Aclaraciones: Algunos datos, y hechos cannon del manga/anime, serán cambiados a mi conveniencia para mejor desarrollo de la historia.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.

Adverencia: Spoilers sobre algunos datos de One Piece, y totalmente del arco de Dressrosa.


Como lo odiaba. Odiaba que me usara, que tuviera que llegar a tratos con él para ser tratada con decencia. Como usaba la culpa que sentía para sí mismo, como se creía mejor que todos. Aun poseía esa arrogancia de los dragones celestiales, creyéndose un Dios que estaba por encima de todo y todos. Era todo lo que odiaba en un hombre, y por eso me sentía sucia por haberlo deseado.

Terminé entrando en mi habitación gritando de frustración sin importarme lo mal que estuviera físicamente, lazándome de manera directa a mi cama boca abajo para gritar de rabia dentro de la almohada con fuerzas. Ni siquiera me importó que Baby 5 aun estuviera allí esperándome. Sino me desahogaba de esta manera me iba a dar un colapso nervioso o terminaría rompiendo algo.

—¿Qué te pasó? —escuché a la azabache preguntar sin yo aun sacar mi cabeza de mi almohada—. Si terminaste así fue porque volviste a desafiar al joven amo, te dije que no lo provocaras.

—Es un maldito psicópata —me quejé encima de la tela intentando consolarme de que nada de lo que pasó era mi culpa. Al solo sentir suciedad en mí cada vez que recordaba cuanto ansíe que siguiera tocándome, que me hiciera venirme varias veces con su cuerpo.

—Todos en la familia lo somos, y lo sabes —comentó Baby 5, logrando que alzara la mirada hacia ella, sintiendo algo de culpa por saber que tenía razón, pero no estaba molesta, sino relajada fumando su cigarro, y llenando la habitación con ese tabaco—. Sin embargo, somos buenas amigas, por lo que no entiendo porque odias tanto al joven amo, es un buen hombre —no pude evitar reírme al decir eso.

—Sé lo que ha hecho por ustedes, mejor que nadie de hecho, pero eso no lo vuelve una buena persona —la contradije observando cómo había abierto la ventana para que no me ahogara con el humo—. Es un manipulador, un abusivo, y adora hacerme enojar, y herirme, estoy casi segura que lo disfruta —exclamé llevándome la mano al cuello para sentir la sangre seca en él.

—Disfruta jugar contigo —soltó como si nada ni preocuparse, haciéndome pensar que eso no era un secreto a voces, ni siquiera entre la familia—. Hace mucho que no lo veía de esa forma con alguien, con el único que tuvo tanta confianza fue corazón antes de que nos traicionara —añadió sin saber si sentirme mejor o temer a sus palabras—. ¿Qué fue lo que le hiciste esta vez para que terminara así?

—Lo golpeé —respondí sentándome en la cama ignorando el pequeño dolor que aún sentía por sus castigos, después de tantas peleas en el coliseo, a largo plazo, esas heridas solo eran pequeños rasguños que luego de comer y darme una buena ducha, dejarían de molestarme—. En el rostro —añadí logrando hacerla reír.

—No podías haberlo provocado de peor manera, ¿Por qué hiciste eso?, sabías…

—Me besó —la interrumpí rompiendo su risa por completo, y tirando el cigarro al suelo para apagarlo pisándolo—. Nunca di el consentimiento para que me tocara, no estuvo a consideración siquiera —añadí aun molesta por ello, tanto porque se hubiera atrevido como por lo que provocaba en mí.

—No eres tonta para no saber que el joven amo iba a acercarse de esa manera a ti —exclamó con seriedad, sin encontrar ni una sola pizca de humor en sus palabras—. Me sorprende que se tomara tanto tiempo en hacerlo, supongo que no seas como muchas mujeres que saltan a él en vez de cazarlas tiene mucho que ver… —comentó sacando un cigarro de su traje de maid y encenderlo.

—Eso no está a consideración —negué con rapidez con mi cabeza—. Preferiría morir antes de tener sexo con él, creí que tenerme en la familia podría evitar eso.

—Las mujeres en la familia somos pocas, nadie ha sido de su interés en ese sentido —confirmó lo que ya sabía, siempre supuse que con la única que podría haber pasado algo era con Monet, pero no tenía pruebas de ello, ni estaba segura tampoco en qué nivel de la historia pudo haber pasado—. Sin embargo, contigo se ha tomado muchas libertades en poco tiempo, los demás oficiales superiores no están deacuerdo con el trato privilegiado que te da…

—¿Privilegiado? —no pude evitar burlarme, aunque eso explicaba porque la mayoría de esa familia me trataba de manera recelosa—. Me lastima, golpea, y abusa físicamente de mí cada vez que le falto el respeto… —enumeré con rabia los abusos de su parte—. Me tuvo encerrada por meses en el castillo, y me mantuvo dos meses luchando todos los días con diferentes oponentes en el coliseo, sin darme un solo respiro.

—Él es así con toda la familia, no tolera fracasos, ni insubordinación —lo defendió sin extrañarme, tanto ella como el resto de locos de la familia no veían el abuso de su amo como tal ni aunque intentara explicárselo—. Pero los únicos que son de su confianza son los estuvieron con él desde que era un niño… lucharon mucho para obtener esa influencia en él —comentó suspirando sin entender su punto—. Y cuando creen que son los que mejor conocen al amo, apareces tú, una total desconocida, que sabe del joven amo y lo conoce más que cualquiera de su propia familia, a un nivel que lo ayudas en cosas en las que ellos nunca podrían.

—No lo hago por gusto, ni siquiera sé lo que sé por opción propia, créeme que estaría mucho mejor en mi isla, alejada de todo este drama familiar —le aseguré sin dudar logrando hacerla reír.

—Esa es la peor parte, ni siquiera te esforzaste en tener la confianza del joven amo —tuve mis diferencias a lo que ella le llamaba confianza—. Aun así no debes preocuparte por los oficiales superiores, están advertidos para ni siquiera tocarte si el joven amo no lo ordena…

—En este punto, no creo que ni Pica pudiera contra mía uno a uno —exclamé sin miedo mientras encogía de hombros—. Lo único que me preocupa es el desquiciado de Doffy si vuelve a tocarme.

—¿Tan malo fue? —soltó la pregunta que menos quería que me hiciera dejándome en silencio al intentar sonar convincente al decir que sí, que fue horrible—. Supongo que ese es el problema en realidad, te gustó —se burló sin dejar de sonreírme no como si disfrutara mi desgracia sino como una amiga se burlaría—. ¿Por qué no solo…?

—No, ese hombre es todo lo que odio —le aclaré antes que siquiera lo planteara, porque estaba casi segura de lo que diría, que apartara mis sentimientos de lo carnal, y me dejara solo complacer, disfrutar del placer que pudiera darme, pero incluso pensarlo me hacía sentir sucia—. Lo que él es, lo que representa, el daño que ha hecho a tantos inocentes, siento que sucumbir de esa manera estaría traicionándome… —confesé cerrando los ojos al acostarme de nuevo en la cama.

—Lo piensas demasiado —se limitó a decirme caminando hacia la puerta—. Descansa, lo necesitas, vendré por ti cuando lleguemos —se despidió al salir y cerrar la puerta al hacerlo, para dejarme sola con mis pensamientos en conflicto perpetuo.

Quise culpar a la falta de actividad sexual a la manera en que mi cuerpo actúo, pero eso sería engañarme por completo. El psicópata era un hombre atractivo, por más que quisiera negarlo, y la manera en que me besó solo le añadía al grandioso amante que seguro era. Mi rostro se sentía caliente y mi centro húmedo al solo pensar cómo se sentiría su boca por el resto de mi cuerpo, su lengua por cada parte de mi piel, y como sería ser complacida oralmente por ella.

Las palabras "lo odio" retumbaban al pensar, al considerarlo, lográndome no perder la compostura.

Acepté que me gustaba, quizás demasiado, pero eso no implicaba que fuera hacer algo al respecto. Recordé a las personas en Wano, que si no fuera por mi intervención sufrirían por las Smiles. O los peleadores que eran convertidos en juguetes para ser usados como mano de obra, en la casa de subastas humanas que manejaba, en las armas ilegales que fabricaba y distribuía.

Reuní cada detalle sórdido de él para apartar el deseo que sentía. Logrando tranquilizarme por ahora. Estaría lejos de él por la mitad de un mes completo, si tenía suerte quizás hasta más, con eso podría olvidar lo sucedido, volvería a mi estado natural dentro de lo cabe. Me mantuve viendo el techo para distraerme mientras planeaba mis próximos días.

Necesitaría un lugar más privado que la biblioteca general del castillo, y mejor adecuado que mi habitación para continuar estudiando, creando cosas nuevas, ayudando con el desarrollo de las Smiles. Había logrado reducir mi tiempo en el coliseo a un día a la semana, pero eso no implicaba que tuviera que abandonarme físicamente, por lo que tendría que agregar algo de entrenamiento o calentamiento a mi día a día.

Si solo tenía actividad física una vez a la semana, mi cuerpo sufriría por ello.

Lo siguiente en mi lista era la parte más complicada, necesitaría tener permiso para andar por el país. Sabía que mis aportes a Doflamingo eran grandes, había logrado obtener una de las armas más poderosas en el bajo mundo antes de lo que debería, y gracias a mí, pero no estaba del todo segura si eso podía comprarme que soltaran mis cadenas un poco.

Sabía que tendría que pedir el permiso directamente al emplumado, pero no estaba por ahora a consideración volver a verle y menos por mi propia petición, por lo que decidí acudir a Baby 5 cuando llegáramos a Dressrosa. Si no lograba nada, pospondría mi salida por lo menos un mes, en ese tiempo podría superar lo que pasó hoy.

Llegamos al puerto del país apenas minutos después, evocando que saliera de mi habitación con Baby 5, sin encontrarme con su amo. Haciéndome sentir que de verdad cumpliría su palabra de dejarme en paz por unos días. Sin acostumbrarme, en el momento en que pisé el puerto, las personas de Dressrosa me trataron con suma amabilidad y gentileza, como era de esperarse. Era parte de la familia, por ende alguien importante en este lugar.

Sonreí de la manera más natural que pude fingir mientras era llevada al castillo, saludando a cualquier ciudadano que me llamaba y me deseaba que estuviera bien. Me sentí asqueada por recibir esa atención sin haber hecho suficiente para merecerla. Intenté no pensar en ello, y considerar que era mi pago por evitar que fueran convertidos en juguetes sin razón de poder.

Odié en el momento en que crucé las puertas del castillo. Nadie fue a recibirnos, y la azabache me acompañó a mi habitación para que le dijera las cosas que necesitaba. Nada de eso fue lo que odié al entrar. Habría sido más sencillo de ser así. Odiaba lo bien que me sentía al llegar, como comenzaba a acostumbrarme a vivir aquí. Como lo extrañé.

No quería llamar este sitio un hogar, me negaba. El único hogar que había tenido estaba en el mar del este. Esto no era más que una prisión. Por lo que no podía dejar de odiar esta sensación de calidez que sentía al llegar, como si hubiera llegado a casa después de un largo viaje.

—Necesito un lugar adecuado para trabajar —le informé a Baby 5, una vez entramos a mi recamara con mis maletas—. Una oficina, no pequeña, pero más grande que el espacio que tengo aquí en mi escritorio…

—Hay muchas habitaciones vacías, buscaré algo que pueda servirte, ¿Qué más necesitas? —soltó con una sonrisa confiada antes de darle una lista detallada de ingredientes y materiales que tendría que buscarme para mis investigaciones.

Sin preocuparme por el resto de la familia, me ubicaron una oficina espaciosa en el segundo piso con todo lo que pedí sin dejar ningún detalle de lo solicitado. Supuse que debido a que negarme algo solo haría enojar a su amo, al cual tenía tres semanas contando sin verlo ni siquiera en el comedor, lo cual fue un sueño hecho realidad. En mi vida pasada nunca me ocupé de hacer experimentos o investigaciones de este tipo.

Pero gracias a las tutorías de Caesar pude salir a flote con cada una de mis ideas. La mayoría eran sobre las Smiles, las cuales me fueron llevando una de cada lote de producción que salía, sin resultados positivos del todo. Aun no eran 100% efectivas, apenas pude reducir su fallo a la mitad, pero si logré evitar que afectara a los neurotransmisores que tenían que ver con las expresiones fasciales. Por ende, logré en casi un mes que las Smiles aunque no fueran del todo efectivas, que no produjeran aquel mal que azotaría Wano en unos años.

Aun la persona que la coma se volvería un martillo en el agua, pero eso no podía evitarse por más que lo intentara.

Aparte de ello, y aun sintiendo culpa, otro de los ámbitos en lo que comencé a colaborar fueron armas. Odiaba ayudar a que se mataran, pero era un pecado con el que mi alma tendría que lidiar, otro más para la lista. Necesitaba serle útil al flamenco, que me tomara confianza, solo así lograría ganarme salir de este castillo y continuar con lo siguiente en mi lista, sin que me lo impida.

—Me gustan estas —comentó Baby 5 al haber tomado uno de mis bocetos de armamento que había copiado de las desarrolladas en mi vida anterior, para lograr fabricarla con su fruta en su brazo—. O estas —volvió a transformar su otro brazo como si estuviera jugando y no se tratara de armas.

—Me alegra que te gusten, pero necesito que entregues todo —exclamé al encontrarla probando cada una sin hacerme mucho caso—. Baby 5, debes llevar eso con Trébol, le dije que lo tendría listo para hoy…

—Ya lo sé, ha estado molestándome que cuanto tiempo más ibas a tardar —regresó sus miembros superiores a la normalidad un poco hastiada—. Pero es que son tan lindas, quisiera quedármelas —casi juré que había hecho un puchero antes de ambas reírnos—. ¿Por qué haces esto?, sé que odias los negocios que hacemos.

—Necesito un favor, y en tu familia, los favores no se piden, se ganan —respondí volviendo mi atención al resto de investigaciones pendientes, y a aprender aún más como realizarlas dada mi falta de formación en este mundo—. El favor que necesito es grande, en cuanto tu amo regrese, necesitaré…

—El amo llegó hace una semana —me interrumpió de golpe logrando que levantara mi mirada de mis papeles para mirarla incrédulamente—. No sabía que estabas esperándolo, si lo hubiera sabido te lo decía antes —añadió encogiéndose de hombros—. De hecho lo vi en la piscina cuando venía a buscar esto, por si quieres hablarle de lo que sea que tengas en mente —soltó antes de salir de mi oficina con los papeles que le había encargado entregar.

Estuve tentada en mantenerme enfrascada en mis asuntos, pero el tiempo se me había estado acabando hace unos días, y casi me daba por vencida de poder salir antes de que llegara ese día. Aun así no quería verme necesitada por verlo, o que malinterpretara porque lo buscaba, por lo que me mantuve en mi escritorio continuando algunos papeleos para luego pasar a la mesa que tenía en una de las esquinas.

No tenía mucho tiempo para pasatiempos, pero sin dudas siempre sacaba algo para seguir con mi pequeño proyecto personal. Un gusto adquirido en mi vida anterior, y que gracias a unos cuantos experimentos logré conseguir los materiales necesarios.

Se trataba de una maqueta del castillo hecho con un tipo de arcilla polimérica que desarrollé hace unas semanas, casi tan buena como la original. Aun ni llevaba la mitad del castillo, pero me encantaba como estaba quedando. Tuve que dibujar muchos planos y elevaciones de las fachadas por varios días para lograr tener una idea aproximada para hacerlo, dado que no tenías las herramientas necesarias para hacer escalas de manera más profesional.

Me mantuve dando detalles a las piedras de las paredes mientras colocaba ladrillo por ladrillo para formarlas sin notar el tiempo que tardaba en ello, como solía pasarme, apenas notaba los cambios de horas por el cielo que se veía desde las ventanas, o cuando la luz natural comenzaba a escasear. Esto último fue lo que me advirtió que había sido suficiente por hoy, por el color del resplandor del sol, intuía que faltaban al menos dos horas para que oscureciera, y por ende para comer.

Dejé todo en orden antes de salir de mi oficina en busca de un bocadillo para poder continuar con mis investigaciones, y con suerte escaparme de la cena, lo cual era sencillo si el flamenco rosado no estaba en la mesa. A la mayoría de la familia le disgustaba mi presencia, así que ninguno me forzaba a participar en sus comidas si me ausentaba.

Odiaba cuando era obligada a fingir ser parte de la familia, mantenerme en silencio en sus conversaciones, solo baby 5 lograba que fueran amenas, algunas veces Dellinger se nos unía, apenas tenía once años, era un chiquillo fuerte, que le gustaba enfrentarme de manera amistosa, y también disfrutaba entrometerse en mi oficina en busca de algo interesante. Sugar y Monet ni me prestaban atención, los mayores igual que cuando llegué me ignoraban, como si eso lograría hacerme desaparecer.

Pensando en ello me encontré bajando las escaleras hasta el primer piso directo a las cocinas a pedir algunos bocadillos y algo de tomar, lo cual solían tener preparados para mí al conocerme. Era un pequeño receso que no afectaba mucho en mi agenda, por eso seguía haciendolo en vez de pedirle a alguien que me lleve comida. Con mi canasta lista, regresé en poco tiempo al segundo piso.

Por curiosidad, aburrimiento, o quizás para confirmar que Baby 5 estaba diciendo la verdad, terminé acercándome a la baranda del pasillo mientras caminaba a mi oficina, para confirmar que en efecto Doflamingo se encontraba acostado en un sofá delante de la piscina, siendo atendido por varias mujeres. Al igual que cada vez que iba allí, aunque esta vez no pude evitar hacer una mueca por ello.

Estando lo que para mí parecía estar fuera de su campo de visión, me mantuve observándolo, odiando que no hubiera quedado atrás la leve atracción física y sexual que sentía por él. Estaría mintiendo si dijera que no me lo encontraba atractivo acostado de esa manera, con pecho al descubierto, mostrando sus músculos, la vista era solo dañada por su pésimo gusto en moda. Estaba segura que se vería mucho mejor con otro tipo de pantalones. "O sin nada", retumbó en el fondo de mis pensamientos antes de negar.

Debía volver a mis asuntos, por lo que di un último vistazo antes de volver a mi oficina.