Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.


Las puertas se cerraron tan pronto entré al coliseo con mi ropa normal, sin que hicieran algún anuncio al respecto sobre mí. Según Diamante no quería mencionar que era la nueva miembro de la familia antes de que ganara el torneo de ese día. Lo cual entendí a la perfección, perder en su nombre sería una mancha para la familia Donquixote.

Era la primera vez que salía del castillo en dos meses, casi había comenzado a olvidar como era no estar encerrada, a pesar de que la razón fuera esta, intentaba disfrutarlo. Dressrosa era un país hermoso que me recordaba a España, y el coliseo era igual al de los romanos en su época de gloria, por lo que no pude evitar dejarme llevar por su hermosa infraestructura cuando estuve delante de ella para registrarme como gladiadora.

Aun sin la familia confiar ni una pizca en que no saliera huyendo, Baby 5 me guió cerca del coliseo, para luego alejarse sin perderme de vista desde cierta distancia. Aunque no hacía falta, podía sentir la presencia de varios miembros de la familia vigilándome. Casi me hacían sentir como una prófuga peligrosa que necesitaban tener bajo control. Supuse que quizás no era más fuerte que su amo, pero la información que poseía me hacía igual de peligrosa que si lo fuera.

Como me había indicado Diamante antes de que saliera del castillo, la mujer encargada de darme mi número, y mi bloque, no preguntó mucho al respecto, limitándose a hacer su trabajo, ni siquiera se cuestionó sobre mi edad. Lo cual tampoco me extrañaba, Rebecca compitió aquí teniendo un año menos que yo, o mejor dicho lo haría en unos años, algo que pretendía también evitar a toda costa.

Suspiré delante de las barras que bajaron al cerrar el coliseo, intentando calmarme por lo que iba a pasar. Si bien era cierto que había entrenado y luchado casi toda mi vida, nunca lo hice solo por entretenimiento de las masas, por ende, solo mis conocidos, amigos y familiares, conocían de mi fuerza, una que sería revelada en pocos minutos en cuanto saliera al campo de batalla.

Ahí comenzaría a morir mi sueño de mantenerme toda la vida de manera anónima. Mi nombre se terminaría por esparcir por el país si ganaba. Aunque no podía negar que era mejor que ser reconocida como pirata y tener una recompensa. La única ventaja de pertenecer a la familia del demonio celestial, era que nadie investigaría o me cazaría. Estaría a salvo de todos menos la familia Donquixote.

—Este no es lugar para una niña —me sacaron de mis pensamientos uno de los competidores que parecía ser un pirata, aunque no tenía de quien.

Ni siquiera me ocupé en responder, menos al observar cómo estaba rodeada de varios competidores, todos hombres que me veían como una presa, no como un oponente. Los miré con desprecio al alejarme de las barras y comenzar a caminar para adentrarme en el coliseo, para llegar cerca del campo principal, en donde podría ver las peleas antes de que me tocara.

—Hey te están hablando —exclamó otro de los competidores, evocando que girara a verlo, y usara mi haki el rey para dejarlo inconsciente, esperando que fuera suficiente para que no me molestaran por lo menos no antes de luchar.

No esperé a que respondieran, saliendo con prisa de ese lugar hasta donde pudiera estar sola, lejos de cualquier otro idiota. Sabía que era imposible librarme de luchar contra ellos una vez me llamaran, pero podía evitar lidiar con eso antes de. Terminé un poco perdida, pero con acceso a una ventana con rejas con vista al campo de batalla.

Me mantuve allí durante las dos primeras batallas, sintiéndolo un poco como dejavú, al ser colocada en el bloque C. Sería la tercera en pelear, pero eso me daba como ventaja que pudiera observar contra quien pelearía de cada bloque cuando terminara la primera ronda. Ninguno de ellos usaba Haki del rey, pero sí de armadura y uno de ellos de observación, dándome un poco de confianza al ver la ventaja que poseía en ese aspecto.

En cuanto llamaron a los competidores del bloque C, me dejé guiar por el sonido del anunciador, y poco después solo seguí a la multitud que se dirigía a una misma dirección, el campo de batalla. Intenté ignorar todas las miradas que me daban tanto de lastima, como de lujuria, deseo, y burla cuando me observaron al salir esperando que colocaran el puente que nos llevaría a la plataforma rodeada de peces golpeadores. Limitándome a alzar la mirada y sentirme intimida de inmediato por la gran multitud que gritaba.

Me sentía payaso de fiesta, dándole un espectáculo para entretener a las masas, solo que no lo haría con payasadas, sino con golpes, y asesinatos. Bajé la mirada de las gradas una vez el puente de metal se desplegó, caminando por él sin preocuparme por nada más que llegar a la plataforma.

Debí negarme a esta petición cuando aún podía, intentar convencerlo de que no era una buena idea, pero eran pocas las excusas en las que podía pensar, y más las que podía darme para que participara. Gran parte del poder que poseía la familia era que el pueblo sabía lo fuerte que eran, imponían respeto no solo por su gran manipulación, sino por la fuerza bruta y carisma. Suspiré sabiendo que no tendría opción más que pelear.

El comentador dio inicio a la batalla una vez el puente se retractó por completo, dejándonos a los luchadores en la plataforma rodeada de agua. Como había esperado, creyéndome débil en cuanto sonó la campana, varios competidores fueron tras de mí, a los cuales ni me esforcé en enfrentar, dejando que mi haki del rey los derribara dejándolos de manera inconsciente antes de que llegaran a mí.

Dirigí mi mirada desde sabía que debía estar Diamante observando todo, haciéndome negar con desprecio sin dejar de usar mi haki del rey para ahuyentar a cualquiera que se intentara acerca con poca voluntad. Sin ganas de hacer que esto durara demasiado, aumenté el área que cubría, dejando apenas menos de diez personas de pie, observándome como un cazador que recién divisa su presa, con ganas de destrozarme por completo.

Les sonreí con arrogancia y sin miedo a los diez hombres que comenzaron a rodearme, como si hubieran decidido que lo mejor era deshacerse de mí antes de encontrar un ganador entre ellos. El primero que avanzó a atacarme fue un guerrero con una espada la cual no fue difícil esquivar con el nivel de haki de observación que poseía, los demás no tardaron en seguirlo a intentar darme un solo golpe.

Me escurría entre sus ataques como si fuera una pluma, evocando que los espectadores comenzaran a reclamar por sangre, y no por el baile que les estaba dando. Más por mí que por ellos, dejé de correr y esquivar para comenzar a pelear, rompiendo primero las espadas de los cuatro que iban armados con una, con mi haki de armadura, dejándolos sorprendidos de que supiera pelear más que evitarlas.

En pocos minutos me encontré sola en medio del campo de batalla con una sonrisa arrogante mientras todos gritaban mi nombre con fuerzas. Intenté no dejarme llevar por la sensación de triunfo, de poder, de lo bien que se sentía que todos me adoraban, porque sabía que si llegaba a gustarme, me perdería a mí misma.

—¡La ganadora del bloque C, es la nueva gladiadora de Dressrosa, Heis! —anunció Gatz logrando que la multitud volviera a gritar mi nombre en forma de apoyo—. ¡No habíamos visto una pelea como esta en muchos años! ¡Parece que tendremos una nueva estrella! —dejé de prestar atención a sus halagos una vez el puente volvió a desplegarse para que entrara de nuevo.

Esta vez no me escondí una vez estuve dentro de las instalaciones, al notar como los que al principio me veían como una presa, ahora lo hacían con miedo. Lo entendí mejor al observar cómo cada uno de mis contrincantes eran llevados en camillas, algunos más graves que otros. Le dediqué una mirada de desagrado, y disculpa a la vez, odiaba pelear, solo había aprendido para poder defenderme, no por diversión. Pero no tenía muchas opciones en este momento.

Terminé recostada cerca de la puerta esperando a que terminara la pelea del bloque D, sin ánimos de verlos masacrarse, suficiente tenía con tener que escucharlos frente a mí. Me pregunté si con el tiempo se haría más sencillo, si podría acostumbrarme a esto, a ser una gladiadora, usar el torneo para entrenarme. Recordé de manera fugaz que los perdedores solían ser convertidos en juguetes, y de inmediato mi petición de limitar el número de personas convertidas vino a mí.

Estaba cumpliendo mi parte, esperaba que él también hubiera hablado con sus ejecutivos al respecto.

Mis pensamientos fueron echados a un lado al anunciar un ganador del bloque D, cuyo nombre no presté atención, al concentrarme en como anunciaba que los ganadores de cada bloque ahora se enfrentarían a Diamante como parte de la ronda final. Un amargo llegó a mi boca ante tal anuncio al saber que el ejecutivo estaba muy por encima de Trébol en fuerza, no lo tendría tan sencillo, y supuse que el maldito de Doflamingo lo había planeado.

Si resultaba ser la última en contra de Diamante, aunque perdiera demostraría mi fuerza, y si ganaba, sería la manera más perfecta de presentarme como el nuevo miembro de su familia. Uno con el poder para ser llamada como tal. Maldije con cada paso que di al puente plegable junto a los otros tres competidores. Maldije mi suerte, mi fuerza que hizo que terminara de esta manera, y las cosas que tendría que hacer de ahora en adelante para sobrevivir.

No había prestado atención lo suficiente para notar el momento en que Diamante bajó a la arena mostrándose casi como un gigante delante de mí, mientras que los otros tres competidores tampoco se quedaban atrás, al tener más de dos metros de altura, siendo yo la más pequeñas entre los cuatro hombres, aun así pude escuchar a la multitud gritar mi nombre para darme ánimos, no eran tantos como los que aclamaban a Diamante, pero si los suficientes para ser percibidos.

El castaño de gran altura me sonrió como si prometiera que iba a disfrutar finalmente poder golpearme como quiso hacer cuando llegué a Dressrosa, sin provocarme miedo alguno. No iba a ser capaz de provocarme tanto dolor como lo hizo Doflamingo, por más que se esforzara.

Di un paso lejos de todos en cuanto la campana sonó para poner distancias. Uno de los gladiadores se olvidó de nosotros y fue directo tras el miembro de la familia Doflamingo, mientras los otros dos parecían haberse puesto deacuerdo para ir por mí. Dejando atrás mis golpes de haki de armadura, me permití usar toda mi fuerza, al usar el haki del rey avanzado.

Sin ninguno de los dos entender que había ocurrido al no haberlos tocado, retrocedieron del dolor, con sangre emanando de sus bocas, evocando que le sonriera satisfecha con el resultado. Aunque aún me faltaba mucho por afinar. Intenté recordar el principio, necesitaba dejar que el haki del rey saliera por mis puños sin usar el de armadura, solo el primero. Mientras mayor sea mi voluntad, mejor será el golpe.

Respiré profundo antes de correr hacia uno de los dos hombres, concentrando todo mi poder en mi puño derecho, el cual mi contrincante intentó bloquear con una cruz sobre su pecho, supuse que subestimando que tan fuerte podía golpearlo. Sus manos rotas por el impacto, antes de salir volando del ring fue la respuesta.

El segundo tardó apenas un poco más que el anterior, pero terminando de igual manera, en el agua golpeado por los peces, y apenas estaba calentando.

Dejándolos de lado, volví a dirigir mi atención a la batalla de Diamante, el cual también había terminado con su rival. Solo que este se encontraba inconsciente el suelo lleno de sangre. Dudaba incluso que siguiera con vida. Aun así me concentré en la sonrisa triunfal del gran hombre delante de mí, que me duplicaba en altura. Parecía como si estuviera listo para destrozarme de manera gradual hasta que pidiera piedad.

Dejé de pensar en ese instante, intentando que mis instintos tomaran el control, lo cual supe que comenzaba a funcionar al poder esquivar las estocadas de Diamante con facilidad. Intentó moverse aún más rápido, pero no podía equipararme en ese aspecto, lo cual compensó con su fuerza, logrando sorprenderme y golpearme de lleno en el estómago antes de que pudiera moverme.

Escupí sangre en el suelo, antes de cubrir mis extremidades con haki de armadura, y gradualmente con haki del rey avanzado. En pocos segundos fue difícil poder distinguir algo, solo reaccionaba por inercia, esquivando y golpeando, logrando con cada golpe herirlo de gravedad, lo cual apenas supe cuando vi que emanaba sangre de boca mientras me veía muy molesto.

Le sonreí antes de usar toda mi fuerza y saltar para atacarlo, desahogando toda la rabia que sentía por estar en este maldito país. Y siendo una técnica desconocida para la mayoría, Diamante no pudo esquivar mis golpes lleno de haki del rey avanzado, al esto no tener que tocarlos para herirlo.

En cuanto el castaño cayó inconsciente en el ring, se hizo un silencio por unos segundos, como si intentaran procesar lo que acababa de pasar. Aunque no podía culparlos no era algo habitual que la estrella del coliseo fuera derrotada. Lo sentí como una pequeña victoria después de haber sido herida tantas veces por su amo.

—¡La ganadora del torneo es Heis! —gritó Gatz como si lograra entender lo que pasaba, evocando que el público gritara con emoción. Esos idiotas iban a disfrutar sin importar quien ganara, solo querían ver la sangre correr—. ¡Luego de derrotar al gran Diamante, es declarada la nueva estrella del coliseo! —añadió logrando que los vítores aumentaran, mientras me limitaba a mantenerme de pie esperando que me dejaran ir de aquí.

—Voy a suponer que lo disfrutaste —comentó Diamante recobrando la conciencia antes de lo que había previsto, pero dejándome claro, que era más fuerte que él, pero solo por muy poco—. Felicidades —añadió limpiándose lo mejor que podía mientras se ponía de pie, y sacaba un micrófono de su traje, que no sabía cómo había logrado que no se rompiera en la batalla—. ¡Entrego con honor y complacencia, mi título como campeón a Heis! —lo miré sorprendida por aceptar tan bien su derrota ante de una niña que duplicaba en altura—. ¡Y no hay mejor momento para presentar a la nueva miembro de la familia Donquixote, nuestra reina de corazones! —me presentó sin saber que podía sorprenderme más, si el título por el que lo hacía, o como el pueblo me aceptaba con demasiada calidez, al aumentar sus gritos en mi nombre.