Tempest III:

El tráfico de la ciudad de Harren era el infierno en comparación con el de las demás ciudades estado de Leraos y la lluvia lo hacía peor. Con los tontos que no se daban cuenta cuando tenían que avanzar, de los cafres que se meten sin pedir la vía y los insufribles que creen que bocinar va a hacer que los demás avancen se sorprendía a sí misma de haber tenido la paciencia para no hacerlos volar por los aires con un simple chasquido de sus dedos.

Jessvan la había invitado a cenar para darle "grandes noticias" pero tenía que pasar por ella en su centro de investigación. Una vez superado el tráfico y desviándose por un paso a desnivel llega a un centro de control donde da su identificación para que la dejen pasar y conduce por un largo túnel hasta llegar a un estacionamiento. Sube por una escaleras iluminadas por luces blancas y llega al área administrativa, por la hora ya no había casi nadie.

Un guardia la escoltó a un área donde esperaría a Jessvan pero pasados treinta minutos sin noticias o un simple mensaje Tempest se levanta y empieza a vagar por pasillos pulcros y blancos hasta que llega a lo que parece una bodega con estantes llenos de cajas de cartón que se elevan hasta el techo. Había empezado a llover otra vez.

En aquel silencio escucha un ligero golpeteo, o al menos cree haberlo escuchado. 4 golpes seguidos, como cuando se golpea con los nudillos sobre el cristal, por un momento creyó que era la lluvia pero después de un rato volvió a escucharlo. Caminando entre los estantes solo con el eco de sus pasos busca el origen de los golpes pues logró identificar que no eran golpes seguidos, sino intermitentes,

Un golpe, silencio, dos golpes seguidos, silencio y un último golpe.

Cualquier militar que se precie sabe lo que significa, hay alguien en problemas. Las razones podían ser varias pero era para pedir ayuda. Yendo de aquí para allá, viendo de arriba a abajo llega hasta el fondo del lugar y encuentra una puerta pequeña de metal, fuertemente remachada para estar en una bodega de repuestos. Había dejado de escuchar los golpes desde hace un rato.

— Ahí estás —, la voz de Jessvan la espanta, pocas veces podían tomarla con la guardia baja, — ¿Qué haces aquí? Se supone que debías estar en la sala de espera.

— 30 minutos sin un solo mensaje. ¿De verdad ibas a esperar que iba a quedarme sentada así nada más? —. Responde Tempest.

— Lo lamento, pero tenía unos asuntos que atender, ¿pero qué haces hasta aquí? —. Tempest pensó en contarle pero la puerta, un código militar de ayuda...

— Me perdí —. Dice Tempest sin más.

— Vaya, un par de días en paro y te oxidas muy rápido —. Bromea Jessvan.

— No han sido un par de días, Jessvan, yo...

— Pues eso se acabó. Vamos, muero de ganas de contarte —. Tempest da un último vistazo a la puerta y sigue a Jessvan fuera del lugar.

Jessvan la llevó a uno de los más elegantes restaurantes de la ciudad. Las alfombras traídas desde el planeta de los kaliri y los decorados autóctonos de los deniri adornaban el lugar mientras lámparas amarillas de luz tenue daba una sensación cálida y hogareña en el lugar mientras el olor de la comida se colaba sútil e intencionadamente para abrir el apetito de los comensales.

Mientras esperaban su comida un mesero les sirve dos copas con el mejor vino que podían pagar.

— Te lo diré ahora para que la comida te sepa mejor —, Jessvan saca un folder con varios documentos y se lo entrega a Tempest, — Página 27 a la 31—. Tempest empieza a leer el documento y con cada página su expresión de sorpresa se asentaba mientras Jessvan sonreía.

— ¿Es una broma? —. Pregunta Tempest incrédula.

— Nunca bromearía sobre esto contigo —. Jessvan sostiene la mano de Tempest con emoción.

— ¿Pero por qué Arbis de nuevo?

— Trost logró un gran avance hace poco y por lo que he visto no piensa parar hasta que la campaña sea exitosa —, explica Jessvan en voz baja pues no era información que todos debían saber, — Pero ninguno de los candidatos para incursionar a ese nuevo mundo convence al Canciller, así que él mismo te nombró como comandante en jefe de toda la operación, y tu unidad volverá a operaciones.

— ¿Pero la puerta había sido destruída? Toda la energía de las Islas se perdió en esa explosión.

— El Canciller quería ahorrarte tiempo así que cuando se llegó a un veredicto sobre tu caso envío a un niño kaliri y ya encontraron un lugar con confluencia mágica que coincide a la que la otra niña describió. Reporte que tú misma hiciste.

— Y'anduela —. Susurra Tempest.

— ¿Disculpa?

— Su nombre era Y'anduela.

— O sí... lo siento —, Jessvan desvía la mirada apenada, — ¡¿Pero acaso no son excelentes noticias?! ¡Volverás al campo! Y te has tomado un descanso, y di lo que quieras, te hacía falta. Podrás volver con fuerzas renovadas lista para seguir con la causa.

Tempest no sabe que responder, seguía sin estar de acuerdo con el veredicto, pues a pesar que le favorecía sentía que no había sido un proceso limpio y transparente. No había preguntado quién había sido el que había intervenido y manipulado esa triste excusa de juicio y no quería matar los ánimos de Jessvan pero no quería volver al campo después de haber pasado por un proceso sucio en su opinión.

¿Qué pensaría su unidad?

— Jessvan, yo...

— Miren a quien tenemos aquí —. Una refinada voz masculina habla, Jessvan se levanta y va a saludar al hombre y su pareja. Conocidos, al parecer, dejando a Tempest con las palabras en la boca.

No iba arruinar la noche e iba aceptar la información y todas sus inconformidades las guardaría para otro momento, Jesvan ríe con la pareja y Tempest empieza a pasar páginas y se encuentra con parte del reporte de Trost y su reciente incursión y se encuentra con algo que la hizo sentir terriblemente contrariada y con sentimientos contradictorios.

Una foto de Sunset Shimmer junto a Catra y la niña bruja, Amity Blight, afuera de una pequeña casa. Una cicatriz en el ojo izquierdo de Sunset fue lo que le llamó la atención y solo pudo pensar en que había pasado en el momento en que Trost había procedido.

Lilith IV:

La muerte para los arbisanos significaba más que la propia vida, tener la despedida apropiada determinaría como sería el viaje a través del Esireo, el más allá de los arbisanos.

La vida y los actos que se hicieron en la misma no significaba nada para los Akhareos, espíritus que elevan el alma, lo que importa es el último adiós que se le da al cuerpo para que el viaje sea luminoso, pacífico y libre de toda angustia. Era por eso que el pesar de los ahora refugiados por sus muertos se hacía sentir más pues que sus muertos fueran cubiertos por telas ceremoniales, se quemaran unos inciensos y se elevaran unas plegarias no garantizaba como sería su viaje "más allá de la negrura brillante" como decían los arbisanos.

Eso explicaba la temeridad en el combate que presentaban a veces pues se decía que la muerte en batalla garantizaba que el viaje fuera pacífico sin excepción, pero eso significaba que descuidaran sus vidas y optaran solo por la muerte, pues el tiempo terrenal es valioso y es el único en donde pueden sentir alegría, amor, tristeza, odio y enojo.

A los ojos de Lilith todo era tan fascinante, extraño y misterioso pero una sombra de pena se asoma en su mente y su corazón pues en las Islas Hirvientes no había esa especie de "mimo" por la otra vida, ni siquiera se mencionaba y la hacía reflexionar sobre el día en el que maldijo a su hermana, en las veces en las que su vida se vio en peligro, en Steve y su destino aquella noche.

Había temido por su vida antes pero después de leer sobre los rituales mortuorios de los arbisanos empezó a temer por su alma.

— ¿Por qué nos detenemos ahora? —. Exclama Catra exasperada.

— Parece que venimos en plano tráfico —. Dice Vernis con calma, esa calma que estaba empezando a hartar a Lilith.

— ¿Qué significa eso? —. Pregunta Catra.

— Mucho ruido, muchos autos, muchos idiotas gritando —. Dice Sunset con desgano.

Los vehículos motorisados parecían ser muy comunes en las ciudades, habían pequeños para cuatro o cinco pasajeros, otros más amplios como en el que iban que permitían hasta 8, y luego estaban los otros con capacidad para llevar varios pasajeros. En la sitche solo podían verse pequeños triciclos a motor para llevar cargas.

— Es impresionante la diferencia entre la sitche y este lugar —, comenta Amity viendo por la ventana hacia los edificios, — Es difícil de creer que son de la misma especie.

Lilith no podía estar más de acuerdo. Las edificaciones altas de varios pisos con arquitectura simple pero efectiva, las calles asfaltadas y las farolas con luz eléctrica eran una constante.

Increíble que sigan usando aves para comunicarse piensa Lilith y esboza una pequeña sonrisa por su comentario.

— Bien, si vamos a estar aquí por un rato creo que es hora de hablar, ¿no te parece, Vernis? —. Por primera vez el poco tacto de Catra sirve de algo.

— Me parece apropiado —. Responde Vernis.

— Era apropiado hace un mes, ahora es una necesidad. Ese sujeto, Trost, arrasó con la sitche como si fuera un castillo de arena, si sabes algo debes decirlo ¡Ya! —. Exige Sunset, olvidaba que Sunset también era tosca y grosera.

— No tengo mucha información, para ser sincero —, Catra y Sunset giran los ojos con fastidio mientras Lilith trataba de mantener la calma, — Hasta donde sé tenía una protegida que estuvo contigo, Sunset.

— Si, la recuerdo, si tiene una protegida ¿por qué no estaba con él? —. Inquiere Sunset.

— No es muy adepto a las personas, debió entrenarla y enviarla por su cuenta a Thergun, hasta donde sé —. Dice Vernis.

— Espera ¿Thergun? —, Interrumpe Catra, — Si la enviaron ahí debe estar muerta, no dejaron vivo a ningún mágico —, Catra parece quedar pensativa, — ¿Quién era? —. Pregunta a Sunset.

— La idiota de piel roja, ¿la recuerdas, verdad? —. Catra aparta la mirada al momento de escuchar eso, Lilith no se había molestado en ahondar mucho en el pasado de ambas pero si Sunset había hurgado en sus recuerdos ella tenía algo de derecho de preguntar ciertas cosas. Pero ese no era el momento.

— Eso no importa ahora. La Casta Heira es una casa noble que se encarga ahora de la defensa de todos los territorios y cuando lleguemos al Palacio Señorial ustedes hablarán con representantes de la Casta al igual que tú —. Vernis mira a Lilith.

— ¿Yo?

— Ellas podrían considerarse como protegidas políticas —, Vernis señala a Catra y Sunset, — Pero ustedes son oficialmente refugiadas, querrán hablar con ustedes, y con lo que los líderes de la sitche digan de ustedes pasarán a formar parte de las defensas. Sobre todo si dominan la magia y darán prioridad por la amenaza que representa Leraos a su mundo natal.

— ¿Y por qué hacemos esto hasta ahora? No sabemos nada de lo que están haciendo, nada nos puede asegurar que no han encontrado otra puerta hacia las Islas Hirvientes. Y si esa casa noble está encargada de la protección ¿cómo permitieron que esto pasara? —. No era momento de sutilezas ni de portes aristocráticos. Era una guerra y no iba a ser una simple refugiada esperando por ayuda.

— Hay cosas que ellos no me dicen, y la Casta Heire no está en la mejor posición. Las demás ciudades temen y velan por su propia seguridad —. Dice Vernis.

— Pues entonces caerán —, dice Catra sin dilaciones, — Leraos los supera en todo. No lograrán frenarlos otra vez como en la Línea Escarlata.

— Guarda tus argumentos para la audiencia, Catra, la Casta Heire no te conoce y no confiarán en ti para nada.

— No me importa. Si debo recordarles que están en guerra, lo haré.

— Claro, la invasora va a decirle lo que tienen que hacer —. Interrumpe Sunset invocando la ira de Catra.

Mientras Catra y Sunset empezaban una de sus usuales peleas y Vernis juntando toda la paciencia que tiene, Lilith voltea a ver Amity quien solo ve por la ventana. Afuera los arbisanos caminaban por las aceras, entraban y salían de negocios, algunos iban con sus hijos. Un notorio contraste con la vida casi rural de la sitche.

Amity no había dicho ni una sola palabra, cosa rara pues el último mes fue increíblemente beligerante e imprudente con respecto a actuar. Ve las marcas en sus manos por las quemaduras de la otra vez. Pero había algo en su mirada, algo que no había visto antes, algo que esos ojos dorados no habían mostrado jamás.

La había frustrada, aburrida y molesta, pero aquello era el enojo más puro y denso que se mezclaba con determinación, Lilith quería saber qué había dentro de su mente en ese momento. Debía hablar con ella pero no ahora.

Ahora era ella quien estaba postergando las cosas.

— ¡Basta ustedes dos! —, grita Lilith de repente, — Cuando lleguemos a ese lugar vamos a tener que hacer lo necesario para que confíen en todo lo que tenemos que decir, vamos a apoyar en lo que haga falta, y cuando se presente la oportunidad nos van a regresar la casa y ustedes tres —, señala a Vernis, Catra y Sunset, — Van a ayudarnos a expulsar a los learosis si es necesario, ¿Ha quedado claro?

Todos se miran entre sí, sorprendidos, y asienten en silencio.

— Bien, ahora podría alguien explicarme ¡¿Por qué no estamos avanzando?! —. Lilith saca su cabeza del vehículo con premura.

— Mucho ruido y muchos idiotas, ¿no? —. Murmura Catra a Sunset solo para que una banda de baba de abominable apareciera sobre su boca.

— ¡Escuché eso! No quiero oírte por el resto del camino —. Dice Lilith aún con la cabeza afuera.