Día tres
Cita romántica… en el espejo
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Estaba parado frente a esa tienda de nuevo, como un tonto. Pero no podía controlar el impulso. Con el paso de los días aceptó que sí le gustaba ese vestido. Le gustaba el color, le gustaba cada pliegue y forma. Por momentos se perdía en fantasías imprecisas de una elegante fiesta, alguien le pedía bailar y aceptaba sin resistencia.
Le parecía extraña la suave docilidad con la que cedía, avanzaba con suavidad hasta que una tenue música de violín lo aturdía más. Era una silueta más alta quien guiaba el baile con calma, no había temores ni planes, solo un cálido disfrute. Poco después se encontraba girando frente a un espejo y al mover la mirada se llevaba una sorpresa.
Estaba usando el vestido, pero como un él.
Normalmente, esa imagen lo arrancaba de sus contemplaciones. Con el pulso ligeramente acelerado corría con culpa hacia la estación del tren.
Directo hacia lo conocido, hacia lo seguro, hacia su amada Akane.
Ranma invocaba en su mente el baile de su boda, la expresión radiante de su esposa, el vestido blanco de ella y él mismo guiando un baile que tenía memorizado con un tuxedo blanco.
Ese era el tipo de baile correcto.
Todos los atuendos femeninos que había utilizado eran herramientas para cumplir un propósito. Incluso en su vida de casados, los disfraces que se ponía Akane en sus noches «especiales» tenían un lugar. El traje de Sailor Acua o como quiera que lo llamase su esposa, era adecuado para sus divertidas y sugestivas coreografías.
Incluso cuando Akane empleó el uniforme de kendo fue para ganarle a la porrista lunática, el uniforme de chico fue para engañar al tonto dragón de ocho cabezas.
Él no podía utilizar ese lindo vestido, porque no había un motivo más allá de querer vestirlo. No podía comprarlo porque la tentación sería peor en casa. Después de todo, ¿qué clase de esposo anhelaba vestirse así?
De manera que se mantenía inmóvil luchando entre lo que quería y lo que debía. Deseando que alguien más lo comprase para poner fin a ese capricho extraño y asustado de no verlo al día siguiente.
—¿Qué voy a hacer?— murmuró mientras se alejaba casi a la fuerza de la ventana.
Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató de un par de ojos castaños que lo miraban preocupados.
Akane comenzó a separar la información que tenía. Ella sabía que el problema de su esposo estaba relacionado con ese vestido en el aparador.
No era por un motivo evidente como lo sería el pequeño atuendo negro que Ranma felizmente ignoró. ¿Un regalo? Ciertamente, el precio era un inconveniente, pero no un impedimento. No había ninguna fecha cercana para ese gasto ni un motivo aparente.
Su esposo miraba aquella prenda con el mismo tipo de anhelo lejano que la mayoría de las mujeres darían a un bolso de diseñador. Un objeto deseado, pero muy distante. La única forma de obtener la pieza de información faltante era observar directamente a su esposo y todas las señales físicas que la cámara no podía darle.
De manera que, cambió su rutina para estar una hora antes de su cita regular en aquella calle. La precaución por ser descubierta se desvaneció de inmediato. Ranma caminó directamente hacia la tienda sin interesarse en nada más.
No fue necesaria demasiada observación. Ranma era transparente con sus emociones, si sabías qué buscar. La forma de tensar sus puños, el ligero aumento en sus pupilas y la forma de mirar lentamente de abajo hacia arriba de una forma similar a una larga caricia. No solo estaba interesado en esa prenda de ropa, la deseaba.
Era una mirada muy similar a aquella que le descubrió antes de su boda.
Nadie lo notó con los preparativos y los arreglos, pero su amor propio subió a niveles colosales al notarlo, esa mirada era solo para ella.
Y luego llegó la otra parte. Esa expresión dolida cuando apartó la mirada.
«¿Qué tenía esa pieza de ropa comparada con tantas otras que Ranma había usado antes? ¿En qué era diferente de las demás?»— pensó Akane confundida. No era provocativa, extraña o impagable.
—¿Qué voy a hacer?—murmuró el hombre frente al aparador lo suficientemente fuerte como para ser escuchado.
Mientras seguía a su conflictuado esposo, Akane comprendió otra cosa. Ranma no admitiría directamente su interés. De manera que era necesario crear una situación en la que no pudiese negarlo o escapar.
Ahora tenía un plan.
El problemático vestido había desaparecido a mitad de semana y con el ese extraño interés se iría… con el tiempo.
Pero Akane estaba planeando algo. Tenía ese pequeño gesto de morder su labio inferior ocasionalmente cuando estaba por realizar una nueva tarea.
—No programes clases en el dojo durante el fin de semana, Ranma— dijo Akane de modo casual mientras miraban un programa genérico de TV y añadió—: tengo algunos planes y no sé cuánto tiempo puedan llevar.
Ranma pensó de inmediato en una de esas reuniones de estudio con sus amigas y casi deja pasar el aviso. Hasta que la vio sostener su taza de té con ambas manos.
«Está muy nerviosa»—observó ligeramente tenso. Ese gesto en su esposa era una señal de algo en camino.
Pero fue un sábado tranquilo. El dilema tal vez sería uno de esos disfraces «especiales», pero con su trabajo escolar era poco probable que sucediera. Al atardecer, Akane simplemente dijo:
—¿Te gustaría tener una cita conmigo esta noche?
—Claro, Akane.
—¡Iré a prepararme!—respondió ella radiante y añadió—: por cierto, tu ropa está sobre la cama.
Cuando Ranma salió de la ducha, sus alarmas se activaron de nuevo.
Sobre su cama estaba el mismo vestido de la tienda.
—Es para ti—dijo con calma Akane.
—¿Cómo…?—empezó a decir Ranma.
—Poderes de esposa.
—Debo cambiar a Ranko entonces.
—No te pedí eso. Mi cita es con Ranma.
Por un instante, Ranma pudo ver a sus dos mitades en el espejo usando ese vestido.
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Continuará…
