Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.


Necesitaba dejar de tentar a mi suerte, preguntándome si la situación podía empeorar aún más. No podía negar que me sentía más tranquila estando lejos del dragón celestial, o que podía estar aliviada de que mis heridas provocadas por él habían sido tratadas. Pero ahora me encontraba encerrada en una prisión más decente, sin ninguna información de que iban hacer conmigo ahora.

Me habían asignado una habitación más grande que cualquiera en la que hubiera estado antes en mi vida. En otra circunstancias me habría fascinado por ella, recorrido cada rincón, examinado sus detalles, o incluso me hubiera sentido agradecida por estar aquí. Pero en las actuales, solo me había dejado caer boca arriba en mi nueva cama, maldiciendo mi suerte.

En cuanto le dije que sabía que cosas pasarían en el futuro, solo decidió al parecer que si era un objeto valioso con el cual quedarse, pero nunca especificó porque. Solo hizo que llamaran a Diamante, y que me llevara a esta habitación, en donde poco después me trataron mis heridas, y me dieron de comer. Aunque no estaba para ánimos de probar bocado.

Sabía a la perfección que sin importar cuanto pudiera serle útil a Doflamingo, no me dejaría libre. Sus secretos valían demasiado para ello. Puede que estuviera convencido que no le hubiera dicho a nadie sobre él, como también estaba segura que alguien como él no se arriesgaría a dejarme libre para averiguar si continuaría guardado sus secretos.

Mis lamentos fueron pausados de manera paulatina al escuchar como abrían la puerta de mi habitación. Algo que comencé a aceptar, nadie iba a pedir permiso en este castillo para entrar. Apenas abrí mis ojos y alcé la mirada para ver quien había entrado a molestar, esperando por dentro que fuera el rey de este país, que me dijera que iba a hacer conmigo, pero en vez de ello solo me encontré con una de sus subordinadas.

—Luces decepcionada —comentó la mujer que no era más que dos años mayor que yo.

—No tengo afición a estar encerrada sin saber que van a hacer conmigo —le respondí sentándome en la cama sin dejar de mirarla, haciéndola sonreír de lado.

—Deberías estar agradecida de estar viva, nunca había visto al joven amo tan enojado como lo estaba cuando te trajo, ni siquiera cuando era una niña —mencionó logrando darme cierto escalofrío en todo mi cuerpo—. ¿Qué sabes de mí? —soltó la pregunta que menos me sorprendería—. Dijiste que sabías todo sobre nosotros.

—Tu madre te abandonó cuando eras una niña pequeña, no creo que tuvieras más de dos o tres años entonces, diciendo que eras un estorbo —le respondí sin miedo a decirle eso—. La familia Donquixote te encontró y te adoptó como miembro de los suyos, desde entonces intentas ser útil para los demás, lo que provoca que muchos idiotas se aprovechen de ti —continúe siendo lo más breve posible al respecto, evocando que me sonriera como si fuera lo que estaba esperando que dijera.

—Así que es cierto —exclamó caminando hacia mí—. Nadie sabe lo de mi madre, no con esos detalles —explicó sentándose a mi lado en la cama.

—Siento mucho que eso te pasara, no merecías que te trataran así, los padres deberían proteger a sus hijos, no tratarlos como estorbo —repetí mis disculpas a ella, logrando hacerla reír—. Sé que estas personas son una psicópatas, pero también que te trataron bien cuando nadie más lo hizo —suspiré sin nunca haber entendido la dinámica que lograba mantener esta familia tan unida.

—No hagas que te maten —me advirtió sin saber si era una advertencia o una amenaza—. Si haces las cosas bien, podrías ser parte de la familia, seríamos como hermanas —me reí al entender sus palabras, había encontrado con facilidad alguien en mí que podía necesitarla—. Un pequeño consejo, no hagas enojar al joven amo, y come, necesitas sanar tus heridas.

—Gracias Baby 5, pero no tengo intenciones de pertenecer a esta familia —me encogí de hombros logrando hacerla reír de nuevo antes de levantarse de la cama.

—Eres un ingenua si crees que vas a tener opción —dejó caer la frase antes de salir de mi habitación, sin poder negar que tenía razón.

La puerta de mi habitación no daba señales de ser cerrada con algún tipo de cerradura cada vez que me dejaban sola dentro de ella. Aun así en ningún momento me había animado a comprobarlo. Temía confirmar que era una prisionera en este sitio, que en efecto mi celda solo había sido cambiada físicamente y que seguía siendo una cautiva solo que mejor acomodada.

Casi como si les importara, algún miembro de la familia me traía comida tres veces al día, la mayoría del tiempo, era Baby 5 quien aparecía en mi recamara, incluso en algunas ocasiones me traía uno que otro libro, al haberle mencionado que me gustaba leer. Otras solo me contaba alguna historia de su vida, y disfrutaba cuando terminaba algunas de sus frases al saber algunas de ellas.

No sabía si sentirme tranquila por ello, porque le había caído en gracia a la joven asesina, o que comenzara a considerarme de su familia, o debía temer porque en cierto sentido no me molestaba. Era un poco acogedor tener a una chica casi de mi edad para hablar, al nunca haber tenido siquiera una amiga, solo habían pasado hombres por mi vida de diferentes edades. La primera mujer con la que hablé más que para saludar o comprar algo fue Shaki, por lo que tener a Baby 5 como amiga se sentía cómodamente culpable.

—¿Puedo salir de esta habitación? —le había preguntado en medio de un juego de cartas que me había traído para pasar el tiempo mientras charlábamos—. Comienzo a volverme loca por estar encerrada.

—Nunca estuviste encerrada —comentó la azabache con un cigarro en su boca dejando caer una carta en el momento para poder recoger otra en su lugar—. Creí que no salías de aquí por miedo —exclamó sin poder culparla por esa conclusión—. La familia no cree que sea necesario tenerte encerrada, no llegarías lejos si intentaras huir.

—Lo sé —acepté dejando caer mis cartas al haber ganado—. No podría llegar más allá del puerto por más que me esfuerce, y tampoco me gustaría enojar a tu joven maestro —añadí sin mentir, después de estar entre sus hilos sin haberlo provocado por completo, sabía a la perfección que lograr que se enojara conmigo podía ser uno de mis peores errores.

—¿Ves?, no era tan difícil de aceptar —soltó con orgullo como si hubiera logrado hacerme entrar en razón—. Si quieres puedo enseñarte el castillo, incluso hay una biblioteca de donde te traigo los libros —intentó tentarme de la forma en que sabía que sería difícil que me negara, había pasado según mis cálculos por lo menos unas tres semanas encerrada aburrida en esta habitación, necesitaba por lo menos salir a estirar los pies.

—Me convenciste, si soy libre de explorar el castillo, no hay una mejor manera que se me ocurra que teniéndote como guía —sabía que estaba mal usar su problema a mi favor, pero necesitaba por lo menos a una persona en este lugar de mi lado, para que mi estancia sea más pasable.

Casi como si le hubiera dicho la mejor noticia del mundo, dejó sus cartas con rapidez y me tomó de la muñeca para sacarme de la habitación con prisa. En efecto, tal como había dicho, no estaba cerrada, ni siquiera habían guardias fuera para vigilarme. Se sentían demasiados confiados de que me tenían como para preocuparse por mí escapando.

Y aunque no puedo negar que en un momento estuve tentada, sabía que tenían razón. Escapar era una pérdida de tiempo.

Tal como apenas había observado cuando me llevaron a esta habitación, daba a un pasillo que tenía un gran balcón por toda su extensión. Desde donde se podía observar el patio interior perfectamente, a pesar de estar en el tercer piso. Era perfecto para dar una buena ventilación tanto a las recamaras que se encontraban en el pasillo, como al pasillo en sí. Pese el cálido clima del país, las brisas lo hacían parecer un pequeño paraíso tropical. Casi poseía el mismo que el de la isla de donde me había secuestrado.

—También está la piscina, podría llevarte cuando el joven amo no la esté usando —me comentó Baby 5 sacándome de mis pensamientos, evocando que alzara la mirada a verla, y ella señalar con su cabeza el patio interior—. ¿Has nadado en una piscina antes? —casi quise responder que no en esta vida pero sin en la anterior. Las piscinas en este mundo era casi un lujo que solo los ricos podían darse y que a los pobres no les importaba dado que ya tenían el mar de gratis.

—No, aunque sería aburrido ir a nadar sola, dado que tú no puedes —exclamé haciéndola reír para luego darle una última calada al cigarrillo que tenía y tirar la parte que ya no servía—. Aunque… —comencé a decir acercándome a la baranda para poder ver más de cerca el patio interior, que en efecto tenía una gran piscina justo el medio sin ningún detalle extravagante en ella más que varias mujeres nadando en ella.

Antes de que pudiera controlarlo, mis ojos se dirigieron al borde de la piscina que se encontraba cerca de la entrada al patio, en donde estaba el dueño de mis desgracias sentado en un gran sofá, con el pecho descubierto, y una mujer en su regazo acariciándolo. Por un instante me intenté cuestionar porque tantas mujeres estaban tan dispuestas para él, pero tenía que admitir que dejando a un lado que era un psicópata, asesino despiadado, y con aires de superioridad, era bastante atractivo a la vista de quien no lo conociera.

Aquellos pensamientos me abandonaron casi maldiciéndolo por estar tan tranquilo allí en vez de decirme de una buena vez que quería de mí teniéndome en este castillo. Mi expresión debía ser de total enojo, dado que casi como si lo hubiera invocado, miró en mi dirección y sonrió con autocomplacencia.

—Es un maldito arrogante —me quejé entre dientes apartándome de la baranda, encontrándome con Baby 5 observándome con gracia—. Sé que es tu familia, pero no lo soporto.

—Creo que todos en esta casa lo hemos notado —aceptó riéndose al comenzar a caminar y yo seguirla esperando que me guiara como me había prometido—. Sé que estás enojada porque te trajo en contra de tu voluntad…

—Enojada se queda corto —la corregí siguiéndola por los pasillos sin poder evitar aceptar que la arquitectura y diseño del casillo eran alucinantes, me daban ganas de tener una pequeña maqueta de él para examinarlo más a fondo—. Puede que no tuviera la vida más entretenida en mi isla, pero estaba a salvo, lejos de cualquier peligro.

—¿A cuales peligros te refieres? —preguntó con curiosidad al bajar las escaleras hasta el primer piso—. ¿Te están buscando o eres buscada de alguna forma?

—No, por suerte, los únicos que saben de mi conocimiento son ustedes y mi familia —respondí con tanta naturalidad sin pensar que casi maldije al mencionar la palabra familia—. Siempre temí que usaran lo que sé para esclavizarme, torturarme, o algo peor —añadí intentando desviar la conversación a su curso de nuevo mientras volvíamos a caminar por nuevos pasillos hasta llegar a lo que parecía ser un gran comedor.

—Aquí suele comer la familia, si alguna vez te desagradan menos, podría preguntar si puedes unirte —comentó con una sonrisa amistosa, haciéndome casi agradecerle que no preguntara de mi familia—. Por allá está la cocina, si quieres algo nuevo, o te da hambre, puedes pedir lo que quieras —mencionó con calidez, siendo útil aquella información, la última no la primera, no pensaba comer con esos locos—. En el resto solo hay algunas salas, aparte del patio interior y la piscina, el segundo piso, la mayoría de las habitaciones, y en el tercero es que está la biblioteca, vamos —contó lo esencial llevándome de vuelta a las escaleras.

—¿Dónde duerme tu amo? —no pude evitar preguntar casi temiendo la respuesta al saberla—. Preferiría no cruzarme con él si salgo de mi habitación.

—Eso sería un poco complicado, está junto a la tuya —respondió justo lo que había temido, después de todo me había sonado muy sospechoso la manera en que me escoltaran de manera directa a ella, como si estuviera planeado.