muerto era lo único que lograba deprimirlo tanto—. No voy a irme sin ti, así que ve haciéndote la idea, Heis, te voy a sacar de esta isla aunque tenga que atarte —declaró alejándose de mí sin esperar a que le reclamara por ello.