Nota de autor: Aquí les dejo el nuevo capítulo que espero les guste, todo lo sucedido ahora será necesario para capítulos futuros, por lo que espero no les aburra.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: A partir de ahora habrán spoilers. Por ahora solo serán sobre la infancia de Ace, Sabo y Luffy.


La amenaza de Ace no salió de mi cabeza en toda la noche, apenas pudiendo pegar el ojo. Sabía que tenía razón en gran parte, que el asunto de Charles cada vez se me salía más de mis manos sin haberlo evitado a tiempo. Al contrario de los demás hombres adinerados de la ciudad, él se acercó a mí no con joyas, ni dinero, sino conocimiento. Me ofreció la única cosa que no podía tener si alguien no me lo daba de manera voluntaria.

A los quince años era una analfabeta por completo del idioma que se hablaba en este mundo, podía hablarlo por crecer con los bandidos de la montaña, y gracias a algunas correcciones gramaticales de Makino, pero no mas que eso. Lo cual se sentía muy impotente. No podía leer los periódicos, ni libros, ni aprender algo nuevo con alguno que robara. Ese fue el primer regalo que no pude pagar, aprender a leer, incluyendo a los kanjis. Un regalo que terminé compartiendo con mis hermanos.

Los libros de diferentes áreas lo siguieron, sobre todo de arquitectura, al haber sido mi carrera antes de reencarnar aquí. Me moría de curiosidad sobre la manera en que construían todo. Mi relación con Charlie era sencilla, venía de vez en cuando a una de sus casas a leer en su biblioteca, mientras él se encargaba de cortejarme. Sus intenciones siempre fueron claras, por lo que no tardé en dejarme llevar a la cama, resultando ser mejor amante de lo que esperaba.

Ese fue mi segundo error, siendo el primero y el único hombre con el que había estado, se sentía dueño de mí. Con el poder de mantenerme con él, como si fuera de su propiedad, lo cual le hice saber que no era posible ni ningún futuro remoto. Por ello había limitado mis visitas a pocas a la semana, o incluso llegándome a ausentar durante casi un mes o más.

La última vez que mandó a buscarme desesperado, pasé dos meses sin darle razón de mí, al querer mantener un poco las distancias. Sobrevaloré por mucho lo obsesionado que estaba por mí al considerar que si me esfumaba de su vida, me olvidaría y me dejaría en paz.

Terminé por levantarme apenas salió el sol sin haber dormido suficiente, pero sin ganas de seguir tirada en el suelo con los ojos cerrados sin poder conciliar el sueño. Ni siquiera esperé a que mis hermanos se levantaran para seguirme, al no querer tratar con ellos ahora. Necesitaba pensar, y solo me quedaban cuatro días más para hacerlo.

Intentaba recordar cual era la travesía de Ace cuando saliera de aquí. Pero no recordaba mucho, con los años, mis recuerdos de la historia se fueron volviendo borrones en las partes menos llamativas. Solo permanecía con ímpetu los datos sobre las personas peligrosas, con el objetivo de usar esa información si alguna vez se me presentara la necesidad, lo cual no esperaba que sucediera.

Al principio cuando aun las informaciones seguían con detalles impregnadas en mi mente pensé en escribirlas, aunque sea en español, guárdalas para un futuro, pero eso llamaría la atención de manera no muy gratas. Si alguien se encontraba con mi diario escrito en un idioma distinto, las preguntas no tardarían en llegar, sin contar que tener informaciones como aquellas escritas, era demasiada peligrosas si caían en manos equivocadas.

Solo podía recordar la pelea que tuvo Ace con Barba blanca para derrotarlo, su búsqueda incesante hasta que logró encontrarlo y perdió una y otra vez antes de volverse su hijo. Tenía fugaces recuerdos de que antes de eso buscó a Shanks para agradecerle por cuidar de Luffy, y que también estuvo en Wano, eso fue cuando conoció a Otama. Pero esas eran las únicas informaciones que podía rememorar, no sabía que pasaría al salir de aquí.

Ni siquiera sabía el momento exacto en el que conseguiría la fruta mera mera, suspiré al salir de la casa, y dirigirme a uno de los acantilados, desde donde podía ver la costa, el mar abierto, el sol recién asomándose con todo su esplendor, para dar cabida a un nuevo día. Solía venir aquí desde hace unos años para poder estar sola y pensar, un poco de paz sin los dos idiotas de mis hermanos.

Ace en gran parte tenía razón, pero aun no me convencía de partir al mar del todo. Intentaba poner en una balanza el peligro fuera de aquí y los problemas que me ocasionaría quedarme. Podía lidiar con Charles yo sola, aunque eso implicara tener que usar haki delante de él, y llamar demasiado la atención. Aun si intentara mandarme a enfrentar con alguien de la marina, mi nivel actual podía con cualquier oficial, pero eso solo sería intentar tapar el sol con un dedo.

Si continuaba buscando problemas terminaría en un punto sin retorno, sin contar con las altas probabilidades de que una pelea sea el menor de mis males. Por otro lado, estaba salir a buscar problemas peores de los que tenía ahora, tendríamos que enfrentarnos a otros piratas, estaríamos en el ojo de los marines, el gobierno, y en el peor de los casos, los shichibukai.

Maldije golpeando la tierra a mi lado con fuerza. Solo quería estar en una isla tranquila, beber, comer, dormir y coger hasta morir de vieja, o de alguna enfermedad, nada más. Pero parecía que el universo de One Piece tuviera otros planes más turbulentos para mí. Una pequeña parte de mí quería no ser egoísta, y solo usar esto como una oportunidad para advertirle a mi hermano sobre Teach, al él saber sobre mi don, no pondría en duda mi palabra, pero era algo que aun estando en la isla podía mencionarlo antes de que partiera.

El tiempo solo hizo que me comenzara a dar hambre sin aun tomar una decisión al respecto de salir de aquí. Si tan solo estuviera segura que sobreviviría al hacerlo, no sería tan difícil de tomar. Decidí volver a la ciudad esperando que al hacerlo las ideas se me aclararan por completo, dependiendo de lo que sucediera, tomaría la decisión aunque luego me arrepintiera de ello.

La parte problemática de ir de día a la ciudad era que se me hacía casi imposible no ser vista al atravesar la terminal gray, por lo que si mis hermanos aparecían después buscándome, no tardarían en comprar información de mi paradero. Aun así, hasta ahora nunca se atrevieron a ir a buscarme o hacerme una escena en este lugar, por lo que era la menor de preocupaciones en este momento. Luego lidiaría con los regaños de Ace.

No solía venir dos días seguidos aquí desde el año pasado, por lo que incluso los guardias se sorprendieron al verme entrar y saludarlos. No sabía con exactitud que le había dicho Charles para que pudiera entrar con tal facilidad, pero tampoco era algo que me quitara el sueño, al no importarme la opinión de ellos sobre mi persona.

Gracias a la ropa que el idiota me regalaba, tampoco destacaba mucho entre la multitud, un gesto que hacía tanto para su beneficio como para el mío, por lo que mi camino a la casa donde solía verlo, se me hizo corto y sin inconvenientes. Terminando llegando en menos de una hora, tocando la puerta con apenas dos golpes, para ser recibida por Milo, la ama de llaves.

—Señorita Heis, no la esperaba —comentó la señora asombrada por mi aparición mientras abría la puerta por completo para dejarme pasar—. ¿El señor está al tanto de que vendría? —me cuestionó guiándome a la sala y yo negar encogiéndome de hombros.

—No lo creo, al menos no por mi parte, seguro la noticia no le tarda en llegar —le respondí sentándome en el mueble de manera poco delicada, sin importarme—. ¿Podría traerme algo de desayuno?, no he comido nada.

—Por supuesto, en unos minutos, sabe que es un placer servirle —respondió con una sonrisa cálida que me hacía pensar en una abuela mimando a su nieta—. Ponte cómoda, sabes que es tu casa —se retiró haciéndome dejar de sonreír en cuanto lo hizo, al estar un poco nerviosa por haber venido de esta manera, sin querer darle ideas equivocadas a Charlie por mi visita inesperada, pero necesitaba hablar con él, y no quería esperar otro día.

Ansiosa por estar sin hacer nada en la sala esperando a Millie, terminé por ir a uno de los libreros a buscar uno de los libros que ya había leído, para calmarme un poco con la lectura, y distraerme del hambre que ya me estaba arrasando en este punto. Gracias a ello, ni siquiera noté a la señora acercarse hasta que el olor desde el comedor inundó mis fosas nasales, casi provocando que babeara.

—Siento la demora, ya todo está listo —se disculpó mientras dejaba mi libro en el mueble y casi corría al comedor, encontrando la mesa completamente servida. Por más divertido que fuera cazar y cocinar al aire libre, nunca podría compararlo con las comidas elaboradas de Milo, era un pequeño capricho que me dejaba dar cuando venía aquí—. Espero que sea suficiente comida, señorita Heis.

—Gracias, y lamento hacerte hacer esto de improvisto —comenté sentándome a la mesa y empezar a comer los panqueques que tenía delante directamente de la bandeja sin servirme, al no tener intención de dejar ninguno.

Sin Charles cerca para regañarme por mis modales, dejé a riendas sueltas el salvajismo producto de criarme con unos bandidos, comiendo sin reparo, e intercambiando mis bocados entre los panqueques, el pan con mantequilla, el tocino, y las frutas. Una imagen de mis hermanos peleando conmigo por esto en la mesa vino de manera fugaz, haciéndome sonreír de manera involuntaria mientras devoraba los platillos.

Hubiéramos hecho que la pobre Milo tuviera que cocinar por horas para satisfacerlos, sin quejarse, al disfrutar ver a otros comer de sus platillos.

Suspiré al terminar con cada plato de la mesa, sin poder evitar extrañar esto si me marchaba, al menos que Ace consiguiera un buen cocinero, tendría que pasar mucho tiempo antes de comer comida con esta calidad. Negué intentando no pensar en ello, al aun no haber tomado una decisión al respecto.

—¿Quiere algo más señorita?, podría cocinarle si aun tiene hambre —me sacó Millie de mis pensamientos con su sonrisa cálida haciéndome negar.

—Estoy llena, extrañaba desayunar aquí, iré a reposar arriba, avísame si viene Charles —le respondí poniéndome de pie un poco cansada tanto por toda la comida que devoré como por no haber dormido toda la noche.

Aquella combinación logró que terminara por dormirme en mi habitación en cuanto me senté en la cama para reposar. No sé si fue la tranquilidad que tenía en este lugar, o lo mullido que estaba el colchón, pero ni siquiera noté que estaba durmiendo hasta que empecé a soñar.

Soñaba con mi vida antes de venir aquí, la cual con los años se había convertido en sombras del pasado. Ni siquiera podía recordar como me veía antes, si era rubia, pelirroja, pelinegra, o de cabello castaño, tampoco sobre mi familia, sé que mis padres estaban vivos, y que no me había casado, pero no lograba enfocar sus rostros. Cuando soñaba creía escuchar sus voces, y ver sus rostros, pero al despertar siempre se perdían en el olvido.

Un toque familiar fue el culpable de hacerme volver a mi nueva realidad, parpadeando un poco para acomodarme a la luz de nuevo, observando al culpable de que me despertara con su mano en mi rostro mirándome con anhelo. Le sonreí de lado al lograr espabilarme un poco, observando todo lo que me gustaba de él, lo que me hacía volver aquí cada vez.

—No te esperaba tan pronto —me regañó sentándose en la cama a mi lado, seudo obligándome a hacerle espacio—. Anoche quería cenar contigo, y te fuiste sin esperarme.

—No me gusta compartir tanto tiempo juntos, te malacostumbras —lo regañé de vuelta logrando hacerlo reír como siempre, por mi manera altanera de hablarle sin importarme su dinero, su posición social, o su apellido—. Y eres muy difícil de sacarte de encima.

—Solo porque sigues negándote a quedarte —me recordó recostándose en la cama para quedar a mi altura, y pasar su brazo por debajo de mi cabeza para acunarme en su regazo—. Eres la única mujer que se atreve a rechazarme tanto, ¿sabes cuantas morirían por estar en tu posición? —exclamó haciéndome reír.

—No tengo la intención de ser uno de tus trofeos y lo sabes —le recordé negando y alzando la mirada para poder besarlo de repente, sus besos siempre solían ser suaves, profundos, educados, como si desviviera en cada uno de ellos—. Siento haber venido sin avisar, debiste haber tenido que cancelar algunos de tus planes.

—Dejé a mi padre discutiendo solo, no iba a dejar que mi pequeña escurridiza viniera y no ir a verla —comentó sobre mis labios, llevando una de sus manos a mi cintura, en el borde de mi pantalón—. Tengo la sospecha que no viniste a que tengamos sexo como siempre sino a algo más —expresó apartando su mano de donde estaba y llevándola a la cama. Detestaba lo bien que había aprendido a leerme—. ¿Qué sucede?

—Necesitaba hacerte unas preguntas —acepté que tenía razón, logrando que se apartara de mí para sentarse de nuevo en la cama con algo de preocupación—. Te lo he preguntado otras veces, pero necesito que seas sincero, porque tengo que tomar una decisión, y solo…

—Sabes que quiero que te quedes conmigo —me respondió la pregunta sin haber tenido que formulársela al haberme entendido a la perfección—. Te lo he pedido este año completo cada vez que vuelves, sabes que tienes una mejor vida en este lugar que con unos bandidos sin valor alguno.

—Recuerda que hablas de mi familia Charles —lo detuve de que insultara a las personas que se encargaron de mí sin haber tenido responsabilidad al respecto.

—Lo sé, y no por eso dejan de ser personas de baja categoría, ladrones, te conocí robando, y conozco tu origen, pero puedes tener más que eso si me dejas ayudarte —propuso molesto al no ser la primera vez que me lo decía—. Te enseñé modales, te busqué maestros para que te enseñaran, debido a que no quieres joyas o dinero como regalo, pero nada de eso es suficiente para que te quedes —comentó lo que tanto me molestaba cuando lo mencionaba, que lo dijera como si intentara llegar a mi precio sin lograrlo.

—No estoy hecha para vivir encerrada, y estoy cansada de decírtelo —respondí haciéndome notar a cada palabra que mi decisión estaba tomando su rumbo sola—. ¿Para que quieres que me quede aquí de todas formas?, no quiero vivir aburrida en una ciudad estudiando, intentando encajar en la sociedad… este lugar es un grupo de hipócritas que no confían en nadie, y de todas formas, aunque aceptara no tendríamos futuro, por favor, tu padre te mataría antes de que te casaras conmigo —mencioné aquella palabra que nunca fui capaz de pronunciar al temer su reacción, y no por buenas razones.

—Bien, ¿quieres saber que quiero de ti y de esto? —soltó poniéndose de pie, imaginé que para poner distancia entre ambos en medio de nuestra discusión, mientras yo me sentaba en la cama de cara a él—. Quiero que seas mía y no por unas horas, que seas mi amante de manera oficial, serías una de mis consortes, la primera —cada palabra de mi hermano mayor me hacía eco al escucharlo, al haber tenido razón desde el principio, estaba en un gran problema—. Mi padre jamás aceptaría un matrimonio con alguien de clase baja como tú, sin importar cuanta educación te pague, pero no puede negarme tener amantes, tendrías una mejor casa que esta a la que iría a verte… —añadió lo que más temía mientras negaba.

—Debo irme —dije con horror, no por miedo al joven rico delante de mí, sino a sus pensamientos sobre lo que quería conmigo, lo lejos que se atrevería a ir solo para tenerme para él—. No voy a ser tu amante.

—Y de nuevo estás siendo una niña malcriada —me regañó desestimando mis palabras—. ¿Crees que vas a tener una mejor oportunidad que esta en tu vida?, lo que te estoy ofreciendo nadie más lo va a hacer por ti.

—Eres un idiota, buen amante, no lo niego, pero siempre has sido un gran idiota —exclamé negando con sorna—. No quiero una mejor oportunidad grandísimo imbécil, no quiero una vida acomodada en un lugar adinerado, ni títulos, ni dinero, y lo sabes, sabes que lo único que quiero…

—Es una vida tranquila —terminó de decir por mí con desprecio—. Podría dártela, si es lo que quieres.

—No, porque lo que quieres a cambio es tenerme para ti, marcarme como si fuera parte de tu propiedad, y si la fortuna es aun peor para mí, querer que tengamos hijos para explotar mi belleza física en pequeños bastardos que terminarías usando dándole algún título—supe lo que quería a largo plazo, un hecho que intentaba ignorar cada vez que venía al siempre haber tomado las precauciones necesarias al tener sexo con él, y saber que con un embarazo sería imposible sacármelo de encima—. Eso no es una vida tranquila, es una prisión con otro nombre —resoplé con desdén—. Lo siento, pero esto se termina aquí.

—No puedes estar hablando en serio —resopló con rabia e indignación—. Querías saber que quiero a largo plazo, pero podemos seguir con esto como estamos…

—¿Hasta que me hagas cambiar de parecer? —pregunté con sorna mientras negaba—. Lo siento, pero eso no va a suceder, y lo mejor es alejarme desde ahora.

—Si te vas iré a mandar a buscarte, con más hombres que la última vez —me amenazó como si eso lograra intimidarme, evocando que lo mirara cruzada de brazos, y dejara salir un poco mi haki del rey, no lo suficiente para siquiera desmayarlo, pero si para que sintiera mi poder, lo cual pareció funcionar al verme aterrado.

—No tienes idea de quien soy, Charles, nunca te he enseñado lo fuerte que puedo ser, y como podría reducirlo a todos tus hombres a un montón de cuerpos si quisiera, así que no se te ocurra ir a buscarme, porque no quieres conocerme —le advertí caminando a la ventana—. Gracias por estos dos años, pero es hora de que siga mi camino.