Catra II:
Dejó salir todo el aire de sus pulmones de manera dificultosa mientras se impulsaba con sus brazos hacia arriba despegando su pecho del suelo. Las gotas de sudor caían de su frente al piso una vez terminada la flexión se puso de rodillas para relajar sus músculos.
No había perdido del todo su estado físico, seguía siendo rápida y ágil pero desde hacía un tiempo sentía que ya no era suficiente por lo que ahora trataba de mejorar su condición física pues si seguía con su forma habitual de lucha, el golpear con más fuerza de la que realmente tenía sería un aliciente más que favorable, sin mencionar que le ayudaba a liberar un poco de estrés y por eso lo hacía al aire libre.
— Hoy hiciste 10 minutos de más —. Dice Sunset quien por fin había despertado.
— Y tú dormiste 20 minutos de más —, responde Catra, la pelifuego solo hace un gesto cansado mientras pasa sus dedos por su rostro y rascar su cabeza para despertarse por completo, — Tal vez deberías acompañarme.
— Voy a ignorar todo lo que pueda implicar esa invitación —. dice Sunset mientras se da la vuelta para regresar a la casa.
— Lo digo en serio —, reafirma Catra, — No podrás depender toda tu vida de esa cosa —. Aludiendo al anillo.
— No te preocupes por mí, me las arreglé durante mucho tiempo sin magia —. contesta Sunset.
— ¿Y podrás arreglarterlas si tienes que pelear sin esa cosa? —, pregunta Catra, — Porque he visto a tontos defenderse mejor aun sin tener magia —. el recuerdo de Kyle llega a su mente.
— Tienes razón, no soy muy buena con los puños pero para eso estás tú. Cada quien a lo suyo.
— ¿Y si estuvieras en una situación así?
— ¿Por qué de repente te preocupas por eso? Ya estás como... —, Sunset le da una mirada seria a Catra, — Ya veo. Te encanta hablar sobre mí con Lilith a mis espaldas, ¿no es cierto?
— Le preocupa que si abusas de tu magia vuelva a pasar lo de... tu sabes —. explica Catra.
— Pues puedes decirle que no tiene nada de qué preocuparse, ya estoy aprendiendo a controlarme a mí misma, ¿y a tí qué te preocupa? —. afirma Sunset.
— Más que preocupación es envidia.
— ¿Envidia?
— Sí. Ya quisiera poder dormir como si no pudiera caernos encima una bomba del cielo en cualquier momento —. Sunset solo se da la vuelta para irse.
— Déjame en paz. Es el único momento en el que no pienso cosas —. dice mientras se aleja.
Eran pocas las noches en las que Catra lograba conciliar el sueño, no solo por los sonoros ronquidos de Sunset, sino porque tenía el irracional miedo de quedar dormida y despertar en un campo desolado y humeante con sus manos hundidas en fango completamente sola. Lo peor era no saber si seguía en la zona cercana a la sitche o estaba de vuelta en Thergun.
Dispuesta a terminar su rutina empieza a correr todo el perímetro alrededor de la sitche hasta regresar a la casa. Ese día estaba siendo particularmente caluroso por lo que tendría que caminar hasta un arroyo cercano para asearse una vez hubiera terminado, el agua es fría pero peor era nada.
Llegando a un camino de tierra que llevaba hasta la puerta este de la sitche ve como hay un pequeño vehículo de tres ruedas a motor con una plataforma en la parte trasera de donde habían caído manojos de hojas largas y verdes atadas siendo levantadas por un arbisano. Eran muchas y cuando las apilaba algunas volvían a caerse.
Catra por un momento se planteó que tal vez debería seguir con su camino y dejarlo pues consideraba que no era su asunto y también porque no sabía como reaccionaría el arbisano ante la repentina aparición de una extraña en todos lo sentidos posibles, si es que ya sabía siquiera que habían "forasteras" ayudándolos.
Por otro lado, sentía un poco de pena al ver el solo tratando de acomodar todo aquel cargamento y como su esfuerzo anterior se veía anulado de un momento a otro, así que dispuesta a lidiar con lo que viniera se acerca al arbisano quien estaba subido aquella plataforma apilando los manojos de hojas en la parte superior, Catra se aclara la garganta y aquel carguero se voltea.
— ¿Quiere... que yo... lo ayude? —, pregunta Catra mientras hace gestos y señas con sus manos, el arbisano parece no entender, — ¿Quiere que... suba... esto? —, toma uno de los manojos mientras señala a la plataforma, ahora sí había entendido.
El arbisano da un salto y empieza tomar varios manojos apilándolos sobre los brazos de Catra, cuando no pudo cargar con más los deja caer sobre la plataforma haciendo caer otros que ya estaban apilados. Catra gruñe por lo bajo y acomoda lo que había caído sobre aquel montón que ella había subido.
Habiendo terminado de acomodar bien todo eso, Catra se disponía a regresar a aquella choza, ya no tenía ganas de terminar su rutina, el arbisano la agarra firmemente del brazo y le empieza a hablar en su lengua.
— Oye, no te entiendo —, dice Catra mientras señala a su oreja y hace gesto de negación con la cabeza, el arbisano parece entender y por parte señala a la plataforma donde estaba el resto de la carga indicando que se subiera y se sentara para después apuntar a la sitche.
Catra apunta a la sitche y como mejor pudo intentó dejar en claro que no podía entrar ahí pero el arbisano insistía y la jaloneaba hacia el vehículo, tanto que no tuvo más opción que ceder.
Subiendo a la plataforma, escucha como aquel pequeño motor echa a andar y como se empieza a mover. Catra entendía muy bien las condiciones que los arbisanos habían puesto sobre ellas y no es que fueran del todo malas pero ahora corría peligro que su nueva normalidad se viera afectada al entrar a la sitche. Pero también hubiera dado una mala imagen si se negaba de forma más tajante a la invitación del arbisano y hubiera sido peor si lo hubiera ignorado.
No debía perderlo de vista en ningún momento pues si las cosas se ponían feas tendría como excusarse. Deseaba tener su traductor a la mano para así al menos entender todo lo que pudieran decirle.
Las bisagras de las puertas rechinan y la madera cruje mientras pasa por un arco de piedra amarillenta. Por fuera la muralla es de piedra amarilla mientras que adentro está completamente pintada y decorada con dibujos y pinturas de animales, retratos en relieve de personas con piedras grises y negras. Representaciones de campos abiertos y verdes con cielos azules hechos con cristales teñidos.
Entre la muralla y la zona "urbana" había un trecho de campo abierto donde hay casas como en la que vivían, el resto de estructuras son cuadradas pintadas de rojo con acabado amarillos, algunas tenían balcones en los pisos superiores, otros pequeñas macetas de piedra donde germinaban flores lilas, turquesas y blancas. Las casas están dispuestas por bloques y están unidas unas con otras variando de uno hasta cuatro pisos de altura.
El vehículo se tambaleaba por las calles empedradas mientras algunos se le quedaban viendo con curiosidad para regresar a sus asuntos. Algunos vendiendo telares, haciendo muebles o vendiendo vasijas y adornos con forma de flores o representando corrientes de río. Logró escuchar el sonido de un martillo chocando contra el metal y las chispas brotando y un aroma exquisito llegó a su nariz. Olía mejor que cualquier cosa que hubiera podido oler antes. Estaba segura de que se podía comer.
Llegando al centro de la sitche ve un complejo de doble muralla con cuatro torreones puestos en las esquinas y un monolito en el centro de aquel lugar. El monolito es de tres círculos que disminuían a medida que iba ascendiendo dejando paso a una forma más cuadrada que se achicaba cerca de la punta con forma triangular mientras que de toda la estructura sobre salían puntas de piedra marrón. Bastante extraño para ella.
El vehículo se para y el arbisano empieza a ordenarle cosas señalando a los manojos de hojas y después a algún lugar cercano pero ella no lograba ver a qué dirección era precisamente.
— No entiendo —, dice Catra mientras intenta darse a entender con gestos, — ¿A dónde tengo que llevarlos? —, el arbisano parece ignorarla y empieza a darle varios manojos y haciéndole un gesto de que espera ahí el arbisano se aleja a paso rápido, — Oye ¡Hey! —, sus llamados caen en oídos sordos.
Ve como ahora estaba llamando más la atención que antes, ve como algunos incluso se susurran entre ellos, algunos ríen, otros ponen rostros indignados. Se estaba empezando a poner incómoda y nerviosa por lo que sus orejas se ven caídas.
¡No puede ser! recordó entonces que tenía que llevar aquella tela encima cuando estuviera junto a otros arbisanos y que llevara las ropas ligeras de los learosis y no aquel traje que les habían entregado no hacía que las cosas fueran a mejor.
Aquel arbisano regresa seguido de otros siete quienes empiezan a cargar los manojos, uno de ellos le hace señas para que la sigan a lo que ella obedece. Mientras lo seguía intentaba ignorar las indiscretas miradas de quienes se le quedaban viendo mientras sentía como el rubor en sus mejillas crecía cada vez más.
¿Desde cuando dejo que esto me afecte?
Ve como desde aquellas murallas que rodean el monolito son desplegados telares púrpuras con un símbolo bordado en dorado parecido a dos números tres puestos de tal forma que pareciera que forman un ocho atravesados por una línea.
Entrando a una casa de tres pisos pasa lo más rápido por un vestíbulo y sube hasta el tercer piso que está cubierto por unas lonas grises donde dejan los manojos de hojas pero todavía faltaban más por bajar y se gira para volver a bajar pero al que seguía le hace señas para que se quede ahí. Sabía que no era prudente hacer alguna tontería así que se queda en la terraza mientras los demás bajan.
Se acerca a una de las lonas y apártandola un poco para poder mejor el interior de aquel complejo escucha un silbido que la hace voltear y se encuentra a Vernis quien le arroja un traductor y se lo pone de inmediato.
— Parece que le agradaste a Anq'uol —. Dice Vernis con una sonrisa.
— ¿De verdad? —. responde Catra.
— Sí. Tienes suerte, es alguien importante por aquí —. explica Vernis.
— ¿Qué tan importante? —. Pregunta Catra.
— No mucho pero la influencia es influencia.
— Creí que solo era un granjero.
— Las apariencias engañan, y nunca mejor dicho. ¿Quién hubiera pensado que la cortante y grosera Catra ayudaría a un pobre granjero que necesitaba una mano?
— Solo fue... Olvídalo ¿qué haces aquí?
— Vivo aquí, ¿lo olvidaste?
— Claro, ¿y las hojas son para?
— Se viene una celebración importante, las hojas son para preparar una comida ceremonial. Una pasta de hierbas y especia se envuelve y se calienta hasta que esté listo —, Catra solo asiente pensando que tal vez no era la indicada para que le hablaran de esas cosas, — Y mira que casualidad que Anq'uol tiene un gran apego al Astrólogo de la Espina del Cielo —, señala Vernis al monolito.
— Esto no fue nada incidental, ¿o sí? —. Inquiere Catra.
— Los arbisanos tienen que confiar en ustedes y ustedes en ellos. Puede que haya parecido un acercamiento forzado pero es necesario. Aunque hubiera preferido que llevaras puesto el...
— Lo sé, lo sé —, Catra suspira, — No hagas eso de nuevo.
— ¿Qué cosa?
— Tramar cosas a nuestra espalda. No puedes armar estos... planes para que nos tengan confianza si no puedes decírnoslo directamente y que después creamos en tí. Pudiste habernos dicho.
— ¿Habrías aceptado?
— ¿Tenía que ser yo?
— Sí.
— ¿Por qué?
— ¿Quién es la que tiene que usar una sajra?
— ¿Y me reclamas que no lo traía puesto? ¿Cómo entenderte?
— Solo digamos que te haz hecho de una buena y una mala imagen al mismo tiempo.
— ¿Tan malo es?
— Ya veremos, mi amiga, ya veremos.
Había pasado un tiempo desde que alguien se había referido a ella de esa forma. No supo como sentirse.
Sunset II:
— No lo entiendo, ¿qué es lo que quieres? —. Pregunta Kel Vernis a aquella mujer de piel pálida y cabellos rojos.
— No es lo que yo quiero, es lo que tú necesitas —. La mujer extiende su mano donde sostiene un pequeño cubo dorado.
— No te estás concentrando —. Le dice Vernis.
— Cállate —. Ordena Sunset.
— ¿Y qué es lo que necesito? —. Le pregunta Vernis a aquella mujer.
— La verdad —. Responde.
Sunset aprieta los párpados y fuerza a su cabeza a buscar algo que no sabía lo que era con exactitud pero estaba dentro de su mente y tenía que encontrarlo. Los colores de un atardecer aparecen en su cerebro. Sabía que era un recuerdo pero se sentía muy vívido y real y las palabras que escuchó fueron como si se las dijeran directamente a la cara.
— Solo necesito limpiar mi conciencia y mientras más rápido lo haga, mejor.
— Vas a necesitar ayuda para eso.
— ¿Por qué estás aquí? —. Preguntó Sunset, perdiendo ya la paciencia.
— Porque prometí cuidarte y ayudarte —. Respondió Applejack.
— Muy bien, basta —. Le ordena Vernis.
Sunset vuelve a respirar con normalidad dejando que su cerebro y sus hombros se relajen mientras se quita el anillo.
— Bien, supongo que es una mejora —. Comentó Vernis.
— Yo siento que sigo igual —. Dice Sunset con frustración.
— No lo creo, parece que...
— ¡Deja de hacer eso! —, exclama Sunset, — Deja de tratar de hacerme sentir mejor y de hacerme creer que estoy mejorando cuando no es así.
— Pero es así. Hasta hace unas semanas no habrías podido reflectar recuerdos de esa forma.
— Son recuerdos cortos y son míos. Eso no nos sirve de mucho hasta donde sé —, Sunset se acomoda el cabello y suelta un suspiro cansado, — Hagámoslo otra vez.
— No —. Responde Vernis sin dilaciones para salir de la casa.
— ¿Qué? ¿Cómo que no? —. Sunset lo alcanza y lo hace darse la vuelta.
— No, Shimmer, si te fuerzas a tí misma te dañaras y no físicamente.
— ¿O es que tienes miedo de que "eso" pase? —. Vernis ladea la cabeza.
— No voy a negarlo —. Sunset frunce el ceño.
— Esto es un maldito chiste —, farfulla Sunset, — Puedo controlarme.
— Lo sé —. responde Vernis.
— ¿Y aun así dudas de mí?
— No está de más ser precavido —. sin nada más que decir, Vernis se gira y dejándola molesta y confusa.
No le gustaba que Kel Vernis la tratara con esa condescendencia, la hacía sentir como una potranca novata y tonta como lo hacían algunos de esos ineptos profesores de la escuela para unicornios.
No iba a mejorar si no practicaba y no podía practicar con nadie más que con Vernis y muchas veces estaba indispuesto. Y lo que terminaba de amargarle la existencia era el hecho que solo podía devolverle sus recuerdos propios y no le gustaba la idea de revelarle algo que no le apetecía a Vernis... Y olvidaba el hecho que en sus últimas sesiones siempre traía recuerdos de sus últimos días en el mundo humano.
Pero le molestaba aún más el hecho de no saber porqué es así. No tenía ninguna razón para tener alguna añoranza o el más mínimo sentimiento de apego con algo o alguien allá como para que estuviera rondando en su cabeza, y era más confuso pues ni en su día a día ni en sus sueños revivía aquellos momentos donde era una persona mucho más horrible de lo que es ahora.
— ¿Estás bien? —. la voz de Amity detiene sus quejas internas.
— ¿Y tú? —. pregunta de vuelta.
— Acostumbrándome a esto —. mueve un poco sus hombros, llevaba aquel traje que les habían entregado.
— No creí que lo fueras a usar —. comenta Sunset.
— No era mi intención. Lilith dice que si lo uso tal vez ayude a mejorar nuestra imagen con los arbisanos —, Sunset ríe por lo bajo, — Aunque es más cómodo que la que usaba antes.
— Yo no lo veo cómodo.
— Tal vez me acostumbre.
— ¿Cómo están tus manos? —. Amity las esconde detrás de su espalda un poco apenada.
— Mejor —. Se limita a responder.
— ¿Qué era exactamente lo que estabas haciendo?
— Yo solo... —, Amity duda en responder, — Intentaba algo.
— ¿No estabas intentando escapar otra vez o si?
— No. Ya me di cuenta que es inútil —. ambas se quedan en silencio por un momento. Al ver que ya ninguna tiene nada más que decir, Amity se dispone a entrar a la casa.
— Amity —, la aludida se voltea, — ¿cómo estás?
— Ya... te dije que bien —. La menor la mira con extrañeza.
— Por supuesto —. Amity entra y Sunset se sienta entre la hierba mientras la noche empezaba a hacerse lugar.
Lilith una vez comparó la obstinación de Sunset con la de Amity, incluso Catra le dijo una vez que era una mini versión de ella, ganándose una mirada molesta por parte de Amity. La diferencia es que Sunset se quedó estancada en un mundo diferente por voluntad propia buscando sus propios intereses, y hasta donde sabía, Equestria no estaba al borde de una guerra cuando se fue.
Cuando la veía, veía la frustración en su mirada, escuchaba el enojo en sus palabras y el pesar sobre sus hombros al caminar. Extrañaba lo que había dejado atrás, añoraba a quienes estaban en su hogar y su hogar en sí. No hablaba de ello, no le gustaba que se lo mencionaran y le gustaba estar la mayor parte del tiempo sola y pocas eran las veces en que escuchaba lo que tenían que decir.
No lo recordaba, pero podía imaginar el momento en que destruyó el portal que las iba a llevar a casa. El ver aquellas hebras marrones y esos ojos dorados le hacía sentir una punzada en el pecho. Fue a ella a quien Amity le expresó, de esas pocas veces que se abría un poco, sus ganas de ayudar pero no iba a dejarla. Le preguntaba como era que funcionaba Leraos por dentro, como se manejan todas aquellas cuestiones tácticas.
Situaciones en las que Sunset solo puede negarse a responder o es Lilith quien tiene que intervenir para cesar esos interrogatorios, para sorpresa de Sunset, incluso Catra se rehusaba a compartirle cosas limitándose a decir que solo había sido una soldado de a pie que solo sabía aquello que le ordenaban.
Entendía la frustración de no saber aquello que querías saber.
Ay, Celestia. ¿Cómo es que terminó todo así?
Ve a Catra llegar entra la poca luz que aún quedaba del día. Ayer desapareció un rato bastante más largo que el que tarda en completar sus ejercicios y hoy también desapareció pero poco después del medio día y era hasta ese entonces que aparecía... Y no se veía sudada ni cansada.
— ¿Un buen día? —. pregunta Sunset.
— Ahmm... Algo así —. responde la felina.
— ¿Dónde estuviste?
— Solo vagando por ahí. Supuestamente hay una ciudad cerca pero no sé como miden las distancias por aquí.
— Ajá —, dice Sunset no muy segura de las palabras de Catra, — Y estuviste caminando de aquí y allá durante horas.
— No se te escapa nada, eh —. dice Catra.
— Solo estoy resumiendo lo que me dijiste, ¿he descubierto algo?
— De todas formas Vernis iba a decirles. Solo no se lo digas a Lilith todavía.
— De acuerdo, escucho.
Catra se sienta junto a ella y empieza a relatar su experiencia.
