Día 4

Beso ideal… e irreal

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Ranma vio la ropa en su cama e intentó un escape desesperado, fingiendo que no comprendía cuando preguntó:

—¿Quieres que sea Ranko, para nuestra cita?

Akane se mantenía detrás de él y la bata que usaba no le permitía ver su atuendo para adivinar lo que ella quería.

—No. Te pedí salir en una cita y es con mi esposo con quien pretendo tenerla. Nunca dije que tuvieras que cambiar.

Ranma levantó el vestido de la cama y fue suficiente una mirada para calcular el tamaño. El arte marcial de la costura le dijo que era para su forma masculina. El misterio de cómo había descubierto Akane un asunto del que no había dicho una sola palabra, era secundario. Lo importante eran los motivos para pedirle semejante cosa. Ella no podía estar pidiéndole que se vistiera de esa forma en público, ¿cierto?

«Si la cita no era afuera, ¿dónde quería que…? ¡Oh! Es solo uno de sus elaborados juegos, pero en este caso es mi turno de disfrazarme»—:pensó Ranma con una buena cantidad de alivio.

—Bien—suspiró Ranma y agregó—: eres la única persona en todo el mundo por quien me vestiría de esta forma.

Con eso fue hacia el armario que compartían, pero Akane no dejó de darle aquella mirada seria, ni se movió cuando le dijo:

—Este no es uno de nuestros juegos privados, ni quiero que te disfraces. Es solo ir a una cita.

Akane no solo quería que usara el vestido, sino exponerlo a ser visto en público con él, de manera que gritó:

—¡¿Por qué quieres eso de mí?!

Subiendo su propia voz, Akane respondió:

—¡Quiero que admitas que querías este vestido! No por obligación, no por un plan loco. Simplemente por el gusto de usarlo, lucirlo y disfrutarlo para ti mismo. No te obligaré a salir con él, pero tienes que dejar de engañarte y reconocerlo.

Ranma se mantuvo en silencio recordando todas las ocasiones en que sus disfraces de chica habían fallado por culpa del agua caliente. Las miradas que recibió de las personas nunca fueron amables, los comentarios susurrados o directos fueron peores. Podía fingir que no le afectaba, pero dolía cada vez. Nunca hubo espacio para explicar la situación y con el tiempo solo se endureció para no ser afectado cuando ocurría. La ropa «incorrecta» podía lastimarlo realmente, como el entrenamiento para el Gourmet de Fore Grais. De manera que se adaptó y lo separó de su identidad, los atuendos eran estrategias o disfraces. Incluso aceptó a Ranko como una parte de sí mismo, que podía moldear y explotar, pero nunca aceptar.

Cuando el vestido estuvo fuera de la tienda, se creyó a salvo de coincidir con la pelirroja en un tema, además del helado y odiar a los pervertidos. ¿Traer el vestido era una prueba? ¿Debía destruirlo? ¿Qué debía hacer?

Una mano pequeña, pero con callosidades por el entrenamiento, levantó suavemente el rostro de Ranma.

—Mírame, amor.

Ranma se perdió en aquellos ojos color chocolate como si buscase refugio durante una tormenta.

Akane contempló la mirada perdida de su esposo y decidió compartir con él algunas viejas batallas personales, de manera que sin romper el contacto visual le dijo:

—¿Recuerdas cómo era cuando nos conocimos? Me llamabas marimacho, te llamé pervertido, pero ambos estábamos equivocados. Durante mucho tiempo tuve miedo de no ser adecuada para ser amada. Pero pude aceptarme a mí misma: con las partes lindas, las partes toscas y las pervertidas. Las personas ajenas solo conocen algunos fragmentos de quién soy, pero tú eres la única que elegí para mostrarle más facetas de mí identidad que a ningún otro. Esta ropa es solo un regalo para mi esposo, que me entiende como nadie y a quien yo amo. No hay un plan detrás de esto, tienes una perspectiva única de ambos géneros, otros podrán hacer juicios a medias de tus motivos, yo no, soy tu compañera y te conozco mejor.

Habían chocado desde su época de compromiso por su maldición, pero en algún momento ella lo había aceptado como un todo. No Ranma ½, solo Ranma. Akane nunca creyó la mentira de que era la pelirroja la que disfrutaba un helado o se asustaba al aprender a patinar.

«No, ella nunca se apartó, ni me dio esas miradas tan extrañas»—: pensó Ranma mientras recordaba aquel incidente con la madre del doctor Tofú. Se había disfrazado para ayudar al médico con su problema, pero en cierto momento terminó como un chico con aquel vestido rosa lleno de volantes. Akane no se alejó de él, porque entendía los motivos de aquel vestido y no le importaba su apariencia.

Era por momentos como ese, que Ranma comprendía cuanto lo conocía su esposa realmente. Sabía como era y lo aceptaba: con las partes feas, las partes toscas y esos otros lados suyos que ni siquiera sabía que estaban ahí.

«Eres tú quien quiere usar esto.»

Lo había admitido frente a la tienda, en el silencio de sus pensamientos, pero ahora lo haría realmente, para su persona especial, él daría ese primer paso, lo diría en voz alta.

—Sí. Me gusta este vestido, desde que lo vi en esa tienda quería tenerlo gracias, Akane.

La respuesta de ella no tenía palabras, pero sí una sonrisa y un amplio uso de sus labios.

—Te amo, Ranma Saotome.

Y el joven artista marcial lo creyó por completo.

Cuando el beso comenzó a profundizarse en algo más íntimo, Ranma, comentó con una sonrisa.

—Lástima que no pueda usarlo en mis dos formas.

La sonrisa de Akane se volvió ligeramente depredadora cuando dijo:

—Puedes, tu linda esposa utilizó sus poderes mágicos y este modelo es adaptable.

—¿En verdad?

Lo que nunca le diría a su esposo fue que al visitar la tienda se encontró con su vieja amiga Sayuri, al ser la creadora del modelo ella lo ajustó profesionalmente.

Pero, no le diría eso a Ranma.

—Sí, ahora pruébatelo. Quiero un poco de modelaje antes.

—Pervertida.

—Y así me amas.

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Continuará…