Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.
Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.
Por más que negara que no estaba disfrutando mis días ahora, era casi imposible de hacer. Mi prisión solo había sido cambiada de lugar, pero no era igual a estar en el castillo. En el momento en que sonaba mi alarma, una sonrisa era postrada en mi rostro, preparada para el día que me esperaba. Casi había olvidado lo que era estudiar en serio, tener con quien compartir ideas, y sobre todo que pudiera entender lo que hablaba a la perfección.
No tardé en vestirme desde que escuché el sonido que iniciaba mi día, con ansias de ver que lográbamos hoy. Sabía que mis investigaciones no eran para un buen propósito, pero eso no evitaba que fueran divertidas, sobre todo al encontrar un amigo en quien menos pensaba. Terminé por colocarme la bata de laboratorio, y asegurarme que la trenza de mi cabello seguía presentable, al resultar algo incomoda y peligrosa cuando experimentaba.
Caesar me había dado la opción de cortarlo, o atarlo, para evitar accidentes, y estaba muy apegada a mi pelo como para solo recortarlo. Por lo que me aseguraba cada mañana que cada hebra estuviera en su lugar.
Sin importarme desayunar antes, corrí por los pasillos del laboratorio hasta donde sabía que se encontraba mi compañero, ya trabajando, como era de costumbre.
—Volviste a empezar sin mí —lo regañé logrando hacerlo reír en cuanto me vio—. ¿Y bien?, ¿Cómo va?, ¿funcionó?
—Aún no lo pongo a prueba, pero no se ha echado a perder aun —respondió observando el frasco delante de él, y haciendo algunas anotaciones, que entendía casi la mitad de las veces, por más que quisiera, aún me faltaba mucho por estudiar para estar a su nivel.
—Me hubiera gustado poder haber ayudado un poco más —me quejé llegando a mi lugar de trabajo, con los libros y cuadernos que dejé la noche anterior antes de retirarme a mi habitación—. O poder quedarme más tiempo —intenté tentar mi suerte al tomar mi lápiz y continuar con las fórmulas que aún no lograba resolver. Al resultarme un poco difícil entender de la química de este mundo en tan solo unas semanas.
—Ya he intentado negociar con el Joker para que te quedes más tiempo, pero aún sigue sin concedérmelo —comentó logrando que alzara mi mirada hacia él, dado que no estaba al tanto de ello, ni siquiera sabía que de verdad me quisiera más tiempo en su laboratorio—. Creo que lo enojé más al hacerle saber que quería que permanecieras en Punk Hazard —añadió sin dejar de experimentar con unas probetas, logrando que volviera mi mirada a mi cuaderno aburrida.
—Le molesta que alguien sepa lo fascinante que soy —bromeé sin dejar de pensar y recordar algo—. ¡El ADN! —le grité a Caesar recordando uno de los últimos mangas que llegué a leer, sin el científico entender a qué me refería—. Así es como Vegapunk logró reproducir varias frutas, con el ADN de usuarios, no tengo idea de cómo con exactitud lo hizo, pero si logramos… —comencé a dejar fluir las ideas intentando recordar algo más, lamentando no haber estudiado genética o algo parecido en mi vida anterior.
—¿Varias frutas? —me cuestionó dejando a un lado sus experimentos para prestarme atención—. Cuando aún trabajamos juntos, solo llegó a reproducir la fruta de Kaidou, un fracaso… —estuve tentada a decirle que solo era un fracaso por su color, pero era fundamental que esa fruta la encontrara Momo años después, un problema en el que aún no pensaba.
—Bueno, aun no las reproduce para ser exactos, lo hará dentro de cuatro años, y lo hará con el ADN —le expliqué ganándome una mirada de sorpresa que no solía ver en el hombre gas, dándome a saber, que Doflamingo no le había dicho como pude saber de su ubicación, investigación, y demás—. No me hagas preguntas que sabes que no puedo responder.
—Fue la primera advertencia que me dio el Joker, no hacerte preguntas personales —exclamó negando—. Es decir que Vegapunk logrará reproducir las frutas a la perfección —volvió al tema central con sumo interés aun en ello—. ADN, supongo que puede…
—Hasta donde tengo entendido, las frutas Zoan son las más fáciles de reproducir por venir de animales, con ese principio, si tienes el ADN de algún usuario, podrías usar el mismo método… —comenté lo que había concluido por mí misma antes de encogerme de hombros y volver a mi cuaderno—. No sé más que la teoría —añadí a la conversación, logrando terminar la fórmula que poseía, junto con algunos planos, observando sin estar segura de sí podría funcionar.
Cuatro semanas no era tiempo suficiente para absorber todo el conocimiento que necesitaba, con suerte estaba entendiendo lo que Caesar me explicaba cada vez que podía. Una vez las frutas comenzaran a producirse en masa, los prisioneros que teníamos de empleados podrían obtener piernas nuevas o extremidades perdidas, pero en mis planes estaba cambiar eso. No quería arriesgar a personas a ser objetos de experimentos de esa manera, por lo menos no por esas razones.
—Necesito ayuda con esto —le pedí al levantarme de mi silla para darle el cuaderno a Caesar—. Si todo está correcto, supongo que podrías reproducir prótesis para los presos, brazos y piernas… —comenté mientras él se limitaba a ver mis apuntes en silencio.
—No deberías estar trabajando en esto, sabes que la razón por la que te dejaron aquí fue ayudarme a mejorar las Smiles —me regañó cerrando el cuaderno como si fuera mi padre antes de suspirar—. Aún tenemos que esperar unas horas a que el SAD se estabilice para poder hacer una fruta artificial, y verificar que funcione, puedo intentar realizar tu idea —añadió haciéndome sonreír antes de saltar a abrazarlo, logrando que se riera.
—Sabía que no eras tan mala persona, aunque si experimentas con niños, te mato yo misma —le advertí recordando a los pobres pequeños que estarían en unos años en esta isla por su culpa.
—Heis, tus cambios de humor a veces me preocupan —me regañó haciéndome reír al soltarlo—. Aunque tu petición es difícil de cumplir, Big Mom sabe dónde estoy y sigue pidiéndome una fórmula para crear gigantes…
—Nunca vas a lograrlo —me crucé de brazos con una expresión dura en mi rostro—. Por más que experimentes incluso con bebés, no vas a lograrlo, el gigantismo es algo genético hereditario, no es posible crear gigantes, lo único que provocarás es hacerle daños a muchos niños inocentes y enojar aún más a Big Mom por mentirle —resumí su destino con pocas palabras, ganándome otra mirada de incredulidad de su parte—. Como si tú tuvieras la culpa de que los gigantes no quieran saber de ella, oh cierto, ni siquiera ella sabe porque —me burlé como chiste interno.
—Sé que si digo algo de ti, el Joker va a torturarme hasta la muerte, pero deberías dejar de hacer ese tipo de comentarios —me advirtió el gas rosa, teniendo razón—. Comparado con lo que estamos haciendo aquí, tú tienes un valor aún más alto en las manos equivocadas.
—No soy un oráculo si es lo que pensaste —lo saqué de seguro su errónea teoría sobre mí, lo cual no era mal planteada—. No veo el futuro, pero tienes razón, solo hablo de esa manera, porque sé que puedo confiar en ti, ¿no?
—Volveré a intentar que quedes un par de semanas más —sonrió antes de volver a sus experimentos y yo salir a buscar algo para desayunar.
Comer en este lugar era una de las tantas que adoraba aun siendo algo simple. Al poder comer lo que quisiera de algunos de los prisioneros que nos ayudaban, y de paso me compartían una que otra anécdota de su vida. Podrían haber sido fugitivos, pero estar con ellos era más relajante que estar con la familia Doflamingo.
En cuanto terminé de desayunar, tomé algunas tostadas, un vaso de jugo de naranja, unos huevos y tocino frito, para llevárselo a Caesar al saber que si era por él se saltaba las comidas por estar tan concentrado. Casi como si fuera costumbre entre nosotros, el olor de la comida le indicó mi llegada, apartando unos minutos de su tiempo para comer.
—Deberías de acostumbrarte a qué te alimente, te vas a morir de hambre una vez me saquen de aquí —lo regañé volviendo a mi escritorio esta vez a continuar estudiando unos de los libros que me él me había dado, para nutrirme académicamente.
—Otra razón para querer mantenerte conmigo —se burló con su típica risa que lograba hacerme reír también—. Cuando termines con ese libro, hay otros que te aparté, es grato tener de aprendiz a alguien tan inteligente y capaz...
—Solo te hace feliz tener a alguien con cerebro cerca de nuevo -me burlé haciéndolo reír de nuevo al saber que tenía razón —. Pero es divertido tenerte de mentor, Caesar, en realidad me caías muy mal antes de conocerte -me encogí de hombros al darle la espalda y comenzar a estudiar.
Estaba lejos de ser una científica en mi otra vida, pero era inteligente y aunque no fuera mi fuerte, lograba entender las lecciones del científico loco. Cómo funcionaba la ciencia en este mundo, como lograba hacer el sad, y algunos de sus experimentos, en cuáles solía ser su ayudante.
Concentrada en mis estudios, apenas me di cuenta de la hora por los gritos de felicidad de mi compañero, que seguro se debía a qué nuestra variación del sad había funcionado. Por lo menos en la sustancia general. Gire a comprobar que era así, y aunque me alegraba haber triunfado también me asustaba el resultado. Solo estaba en la isla para lograr sintetizar el Sad con él, en cuanto estuviera listo tendría que regresar a Dressrosa de nuevo.
—No tengo porque notificarlo de inmediato —me dijo con una sonrisa triste, aunque ambos sabíamos que era cuestión de pocos días para que viniera por mí.
—No te preocupes, igual solo me quedaban dos días más aquí, de hecho es sorprendente que accediera a mantenerme lejos tanto tiempo —no pude evitar comentar con una sonrisa triste volviendo mi mirada a sus apuntes, un poco menos concentrada que antes.
—Prepararé algunos libros más para que te puedas llevar, cualquier duda que tengas puedes llamarme por dende mushi, es lo mínimo que deben darte después de lo que logramos aquí —fue su último comentario antes de volver a quedarnos en silencio sin necesitar más palabras entre nosotros.
Eran una de las cosas que me encantaba de él, que lograba darme ánimos y a la vez sabía cuándo dejarme sola, en silencio sin molestar. Un silencio que se prolongó durante todo el día. Apenas le hablaba para preguntarle alguna duda de sus apuntes, lo anotaba y continuamos con nuestros asuntos sin molestar al otro.
Intentaba grabar cada momento en mis memorias al saber que iba a extrañar esto los próximos meses o hasta que me dejarán volver aquí. Esa noche volví a mí pequeña habitación después de una ducha, con menos ánimos que el día anterior. Ya que mañana vendrían por mí, esa fue una de las tantas condiciones que me dió Doffy para dejarme en la isla.
Vergo y Monet, fueron parte del trato también, los cuales apenas he visto durante este mes. Al Doflamingo no confiar en dejarme aquí sin vigilancia y no lo culpaba por ello. Si no fuera por eso, hace días hubiera intentado escapar quizás a alguna isla de Shanks o Shirohige, la primera que encontrara.
La segunda condición fue que solo me dejaría aquí treinta días, si en ese tiempo no lograba mejorar la fórmula tendría que ayudar a Caesar desde Dressrosa, al no confiar que estuviera tanto tiempo lejos. Y la última condición, era que Caesar reportara todo lo que sucedía en el día al término de este.
No podía negar que extrañaba pasar tiempo con Baby 5, pero aparte de eso, no extrañaba ese lugar. Volver era como regresar de vuelta a mi pesadilla. Una que parecía empeorar y prolongarse con los días.
Apenas me di cuenta que me había quedado dormida, cuando me desperté por mi alarma que daba inicio al último día que estaría aquí. Al contrario de los últimos días, en vez de ir directo con Caesar, comencé a guardar mis pertenencias en dos maletas que él me proporcionó para todo lo que me había dado. Apuntes en su gran mayoría. Y algunos químicos en el resto.
Con suma dificultad terminé guardando todo, sin llevarme ropa conmigo, ya tenía bastante en el castillo, y si alguna vez volvía aquí, sería bueno tener unas mudas de ropa de repuesto. Con suerte volvería antes que Law viniera de espía a este lugar.
Dejé mis maletas encima de la cama, para ir a desayunar y despedirme con antelación de los ex prisioneros, sin saber si una vez Doffy viniera me permitiría decir adiós en vez de llevarme con él sin preguntar. La mayoría aseguró que iban a extrañarme al partir, incluso algunos insistieron en intentar que me quedara, pero cuando les dije que era decisión del Joker, no dijeron nada más.
—Imagino que aún no comes —regañé a Caesar al entrar a su laboratorio con su desayuno—. Le dije a los chicos que te trajeran comida cuando me vaya y no te dejen morir de hambre.
—No voy a morir de hambre, he vivido antes sin tu ayuda —se burló riendo antes de tomar la bandeja de comida y señalar mi escritorio—. Te dejé nuevos libros que pueden serte útiles e interesantes... ¿Ya empacaste?
—Si, antes de comer, por eso me demoré, él no iba a dejar que me demorara guardando mis cosas cuando venga por mí —comente al llegar a mi escritorio y poner todos los libros en una pila—. Necesito otra maleta por cierto, ya llené las dos que me diste... —recordé haciendolo reír—. ¿Has hablado con él? —me atreví a preguntar aun temiendo la respuesta.
—Vendrá después del almuerzo... Intenté convencerlo de dejarte otra semana por lo menos... —mencionó dejándome ver qué se sentía culpable por no poder haberlo convencido por lo que le sonreí negando.
—No es tu culpa, de hecho agradezco lo que hiciste por mí estos días, has hecho que casi olvidara que soy una prisionera del psicópata —el científico se rió por mi comentario al siempre resultarle gracioso cuando llamaba loco a Doflamingo sin miedo alguno—. Espero poder volver aquí, demostrarte cuánto he aprendido, mientras tanto iré guardando esto...
—Hice que te llevarán otra maleta a tu habitación, puedes guardarlos ahí y... —exclamó un poco incómodo por lo que pude notar, pero sin decir nada más se acercó a mí a darme una caja de lo que parecían ser pastillas—. No quisiera creer lo peor Heis, pero...
—¿Que son? —pregunté algo preocupada por su expresión sería y esquiva, en la caja no decía nada, lo que me hacía saber que era producción suya, no algo comprado o importado de algún lado—. Caesar, ¿Que son?
—Las rojas son pastillas anticonceptivas —mi rostro pasó de vergüenza a enojo, a confusión y miedo—. No te asustes, no me ha dicho nada, pero la manera en que habla de ti, me hace pensar que es capaz de intentar algo y quiero...
Ni siquiera lo dejé terminar de hablar antes de saltar a abrazarlo con fuerzas. Al saber a qué se refería, desde que Doffy me conoció solo ha visto en mí algo para poseer, y hasta yo estaba al tanto que en cualquier momento podría intentar tener sexo conmigo. Poseía mi fuerza, mi voluntad, mi cerebro, mi conocimiento, mi potencial, lo único que aún no le entregaba era mi cuerpo.
—Gracias, de verdad gracias —le aseguré para que no sintiera culpa por haber creído eso–. Nunca he querido pensar en eso en realidad —dejé de abrazarlo para volver a sentarme en mi silla—. Espero que nunca lo intente en contra de mi voluntad, por lo que en verdad te agradezco por esto, no tienes idea de cuánto.
—No tienes nada porque agradecer, es lo menos que puedo hacer por ti, y por cierto, las otras, las azules, son pastillas abortivas por si olvidas tomar la otra... —este hombre se hacía querer fue lo único que pensé. Al conocerme lo suficiente en tan poco tiempo como para saber que si llegaba a embarazarme no iba a querer tener el bebé. Porque si llegaba a tener a su heredero sería imposible deshacerme de él. Aun yendo a Impel Down, no estaría segura que no escaparía para ir por nosotros.
—Ya que vas a ayudarme con esto, quizás pueda pedirte otras cosas —exclamé con una sonrisa al haber tenido una larga lista de medicamentos que no eran posibles sin el conocimiento adecuado, y que nunca estuve segura de como pedírselo sin que se malinterpretara. Pero dado que él también había notado el peligro que corría y que estaba dispuesto a ayudarme, podría usar las horas que me quedaban en la isla para ello...
Estuve tentada más de una vez en tomar un barco y huir de la isla antes de que llegaran por mí, cuestionándome si morir en el intento no era mejor que volver a Dressrosa. Podría deshacerme con facilidad de Monet y Vergo, no estaban aquí para retenerme sino para informar que todo estuviera bien, si dejaban de hacerlo, el idiota de su amo vendría a ver que estaba sucediendo. Quería ser egoísta y huir, dejar que mi hermano se ocupara de mis problemas sin importar las consecuencias, o en su defecto, correr a pedirle ayuda a Shanks, pero no podía.
No quería que nadie luchara mis peleas, ni armar una guerra solo por mis errores, por lo que me limité a entregarle mis maletas a Monet en cuanto divisé el barco de Doflamingo acercarse a la costa. Preguntándome si con el tiempo lograría a acostumbrarme a la familia, a ser parte de ella. Recordé todas las personas y seres que dependían de que me mantuviera en Dressrosa, sin mí los tontattas serían explotados, los perdedores de los torneos volverían a convertirlos en juguetes.
Y aún tenía pendiente buscar a Rebecca para cuidar de ella hasta que Luffy salvara a este país de la manera correcta. Me prometí que solo tendría que aguantar hasta entonces, que podía sacrificar cuatro años de mi vida para salvar a otros, luego me iría a algún mar lejos del Grand line, a tener la vida pacifica que tanto anhelaba.
Dejé de pensar en ello una vez el barco rosa chillón se detuvo en la orilla de Punk Hazard, cuestionándome si el psicópata habría venido él mismo a buscarme, al poner en duda de que no tuviera nada mejor que hacer que venir por mí.
—¡Heis! —me saludó desde la cubierta la única persona a la que había extrañado.
—Espero no me hayas extrañado —exclamé sonriéndole al subir al barco de un salto sin esperar que terminaran de encallar—. Eres lo único que extrañé del castillo, hubiera sido más divertido si hubieras venido conmigo —le aseguré sin apartar mi sonrisa—. Cuando lleguemos te enseñaré todo lo que llegué a aprender, y quiero que me ayudes con algunos proyectos que tengo pensados para no aburrirme…
—La próxima vez que te vayas me iré contigo —soltó con lo que parecía una sonrisa genuina—. ¿Dónde están tus cosas?, iré por ellas para traerlas al camarote.
—Monet las tiene —le respondí con tranquilidad encogiéndome de hombros antes de asentir y bajar del barco de la misma manera en que subí, de un salto, evocándome una risa al notar que nadie se encargaba de bajar la pasarela para evitar esas cosas.
Observé Punk Hazard intentando recordarlo desde el barco, prometiéndome volver tan pronto como pudiera, quizás si corría con suerte y suficiente poder de persuasión podría conocer a Law cuando viniera aquí como shichibukai, era otro que tenía en mi lista de disculparme por lo que le había ocurrido, y asegurarle que aunque Corazón estuviera muerto, podría encontrar una gran amiga en mí. Incluso tenía muchas preguntas que hacerle sobre el que fue su padre adoptivo por dos años.
—Cualquiera diría que te encariñaste más con este lugar que con mi país —la voz de mis pesadillas me regresó a la realidad, logrando que solo girara mi cabeza a observarlo con la misma vestimenta ridícula que solía usar.
—Me encariñaría más con cualquier cosa que con el lugar donde estes —respondí con una mueca que solo lograba hacerle reír, en serio disfrutaba mis muestras de odio—. Creí que tenías algo mejor que hacer que venir a buscarme.
—Solo vine a comprobar con Clown si había logrado sintetizar el Sad —explicó dándome cierto alivio, por lo menos no me había dado más importancia como para tener que recogerme el mismo—. ¿Quería que te extrañara? —se atrevió a burlarse, provocando que solo negara para pasar por su lado y buscar mi camarote.
Nunca había subido a este barco que parecía haber sido decorado por Umbridge, demasiado rosa para mi gusto, pero supuse que si me disponía a buscar entre todas las puertas terminaría encontrando alguno aunque sea vacío. Y en efecto, solo dos puertas estaban cerradas con llaves, mientras el resto de habitaciones se encontraban vacías. Siendo un viaje de pocas horas, me limité a lanzarme en la cama de la primera que encontré.
Necesitaba organizar mi tiempo en Dressrosa, no podía pelear a diario de nuevo en el coliseo, por más que estuviera ayudándome a aumentar mi fuerza, o que me gustara tener al pueblo alabándome. Cuando terminaba apenas tenía tiempo para leer un poco antes de caer dormida hasta el otro día. Como si hubiera sido un anuncio entre las islas vecinas, desde que comencé a pelear en el coliseo como jefe final, tal como un videojuego, comenzaron a llegar contrincantes cada vez más fuertes.
En muchas ocasiones apenas logré ganarles, llevando mi cuerpo al límite, y eso hacía que durante casi dos meses solo estuviera volviéndome más fuerte, hasta que interrumpieron mi presencia en el coliseo para llevarme a Punk Hazard. No quería volver a ello de nuevo. Intentaría negociar después de lo logrado aquí, con limitar mi participación a uno o dos veces a la semana, para usar el resto de mi tiempo en nuevos pasatiempos.
Estudiaría algunas horas en la mañana los libros que me proporcionó Caesar, lo cual era una buena manera de gastar mi tiempo con provecho. Tenía planeado intentar comenzar una maqueta de todo Dressrosa. En mi otra vida, disfrutaba coleccionar maquetas de ciudades hechas por mí, y ese país era un lugar hermoso para volver con mi pasatiempo, el resto de mi tiempo, tenía pensado hacerme amiga de Rebecca, pasar tiempo con ella. Puede que no pudiera evitar que se quedara sin madre, pero podría intentar compensarla un poco.
—Aquí estabas —me sacó Baby 5 de mis pensamientos trayendo consigo mis tres maletas—. ¿Qué son todas estas cosas?, solo vi libros y sustancias extrañas —exclamó al entrar y dejarlas cerca de la puerta.
—Son materiales que me prestó el señor Clown, es un verdadero genio, me enseñó mucho de ciencia el tiempo que estuve aquí, y cree que tengo mucho potencial si le pongo empeño —le expliqué sonriéndole con emoción al sentarme en la cama—. Hay muchas cosas que aún tengo que aprender, pero podría crear muchos objetos y sustancias nuevas, incluso estoy pensando hacer una maqueta del castillo, es como un castillo pero pequeño —me apresuré a explicarle—. Y quiero que me ayudes con todo —añadí contagiándole mi entusiasmo.
—¿Tienes todo lo que necesitas? —me preguntó sentándose a mi lado, haciéndome sentir que solo éramos dos chicas normales teniendo una conversación trivial—. Casi se me olvida —interrumpió nuestra platica algo extraña—, el joven amo quiere hablar contigo, por eso había venido a buscarte —y aquella fue la dosis de realidad que no necesitaba.
