Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.
Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.
Tener al dragón celestial velándome mientras cenaba, era peor a cualquier otra experiencia anterior con él, sobre todo porque se había mantenido en silencio en todo momento, solo observándome con cierta expresión de fascinación en su rostro. Como si estuviera estudiando cada movimiento que hacía, lo cual era extraño.
Cada vez que terminaba de llevarme una cucharada a la boca, alzaba mi mirada a sus lentes de sol, que me formulaba una pregunta que nunca cruzó por mi cabeza. ¿Cómo serían sus ojos? No sabía si las usaba siempre para no mostrar emoción alguna, o si solo ocultaba alguna herida con ellas. No estuvo en consideración siquiera preguntar por ello, por más curiosidad que tuviera.
Tenía suficientes problemas con la información que ya poseía de él, como para buscar agregarle más. No quise tampoco pensar en cómo pudo encontrar la comida que me gustaba, acusé a sus cocineros de ello, intentando matar cualquier pizca de pensamientos acerca de que me prestaba atención. Ni siquiera estaba a consideración poder creer que le importara por lo menos para prestar atención a detalles tan vanos.
Dejé la bandeja donde la había encontrado al dejarla vacía con apenas rastros de que hubiera algo allí, para luego volver a ver al rubio y este sonreír como si estuviera complacido por ello. Volví a preferir no pensar en ello. Intentar descifrar lo que pensaba era un terreno que sabía que no convenía transitar, ni siquiera por curiosidad. Temía perderme si lo hacía.
—No creas que voy agradecerte por la comida —le advertí acomodándome en la cama, recostada en el espaldar, lo más alejada que podía estar de él, como si eso impidiera que igualmente hiciera lo que quisiera si se le antojaba—. Habría ido de todas formas a buscar algo sino…
—Siempre estás a la defensiva, preferí ahorrarnos el tiempo —exclamó antes de que continuara, restándole importancia—. Tenía mucho interés en que tienes para ofrecerme como para creer que eso te daría alguna ventaja, ¿el One Piece?
—¿Estás interesado en el One Piece?, nunca lo hubiera imaginado —comenté casi por inercia logrando que sonriera de lado, resultándome igual de macabro que de costumbre—. Nunca fuiste por él, ni siquiera te acercaste a buscarlo, pero desde ahora te digo, no tengo idea de que es el One Piece, ni donde está —le advertí para que no preguntara más sobre ello en un futuro—. La información que poseo tiene un límite, no es como si pudiera saber todo lo que pasaría hasta que me muera, se limita a pocos años en el futuro nada más.
—¿Cómo funciona? —preguntó habiendo borrado su sonrisa y observándome a través de sus gafas con suma atención—. No es una fruta del diablo, ni creo que seas vidente, eso lo confirmas con lo que acabas de decir, si lo fueras, la información sería ilimitada.
—Eres demasiado entrometido —me quejé logrando hacerlo reír pero de manera leve—. ¿Acaso importa como lo sé?, te dije que no preguntas sobre mí.
—Aún no he hecho ningún trato contigo —me advirtió teniendo razón, aun no le daba algo que pudiera usar y que me diera una posición en la cual estuviera un poco segura—. ¿Qué tienes para ofrecerme? —dejó caer la pregunta con un tono siniestro que me hacía casi reconsiderar que hacer un trato con él sería la peor idea que he tenido.
—Información, la que será tu principal fuente de ingresos en un año o más, no estoy segura del tiempo que tomaría saberlo por ti mismo —comenté volviendo a captar su atención—. Frutas del diablo artificiales.
—Así que si son posibles —exclamó levantándose de su asiento para caminar hacia mí, volviendo a hacerme sentir pequeña con su presencia—. He investigado sobre ello hace un tiempo, sobre una fruta que fue clonada, y que podría ser posible producir más…
—Vegapunk clonó la fruta de Kaidou, pero sabes que no va a trabajar para ti —le informé intentando no demostrar lo mucho que me intimidaba—. Pero hay otro científico que trabajó con él, y que si puedes comprarlo—sonrió como si hubiera dado con el punto exacto que necesitaba para desentrañar su próximo imperio monetario—. No diré más al menos que aceptes mi trato —le advertí logrando hacerlo reír y sentarse al borde de mi cama, lo cual en un caso normal no me daría tanto miedo, pero siendo tan alto, mi cama apenas era como un asiento para él, al sentarse quedó con un brazo apoyado en ella a poco menos de medio metro de mí.
—No dejaré de entrar a cualquier lugar que quiera de mi castillo, incluyendo esta habitación —dejó claramente ese punto fuera del trato sin dejar de sonreír—. Aceptaré tu trato, pero tengo algunas peticiones si vas a entrometerte en mis asuntos.
—Mi cuerpo no está en negociación —me adelanté antes de siquiera lo pensara, ganándome una risa de su parte como si fuera una mala broma, antes de asentir sin dar explicaciones de su reacción.
—Eres fuerte, parte del trato es que formes parte de la familia, y para ellos necesitas entrenar esa fuerza —comentó su propuesta, encontrándome con otro hombre que quería explotar mi potencial para pelear, y en esta ocasión no sería sencillo negarme—. Irás al coliseo con Diamante, y ganarás en nombre de la familia, con eso podrás explotar mejor su dominio del haki.
—¿No temes que gane suficiente fuerza para vencerte en algún momento? —le cuestioné casi para intentar disuadirlo de esa decisión, no era una mala opción para poder ganar fuerzas y huir de aquí, pero para entonces mi rostro sería conocido, las personas me conocerían como parte de la familia Donquixote, aunque huyera, él me cazaría, y tendría ya su marca en mí de manera no literal.
—Quieres salvar a las personas de este país, no serías capaz de dejarlas a su suerte de nuevo —respondió teniendo razón—. No seré optimista al creer que vas a sentirte parte de mi familia, pero tengo otras maneras de hacer que no te vayas.
—En serio que te haces odiar —exclamé más para mí que para él—. Bien, acepto, pero recuerda que aceptaste dejarme entrometerme en cada negocio que hagas a partir de este trato.
—Lo sé, ahora comienza a hablar del científico que va a ayudarnos —aceptó con una sonrisa ladina sin apartarse de mi cama, y por ende no dejar de resultarme molesto tenerlo tan cerca de mí.
—Es el segundo hombre más inteligente del mundo, apenas detrás de Vegapunk, su nombre es Caesar Clown, tiene muchas ideas en mente que va a venderte sin problemas —comenté con rapidez, sin aun estar del todo segura que podría confiar en su palabra, pero no podía ganar nada sino me arriesgaba—. Ahora mismo se encuentra en Punk Hazard, realizando varios experimentos, pero no tiene fondos suficientes para lograr todo lo que quiere, incluyendo crear las frutas artificiales, solo necesitas ponerle un precio, y tendrás el monopolio completo de ellas —terminé de decirle lo esencial que necesitaba para ponerse en marcha logrando que me sonriera complacido por mis palabras.
—¿Cómo lo logra?, las frutas artificiales, tengo la corazonada de que lo sabes —preguntó comenzando a molestarme como estaba logrando aprender a descifrarme, lo último que necesitaba era que me declarara de manera permanente su propiedad, su mascota, su juguete con el cual entretenerse.
—Puedes preguntárselo a Caesar una vez logren el trato, el producto final de todas formas va a cultivarse en este país —respondí encogiéndome de hombros, mientras recogía mis piernas para pegarlas a mi pecho, agregando algunos centímetros a la separación entre nosotros—. Él puede explicarte todo el proceso, es lo que se supone que debe pasar.
—Quiero escucharlo ahora —se limitó a decir haciéndome maldecir cada segundo el día en que me quede en este lado del mar, habían muchas cosas peores que caer en manos de este psicópata, pero estaba segura que hacerlo se encontraba en el top 10.
—No sé la parte técnica, no fui quien lo hizo, Caesar tiene la fórmula de un químico llamado SAD, el cual sintetiza en Punk Hazard, luego lo llegaras a transportar aquí, en donde se cultivaran las frutas artificiales —expliqué lo poco que recordaba y sabía al respecto—. Quiero involucrarme en ello, puede que le saques provecho de todas formas —se mantuvo en silencio mirándome como si esperara a que continuara—. En principio, las frutas van a tener un defecto, solo una de cada diez funcionará, y las otras nueve solo harán que la persona no pueda nadar y quitarle todas sus emociones fasciales.
—Supongo que quieres evitarlo —entendió con facilidad pero sin molestarse por ello—. Tienes razón, si las frutas van a salir defectuosas, me conviene que las arregles, aunque quiero saber porque tienes interés en ello, ¿alguien querido para ti va a ser afectado por una de ellas? —preguntó sacando conclusiones demasiado rápido, evocando que le sonriera negando al no poder negar que era una buena teoría.
—No, muchas personas van a ser afectadas, puede que en cambio algunos mueran de hambre, pero… —intenté pensar en si el pueblo no consumía las Smiles igual iban a morir por la falta de comida, negué con rapidez, se las tendrías que arreglar, vivir sin emoción en su rostro no era una negociación—. Tu único comprador será Kaidou, dado que las frutas más fáciles de reproducir son las Zoan, él le dará las frutas que no sirven a uno de sus pueblos, y ellos… es una de las cosas que quiero evitar —me sinceré esperando que no usara eso en mi contra más adelante.
—Te llevaré a Punk Hazard una vez establezca el trato —le miré con entusiasmo—. Mala mercancía no es buena para el negocio —exclamó dándome a entender que no lo hacía por mí, sino solo por él y su conveniencia—. ¿Algo más que deba saber?
—Sobre las frutas artificiales, nada que pueda evitar, sé que pensaste en los tontattas para cultivar las frutas, no puedo hacer nada al respecto, y de todas formas tampoco estarán siendo maltratados —comenté con una mueca un poco culpable por saber que iban a pasar y no hacer nada para evitarlo—. Solo quiero pedir algo más por ahora, los juguetes, que se reduzcan, que menos personas sean convertidas por Sugar, yo…
—Supuse que también sabías sobre ello, pero me sigue sorprendiendo como nos conoces —parecía que hablaba más consigo mismo que conmigo—. Hablaré con Sugar, pero debes ser una buena niña obediente a cambio —comentó llevando su mano hasta a mi rostro, sin sorprenderme que fuera tan grande como para acortar la distancia tan rápido que nos dividía—. Si te portas bien, sabes que tendrás un lugar en esta familia, en cambio sí me fallas, voy a castigarte, es lo que hago con los niños que se portan mal —me advirtió sin dejar de acariciar mi mejilla con su dedo índice que era casi tan largo como mi rostro.
—¿No podríamos ser socios en vez de parte de tu familia?, solo soy una extraña… —intenté disuadirlo, evocando que cesara su caricia y en cambio la dejó quieta evocándome cosas que no quería ni pensar, aún me sentía intimidada por su presencia, su personalidad, su pasado, pero a la vez comenzaba a sentirme extraña.
—Esa parte no está en negociación mi pequeña, solo matándome lograrás librarte de mí —me sonó más a promesa que advertencia al apartar su mano de mi rostro y casi de inmediato levantarse de mi cama—. Te mandaré a buscar cuando arreglé todos los detalles con Clown, mientras, descansa, haré que Diamante te llevé mañana a tu primer torneo —le miré de manera incrédula por lanzarme tan rápido a la batalla, evocando que me sonriera de lado para luego caminar hacia la puerta—. No me decepciones.
