Hordak II:

El cielo nocturno se cernía sobre él mientras la flora verde y luminosa de la selva alrededor de esa ciudad en el planeta Oaius se contrastaba con los colores morados y rojos del alumbrado neón que adornaba las calles, callejuelas y avenidas.

Con una armadura para ocultarlo, seguía a Dathir y aquellos dos guardias que conoció cuando se metió en todo ese problema de forma involuntaria. Su teoría había sido acertada y empezaron a nutrir a los clones con una infusión multiproteica y su crecimiento empezó a ser exponencial para el alivio de todos.

Con eso solventado, había que atender otro problema igual de importante.

— ¿Cómo sabes que aún puedes confiar en esos sujetos? —. pregunta Hordak con voz distorsionada por el casco.

— Llevamos meses planeando todo, ellos me informaron sobre la aparición de tu planeta y los de la idea de usarte para la clonación —, aclara Dathir, — No he dudado de ellos nunca.

— Entonces te he estado sobreestimando —. Comenta Hordak.

— Oye, no me quites mérito, yo también he hecho mi parte. — Entrando a un callejón se detienen delante de una puerta doble la cual Dathir toca —, Las estrellas agonizantes...

— Brillan con fervor —. Responde alguien al otro lado. La puerta se abre un poco y un mano hace gesto para que entren.

— Empecé a creer que no vendrían —. Un hombre mayor con cabellos y bigote canoso con notable ojeras bajo sus ojos y un uniforme consistente en una gabardina militar azul que le llegaba hasta las rodillas se acerca a estrechar las manos con Dathir.

— Problemas en el puerto. ¿Todo listo?

— Lo que me pediste —, Otros dos sujetos con uniformes similares quitan mantas de las cajas que estaban dentro y las abren. Dentro hay docenas de rifles de plasma, todos del mismo modelo, — Las granadas de pulso y los perforadores están por allá.

— Imagino que no fue fácil obtenerlos —. Afirma Dathir.

— Y que lo digas. Las cosas están turbulentas desde que un hordeano fue visto en la zona comercial de Nimedros, ¿no venía contigo? — Dice el hombre.

— Está justo ahí —, Dathir lo señala, — Vamos, puedes confiar en ellos —, Hordak se quita el casco, el hombre no hace gesto alguno y solo se le acerca y le extiende la mano, — Hordak, te presento a Hou Damstron, una de las mentes detrás de todo esto —. Hordak inseguro le devuelve el gesto.

— Dathir me ha contado mucho sobre ti. Jamás en mi vida creí necesitaría de la ayuda de un hordeano, estamos arriesgando mucho, no hagas que me arrepienta —, Hou suelta la mano de Hordak y se da la vuelta, — ¡Haia! ¡Caine! ¡Suban eso al transbordador ahora! Podrían estar afuera.

— Eso qué significa —. Pregunta Hordak.

— Ya te lo dije. Las cosas se volvieron complicadas, debimos haber entregado esto hace una semana, pero en el Corredor Galerio quieren encontrarte y han vuelto a acudir a la Coalición Inquisitoria. El Corredor está repleto de esos sujetos —. Dice Hou mientras empieza a cargar las cajas a un vehículo de desplazamiento.

Debían ser como 100 cajas con 20 a 25 rifles dentro de cada uno y demás armamento, tendrían que hacer dos viajes pero Hou parecía apurado así que tendrían que cargarlo todo aun cuando el peso de las cajas hiciera al vehículo más lento.

Hordak escucha un click y ve un rápido resplandor a su lado y al girarse ve al tal Caine haciendo una pose y levantando el pulgar.

— ¿Qué haces? —. Pregunta Hordak molesto.

— Lo siento, es solo que necesitamos pruebas —. Se disculpa Haia mientras guarda el dispositivo con el que tomó la foto.

— ¿Evidencia de qué?

— Ya sabes, de que conocimos al último hordeano —, Dice Caine mientras se rasca la cabeza, — Tienes una reputación muy particular pero tan mala como hace años.

— Si te hace sentir mejor, no tenemos nada contra ti —. Comenta Haia.

— Sí, ni siquiera somos de esta galaxia... o bueno mundo, o... dimensión —, dice Caine, la respuesta sorprende a Hordak, — Es complicado.

— Siempre es complicado —. Murmura Hordak.

— Si te hace sentir mejor, no se la mostraremos a nadie hasta que hayamos ganado —. Dice Haia.

— Oiga, ustedes dos, carguen esas cajas. No tenemos tiempo para sus tonterías —. Ordena Hou a lo que los dos subordinados obedecen.

— ¿Siempre son así? —. Pregunta Hordak a Hou.

— Son un dolor en el trasero, pero han ayudado mucho y voluntariamente —. Hou da una pequeña sonrisa de lado.

Cuando hubieron terminado de cargar con todas las cajas, Dathir vuelve a estrechar manos con Hou mientras le agradece por su ayuda.

— El deslizador es demasiado grande como para que lo saquen por ahí —, señala la puerta por donde entraron, — Tendrán que atravesar la plaza de frente y luego girar a la izquierda hacia donde vinieron.

— De nuevo, no sé como... —

— Solo vete ya, muchacho —. Un ruido sordo se escucha a sus espaldas, las puertas dobles se abren con un estruendo y una mujer alta con traje negro y cabello gris y corto entra a largas zancadas.

— Sabía que no eras de fiar desde hace tiempo, Damstrong, y ahora tengo pruebas —. Damstrong desenfunda un arma y empieza a abrir fuego contra la mujer quien para los disparos con un escudo de energía desplegado desde su muñeca.

— ¡Hora de irse! —. Grita uno de los guardias que acompaña a Hordak mientras empieza a avanzar con el deslizador. Hou logra subirse al vehículo y atraviesa una persiana de chapa acanalada que da hacia la plaza.

Llevándose por delante algunos negocios y carretas mientras los habitantes se apartaban del camino entre gritos de confusión, el deslizador avanza a una velocidad considerable a pesar del peso. Hordak se asoma a la orilla para ver hacia atrás y alguien los estaba persiguiendo.

— ¿Quién era ella? —. Pregunta Hordak exaltado.

— Andra Freygax. Agente especial de la Coalición —, aclara Hou, — Hemos tenido desacuerdos en el pasado —. Todos a bordo agachan sus cabezas cuando empiezan a recibir disparos de plasma desde todas direcciones por soldados con armadura azules.

— ¿Estas cajas aguantarán, verdad? — Pregunta Dathir.

— En teoría, sí —. Afirma Haia.

— Que reconfortante —. Dice Hordak quien es agitado de un lado a otro mientras intentan estabilizar el vehículo.

Entran a un calle bastante ancha para que pasen sin mucho problema hasta que el guardia que manejaba es herido en el hombro y suelta el timón, el vehículo se inclina hacia la izquierda, raspándose contra la pared mientras sigue avanzando y golpeando vehículos. Hordak se apresura a estabilizarlo como puede, ve que está llegando al final de la calle, maniobra para hacer un giro cerrado hacia la izquierda y seguir hacia adelante.

Se gira hacia atrás para asegurarse que no le dispararan desde atrás también y nota algo viniendo desde uno de los edificios.

— ¿Qué es eso? —, pregunta a quien le escuchara, — ¡Tiene alas!

— ¡No me gusta esto! —, exclama Haia.

Aquella cosa ataja a Hordak y lo empuja, cayendo sobre el deslizador, tenía manos y piernas normales y una máscara de ave brillante y una gema roja en el centro, sus alas son delgadas y en otro momento diría que hasta bellas, casi como un ángel. Hordak lo toma de la muñecas, luchando para que no se suelte, con sus piernas aprovecha para cambiar las tornas y se posiciona sobre aquel ser, que usa su yelmo con pico para picarlo en la frente.

Hou y Dathir empiezan a abrir fuego contra aquello resultando inútil por la armadura plateada que lleva. Con sus propias manos, desarma a ambos rebeldes, golpeándolos, Haia toma el control del vehículo mientras Caine y el otro guardia se le abalanzan encima, el ángel hace un barrido con sus alas que son más fuertes de lo que aparentan y saca al guardia fuera del vehículo. Caine logra sujetarse y salvarse de caer.

Hordak lanza un golpe que el ángel bloquea, luego otro y otro, todos son bloqueados. El ángel trata de patearlo pero Hordak lo toma por la pierna y lo alza por sobre su cabeza y lo estampa. El ángel patea y patea hasta que Hordak lo suelta y se recompone para golpear a su atacante alado en la cara, lastimándose únicamente el puño.

El ángel monta en vuelo y toma al hordeano por los hombros y lo alza, antes de que pueda arrojarlo fuera, Hordak le rodea con sus piernas y jala del pico de su yelmo y ambos caen de vuelta al deslizador. Aturdido, Dathir y Hou aprovechan para intentar someter al ángel, pero este se deshace de ellos fácilmente.

Hordak busca en una de las cajas sacando un arma a dos manos con un cañón bastante grande. El ángel está asfixiando a Dathir, Haia gira el vehículo hacia la derecha y luego a la izquierda para meterse en un callejón estrecho. Escombros y chispas salen mientras los bordes del deslizador se arrastran contra las paredes. El movimiento sirvió para desequilibrar al ángel y Hordak dispara.

Un rayo verde impacta con gran fuerza contra el pecho del ángel sacándolo del vehículo, cayendo a varios metros delante de él, se levanta con relativa rapidez y el deslizador lo impacta de frente. Un duro y seco golpe se escucha y salen finalmente del callejón y Haia gira hacia la izquierda para ir hacia el puerto.

— ¿Lo maté? — Pregunta Haia aún alterada.

— Esperemos que sí —. Réplica Hordak.

— ¡Bendito sea aquel que hizo los perforadores! —. Proclama Caine

Atravesando unas vallas de alambre y golpeando unos contenedores de metal, Haia maniobra para llevar el deslizador hasta un transbordador, el vehículo se inclina precipitadamente sobre su costado izquierdo y se desliza dentro, mientras una raza de alienígenas delgados y de aspecto insectoide se hacen a un lado para evitar ser golpeados.

Hordak cayó dando vueltas y tumbos sobre el suelo, Dathir y Haia también se quedaron atrás, Hou y Caine se levantan a duras penas y tomando algunas de las armas que se salieron de sus cajas, amenazan a los cargueros para que se larguen. Sacan a los pilotos a rastras y Haia y Caine empiezan a encender la nave.

— ¡Esta no es la nuestra! —. Grita Dathir.

— Pues no hay tiempo para desembarcar todo —. Réplica Hou.

Los motores se encienden y Hordak aprieta un botón para cerrar la puerta. Freygax baja de un vehículo de ruedas y empieza a disparar, Hou y Hordak responden el fuego hasta que la altura ya no le permitió a la agente tenerlos a tiro. Empezaron a elevarse más y más, hasta que por fin alcanzan la órbita y entran a velocidad luz.

Los rebeldes recuperan el aliento y tratan de calmarse mientras analizan la situación de la que lograron salir, pero Hordak tenía que saber algo.

— ¡¿Qué era esa cosa?! —. Cuestiona airadamente refiriéndose al ser alado que los atacó.

— No sé —, Responde Dathir para disgusto del hordeano, — Jamás había visto algo así.

— A veces olvidó que sigues corriendo por los pisos de arriba —, dice con ironía Hou, — Creí que el Proyecto Proxy se había cancelado.

— ¿Proyecto Proxy? — Pregunta Dathir contrariado

— Intentaban mezclar seres orgánicos con partes metálicas conectados a una red informática. Todos los sujetos de prueba no pudieron soportar el proceso o eso creímos —. Explica Hou.

Hordak nunca había visto a Dathir tan asombrado o enojado. Tal vez eso tenía más implicaciones de lo que creía.

— Si consiguieron crear uno y lo están usando contra nosotros... estamos en muchos problemas —. Dice Hou mientras traga saliva.

Odiaba intuir algo problemático y que tuviera razón. Había perdido a un hombre, otro estaba herido y tenían a un monstruo biomecánico detrás de ellos. Si le preguntaban en ese momento diría que las cosas solo podrían ir a peor.