Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.


No dejé que la lógica me guiara, la cual me decía que mientras más rápido me rindiera, más fácil sería, al usar haki de armadura para librarme de las ataduras de mis manos con fuerzas, y seguir el resto de mi cuerpo. Al contrario de lo que recordaba, los hilos no eran capaz de verse a simple vista, solo sabía que se trataba de ello al conocerlos.

Comencé a usar mi haki de observación para intentar ver al dueño, sin éxito alguno, no podía divisar nada en medio de los árboles, en una primera instancia. Su risa fue la primera que llegó, evocándome un escalofrió por todo el cuerpo, aterrándome como si hubiera sido la muerte la que se reía de mí. Aunque en esta ocasión, la diferencia era misera.

Sentí segundos después de la risa, como mi cuerpo volvía a estar fuera de mi control, esta vez con más fuerza, pero logré librarme de nuevo con haki de armadura. Observando a mi alrededor de donde provenía el ataque. Supe lo débil que aún era cuando me tomó del cabello alzándome antes de que pudiera darme cuenta que se había acercado. El dolor me llegó de lleno en el cuero cabelludo, dándome cuenta por la falta de piso en mis pies, que había sido alzada.

Cerré los ojos del dolor por inercia, sin poder verlo aún, agitando mis manos para intentar librarme de su agarre, y escuchando su risa más cerca de lo que me gustaría.

—Quédate quieta —me ordenó con notable rabia en su voz, sin poder negar que tenía razón por estar molesto conmigo. Aun así no le hice caso, y continúe pataleando para que me soltara, evocando que en segundo dejara de hacerlo, al ser atada de nuevo por sus hilos—. Buena chica —se burló molestándome por su sarcasmo, como si hubiera sido mi elección haber dejado de pelear—. Creí que Trébol había exagerado, eres fuerte pequeña —me halagó mientras engullía mis manos en haki de armadura para liberarme de sus hilos, pero esta vez parecía que el agarre iba en serio al no poder librarme de ellos por más fuerza que hiciera—. Mientras más rápido dejes de luchar mejor será para los dos.

—Lo siento —me disculpé sin poder tener opciones más que intentar hacer las paces por mis acciones. Ese fue mi segundo error.

El golpe llegó a mi abdomen de lleno antes de que pudiera procesar que había ocurrido, por primera vez en mi vida sentí un dolor real. En cada entrenamiento que había tenido incluyendo con mis hermanos, tenían cuidado, me golpeaban, pero no con intenciones de hacerme daño. Por lo que el dolor extremo era una sensación que no conocía hasta ahora. Pude sentir incluso el sabor de la sangre en mi boca, que salió sin poder evitarla al abrirla por inercia. Supuse que algo me rompió por dentro.

—No creas que vas a librarte solo disculpándote —me advirtió con voz dura y amenazante que no me daban ganas de discutirle—. Atacaste a un miembro de mi familia, y eso se paga con la muerte, pequeña —abrí los ojos de golpe ante la amenaza de muerte, viéndolo por primera vez de frente.

Estaba al menos poco más de un metro del suelo de frente a su rostro, el cual en otras circunstancia habría aceptado que se veía mejor de lo que recordaba. Su atuendo si era como mis recuerdos, gafas de sol rojas, pantalones ridículos, y un gran abrigo de plumas rosadas, dejando su pecho al descubierto.

El dolor que sentía en este instante era casi equiparable con el miedo. No miedo por mi muerte, sino lo que podría provocar, las personas que vendrían en busca de venganza. La guerra que podría formarse solo por los vínculos que había llegado a hacer. Se suponía que quería ayudar a mi hermano, no provocarle más problemas. Me sentí aún más idiota por estar tan cerca de la muerte, y solo temer por él.

Pensé por un instante en pedir piedad, en ganarme el derecho a que no me asesinara en ese instante, pero su rostro despiadado solo me recordaba el tipo de hombre que era. No estaba segura si era una mala idea del todo que me asesinara en ese momento, a que me tomara de prisionera. Tragué la sangre que amenazaba por salir de mi boca de nuevo, sin permitir que me lograra intimidar aún más.

Si esto era todo, si hasta aquí llegaba mi vida, iba a luchar hasta el último segundo. Mis hermanos estarían bien sin mí, lo hubieran estado de todas formas. Ya Ace sabía lo que le esperaba dentro de tres años, y como evitarlo. Supongo que mi existencia no había sido tan irrelevante como pensaba, sé que ambos llorarían por mi muerte, pero sobrevivirían, se harían más fuerte.

—No voy a rogar por mi vida si es lo que esperas —le reté evocando que al fin soltara mi cabello, dejándome en el aire sostenida por sus hilos invisibles. Sentía como el agarre en mis muñecas comenzaban a arder por lo fuerte que me sostenían, si intentaba hacer fuerza solo lograría lastimarme más, mientras que el resto de los hilos no se limitaban a mis extremidades.

Uno sostenía mi cintura con fuerza, y otro mi cuello. Todos más fuertes que los que logré romper antes con haki de armadura. Escapar con la fuerza no era opción viable.

—Estás muerta del miedo y aun así te haces la fuerte —se burló con su gran sonrisa que mostraba sus perfectos dientes—. Sabes quién soy, ¿cierto? —me preguntó de golpe haciéndome maldecir por aquel detalle que había pasado por alto—. Noqueaste a uno de mis oficiales y tu primer movimiento fue huir, esconderte porque sabías que habías hecho, las consecuencia de ello —descifró sin sorprenderme lo inteligente y perspicaz que era, teniendo toda la razón.

Solo alguien que supiera de él, de su oficial, de que significaba herir a alguien de la familia Donquixote, reaccionaría de esa manera. Sino hubiera estado al tanto de ello, mi reacción habría sido volver a mi casa como si solo hubiera noqueado a otro pirata sin importancia.

—No solo sabes quién soy, sino que ocultas quién eres —añadió apretando el agarre de sus hilos, hiriendo mis muñecas al cortarlas de manera leve, no moriría por ello de manera inmediata, pero si eventualmente sino detenía el sangrado—. Solo lo preguntaré una vez más, ¿Quién eres y que sabes de mí?

—¿No ibas a matarme? —pregunté de vuelta logrando que soltara una risa que resonó por todo el bosque, y que me provocaba un escalofrío por todo el cuerpo. Recordándome que estaba en frente de un psicópata que fue capaz de asesinar a su padre teniendo solo ocho años de edad.

—Nunca dije eso —respondió uniendo mis manos con sus hilos encima de mi cabeza—. Dije que lo que hiciste era pagado por la muerte, pero matarte sería muy aburrido —nunca imaginé haber deseado morir en este mundo como lo hacía ahora, me habría ido mejor muerta que en sus garras—. Vendrás conmigo pequeña, averiguaré quién eres y luego veré que uso darte.

—Preferiría la muerte, gracias —me arriesgué a desafiarlo sin él prestar atención a mis palabras, como si estuviera hablando con una pared—. ¡No iré contigo! —intenté soltarme de sus hilos usando haki de armadura, sin ser tener la suficiente fuerza para hacerlo, tal como pensaba.

—Si sigues forzándote a escapar solo te harás más daño —me advirtió arrastrándome por el bosque, guiándonos al puerto de la playa, sin sorprenderme que atracaran allí, lejos de ojos curiosos. Quizás por eso no había notado que venían a esta isla, al ser pocas las veces que iba hasta allá.

Sin rendirme aun, continué moviendo mis manos envueltas en haki sin él prestarme atención. Se sentía casi como si solo fuera una niña haciendo una rabieta, pero eso no me detuvo. Comencé a aceptar que mi haki de armadura no era lo suficientemente fuerte por más que lo intentara cuando comencé a escuchar las olas del mar, indicándome que el tiempo corría en mi contra. Como mi último recurso, intenté usar mi haki del rey para enfrentarme a él, dejando salir toda mi voluntad, solo logrando que el gran pirata girara la mirada hacia mí con una sonrisa de satisfacción en vez de rabia como esperaba.

—Así que también lo tienes —comentó al voltear la mirada de nuevo al frente como si le hubiera dado algún tipo de información útil sobre mí—. Te hace falta voluntad —añadió antes de hacerme sentir su propio haki del rey como si fuera una ola expansiva antes de que todo se volviera oscuro.

Sentí mi cabeza doler con fuerzas al despertar un poco desorientada. Lo último que recordaba era haber bebido mucho esa noche, y enfrentarme al capitán idiota al salir del bar. Presioné mis ojos con fuerza por el dolor de la resaca, para luego intentar abrirlos, pensando en si tenía algún medicamento aun para ello, al no querer ir hasta el pueblo por ellos. Prefería quedarme en cama antes de caminar en este estado hasta allá.

Dejé de pensar en eso al terminar de abrir mis ojos y notar que no estaba en mi habitación, sino en una celda. Pellizqué mi mano al creer que seguía dormida, fallando al sentir el dolor no solo de ellas, sino en todo mi cuerpo. Mi abdomen dolió al intentar levantarme, mis muñecas estaban laceradas con aun sangre secas en ellas, mientras mis tobillos solo tenía la marca roja, producto de haber sido atados también.

Me senté en el suelo intentando recordar que había pasado la noche anterior, y en donde rayos me encontraba. Pensé en la posibilidad de haber hecho algún desorden borracha y que me hubieran encerrado en el pueblo por ello, pero eso no explicaba el estado de mi cuerpo. Dejé caer mi cabeza entre mis manos para escudriñar en mis recuerdos.

Salí del bar, me encontré con el pirata y algunos de sus hombres. Ahí comenzaba a ser todo borroso. La imagen de un hombre que conocía bien llegó como un gran relámpago a mí. Trébol. Él me había visto usar Haki del rey con los piratas. Recordé y todo comenzó a encajar, aun sin tener todos mis recuerdos devuelta.

—Estás despierta —me sacaron de mis pensamientos de golpe, confirmando mis sospechas de donde estaba, y como mi suerte no había podido ser peor—. Tuviste la peor idea de enfrentarte al joven amo.

—Sabía que no iba a ganar —declaré con una media sonrisa a la mujer delante de mí que según mis cálculos tenía apenas dos años más que yo en estos momentos—. ¿Sabes que van a hacer conmigo?

—No voy a decirte nada —comentó como si no fuera obvio lográndome hacer reír, al saber que si usaba bien mis palabras podía ponerla de mi parte.

—Lo sé, eres leal a la familia, porque te necesitan Baby 5 —exclamé logrando llamar su atención y caminar a mi celda como si intentara recordar si me conocía—. No me conoces, pero yo si te conozco —comenté sin importarme entrar aún más en la boca del lobo—. Debes sanar tu herida de abandono de otra manera que no sea ofrecerte a los demás, eso no va a ayudarte.

—¿Sabes de mi pasado? —me cuestionó sosteniendo las barras de mi celda con fuerza y casi podía decir que dolor en su mirada.

—Sé cosas, tu pasado está entre ellas, siempre quise decirte que lamentaba mucho lo que te pasó, no merecías que te trataran así, solo eras una niña —le dije a media verdad, al haber sido una de las historias de los piratas Donquixote que más me molestó. Ningún niño debería ser llamado estorbo por su propia madre—. Si llego a salir viva de esto, puedes encontrar en mí, una amiga en quien confiar —volví a acostarme adolorida en el suelo.

—Me debes una conversación —se limitó a responderme dando la vuelta para alejarse de la celda, hasta que dejé de verla en cuanto dobló por el pasillo.

Supuse que debería estar en Dressrosa en este instante, con mi suerte, en una celda del castillo. Consideré estar aun en un barco, pero los materiales de los que estaba hecho este lugar eran roca sólida, era imposible que fuera un barco. Lo que me hizo cuestionarme cuanto tiempo habré estado dormida. Pequeños destellos de recuerdos de mi pelea con Doflamingo llegaron poco después de que Baby 5 se marchara.

Al parecer mi pesadilla no era un sueño, si me había enfrentado a él, y peor, alimentado su curiosidad, tanto como para llevarme a rastras en vez de asesinarme. Habría preferido la muerte que estar aquí como prisionera. Porque sabía que las posibilidades de escapar de esta situación eran demasiadas limitadas, como mucho podría conseguir dejar de estar en una celda si el rey de este país me encontraba útil para su familia.

Renegué adolorida sin querer aceptar que esa era la mejor opción para mí en estos momento. No quería reconocer que mi sueño de vivir tranquila había sido destrozado de manera vil y despiadada. Ni siquiera podía pensar en vivir en este país, dentro de una dictadura que escondía el dolor debajo de una máscara. Hasta dentro de cinco años, nadie podía relacionar a su rey con el mismo hombre que manejaba el bajo mundo, por lo que supuse que aún seguía siendo para todos en este reino su gran salvador.

Si mis memorias no me fallaban este país no estaban tan mal como lo estaría en el futuro. Aun las frutas Smile no eran desarrolladas, el país desarrollaba armas para el bajo mundo, la princesa Rebecca aun no era gladiadora del coliseo. No recordaba con precisión la edad que tendría ahora, pero sabía que seguía siendo una niña, escondida en algún lugar del país siendo cuidada por su padre hecho juguete.

Abrí los ojos con dirección al techo, sin saber si mi conocimiento en este momento sería una suerte o una desgracia. No solo estaba al tanto de todo lo que había hecho la familia Donquixote, sino que también estaba al tanto de toda la historia de su amo, lo despiadado que era. Golpeé el suelo con fuerzas maldiciendo terminar en situaciones como esta, cuando ya varios me habían advertido que tenía que controlar lo que decía.

Por unos segundos tuve la tentadora idea de usar mi haki de armadura para salir de esta celda, huir ahora que podía. Pero mi sentido común me gritaba que eso sería peor que esperar aquí. Si alguno de los ejecutivos me detenía, tendría una pelea en la cual terminaría perdiendo al caer de nuevo en manos de su rey. El cual prefería no seguir haciendo enfadar más de lo que había hecho.

—Solo eres una niña —escuché una voz burlándose de mí, evocando que alzara la mirada hacia el pasillo en frente a mi celda, encontrando al dueño de la voz, casi parecía un gigante desde donde lo miraba. Era aún más alto que Doflamingo o que Trébol, y al igual que ellos, sabía quién era—. Sabía que Trébol estaba exagerando cuando nos habló de ti —llegó hasta mi celda, sin yo moverme del suelo—. Una chiquilla como tú no puede poseer haki del rey —me acusó sin yo responder algo al respecto—. Sin embargo, Doffy corrobora que si eres fuerte, lo suficiente para haber derrotado a Trébol —comentó dejándome saber que no había manera de librarme de esta situación de manera fácil—. ¿Te comieron la lengua?

—Todo lo que diga sería usado en mi contra —alegué levantándome del suelo con una mueca de desagrado. No me disgustaba tanto como el asqueroso de Trébol, pero sabía lo despiadado que podía ser Diamante cuando lo quería—. Cometí un error al herir a su familia…

—Es tardes para disculpas —me interrumpió sin dejar siquiera intentarlo—. Pero no para explicar quien demonios eres, como sabías de la habilidad de Trébol, quien era, y que serías perseguida por Doffy por lo que hiciste —comenzó su interrogatorio sin saber que responder con exactitud para librarme de esta situación—. Callar no va a salvarte, sabremos quién eres aunque tenga que sacarte la información.

—No soy nadie —respondí de manera directa intentando no titubear, provocándole una risa al hombre alto antes de negar—. ¿Qué van a hacer conmigo?, si piensan matarme solo háganlo, yo…

—Si Doffy te quisiera muerta no estarías aquí —me aterró sus palabras más que tranquilizarme, prefería la muerte, que el interés de ese psicópata, y lo que sea que estuviera planeando para mí en estos momento—. De hecho, vine a buscarte, es hora que respondas nuestras preguntas —abrió puerta de la celda de un solo tirón observando la puerta como si indicara que saliera de ella—. Te irá peor si intentas oponer resistencia o huir.

—No soy rival para su jefe, no estaba pensando huir —declaré saliendo de la celda para caminar por el pasillo con Diamante a menos de medio metro de distancia de mí, custodiándome.

Sintiendo como si me estuvieran llevando a un juicio por un crimen, Diamante me guió hasta una sala en donde se encontraba toda la familia reunida, una que reconocí de manera vaga como el lugar donde se encontraban los tronos de los oficiales supremos del dragón celestial. En ellos estaban todos sentados en su lugar, a excepción de mi verdugo que no tardó en ocupar su sitio al llegar.

Notaba como la mayoría me veían como si solo fuera una extraña que debería estar muerta, sin embargo, unos pocos miembros me observaban con curiosidad, entre ellos Doflamingo, que se encontraba de pie sonriéndome como si hubiera encontrado un valioso tesoro. Volví a desear estar muerta que aquí.

—Última oportunidad para hablar —me dijo Diamante de manera directa y con sorna como si en realidad me estuviera dando un salvoconducto.

—Ne, Ne, Violet —escuché a Trébol hablar antes de que una mujer de pelo castaño y piel canela se levantara de su asiento con el resto de la familia, para caminar hacia mí.

Me negaba aun a hablar sobre quien era, pero estuve tentada al ver a la princesa del país caminar hacia mí, con intenciones de revelar mis secretos. Su fruta era más complicada que solo leer mentes. Leer mentes implicaba ver lo que pensaba en ese instante, ella veía todo con su habilidad, sus secretos, sus intenciones. Supe que era mi fin.


ShioriShuu me encanta que te esté gustando la historia, aquí les dejo un nuevo capítulo que espero les guste.