Nota de autor: Holaaaa mis lectoras, aquí dejo un capítulo que espero les guste tanto como a mí escribirlo.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece. Escenas subidas de tono, si le incomoda puede saltarselas.


El frío de la montaña nevada dejó de sentirse al transcurrir la primera media hora peleando con el pelirrojo. Si acaso a eso podía llamarse una pelea. Se limitaba a esquivar mis ataques, o enfrentarlos de frente con su espada sin desvainar, evocando que pudiera sentir nuestros haki del rey enfrentándose cuando ocurría. Por supuesto, él tenía mucho más control que yo sobre este y casi siempre terminaba en la nieve cuando ocurría.

No recordaba siquiera cuando había sido la última vez que tuve una pelea como esta, mi respiración estaba agitada, sino fuera por el frío estaría sudando, aunque en un momento no sabía si lo estaba haciendo o solo era nieve descongelada en mi piel. Cuando Sabo aún estaba con nosotros, teníamos peleas los cuatro con frecuencia, siempre luchando para ver quien era el más fuerte, pero estas fueron disminuyendo una vez dejó de estar con nosotros.

Los primeros meses fueron difíciles, mi hermano solo peleaba conmigo cuando se enojaba o me reprochaba que le mintiera, al estar seguro que sabía de la muerte de Sabo. Solo lo dejaba desahogarse hasta que terminaba exhausto en el suelo, disculpándose mientras se cubría el rostro para que no lo viera llorar. Luffy por su parte, ni siquiera antes de que partiera de la isla, lograba equiparar mi fuerza, por lo que aun después del incidente con nuestro hermano rubio, continuó usando nuestros enfrentamientos como un entrenamiento.

En cuanto llegó mi adolescencia y comencé a parecer más de mi género, Ace dejó de buscarme peleas. Si tenía algún problema conmigo solo me regañaba, nada más, nunca pregunté al respecto. Solo dejé que pasara, que mi hermano mayor usara que fuera chica para no volver a enfrentarnos, por lo que en este momento todo ello me cobraba factura.

No sé cuánto tiempo pasó en realidad, pero en algún momento de mi muestra de poder con Shanks terminé en el suelo cansada de no poder ni tocarlo. Nunca me había preguntado que se sentía en carne propia enfrentar a un emperador, como se tuvieron que sentir todos los que perdieron al desafiarlos, pero comenzaba a entenderlo. El abismo de poder entre ambos era más inmenso de lo que podía siquiera contar.

—Te has vuelto blanda —me regañó Shanks apuntándome con su espada aun en su vaina, con una mirada dura en su rostro, para luego sonreír guardando su arma en su cintura y ofreciéndome su mano en su lugar—. Pero sigues siendo fuerte —me elogió sin habérmelo esperado, evocando que tomara su mano para ayudarme a levantarme—. Hubieras sido una gran pirata si…

—Lo sé —respondí soltándome de su agarre al saber que iba a decir—. Pero no quiero ser la más fuerte, eso se lo dejo a mis hermanos —me encogí de hombros con sorna sin dejar de tomar el respiro que necesitaba para recuperarme de lo ocurrido. Aunque sabía que si él hubiera ido un poco más en serio, la pelea habría termino conmigo inconsciente—. Yo tengo suficiente con poder defenderme si alguna vez tengo problemas…

—Si alguna vez tienes algún problemas puedes contar conmigo —exclamó logrando que me volviera a sentir como antes de salir de la cueva, intimidada, intrigada, atraída por él—. ¿No aceptaste mi invitación al barco por Ace? —preguntó de golpe logrando romper la breve tensión entre nosotros haciéndome reír y asentir.

—No iba a dejarlo solo, pero tampoco tenía intenciones de salir al mar, que conste —acepté a medias su regaño sin poder descifrar lo que estaba pensando en este momento—. Siento no habértelo dicho, sé que buscabas a Ace cuando fuiste a la isla Dawn, no a mí —comenté intentando no sentirme culpable por dejar caer esa información. No estaba segura si era alguien de fiar del todo, pero algo me hacía hacerlo. Me hacía creer que no preguntaría demasiado al respecto.

—Es mejor que salgamos de la nevada para seguir hablando, no quiero que te enfermes por mi culpa —mencionó cambiando el rumbo de la conversación. Asentí dándole la razón, y volviendo a sentir el frío de la nieve una vez el calor de la batalla fue apagado.

Apenas lograba ver con la nieve delante de nosotros cayendo, por lo que me limitaba a seguirlo a ciegas, siendo cada paso más pesado que el anterior, pero sin desconfiar en ningún momento. El frío logró que poco a poco mis sentidos se entumecieran, tanto que casi no podía usar el haki, por ende era un poco confuso sentir con mi haki de observación si nos estábamos acercando o si faltaba mucho.

Terminamos por detenernos en la entrada de la cueva que estaba más oscura y callada que cuando nos fuimos. Me preguntaba si ya estaban durmiendo, o si no sentían el frío y por ello no podía ver nada. Pero antes de que pudiera preguntar al respecto, Shanks se adentró y sin poder ver cómo, hizo fuego con una rama, con la que comenzó a encender una fogata.

El interior se hizo visible gracias a la luz del fuego, revelándome porque no escuchaba nada, la cueva estaba vacía, por lo menos de personas. Dado que podía ver que tenía algunas provisiones, imaginé que puestas por los piratas del pelirrojo.

—Debes tener frío, acércate a la fogata —me ordenó de manera directa con su voz seria, evocando que le obedeciera en silencio, al tener razón, y no querer ponerme a discutir con él en este instante—. La montaña tiene varias cuevas como estas que usamos como guarida cuando venimos, es bueno no quedarse en la misma para evitar ataques sorpresas —se explicó haciéndome girar el rostro para buscarlo, y encontrarlo con una gran tela en su mano, que no tardó en colocarme en la espalda, haciéndome entrar en calor mucho mejor.

—Eso explica la falta de ruido y luz —repliqué un poco nerviosa al saber que eso significaba que estábamos solos. Solos en una cueva sin nadie cerca quizás en más de un kilómetro—. Aunque no porque me trajiste hasta acá —añadí sintiéndolo sentarse a mi lado, y trayendo consigo los nervios de adolescente que venían a mí por ello.

—Para hablar de manera más tranquila, sin que nadie escuche o nos interrumpa —explicó mirando al fuego, y mi mirada se dirigía a él, lo bien que le quedaba su expresión pensativa, su barba, que no llevaba la última vez que nos vimos. Suprimí mis ganas de verle los labios, y preguntarme si sabrían a whiskey, si me rechazaría al intentar tocarlos, o si me seguiría el juego—. ¿Cómo sabes que estaba buscando a tu hermano cuando fui a tu isla? —soltó la primera pregunta que me hizo volver a la realidad y sonreírle de lado.

—Buscabas al hijo de Roger, al creer que sería su sucesor, en su lugar encontraste a alguien igual a él, pero que no llevaba su sangre —comenté lo que recordaba muy bien del manga—. Le dijiste a Raleigh eso, y que decía lo mismo que su capitán —añadí intentando no arrepentirme de lo que estaba haciendo.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó la siguiente pregunta sin yo responder más que una sonrisa de lado.

—Sería difícil de explicar —me abracé aún más a mi sábana, como si eso lograra que me protegiera—. Solo sé cosas sobre las personas, aunque no mucho de ti, nadie lo hace —exclamé de la manera más aérea que pude.

—Lo imaginaba —suspiró llamando mi atención al no haber previsto ese tipo de respuesta—. Cuando te vi la primera vez, no solo pude reconocer los genes de Rouge en ti, también que me mirabas como si me reconocieras, y supieras quien era —confesó sin yo poder evitar reírme por ello, al saber que había sido un fracaso en ocultar mis emociones al verlo la primera vez—. Pero tienes razón, si hubiera encontrado a Ace en lugar de Luffy, las cosas habrían sido distintas.

—Entonces estamos en tregua —solté riéndome al querer no haberlo hecho enfadar—. Detestaría que me guardaras algún rencor.

—No sería capaz —mi mirada volvió a su rostro, intentando no hacerlo, y fracasar al hacer contacto visual con los suyos—. Sabes cosas.

—Igual que tú —le respondí de vuelta con sorna sin dejar de verlo intentando no dejarme intimidar—. No sé tanto sobre ti si es lo que te preocupa, ni tu origen, ni siquiera de dónde vienes en realidad, no tengo algo que usar en tu contra —añadí encogiéndome de hombros sin saber si lo estaba enojando o tranquilizando.

—No me preocupaba por eso —afirmó logrando de nuevo intimidarme, me sentía como una niña de nuevo, y el tamaño que tenía no ayudaba en absoluto, al hacerme sentir aún más pequeña de lo que era—. Nunca te consideré una amenaza, pero si alguien que podía tener información para ayudarme —añadió mientras me mordía el labio inferior nerviosa, al estar en lo correcto—. No voy a preguntarte nada, deja de tener miedo —soltó de golpe antes de empezar a reírse como si fuera una mala broma, sin yo creerle del todo—. Además, si corriera algún peligro, seguro me lo dirías, ¿no?

—Nunca vas a correr peligro, posees mucho poder —respondí casi por inercia al apartar mirada y dirigirla al fuego—. Lo que siempre me ha hecho preguntarme como lo lograste —suspiré recordando una de las tantas escenas que no lograría borrar ni en otra vida, la manera en que entró a hablar con los Goroseis, de una manera que nunca se vio en toda la historia—. No quiero una respuesta tampoco —me apresuré a agregar, mientras menos supiera, menos corría peligro—. Espera, ¿Cómo sabes que yo…? —intenté formular la pregunta al caer en cuenta que había sabido que podía tener información del futuro.

—No fue obvio si es lo que te preocupa —respondió sin saber si me estaba sonriendo o estaba serio de nuevo, pero preferí no comprobarlo, necesitaba dejar de mirarlo, porque cada vez que lo hacía, más ganas tenía de saltarle encima—. No sé tampoco cómo lograste saberlo, si acaso ves el futuro, pero la manera en que te comportas, y como has reaccionado cada vez que te he visto incluso de pequeña, es como si ya lo hubieras visto o vivido.

—En verdad que eres demasiado observador —me quejé sin poder enojarme por ello, sabía que había metido la pata cuando entré al bar de Makino, pero no a tales niveles de gravedad—. No sé todo, solo algunas cosas, de algunas personas, nada más, es una de las razones por las que no quería salir al mar.

—Serías un tesoro valioso por explotar en mano de cualquier pirata que se enterara o de la misma marina en su defecto—concluyó con facilidad mientras me encogía de hombros dejando caer la frazada, ya más caliente que cuando estaba afuera, la fogata había logrado su cometido—. Otra razón para unirte a mi tripulación, no dejaría que nada te pasara —me propuso por, olvidé cuantas veces iban, que me uniera a él.

—Lo sé, pero eres una de mis más grandes incógnitas, no sé a quién enfrentarás en el futuro, o que problemas llegarás a tener, no quiero estar en medio de ninguna pelea —respondí con mayor tranquilidad y sinceridad la verdadera razón de mi negativa—. Además aún tengo que acompañar a Ace, necesito dejarlo a donde debe estar y advertirle algunas cosas sobre su futuro… —añadí volviendo a girar mi mirada hacia él en busca de comprensión.

—Solo cuidas de tu hermano —sentí que aceptó mi rechazo antes de negar con sorna, más relajado, era cuando más me gustaba, cuando no se notaba que era un emperador del mar, temido, y admirado. Uno de los hombres más buscado de todo el mundo—. Aceptaré ese no por ahora.

—¿Eso era todo lo que querías saber? —pregunté con curiosidad levantándome del suelo, de la única manera en que podía superarlo en altura, y pude confirmarlo a detenerme frente a él para mirarlo a los ojos—. Se está haciendo tarde, y no quiero que Ace comience a preguntarse dónde estoy si se levanta de su borrachera.

—Benn se encargará de tranquilizarlo si eso llega a suceder, y según me dijo tu hermano no tienen prisa en marcharse —comentó sin entender a donde iba con ese comentario, lo cual sabía que se reflejaba en mi rostro por completo, y lo confirmé al verlo reírse de mi reacción—. No te traje aquí solo a hablar —soltó de golpe confirmando mis más remotas esperanzas, pero sin dejar de sentirme intimidada en ese sentido por él—. Ven aquí —me invitó ofreciéndome su mano derecha y yo verla con desconfianza.

—¿Fui tan obvia? —fue lo único que me atreví a preguntar al caminar hacia él para tomar su mano, dejando que me arrastrara hacia su pecho, logrando que cayera en sentada en sus piernas de frente a él.

—¿De cómo me miraste con deseo desde que me viste? —exclamó con sorna mirándome a los ojos y pasar su mano por mi rostro, dejando que se detuviera en mi mejilla. Suspiré ante su tacto, sin poder evitar pensar lo diferente que era de Charles. Había tenido sexo después de marcharme de mi isla, pero aun así me sentía tan nerviosa como una virgen que ni siquiera había llegado a besar a alguien—. No lo creo, aunque creo que Benn llegó a darse cuenta —eso explicaba porque se sentía como si casi me estuviera arrojando a los brazos de su capitán—. ¿Qué quieres hacer entonces? —me preguntó sin entender porque lo hacía tan difícil, prefería que él llevara el control, y no que me retara de esta manera.

—¿No podrías solo…? —respondí en forma de pregunta mordiéndome el labio inferior aun nerviosa con su cercanía, podía sentir su respiración en mi rostro, el olor del alcohol puro, y el propio, amargo, atrayente—. Quiero besarte —me atreví a pedirle de manera rápida, de otra forma me iba a arrepentir o acobardarme.

No pude culparlo por reírse de mi respuesta rápida y torpe, al tener toda la razón para hacerlo. Casi por instante, pensé que me diría que solo quería molestarme, y se volvería a reír, pero en vez de eso, tomó mi rostro con su mano para acercarme a él, evocando que cerrara los ojos nerviosa.

Suspiré al sentir sus labios presionarse sobre los míos, sintiendo los suyos bruscos, más grandes, carnosos. Su bello fascial apenas lograba sentirlo sobre mi piel, y pasó a un último plano en cuanto llevó su mano a mi cintura, mientras entreabría sus labios para capturar los míos en ellos.

Me quedaba corta si solo lo describiera como el mejor beso de mi vida, la manera en que mi cuerpo se sentía en llamas, ansioso, y a la vez tranquilo, era casi imposible de describir. Mis manos fueron a su cuello casi por inercia para pegarme más a él, mientras que mis piernas se colocaban a cada lado de su cintura, sin poder rodearlo, pero lográndome hacer sentir sobre mi trasero, que tan en serio iba con esto.

Lamí sus labios, ganándome un primer gemido de su boca, y adelantarse a tocar su lengua con la mía, buscándola con un notable hambre. Que casi me parecía irreal. Nunca había pensado que él quería esto tanto como yo. Su propio sabor junto con el del alcohol, llenaron mis sentidos, mientras lo sentía recorrer toda mi boca, intentando seguirle el ritmo.

Me encontraba embriagada con solo un beso, concentrándome solo en sentirlo, en memorizar cada sabor, cada sensación, al saber que sería difícil superarlo una vez tuviera que irme de nuevo. Dejé de pensar en ello, volviendo mi mente de vuelta a Shanks, cuando lo sentí subir mi mano por mi abdomen y detenerse sobre mis senos, que no tardé en sentir como los acariciaba con delicadeza.

Sonreír sobre sus labios al tomar unos segundos para poder respirar, soltar su cuello, y llevar mis manos a mi camisa blanca, para poder desabotonarla con prisa. No quería que se detuviera por ello, sabía lo difícil que iba a ser hacerlo él con una mano, y tampoco iba a esperar que la rompiera por desesperación, no pensaba salir con frío casi desnuda de esta cueva.

Mi sostén no tardó en seguir el trozo de tela blanca lejos de nosotros, al abrir mis ojos para poder tirarla fuera de la fogata, y girar a ver de nuevo al espécimen en el que estaba sentada. Sin su capa, ni cinturón, y el pantalón desabotonado que marcaba muy bien su anatomía. Intenté no pensar en cómo eso superaba también a mis otros amantes para volver a mirarlo a los ojos con deseo ardiente por qué siguiéramos.

—En realidad te volviste una hermosa mujer —comentó dándome una mirada de depredador, y usar su mano para levantarme del suelo al ponerse de pie, evocando que colocara mis manos en su cuello para evitar perder el equilibrio—. No era una buena posición, no para ser la primera por lo menos —me hizo sonrojar escondiendo mi rostro en su pecho, notando como nos adentraba más a la cueva, lejos de la fogata, para luego bajarme al suelo.

—¿Qué ocurre? —pregunté con curiosidad observando como buscaba entre los suministros varias telas que imaginé eran sábanas, para colocarlas frente de mí. Me di cuenta que estaba improvisando una cama con ellas, lo cual agradecí un poco, me negaba a llenarme de tierra en lugares en donde no debería estar—. Mejor —solté con confianza lanzándome a ella boca arriba.

No era igual a una cama por mucho, pero no eran tan malo como estar sin nada. El pelirrojo no tardó en acompañarme en el lecho, recostándose con cuidado encima de mí, y volver a besar mis labios. No había suavidad como el primer toque, solo hambre y deseo, podía sentirlo devorar mi boca con su lengua mientras me arqueaba buscando más de su toque.

Con cada beso solo quería más.

Como si pudiera haberme leído la mente, dejó mi boca con un último beso antes de comenzar a besar mi cuello, deteniéndose a chuparlo con fuerza, robándome un gemido por tal acción, mientras volvía a sentir su mano en mi cuerpo, esta vez acariciando uno de mis senos con cuidado. Mantuve mis ojos cerrados arqueando, y olvidando hasta donde me encontraba.

En este instante solo éramos nosotros dándonos placer, nada más.

Mis manos casi tomaron vida propia en cuanto el pirata abandonó mi cuello para continuar bajando hasta mis senos y tomar uno de ellos con su boca. Solté un grito de placer en cuanto lo hizo, queriendo más, acariciando su cabello para alentarlo a que continuara. Succionó de nuevo sin soltarlo de manera continua, excitándome cada vez más, necesitando aún más de él.

Mis manos soltaron su cabello cuando abandonó mi seno para tomar el otro con su boca, para comenzar a desabotonarme el botón del pantalón. Ni siquiera me importó que pudiera parecer necesitada, porque de hecho lo estaba. En medio de mis gemidos de placer, logré quitarme el trozo de tela, y él detenerme de quitarme también las bragas para poder estar desnuda.

Su boca hizo un leve "pop" al soltar mi adolorido pezón, evocando que abriera mis ojos y hacer contacto con los suyos que me veía con lujuria y diversión, como si estuviera preguntando con que podía seguir. Asentí mordiéndome el labio y llevar mis manos a su rostro para que volviera a besarme. Lo cual adoraba hacer.

Su mano terminó por quitarme las bragas, sin poder importarme en donde terminaron, al sentirlo de inmediato acariciando mi clítoris y tentando mi entrada, la cual sabía que estaba más que mojada. Había estado mojando por él desde que lo vi la primera vez, no necesitaba estimularme para continuar, esa fue la afirmativa que le había dado, y que al parecer se estaba tomando el tiempo de confirmar.

—No tienes por qué ser gentil —suspiré sobre sus labios al sentirlo pegarse a mí, sin saber en qué momento se había desnudado, aunque con la poca ropa que llevaba sabía que no necesitaba mucho esfuerzo para ello—. No va a ser la primera vez —le recordé que no era una virgen con la que se tenía que tomar el tiempo.

—Lo cual no sabes cuanto lamento —me sonrojé ante tal afirmación sin poder responderle de vuelta al sentirlo en mi entrada y presionar a mi interior.

Grité arqueándome mientras más me llenaba sin saber que fuera posible que llegara así de profundo, haciéndome entender porque estaba tan preocupado de que estuviera bien estimulada. Ni siquiera el placer que había sentido fue capaz de prepararme por su tamaño. Había podido estimar de cuanto era por encima de la ropa, pero me había quedado corto en ello.

Supuse que teniendo conocimiento de su cuerpo, fue por lo que se detuvo dentro de mí sin moverse para dejar que me adaptara a él, antes de volver a besarme, y llevar su mano a mi seno para que comenzara a olvidarme del dolor. Apenas comencé a estimularme de nuevo, lo sentí moverse fuera y dentro de mí, bombeando con fuerza, sin yo poder seguir besándolo cuando lo hacía.

Aumentó las embestidas al llevar su mano a mi cintura para guiarse mejor. Casi no podía mantener la conciencia en el momento. Mis gemidos, y mis gritos fueron acompañados con el sonido de cada penetración, lo cual me hacía entender porque era necesario estar tan lejos de quien sea. No pude seguir pensando, al notar como soltaba mi cintura y llevaba la mano a mi clítoris para estimularlo, aunque no era tan necesario, sus embestidas lograban darme el placer suficiente.

Sin haberme pasado antes, solo necesitó penetrar un par de veces más antes de dejarme llevar por mi primer orgasmo, apretándome sobre su miembro, lo cual supe que él había notado al volver a besarme y rentalizar las embestidas con cuidado. Continué suspirando con cada vez que entraba y salía de mí, hasta que lo sentí detenerse para llenarme por completo.

Salió de mi interior con cuidado, para dejarse caer a mi lado, sin poderme creer lo que acababa de pasar. Quería grabar cada sensación para que me hiciera compañía en las noches solitarias que tendría después de esto.

—¿Estás bien? —me preguntó a mi lado, evocando que abriera mis ojos y girara a verlo acostado de lado con una sonrisa de satisfacción que gritaba buena follada por todas partes—. ¿No te hice daño?

—Fue grandioso —respondí sonrojada sin poder dejar de sonreírle—. ¿Dijiste que podíamos quedarnos más de una noche aquí? —le pregunté mordiéndome el labio haciendolo reír ante mi comentario.