Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.


La mujer colocó sus manos en forma de gafas en su rostro para comenzar a ver dentro mí, haciéndome querer correr en ese instante, luchar, intentar salir de esta situación. Pero estaba delante de toda la familia, huir solo provocaría que me golpearan, me lastimaran y posteriormente averiguaran de todas formas sobre mí. Solo tenía dos opciones, una más dolorosa que la otra.

—¿Quién es? —preguntó Doflamingo a Violet en cuanto colocó sus manos en su rostro.

—No es una pirata, ni parte de la marina —respondió la mujer evocando que comenzara a pensar en su familia. No sabía con exactitud cómo funcionaba su fruta, por lo que la tomé como si fuera la legeremancia de Harry Potter. Que vería lo que pensaba en ese instante. Pensé en su familia de repente, para darle a saber que sabía quién era, que ocurrió todos sus parientes, como su sobrina seguía viva, pero sobre todo, como dentro de cinco años todos serían libres—. Su nombre es Heis —agradecí por dentro por no decir ninguno de mis apellidos, dándome a saber que aceptaba que estaba de su lado, al darme su ayuda—. De alguna manera sabe todo sobre nosotros.

Observé a su líder mirarla con una mueca por tal vaga respuesta. Supuse que lo hacía por su pasado.

—¿Todo? —preguntó el hombre con abrigo de plumas—. ¿Qué es todo? —añadió molesto, casi sin poder evitar que yo pensara por un instante en su pasado.

—Su niñez, como los oficiales lo conocieron —comentó Violet haciéndome temer no solo por mí, sino ahora por ella, el pasado de Doflamingo no era algo conocido por todos, y saberlo podía ser razón de muerte—. Cuando era un niño, Trébol le dio la fruta que posee…

—¡Suficiente! —pedí casi con piedad, temiendo por ella, porque supiera tanto que provocara su muerte antes de tiempo. Mi vida en este momento pasó a segundo plano al saber que la información que poseía no solo podía provocar mi prematura muerte—. No veas más por favor —le supliqué sin ella detenerse, evocando que tentara mi suerte, al dejarla inconsciente con mi Haki del rey al igual que casi toda la familia, a excepción de los oficiales supremos, y su rey.

Me mantuve firme de pie delante de los cuatro, esperando el destino que me tuvieran planeado, al saber que no saldría ilesa después de ese espectáculo. Suspiré juntando mis manos con miedo, sin bajar la mirada de los cuatro piratas que me observaban justo como lo había hecho Doflamingo antes. Un tesoro que recién era descubierto. Odiaba esa mirada.

—Aun en tu posición preferiste salvar a Violet —comentó Doflamingo sin abandonar su lugar ni su sonrisa—. ¿Cómo sabes de nosotros? —preguntó con una rigidez que me hacía entender que mentir no era una opción—. Ella mencionó que sabes de mi niñez, de…

—Sé todo sobre ustedes —le confirmé con miedo de haber confesado aquello, pero no estaba en la mejor posición para mentir—. Incluso las cosas que tu familia desconoce, pero eso no quiere decir que sea su enemigo.

—Si piensas que alguien con tanta información sobre nosotros que pueda usar en nuestra contra va a librarse como si nada, debes replantearte en qué lugar estás —me advirtió Diamante tomando más en serio que cuando me conoció—. ¿Cómo conseguiste esa información?, no se debe a una fruta del diablo, usamos piedra marina en tu celda para comprobarlo —comentó algo que no había considerado. Aunque no podía culparlo, la primera opción a mi conocimiento extraoficial era una fruta del diablo, una manera de ver el pasado de las personas. Habría sido una buena mentira.

—Te hicieron una pregunta —me advirtió Doflamingo haciéndome sentir de nuevo su poder al usar sus hilos para atar mis manos, dejándolas abiertas a cada lado, reabriendo las heridas en mi muñecas que apenas había comenzado a formarse una costra en ellas—. ¿Cómo conseguiste información sobre nosotros?, ¿Eres parte del gobierno?

—Preferiría ser un pirata que ser parte de esos ineptos —respondí asqueada casi por inercia—. La marina ni siquiera sabe de mí, algo que me gustaría que siguiera de esa manera —añadí al considerar que lo único peor que estar en esta posición era caer en manos de la marina—. No me mandó nadie, banda de paranoicos —los acusé con rabia casi de manera incrédula—. Fueron ustedes lo que me sacaron de la isla en donde estaba, alejados de todo, sin buscarle problemas a nadie —me desahogué sin pensarlo al molestarme la manera en que me acusaban como si yo hubiera ido por ellos y no al revés.

—Puedo sacarte la verdad si no vas a querer hablar —comentó Diamante con cierto sadismo en su voz que no me hizo dudar de sus palabras.

—Nadie va a tocarla más que yo —exclamó el shichibukai dándome más miedo que tranquilidad al hablar de esa manera sobre mí—. ¿Cómo sabes sobre nosotros, sobre mí? —preguntó de manera directa, dándome cierta sospecha que si creía en mi palabra cuando le dije que no era su enemigo.

—Solo lo sé —respondí antes de sentir como mi cuello era envuelto en un hilo y apretarlo con fuerzas. No dolía lo suficiente como para quebrarlo de un golpe, pero si para herirme con mucho cuidado. Lograba sentir como se abría mi piel, ardiendo y doliendo en el proceso.

Aun así no dije nada más. Sabiendo que solo lo estaba haciendo enojar. El dolor que me provocó con su fruta comenzó a aumentar hasta el punto de hacerme gritar por no soportarlo, sus cortes en mi piel eran profundos y limpios, una combinación fatal que solo concluía en agonía. Terminé por cerrar los ojos reacia a decir algo más, sintiendo como me comenzaba a abrir la piel del cuello, si seguía cortando, terminaría abriéndome una arteria.

Consideré que tan malo podría ser que lo hiciera. Morir desangrada en el suelo sin hablar no me parecía una mala opción en comparación a ser prisionera del psicópata con complejos de superioridad. Dejé de gritar al pensar en ello, rindiéndome ante la muerte, dejándome llevar por el dolor, pero en vez de apretar aún más los hilos se detuvo. En el punto exacto en donde no moriría pero seguía sufriendo.

—No creas que vas a librarte de esto muriendo —me advirtió el rubio haciéndome maldecir para mis adentros.

—No parece con intenciones de hablar —comentó Pica con su voz aguda, la cual era aún más graciosa de lo que recordaba, pero aun así no me reí por ello. Por un lado para no enfadarlos aún más, y por el otro porque en cierta manera era un poco cruel reírte de alguien por un defecto que no controlaba.

—Sabías de la voz de pica, eres la primera que no se ríe sin una advertencia previa —comentó Diamante comenzando a notarse tan intrigado que su amo—. Puedo encargarme de ella Doffy, unos cuantos cortes en su cuerpo pueden que la hagan cambiar de parecer sobre hablar.

—Nadie va a tocarla —abrí mis ojos de golpe ante tal declaración que no me traía nada de tranquilidad, sino completo terror—. Ella es mi pequeño juguete, si alguien va a romperlo seré yo —comencé a olvidarme de manera definitiva de huir o morir, el psicópata prácticamente me declaró su nuevo punto de interés. Debí quedarme en la isla Dawn, tratar con Charles no era ni por asomo un peligro en comparación al que tenía ahora—. ¿De dónde vienes?

—El mar del sur —no me vi en necesidad de mentir sobre ello.

—El mar más débil, no creí que alguien con haki del rey podría venir de allá —comentó Diamante con notable interés—. ¿Cómo alguien del mar del sur terminó en el nuevo mundo? —soltó la pregunta que menos quería que lanzara—. Parece que di en el blanco, ¿Quién te trajo al nuevo mundo?

—No estás en posición de decidir que preguntas responder y cuales no —me advirtió Doflamingo apretando de nuevo los agarres de sus hilos en mi cuerpo para lastimarme—. No me voy a creer que llegaste hasta aquí sola, y menos por la expresión que pusiste cuando te preguntaron —exclamó sin animarme a que respondiera, hablarles de Ace solo me metería en un problema más grande, si sabían que mi hermano era un comandante de barba blanca, volverían a creer que alguien me mandó.

Aun en medio del dolor intenté analizar cuál era la mejor manera de salir de esa pregunta. Podía mencionar a mi hermano como solo un pirata, sin nombres, pero eso podría provocar que indagaran con esa pista.

—Me colé en algunos barcos —mentí de golpe sintiendo como el rubio aflojaba un poco el agarre de sus hilos—. Solo quería estar lejos de todo, y lo estaba cumpliendo hasta que llegaron ustedes —me quejé a medias por ello, queriendo decirle más sobre eso, reclamarles por romper mi hermosa paz que tanto tiempo había buscado.

—No importa de donde salió, el problema es que tanto sabes sobre nosotros, y como lo sabes —exclamó el shichibukai dándome casi un alivio que dejara el tema de mi llegada al nuevo mundo a un lado por ahora. Aunque al que había saltado no era exactamente uno mejor, por lo menos era uno que mantenía alejado a mi hermano—. Violet vio en tu cabeza como Trébol me entregó la fruta que posee —caminó hacia mí, pareciéndome cada vez más alto.

—Ocurrió después de haberte visto usar el haki del rey cuando eras un niño —respondí ganándome una perturbadora sonrisa de mi verdugo. Una que sabía que no significaba nada bueno para mí.

—Yo me encargaré de ella, vuelvan a sus labores —exclamó el rubio antes de empezar a arrastrarme con él fuera del salón, sin poder evitar sentirme un poco más tranquila de no tener que lidiar con sus oficiales supremos—. Vas a contarme todo lo que sabes sobre mí, pequeña —me advirtió sin apretar sus hilos, solo llevándome consigo mientras pasábamos por los pasillos del castillo. Los cuales todos se parecían, a excepción de los que parecían guiar a un jardín interior, dado la luz natural que dejaba entrar.

—Temías que dijera algo que tu familia no supiera —casi me burlé cerrando los ojos y dejándome llevar sin poner resistencia, hacerlo solo me lastimaría aún más de lo que estaba—. No tengo algún interés en ser tu enemiga, por eso la información que tengo nadie más la sabe —intenté dejarle eso en claro, al saber lo paranoico que podía ser con alguien como yo—. ¿Qué es lo que quieres de mí si te digo como obtuve esa información? —exclamé con más curiosidad que valor, quería saber a qué abstenerme si continuaba sin hablar, si lo valía, o si en realidad era preferible ser torturada.

Una risa perturbadoramente oscura fue su respuesta al llegar a unos escalones, y subirlos sin soltar los hilos de mi cuerpo. Me arrepentí de preguntar, cerrando los ojos esperando en silencio que me llevara a mi destino. Me hubiera preocupado en aprender los pasillos que atravesábamos, pero varios atrás ya me había perdido, y tampoco era como si pudiera escapar en algún momento. Si llegaba de casualidad a salir de este castillo, el país completo estaba aún de su lado, no podría salir de esta isla aunque me escondiera, y tarde o temprano me iba a encontrar.

Supe que llegamos a nuestro destino al sentir como se detenía, evocando que abriera mis ojos, observando que nos encontrábamos delante de una puerta en medio de un pasillo con otras cuatro cerca. El psicópata terminó por abrir la que se encontraba delante de nosotros sin aun responder mi pregunta, o siquiera decir algo en todo el camino, lo cual era más aterrado que escucharlo hablar.

Como era de esperarse, al adentrarse a lo que parecía ser un gran salón, me arrastró consigo terminando por lanzarme en uno de los muebles que decoraba el espacio, para poco después sentir como me soltaba de sus hilos en todo el cuerpo, dejando en su lugar solo las heridas abiertas que me había provocado. Casi por inercia llevé mi mano a mi cuello intentando percibir que tan malo estaba. Esperaba que no fuera tan malo como se sentía.

—No morirás por eso —sonó casi a reclamo, haciéndome apartar las manos de mi cuello y mirarlo con recelo, desconfiada—. Si intentas huir de nuevo de mí, esas heridas serán rasguño en comparación a lo que te haré —agregó con voz fuerte mientras lo seguía con la mirada, notando que había caminado hasta lo que parecía ser un estante lleno de botellas de vidrio que imaginé era alcohol.

—Supongo que eso es una afirmación de que no tienes pensado dejarme libre en ningún momento —comenté recostando la cabeza en el cojín de mi espalda, sin saber cómo tratar con el dragón celestial para no enojarlo, pero sin arriesgarme tampoco.

Volvió a responderme con su risa siniestra a mi pregunta, lo cual era una respuesta por si sola. Era como había temido, no había una sola manera de irme, sin importar que hiciera. Cerré los ojos intentando pensar en cómo aprovechar la situación a mi favor dado que de todas formas no iba a dejar este gran trozo de tierra.

La idea de hacer menos terrible este lugar surcó mis pensamientos de golpe. Haciéndome maldecir para mis adentros al no haber tenido en ningún momento la intención de salvar a alguien que no fuera de mi familia. Pero en esta situación, podría usar eso para complicarle menos las cosas a las personas que se cruzarían en camino del psicópata. Podría darle una vida más digna a los tontattas, a los juguetes. Rebecca aún era una niña, podría tomarla bajo mi cuidado, o mantenerla alejada de los problemas.

—¿Ya decidiste por donde comenzar a hablar? —me sacó Doflamingo de mis pensamientos, evocando que abriera los ojos, observando cómo se encontraba sentado en el mueble frente a mí, con un vaso de lo que seguro era alcohol.

Casi podía afirmar estaba disfrutando cada segundo de esta situación. Su sonrisa burlona me lo indicaba, no me tomaba como una amenaza, sino no estaría sin ataduras en este lugar. Lo cual era aún peor, no me temía, pero sí sabía que podría usarme a su favor, aunque aún no estuviera seguro de cómo funcionaba el conocimiento que poseía.

La diferencia de alturas entre nosotros solo lograba intimidarme más. Aun sentado era bastante alto, sentía como si estuviera delante de un gigante que podría destrozarme con solo sostenerme en sus brazos.

— No hay nadie, ni siquiera mi familia, que sepa cada uno de mis secretos —comenzó a señalar volviéndome a sacar de mis pensamientos, haciéndome saber por dónde iba esta conversación—. Así que primero tengo curiosidad, de que te refieres con que sabes todo de nosotros —casi me ordenó tomando un trago de su vaso—. Mientras más rápido hables, menos posibilidades tienes de que me canse y comience a abrir tu piel de nuevo —no tardó en dejar caer sus amenazas, seguro para dejarme en claro que seguía siendo su prisionera no una invitada en ese castillo—. ¿O prefieres que vuelva a buscar a Violet para que mire en esa pequeña cabeza tuya?

—Viola no es parte real de tu familia, es una rehén del antiguo rey de Dressrosa, si ella supiera sobre ti solo lograría que terminaras asesinándola —exclamé sin dudar algo que él ya sabía, imaginé que lo había descifrado en el instante en que la dejé inconsciente—. Preferiría no tener que ver en el asesinato de alguien, aunque sea de manera indirecta —declaré suspirando sin poder creer que había terminado aceptando sus amenazas, y ni siquiera por temor a mi vida, sino a de otra persona ajena a mí—. La respuesta corta es absolutamente todo, cada parte de tu vida, desde tu nacimiento hasta ahora, no recuerdo cada detalle con precisión, pero si como llegaste a ser lo que eres.

—Sé más específica —me ordenó borrando su sonrisa al terminarse el contenido de su vaso, y al parecer volcar su atención solo en mí—. Dependiendo de la cantidad de información que poseas sabré que hacer contigo, y nada de mentir, sino Violet te sacará toda la información sin que puedas salvarla.

—Eres un dragón celestial, naciste en Mary Geoise —comencé a hablar sintiendo que solo cavaba aún más mi tumba, que supiera esa información no le agradaba al señor de la guerra, y la expresión en su rostro me lo confirmaba—. Tu padre sacó a tu familia de allá para ser normales, sin esclavos, sin gran fortuna, y se instalaron en el mar del norte… él intentó volver en un momento, y lo rechazaron.

—Ni siquiera mis oficiales saben de ello —me interrumpió de golpe sin ni una pizca de burla en su rostro. Lo cual no sabía si era peor o mejor—. El único que sabe sobre eso, está muerto.

—Rosinante, tu hermano menor, el mismo que asesinaste por traicionarte —exclamé arrepintiéndome casi al instante de haber sido tan atrevida al revelar esa información, en cuanto sentí como volvía a enredar uno de sus hilos en mi cuello, pero sin llegar a abrir la pie de nuevo.

—¿Cómo sabes tanto sobre mí? —preguntó sin parecer esperar más que una respuesta certera al ir apretando cada vez más el hilo en mi cuello—. ¿Cómo conseguiste esa información? —añadió claramente molesto, sin poder culparlo del todo por ello, en manos equivocadas esa información tenía un valor incalculable.

—Lo vi —dejé caer la verdad a sabiendas que mentir no me llevaba a nada, si llegaba a hacerlo solo provocaría que Viola cayera conmigo—. Solo lo vi, tu vida, la de muchas personas, su pasado, su…

—Acabas de ganarte unos minutos más de vida —declaró soltando el hilo de mi cuello, dejándolo con nuevas heridas, la sangre que se había secado en él, fue empapada por nueva, podía sentir el ardor del aire rozando mi carne viva—. ¿Ves el futuro también?

—Nunca dije eso —intenté mentir evocando que el pirata se levantara de su asiento y caminara hacia mí, resultándome aún más alto dado que yo seguía sentada. Me sentía como una niña pequeña delante de un gigante.

—No quieras jugar ese juego pequeña —me advirtió haciéndome maldecir de nuevo por la situación en la que estaba, justo lo que tenía años intentando prevenir.

—No veo el futuro —le dije de la manera más sensata ganándome una expresión dura en su rostro, dándome a saber que no estaba feliz con la respuesta—. Vi un futuro, nada más. No sé cómo van a cambiar las cosas si algo pasa diferente a lo que vi, por lo que eso no es ver el futuro —intenté explicar de la mejor manera posible ganándome una sonrisa satisfactoria de su parte. Que solo me sabía a encierro de por vida en este maldito país.