Nota de autor: Holaaaa mis lectoras, aquí dejo un capítulo que espero les guste tanto como a mí escribirlo.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.
Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece.
Haberle contado a Marco que sabía muchas cosas no fue una de mis mejores ideas, al tenerlo los siguientes días insistiendo en saber más al respecto. La curiosidad que ya sentía por mí, había sido elevada casi a acoso, preguntándome cada momento que podía sobre qué cosas sabía de él, que secretos le conocía, incluso sobre otros de sus hermanos.
Me prometió miles de veces que no diría nada a nadie, ni siquiera a su padre. Pero seguía sin confiar del todo.
—Eres peor que mis hermanos —le grité el quinto día, harta de escucharlo preguntarme tantas cosas juntas—. Bien, te diré algo que no puede afectarme ni a nadie en este momento —me rendí ante tanta insistencia—. La tripulación de tu padre no tiene comandante de la segunda división, por respecto al último que tuvieron —revelé de golpe llamando la atención de Marco. Sabía que era un tema delicado, pero él había sido demasiado insistente.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó con la primera expresión seria y preocupada que lo he visto desde que lo conocí—. Nadie fuera de la tripulación sabe de ello.
—Su nombre era Kozuki Oden, daimyo de Wano —la expresión de dolor en su rostro me hacía querer detenerme, pero necesitaba hacerle saber porque era tan peligroso mi conocimiento—. Viajaron por años con él, hasta que tuvieron que separarse porque Gol D Roger le pidió que lo acompañara a buscar el One Piece.
—¡Suficiente! —me detuvo de golpe furioso y dolido—. Solo los que tuvimos en ese tiempo hace más de veinte años sabemos eso, y tú solo tienes diecisiete, es imposible que pudieras… —comentó confundido por mi precisión de detalles—. Ya lo entiendo —aceptó relajándose un poco—. No sé cómo es posible, pero sabes cosas de las personas, de muchas, información que en manos equivocadas…
—Ya entiendes porque lo mejor es que este alejada de todos —comenté encogiéndome de hombros suspirando con tranquilidad, al saber que lo había convencido—. No puedo pasarme la vida con miedo a ser atrapada en algún viaje, si solo me mantengo a salvo de todos, lejos, puedo asegurarme por lo menos vivir suficiente.
—Guardaré tu secreto —aceptó sentándose en su cama notándose cansado por la conversación—. ¿Sabes con exactitud qué sucedió con Oden?, solo sabemos que murió en manos de Kaidou, pero… —preguntó haciéndome asentir, al saber que esa era una herida que aún no cerraba, ni él ni sus hermanos que llegaron a convivir con él.
—Lo engañaron, cuando volvió del viaje con Roger, se encontró con que Kaidou estaba en Wano apoderándose de él, intentó luchar, tenía la fuerza, pero lo engañaron —respondí sentándome a su lado—. Murió salvando a sus hombres, y su familia, con honor, y con el peso de no haber liberado a Wano de Kaidou —intenté no llorar al recordar aquello tan bien, al haber sido uno de los últimos arcos que llegué a ver antes de morir, y por ende el que más fresco tenía en mi memoria—. Sus hijos escaparon, su madre mandó a Momonosuke al futuro, veinte años, y su hija lo cuida uno de los vainas rojas… —añadí intentando consolarlo en su dolor—. Si te hace sentir mejor —le sonreí al lograr que me mirara—. Volverás a verlos, en cinco años, y lucharás a su lado por Wano —le aseguré logrando hacerlo reír como si fuera un gran chiste.
—También sabes el futuro —concluyó con rapidez—. Eres una caja de sorpresas Heis, una muy peligrosa —añadió negando comprendiendo al fin a lo que me enfrentaba—. Necesitas tener cuidado en el futuro, puede que te llevemos a una isla tranquila, pero si llegas a enfrentarte a alguien fuerte, mantén tu boca cerrada, si alguien sabe que puedes hacer…
—Lo sé —lo interrumpí con una sonrisa—. Por eso me mantendré en el bosque y solo bajaré al pueblo a buscar comida, nada más —le aseguré con una sonrisa de una tranquilidad de la que no estaba segura. Esperaba en el fondo que con solo alejarme del peligro pudiera mantenerme en bajo perfil.
Recordándome a Luffy, que hasta mi último día en la isla me retaba a pelear con él para ver que tanto había progresado. Marco se dedicó a intentar entrenarme aun en contra de mi voluntad. Su táctica era sorprenderme con la guardia baja, lo cual se le daba demasiado bien, y aunque en un principio pudo ser interesante o estimulante, después de la primera semana se volvió molesto. No respetaba que ni siquiera estuviera comiendo para ponerme a prueba.
No podía negar que mis sentidos se estaban agudizando gracias a ello, me mantenía en constante alerta, pero no dejaba ser molesto. Agregándole a ello que no tenía noticias de mi gemelo, sin saber con exactitud cuantas peleas le faltaban para que aceptara su derrota, convirtieron mis días de aburridos a irritantes.
—Terminó —me despertó Marco en medio de la noche, ya haciéndoseme extraño que no hubiera venido a dormir hasta ahora—. Ace perdió, y pidió la marca del viejo en su espalda…
—Ese idiota, ni siquiera tuvo la delicadeza de mandar a buscarme para ver la ceremonia —me quejé levantándome de la cama para buscar unos pantalones largos—. Imagino que la fiesta todavía sigue… —exclamé suspirando al cambiarme con prisa—. Y tú también eres igual de traidor que Ace.
—Ace también es mi hermano ahora, no iba a traicionarlo cuando me pidió que no te llevara —se defendió a su favor, siendo una razón de peso, pero no por eso iba a aceptarlo.
No llegué a sentir que estaba temblando hasta miré mis manos moverse al colocarme una camisa abierta. Estaba aterrada, entusiasmada y nostálgica, sería la primera vez que me separaría de mi gemelo desde que nacimos. El mayor tiempo que pasamos lejos fue hace un par de meses cuando nos pusieron en diferentes barcos, no era lo que tenía en mente el día que decidí salvarlo, pero se había vuelto parte de mí. Saber que lo tenía cerca me daba la tranquilidad de irme a la cama sin preocuparme.
Irme no solo significaba que haría mi vida lejos de él, sino que tendría que confiarle la misma al azabache. No volvería a verlo al menos que viniera a visitarme, o por alguna casualidad. La incertidumbre de si estaba vivo o no, me carcomería la paz que logre tener al partir.
—Marco —le llamé con apenas un hilo de voz al girarme y verlo preocupado seguro por mi mirada—. Prométeme que vas a cuidarlo por mí, por favor.
—Ven aquí —solo necesitó decir para que saltara a abrazarlo con fuerzas, rodeándolo con mis brazos, mientras él pasaba una de sus manos por mi espalda y otra en mi cabeza—. Supongo que nunca tuviste en cuenta que irte significaría dejarlo atrás.
—Nunca habíamos estado tanto tiempo lejos el uno del otro —expliqué con una mueca de tristeza—. Y él… no quiero que nada le pase, por favor Marco, si llega algo le llega a pasar.
—Cuidaré de él, puedes estar tranquila —me aseguró sin yo saber si podía confiar totalmente en su palabra, pero con ello y la advertencia que le daría a mi gemelo, esperaba que fuera suficiente para cambiar el futuro.
Sin aun agradarme salir volando en los brazos de Marco, me llevó hasta el barco donde se encontraba su padre y su nuevo hermano. Los cuales al igual que el resto de la tripulación continuaban brindando y celebrando la conmemoración. Sonreí con algo de tranquilidad en cuanto divisé a Ace sonreír mientras hablaba con su nueva familia, aceptándolos. Compartiendo. Era tal como recordaba que sería.
—¡Heis! —me llamó al verme aterrizar cerca de él—. Me imagino que ya lo sabes —añadió con una mueca de tristeza—, perdí.
—Más bien ganaste, ganaste a más personas que te consideran familia —lo contradije provocando que el chico de rulos me abrazara de golpe.
—Sabías que esto pasaría, ¿cierto?, por eso estabas tan tranquila —me acusó sin negarme a ello.
—Te dije que me iría cuando llegaras a tu destino, este, esta familia, es ese destino —afirmé su pregunta librándome de su agarre—. Espero que hayas encontrado eso que no llegué a darte por completo.
—Siempre serás mi única hermana, mi otra mitad —exclamó abrazándome por el hombro en medio de una risa—. Además, padre dijo que podías quedarte si quisieras, él…
—Ya me lo había ofrecido, también Marco, pero esta es tu aventura, Ace, no la mía —me justifiqué soltándome de su abrazo forzoso—. Por cierto, antes de irme tengo que hablar contigo a solas, mientras puedes seguir bebiendo —me despedí a medias dejándolo atrás para poder caminar hacia Shirohige que se encontraba sentado, con su respirador, y una sonrisa arrogante en su rostro—. ¿Sería mucho pedir que me lleven a una isla segura, lejos de piratas? —le pregunté al viejo logrando hacerlo reír con una fuerza que retumbó por todo el océano circundante.
—Marco me contó lo fuerte que eres —mencionó sin equiparar en sus palabras o que sus demás hijos pudieran escucharlo—. No cualquiera llega a sorprenderlo, podrías entrenar esa fuerza con nosotros, llegar a…
— Otras personas me lo han ofrecido muchas veces y la respuesta siempre es no —lo rechacé de raíz sin darle importancia—. No quiero que mi nombre sea conocido, o llegar a la mira de la marina.
—Si eso es lo que deseas, te llevaré a donde quieras, pero aunque no lleves la marca como tu hermano, también eres mi hija, puedes usar eso si alguna vez lo necesitas —me ofreció sin poder hacer más que asentir por tales palabras de reconforte, al no habérmelas esperado. No era que fuera a tomarlas en serio, ser una hija de Shirohige me daba más problemas que soluciones. Podría algún idiota solo retarme para desafiar al viejo.
No llegué a recordar en qué momento la fiesta llegó a su fin, al haber terminado en unos de los escalones durmiendo sentada e ignorando todo el ruido a mi alrededor. El sol fue el indicador que me logró despertar con cansancio y pereza. Una fiesta en medio de la madrugada no era la mejor idea de todas, en este momento solo quería volver a dormir. Pero el cuerpo me dolía por la mala posición, necesitaba una cama de nuevo si quería dormir.
El resto de la tripulación se encontraba casi en el mismo estado que yo, dormido, medio dormido, tirado en algún lugar del barco, con posiciones que por experiencia recién sabía que dolerían después. Bostecé caminando a la cocina a buscar algo de agua, o a alguien que pudiera darme un pequeño colchón, o en su defecto, me ayudara a buscar a Marco para llevarme de vuelta a su recamara.
—Ya estás despierta —exclamó el cocinero en cuanto entré a la cocina, haciéndome a mí más extraño de que él estuviera cocinando a esa hora—. ¿Te preparo algo?
—Lo que sea, solo tengo sueño, y dormí en una muy mala posición que no iba a repetir —respondí con un medio bostezo—. ¿Alguien más ha despertado?
—No, la mayoría recién llegaron a dormir, por lo que somos los dos por al menos unas horas —me comentó mientras lo observaba tomando jugos, naranjas y panes, los cuales supuse que él mismo había horneado dado que dudaba que lo llevara consigo todo el tiempo.
—Perfecto, así puedo hablar contigo —comenté pestañando varias veces con fuerzas para intentar quitarme el sueño, sin lograrlo en absoluto, no me encontraba en todos mis sentidos aun—. Voy a decirle esto a mi hermano también cuando logre encontrarlo y poder hablarle en sus cinco sentidos, pero creo que era justo que lo supieras —bostecé tomando el vaso de naranja que me ofrecía, y comenzar a beberlo.
—¿Quieres que te prepare algo de comer para tu viaje? —preguntó con sorna sin haberlo pensado antes y no ser del todo una mala idea. Al yo no saber cocinar en absoluto, lo único que lograba era poner carne en el fuego y comerla una vez se sintiera cocida, o hervir latas de comida, lo cual tampoco tenía mucha ciencia.
—En realidad te lo agradecería, por lo menos para unos días en lo que me adapto a mi nuevo hogar —acepté terminándome el jugo, sintiéndome un poco más hidratada, pero no totalmente despertada—. Pero no era eso lo que quería decirte, en realidad, quería advertirte, sobre tu futura muerte.
