Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa apartir del próximo capítulo.


A veces cuando una situación apuntaba de manera directa a algo, era difícil lograr aclarar la situación, y en una de esas situaciones era en la que me encontraba ahora mientras el barco del Fénix me llevaba a mi nuevo hogar. No importaba cuanto intentara decirle a mi gemelo que no era lo que estaba pensando sobre mí y su nuevo hermano, solo no me creía, aunque tampoco podía culparlo por eso. Yo tampoco lo hubiera hecho en su situación.

—Solo digo que no es como si fuera algo a lo que no esté acostumbrado, no tienen por qué mentirme en la cara —se quejó Ace tirando una carta a la mesa mientras jugaba con él y el capitán de la primera división de barba blanca—. No voy a enojarme —añadió encogiéndose de hombros mientras intentaba quitarme las manos de Marco de mi abdomen, lo cual le quitaba mucha credibilidad a mi negación.

—Solo me encariñé con Heis, nada más —intentó ponerse de mi lado el usuario de fruta Zoan colocando su mejilla en mi hombro dada la posición en la que estábamos. Esperando mi destino, terminamos en el piso de la cubierta. Ace estaba delante de nosotros, mientras yo en el otro, sentada entre las piernas de Marco, rodeándome el abdomen con sus brazos de manera protectora, sin molestarme, estaba casi cansada de tenerlo cerca, después de haber dormido en la misma cama por un par de meses —. Después de todo nunca tuve antes una hermanita, es bastante divertido molestarla —añadió tirando una carta al medio para continuar el juego.

—Eso no explica porque duerme en tu habitación —comentó Ace más relajado, haciéndome creer que por fin confiaba en mi palabra, nunca había estado en alguna situación de mentirle sobre haber estado con un hombre.

—Antes de que te unieras como nuestro hermano, no tenía la confianza de que esta niña no corriera a ayudarte con el viejo, o que terminara peleando con alguno de mis hombres por que intentara algo con ella —explicó el Fénix un poco pensativo, pero diciendo toda la verdad—. Si la tenía cerca cuando dormía, disminuían mis problemas, luego solo nos acostumbramos a eso —añadió encogiéndose de hombros mientras era mi turno de lanzar.

—Bien —se limitó a responder Ace dándome a saber que no nos creía del todo, pero que lo dejaría pasar—. ¿La isla a la que vamos es segura?, no quiero dejarla en lugar que no lo sea…—cambiaron de tema sin dejar de jugar.

—Es difícil en el nuevo mundo saber si una isla es segura del todo —comentó Marco con un temple serio por completo—. No podemos controlar todo este lado del mar, pero si conozco los territorios de los demás emperadores, esta isla es tierra de nadie, completamente libre —aseguró dándome algo de tranquilidad—. Hemos venidos pocas veces a comerciar o surtirnos cuando estamos lejos de alguno de nuestros puertos comerciales, aunque hace mucho que no lo hacemos, por lo que se puede decir que es seguro.

—No te preocupes, igual viviré en el bosque, lejos de las personas —les dije a ambos ganando la partida de póker sin molestarlos—. Construiré una pequeña cabaña, y ahí viviré intentando que mi única amenaza de muerte sea el aburrimiento —añadí levantándome del suelo—. Marco tiene razón, en el nuevo mundo no se puede confiar en nada.

Llegar en una carabela con una gran popa de ballena delante llamaba demasiado la atención, incluso se lejos, por lo que guiarme de manera directa a la isla no era una opción por más que Marco insistiera. Estaba decidido a que podría servir a los isleños para advertirles de que era parte de los piratas de barba blanca, y que no debía meterse conmigo. A mí en cambio me sonaba a ponerme una diana en medio de la cabeza.

Por ello antes de que pudiéramos divisar la isla, tomé mis cosas para que Ace me llevara en su Striker, el cual era bastante discreto para ello. En cuanto terminé de despedirme de la primera división, y de su capitán con un largo abrazo, tomé mi mochila para comenzar esta nueva etapa en mi vida. La había pensado por tantos años desde mi infancia que casi me parecía irreal, mi gemelo estaba advertido, tendría cuidado, se encontraba en su lugar con su nueva familia, y podría descansar de cuidarlo.

No tenía idea de si esto iba a funcionar por completo, si lograría pasarme los siguientes tres años descansando antes de ir a Arabasta a ver si Ace estaba allí buscando a Teach, pero si estaba segura que había hecho todo lo posible para cumplir mi sueño…

La isla resultó ser de un tamaño similar a la que nacimos, con un puerto desarrollado, varios barcos en él, pero si aparente problemas. Un pueblo costero, el cual sería mi nuevo lugar para abastecerme de comida cuando escaseara la llevaba conmigo, y sobre todo un gran bosque en el monte, alejado de todo, en la orilla del cual Ace encalló para que mi llegada sea tranquila y nada llamativa.

—¿Estás segura de quedarte en este lugar? —me preguntó en cuanto bajé a la playa con mi mochila a cuesta, logrando que le sonriera asintiendo con seguridad—. Si…

—Voy a estar bien —le aseguré sin dejarlo terminar de hablar—. Ambos sabíamos que este día iba a llegar, Ace, que tomaríamos…

—Esperaba que pudiera hacerte cambiar de idea —confesó de golpe sin haber esperado por ello, dado que pudo dejar a Luffy atrás sin problemas, al igual que a los bandidos de montaña—. Nunca nos habíamos alejado de esta manera, desde que estuvimos en el vientre de mamá, no me culpes por querer que continuáramos siendo nosotros contra el mundo —añadió evocando que saltara a abrazarlo con fuerzas.

—No estoy yendo a mi muerte, Ace, solo a buscar mi propio camino —le dije al oído sin soltarlo—. Puede que esta sea solo la primera isla en que la esté, o que me quede en ella para el resto de mi vida, no lo sé, pero voy a averiguarlo, porque es mi camino, y el tuyo es otro con los piratas de barba blanca —aseguré soltándolo para terminar el abrazo—. Tu hermanita es una mujer fuerte, no tienes por qué preocuparte.

—Eres fuerte y un imán para los problemas —me corrigió negando volviendo a su pequeño barco—. Espero que sepas lo que estás haciendo, pero si alguna vez necesitas de tu hermano mayor, sabes que siempre podrás contar conmigo, usa mi nombre si es necesario alguna vez, yo asumiré cualquier consecuencia si llegas a tener problemas.

—Estaré bien —le aseguré despidiéndome sacudiendo la mano al verlo alejarse en el mar, dejándome sola en la orilla de la playa de una isla completamente desconocida, tal como le había pedido.

Aun así me sentía sola, abandonada, fuera de lugar. No me arrepentía tan rápido de mi decisión, pero era difícil acostumbrarse tan expedito a la soledad, cuando no la había conocido antes. Intenté no dejarme arrasar por ello, al caminar al bosque, con planes de entretenerme construyendo mi casa. Planeando como la haría.

Aún conservaba mis conocimientos antes de venir a este mundo, y conocía también de la manera en que se construía, las diferencias, lo que necesitaba para comenzar. Con algo de madera, y los recursos de la naturaleza podría construir algo mejor que la casa en el árbol que tuve de niña junto a los muchachos. Una sonrisa triste se posó en mi rostro al alejarme de la playa para adentrarme al bosque en busca de un buen lugar donde colocar mi nueva casa.

Por más que quisiera tener el mar cerca, para conseguir pescado, era peligroso para vivir, por lo menos si esperaba no tener que construir otra en un corto período de tiempo. Sin contar que necesitaba estar lejos de toda costa, por si alguna vez llegaban piratas reconocidos, o con recompensas a buscar problemas a la isla. No me molestaba caminar, y con mi buen sentido de la orientación, no se me hizo difícil encontrar un buen lugar justo a la mitad del bosque, subiendo la colina.

No lograba divisar más que arboles a mi alrededor, y comprobé su buena ubicación al subirme a uno de ellos, confirmando, que incluso a esa altura, a la distancia no lograba verse más que pura vegetación, podría controlar incluso un buen fuego aquí sin llamar la atención. Justo lo que necesitaba. No podía bajar la guardia solo porque pensaba que estaba a salvo. Con suerte, las personas de esta isla me pasaría desapercibida, o en su defecto, no sabrían como encontrarme si alguna vez intentaban llegar a mí.

La comida que me llevé de Thatch logró abastecerme durante una semana bien distribuida, la cual complementé con algunos animales que llegaba a cazar cuando tenía hambre. El bosque estaba nutrido de ellos; ciervos, conejos, algunos jabalíes, serpientes, algunas aves, e incluso una manada de oso y una de lobos, que logré ahuyentar mi primera noche aquí. Lo cual fue producente para no tener que salir del bosque mientras estuviera construyendo mi hogar.

No necesitaba lujos en un lugar como este, por lo que terminé haciendo una cabaña con troncos bien colocados para no ser derrumbados ni asaltados. Tanto por la naturaleza como por algún bandido perdido que intentara sacarme algo de dinero, o aprovecharme de mí, aunque si alguien lograba encontrarse conmigo, no lograría nada, prefería tener cuidado para no llamar la atención.

La casa era acogedora, con una gran sala, en la cual hice una chimenea para mantenerme caliente por las noches, una habitación no muy grande, solo lo suficiente para poner una cama de madera sin colchón, y un cofre de igual material en donde guardaba mis perteneciente a excepción del dinero que siempre llevaba conmigo. No quería arriesgarme a que me robaran si lo escondía. Sin poder tener electricidad en este lugar, no necesité hacer una cocina, toda la comida la haría afuera, en una fogata.

Aunque no podía negar que extrañaba poder tener un refrigerador para poder conservar las carnes que cazaba, era practico, pero no en este lugar. La tercera recamara de la casa, se trataba de un baño improvisado, dado que no tenía tuberías. Solo poseía un agujero en el medio pequeño para desaguar, y un barril lleno de agua para asearme cuando lo necesitara. No era mucho, pero funcionaría.

Una vez la casa estuvo construida, comencé a ir al pueblo para explorarlo y abastecerme de lo que no podía darme la naturaleza, gracias a los berries que me entregó barba blanca para que pudiera arreglármelas hasta que consiguiera como obtener mi propio dinero. Tal como había previsto desde el Striker, el pueblo era costero, recibía a veces algunos barcos piratas que la tomaban como parada sin armar muchos estragos, dado que los habitantes se defendían bastante bien.

El pueblo me recordaba a villa Foosha, aunque este poseía más bares que lugares de comida, y la mayoría se encontraban llenos. Lo cual me hizo darme cuenta que uno de los negocios más lucrativos en este lugar era la prostitución, después de todo, un hombre que pasaba mucho tiempo en el mar, pagaría lo que sea por tener sexo con una mujer bonita, y estos tratos se cerraban en los bares.

Un recordatorio de siempre estar alerta cuando bajara al pueblo.

Por otro lado, la comida era lo suficiente para complementar mi cacería, incluso llegaba a hacer intercambios por la carne que me sobraba al cazar. En pocas semanas logré adaptarme a vivir en este lugar, haciendo rutinas para no aburrirme. En un principio, bajar cada cinco días fue efectivo para abastecerme de alimentos, pero no para no aburrirme, estar todo el día leyendo lo mismo, o el libro que lograra comprar en el pueblo, era suficiente para entretenerme por un par de días, no toda la vida.

Por lo que terminé por hacer de una costumbre bajar todas las mañanas a comprar el desayuno, paseaba por el pueblo a ver que había de nuevo, golpeaba uno que otro pirata que se trataba de sobrepasar conmigo, y regresaba a mi casa para almorzar y volver al pueblo.

—Podrías estar solo con quien quieras —me comentó una nueva amiga, con posibilidades a ser mi amiga. Una prostituta en el mejor bar del pueblo, de las más buscadas, y con mejor estatus en él gracias a su físico. Se trataba de una mujer de piel tostada, rizos castaños que le caían por la espalda, y un gran cuerpo voluminoso, aunque lo que le atraía a los hombres no era eso sino su forma de ser y de seducirlos. Más de una vez la había visto en acción—. Y cobrar por ello, no lo veas como…

—No voy a venderme Grace —me negué por tercera vez esa tarde mientras miraba el fondo de mi vaso de cerveza, a la cual había comenzado a mostrar resistencia—. Respeto lo que haces, pero no es lo mío, suficiente tengo con los idiotas que quieren sobrepasarse cuando vengo en las noches, como para también tener que lidiar con tipos que intenten comprarme por unas horas.

—Dios sabe que lo intenté, eres imposible —se quejó logrando hacerme reír por ello antes de negar, al saber a qué se refería. Muchos de hombres del pueblo tantos habitantes como visitantes, habían querido comprar unas horas de mi tiempo, y por ello Grace intentaba hacer de ello un negocio—. Por lo menos ven más seguido en las noches, no te acuestes con ellos, pero no los golpees, así gastan dinero en mi bar —exclamó con una sonrisa coqueta sin dejar de hacerme gracia.

—Solo los golpeo cuando sus manos se escurren por donde no debería —me defendí encogiéndome de hombros—. ¿Te gusta vivir así? —pregunté de golpe mientras me servía otro vaso—. Lo siento si fui entrometida es que nunca había conocido a alguien que…

—Es solo sexo casual, con tipos que me gustan y me pagan por ello, no es un crimen ni me estoy vendiendo —se defendió sin yo estar deacuerdo pero aun así no dije nada al respecto—. Es un intercambio justo.

—Y por eso terminas teniendo problemas cuando te niegas, claro —la regañé negando al levantarme del banco frente a la barra en la cual estaba sentada, haciendo referencia a como terminamos conociéndonos, yo quitándole de encima a un tipo que no aceptaba un no por respuesta—. Es mejor que me vaya, tienes que descansar para esta noche, y yo comer antes de gastar mi dinero en tu bar.

—Por eso deberías mudarte al pueblo, no sé cómo no te cansas de ir y volver al bosque —se quejó mientras la ignoraba negando saliendo del bar, sin siquiera decir adiós, algo a lo que se había acostumbrado.

No había tenido pensado hacer migas en este lugar, pero entre tanto tiempo sola, fue casi imposible no conocer a algunas personas del pueblo. A quienes le vendía carne, a los que les compraba comida, bebida, y a los del bar de Grace, que desde que la protegí de unos piratas, prácticamente me volvieron familia de todos aun en contra de mi voluntad. Lo cual solo tenía la ventaja de obtener alcohol gratis cuando iba.

Lo único que sabían en el pueblo de mí era que había llegado del otro lado de la isla en un barco, que vivía en el bosque alejada de todos, que cazaba, y que mi nombre era Heis. Al no haber dado nunca un apellido. El de mi padre me traería demasiado problemas, y el de mi madre me relacionaría con mi gemelo, el nuevo comandante de la segunda división de los piratas de barba blanca. Una atención que no necesitaba.

Tal como solía hacer cada noche, en cuanto terminé de limpiar mi hogar de alimañas del bosque, y cenar, bajé al pueblo con intenciones de tomar unos tragos, socializar un poco con los chicos de bar, e irme antes de que comenzara a emborracharme. Detesté igual que cada vez que venía, que al entrar las miradas de los nuevos visitantes se posaran en mi cuerpo, como si eso pudiera lograr que vieran atrás de mi ropa.

Esta vez se trataban de unos piratas que presumían por haber llegado al nuevo mundo, un logro que no cualquier tripulación podía atribuirse debía admitir, pero tampoco eran la gran cosa. Por lo que no llamaban mi atención, solo me molestaba la manera en que creían que todos debían alabarlos por ello. Las chicas del bar, cumplían su trabajo, llegándolos de halagos, y algunas logrando que se fueran con ellas a las habitaciones de arriba.

La única que se quedó fue Grace sirviendo en la barra, lo que significaba que ninguno de los hombres que llegaron llamaban su atención. Era gentil con todos incluso el capitán, pero no más que eso. Cuando me senté en mi lugar habitual, pude notar como este intentaba convencerla, y como la castaña se negaba con una sonrisa coqueta.

—Casi pensaba que no ibas a venir —me llamó Grace con una mirada que me decía que la librara de ello.

—Tardé un poco cazando un jabalí, se dio a la fuga, pero sabes que siempre…

—¿Tú cazas? —nos interrumpió el capitán pirata mirándome como si fuera una mala broma—. ¿También trabajas aquí?

—No trabajo aquí, y sí cazo mi comida en el bosque —respondí de manera objetiva antes de ver a Grace de nuevo—. Pues como te decía, se me hizo tarde por eso —añadí antes de colocar la bolsa que llevaba conmigo en la barra—. Seguro no has cenado, te traje un poco que sobró.

—Ves que eres adorable, le diré a Joe que la guarde para más tarde, pide todo lo que quieras, la casa invita —me dijo apartándose de mí para continuar sirviéndole a los demás clientes.

—¿Te gustan las mujeres? —preguntó el pirata de golpe en cuanto la chica voluptuosa nos dejó solos, logrando hacerme reír por su conclusión.

—No, me encantan los hombres, solo que no tú —le respondí con arrogancia abriendo mi botella de cerveza para comenzar a tomarla, tenía cierto dulzor que normalmente ese tipo de bebida no poseía, y por ende fue la razón de que comenzara a tomar.

—¿Tienes idea de quién soy o cuanto es mi recompensa? —exclamó el capitán claramente molesto y ofendido, otro más para la lista.

—No, ni me interesa, mejor ve por alguna de las otras chicas, estoy segura que alguien aceptará tu dinero —le respondí con arrogancia sabiendo que solo lo estaba haciendo enojar aún más, pero no iba a quedarme callada ante aquella escena.

—Solo eres una… —intentó insultarme sacando lo que parecía ser un cuchillo de su manga para amenazarme—. Puta, así que por qué no mejor terminas de aceptar el dinero, y complacerme —me apuntó con el arma blanca sin lograr intimidarme, pero borrando mi sonrisa por completo.

—No quiero problemas, así que solo déjame en paz —que no se diga que no intenté tratar el problema por las buenas.

En el solo instante en que alzó su mano en mi dirección con intención de herirme, me disculpé mentalmente con Grace por lo que iba a hacer. Dejé que mi haki del rey fluyera de manera directa hacia él, dejándolo inconsciente de manera inmediata. Desde fuera solo parecía que había caído borracho en el suelo, por lo que no tenía por qué preocuparme. Con suerte olvidaría lo que sucedió.