Amity IV:
Los amplios y limpios salones del Palacio Señorial le recordaban a los salones de su propia casa, y es igual de silencioso salvo por el eco de sus pasos. Los altos techos abovedados del lugar se alzaban a varios pies sobre su cabeza, los muros pintados de un blanco impoluto con columnas grises.
Admira los exquisitos cuadros de idílicos paisajes a su izquierda tan altos como los propios muros mientras que a su derecha grandes ventanales le daban un vista más que majestuosa de la gran ciudad mientras que el blanco y extenso piso parecía extenderse por kilómetros.
No paraba de sorprenderle la diferencia que podía haber entre la sitche y esa ciudad. ¿Cómo se puede pasar de un ambiente tan rural a uno tan urbanizado? Huesosburgo era un pueblucho comparado con aquella urbanización tan avanzada socialmente. Simplemente no le cabía como podía existir tal contraste. Tal vez Lilith sabía la respuesta por esos documentos que la pasaba leyendo la última semana pero no quería hablar con ella ahora.
Quería hacerse la adulta responsable, creía que seguía siendo la Líder del Aquelarre del Emperador pero el propio Vernis dio a entender que era una simple refugiada y nada más al igual que ella.
Ve su reflejo en uno de los ventanales y nota que ya poco queda del tinte verde en su cabello, ya solo una pequeña parte en las puntas aun eran de ese color verde mente que le gustaba y despreciaba por igual. Porque no iba a negar que se le veía bien pero el hecho que su madre la obligara a teñirse le hacía tenerle manía. Pero su cabello no solo estaba casi totalmente decolorado sino que parecía haber crecido un poco.
Revisó en su bolsillo y sacó un arrugado trozo de papel rosa mientras suspira al recordar lo que ahí había escrito. Se preguntaba qué estaría haciendo, si estaría bien, si pensaba en ella y se hacía las mismas preguntas. Si sus padres o sus hermanos estaban preocupados o si sus supuestas amigas también preguntaban donde estaba. Quería saber que importaba y se preocupaban así como ella se preocupaba de que estuvieran bien. Que no tengan que enfrentar a los learosis en una guerra abierta.
— Y solo se la quité —, escucha la voz de Sunset, había olvidado que había seguido caminando hasta que llegó a un balcón de está la pelifuego junto con Catra, — Sé que aquí ya es considerado un adulto pero yo solo podía ver a un niño con un arma en las manos —, ve como se lleva la mano a la cara mientras ríe, — A veces me pregunto que tenía ese rayo con el que la princesa me golpeó.
— Contraté a alguien que cambiaba de formas para que fuera mi informante dentro de la Rebelión, tomó la forma de una niña. Pensaba que cómo podían dejar que una niña se les uniera pero después de Thergun solo podía pensar que cuántos más tomaron la misma decisión —, dice Catra con voz melancólica, — Nunca supe lo que le había hecho a mis tropas hasta que me pasó a mí y nunca sabré cuántas vidas arruiné ni cuanta sangre mancha mis manos. Eso se mezcla con los recuerdos de Thergun y me molesta cuando intento dormir... eso y tus ronquidos —, ambas ríen un poco, — A veces solo quiero poder recostarme un día y cerrar los ojos sabiendo que todo terminó. Que todo está bien.
Ambas quedan en silencio mientras una ligera corriente de viento mece los cabellos castaños y pelifuego de sus compañeras. En medio de la penumbra y las luces de la ciudad nota como los ojos cian de Sunset se posan sobre ella.
— Hey —, llama Sunset, — ¿Cuánto llevas ahí? —. Catra se gira para mirarla también. A diferencia de otras ocasiones, ambas tenían miradas calmas y reflexivas cuando siempre tienen expresiones serias, hoscas o burlonas entre ellas.
— Lo siento, no era mi intención escuchar sin permiso —. Se disculpa Amity mientras se acerca.
— No te preocupes, solo somos un par de lloronas ¿o no? —. Dice Sunset.
— Habla por ti —, responde Catra con sequedad, — ¿Aún tienes eso? —. Pregunta la felina al ver la nota.
— ¿Ah? Oh, sí. Tal vez debería tirarla pero... no puedo —. Dice Amity apegando la nota a su pecho.
— ¿Luz? —, pregunta Sunset, — ¿la humana? —. Amity olvidaba que Shimmer había escudriñado en su mente y sabía cosas que igual no debería de saber. Al menos tenía la decencia de no meterse en aquello que no le incubía.
— Sigo sin entender como pudo pasar. Es tan torpe e ingenua y siempre se mete en problemas, a veces para ayudar a otros, le gusta hacer eso por alguna razón y aún así... —. Probablemente era la primera vez que le decía eso a alguien más.
Sunset y Catra intercambian miradas.
— Creo que ya sabes porqué —. Comenta Sunset.
— ¿Eh? —. Amity notó que acababa de mencionar las posibles razones de su enamoramiento. Un rubor cubre su cara por completo.
— Cálmate, niña —, dice Catra riendo un poco por la expresión que había puesto, — Siempre es quien menos esperas, — Sunset levanta una ceja por el comentario de Catra, — ¿Qué? Sabes a lo que me refiero.
— Sí, lo sé, solo es raro escucharte decir esa clase de cosas.
— Hablas como sí no te hubiese pasado.
— En efecto, no me ha pasado.
— No te creo —. Y ahí estaban otra vez discutiendo en broma otra vez.
— Pues créelo. He visto a muchos hacer idioteces a esa misma edad —, Sunset le pone la mano en el hombro a Amity, — No hagas eso aunque sientas el impulso. Ya crecerás y serás un poco menos tonta.
— ¿Acabas de decirme tonta? —. Pregunta Amity airada.
— Eres lista pero sigues siendo una niña enamorada, piensa antes de actuar, eso es todo. Con el tiempo se te quita.
— Wow, eres pésima para esto —. Se burla Catra.
— No es que tú seas mejor. Estabas encandilada con ella y aún así la agarraste a golpes un par de veces.
— ¿Qué? —. Pregunta Amity desconcertada, Catra responde con un puñetazo en el brazo de Sunset y ese parece que sí le dolió.
— A veces hablas demasiado, Shimmer —, recrimina Catra, — Recuerda lo que te dije —, se dirige ahora a Amity, — Deberías decírselo cuando regreses —, Catra le sonríe de lado y empieza ir hacia dentro del palacio, — Debería ser un crimen tener a tus invitados pasando hambre, ¿vienen o no?
— Últimamente siempre tienes hambre —. Dice Shimmer siguiéndola.
— Sunset —, la llama Amity, — Tú has visto como eran las cosas en casa —, empieza Amity, — No sé qué pasará cuando regrese, no quiero formar parte del Aquelarre del Emperador pero también quiero ser útil, y no...
— Hey, te hicieron creer que todo lo haces debe justificar tu existencia y no es así. Por experiencia te diré que: piensa en lo que quieres conseguir y ten en cuenta aquello que no quieres perder —. Sunset le ofrece una cálida sonrisa y se adentra en el edificio.
¿Qué es aquello que no quiero perder?
Catra V:
Estaba terminando con su rutina de ejercicios en el lugar que Vernis le había indicado, un auditorio de piso de madera para entrenar guardias del palacio. Ese día terminó antes pues no estaba del todo concentrada pues estaba un poco molesta con Shimmer por su comentario de la noche anterior. No tenía porque revelar algo que la hacía sentir mal cuando recordaba como fueron las cosas con Adora durante la guerra.
Pero no era lo único que la tenía inquieta pues se sentía que alguien la miraba y buscó quien podía estarla observando pero al no encontrar a nadie decidió que ya había sido suficiente por ese día hasta que alguien entró en su rango de visión.
— No creí que les gustara husmear —, dice al arbisano que había aparecido, — Espero que sea solo aquí y no en las duchas —, suelta sabiendo perfectamente que no le entendía... o eso creyó. El arbisano se aclaró la garganta para que Catra se volteara y le arroja su traductor y muestra que también llevaba uno puesto, — Oh —, es lo único que atina a decir mientras se lo pone.
— Descuida. Jamás haría eso a una invitada —, dice el arbisano con cortesía. Se le hacía raro, pues no era común escuchar a uno de ellos hablar así, por lo general las interacciones eran más "ásperas". Otra diferencia más de los que viven en las ciudades.
— ¿Soy una invitada? —. Pregunta Catra con ironía.
— ¿Qué otra cosa podrías ser?
— Depende de a quién le preguntes, una invasora —. Responde la felina arqueando una ceja.
— Ah, sí. He escuchado cosas sobre tí, Catra, la desertora de Leraos —. Dice el arbisano con un tono que no pudo identificar qué estaba tratando de insinuar.
— Perdona ¿y tú eres...?
— Puedes llamarme Aul —. Se presenta.
— Claro. Sé que soy una extranjera en este lugar pero de donde yo vengo espiar a los demás así podría considerarse inapropiado —. Catra rechina los dientes al decir lo último, Lilith diría que se comportara pero hay ciertos límites que los arbisanos debían entender también.
— Ciertamente. Me disculpo es solo que tenía curiosidad de ver a una de nuestras invitadas de cerca. He tenido la inquietud de conocerlas personalmente y descubrirlo por mí mismo —. Dice Aul siempre con ojos curiosos.
— ¿Descubrir qué?
— ¿A quién tenemos bajo nuestro techo? —, Catra no se tomó a bien eso, — Es bien sabido que los learosis son fieros y fieles a los ideales de la causa por la que luchan. ¿Qué impulsa a alguien a traicionar dicha causa?
— No se traiciona a algo si nunca creíste en su causa —. Afirma Catra.
— ¿Por qué luchar entonces?
— Ambición —, dice Catra con un deje de amargura, — Durante mucho tiempo fui alguien horrible que perdió todo y creí que podía recuperarlo si me unía a Leraos y lo único que obtuve fue lodo bajo mis pies y metal lloviendo sobre mi cabeza.
— ¿Qué intentaste recuperar? —. Inquiere Aul.
— Lideré un ejército que casi conquista todo un planeta. Perdí. Nunca creí en "la causa" de Leraos porque ya me habían hecho pelear por otra en la que tampoco creía.
— ¿Y qué te impulsaba a seguir entonces?
— Rabia. Me sentí abandonada por alguien y solo quise causarle dolor y... solo se la causé a otros y a mí misma. Arruiné vidas y llevaré eso conmigo siempre.
— ¿Entonces buscas la expiación ayudándonos?
— No —, dice Catra sin ánimos, — Solo lo hice porque... es lo correcto.
Aul se queda sorprendido por todo lo que ha escuchado.
— Impresionante. No cualquiera revela su pasado sin una pizca de pesar en sus palabras.
— No te confundas. Me arrepiento de todo cada día pero... el pasado es lo que es y ahora solo trato de concentrarme en lo que pasa ahora.
— Admirable. Admirable sin duda —. Aul no dice nada más y se queda en silencio.
Catra se sorprendió a sí misma pues, en efecto, admitió todo sin dudar y no intentó ocultar ni ocultar nada. No recordaba el momento en que decidió que preocuparse y aferrarse al pasado no iba a servirle de nada ¿Habría sido cuando le reveló a Sunset su pasado y sentimientos por Adora o cuando hizo aquella caminata con un cañón a cuestas y alucinó con todos que conoció e hizo daño. No lo sabía con certeza ni le interesaba
Aceptó lo que sucedió y ahora con pocas chances de regresar solo importa el presente. Incluso se refería a Adora por su nombre, ya no le dolía pronunciarlo, pero sí dolía lo que le hizo.
— ¿A qué vino todo esto? ¿En qué piensas? —. Pregunta Catra ante el prolongado silencio de Aul.
— Lo que yo piense no importa en este momento —, dica Aul con voz calma, — Gracias por mostrarme a quién tengo delante.
Sin decir nada más el arbisano se da la vuelta y se marcha a paso firme, casi marcial, dejando a Catra confundida pero extrañamente satisfecha pues hasta ese momento no se había dado cuenta de como había empezado a ver las cosas.
Sunset IV:
— ¿Estás segura que quieres hacer eso? —, le pregunta Lilith muy insegura, — Es cierto que queremos obtener progresos pero no hay necesidad de...
— ¿Quieres relajarte? Solo es una forma de concentrar la magia, no va a pasar nada —. Replica Sunset ya cansada de las quejas de Lilith.
Sunset había recordado que había leído algo sobre como funciona la magia en Arbis y la misma se potencia si dentro de la mente todo está en orden y en calma y ella mejor que nadie conoce sus propio temperamento y su forma de actuar. Entendió que no iba a lograr mucho si seguía siendo aquella unicornio altanera que cruzó el portal.
Pero eso significaba una cosa.
— Enciéndelas —. Le pide Sunset a Lilith quien enciende una serie de velas blancas y quema un par de plantas exóticas que ambas consiguieron del jardín del Palacio y se coloca el anillo.
Sunset se sienta en un círculo hecho por las velas y las plantas y deja que el aroma entre por su nariz y llene sus pulmones, para su suerte no estaba haciendo ningún ruido nervioso por lo que estaba haciendo. Según lo que leyó debía dejar que la magia fluyera por su cuerpo pero primero debía "despertarla".
Juntando sus manos en posición de súplica en un aplauso para luego extenderlas hacia adelante sintiendo el calor de las plantas ardiendo debajo de las yemas de sus dedos. Inhalaba y exhalaba dejando que los músculos se relajen.
Al principio escuchaba las ramas de las plantas crepitar por las llamas pero pronto ya no logró escuchar ni sentir nada, ni siquiera el olor exótico y dulzón de las plantas. Abre sus ojos y se encuentra en los pasillos de una casa que dejó atrás hace tiempo ya.
— Esto no estaba en el documento —. Dice Sunset Shimmer, su voz hace un eco distorsionado que le sorprende.
A pesar de que la casa de su padre es reconocible los tapices están quemados y las paredes ennegrecidas y hasta donde recordaba la casa nunca se había incendiado.
— Sunset Shimmer —, escucha esa irritante voz una puerta se abre a unos cuantos pasos de ella, — ¿Por qué estás despierta?
— Porque tengo una prueba mañana. Ya te lo había dicho —. Sunset ve a su forma pony cuando tenía ¿Cuánto? ¿7 años?
— ¿Y es necesario que hagas tanto ruido? —. Pregunta el pegaso de pelaje blanco, crin roja y ojos grises.
— Solo moví la silla —. Se queja Sunset.
— Y yo quiero dormir. Deja eso ahora, de todas formas ya sabemos como será al final.
— Solo fue una vez, y ni siquiera fue una nota baja, exageras —. Replica Sunset apretando los dientes.
— Esfuerzo inútil, duérmete, ahora —. El pegaso da un portazo dejando a la potranca en la habitación usando un libro para ahogar un grito de furia.
Se ve a ella misma volviendo a abrir el libro para continuar leyendo. Recordó que no pudo concentrarse después de eso pero logró un buen desempeño a la mañana siguiente, la propia Princesa Celestia la recompensó con un paseo por los jardines de Canterlot.
También recordó que cuando regresó ese mismo día a casa el inepto de su padre la llamó prestidigitadora de feria.
— Idiota —. Dice Sunset con voz igual de distorsionada.
Ve como la puerta se abre de nuevo y sale de aquella habitación preguntándose como aquello la ayudaría a poner en orden su mente pues solo la hacía enfadar y si se enfadaba sabía lo que podía pasar.
Una sombra enorme pasa al fondo del pasillo que da a las escaleras que llevan al piso inferior, Sunset fue hasta allá y empezó a bajar encontrando la entrada principal en el mismo estado que el pasillo pero la sala estaba iluminada con las horrendas lámparas naranjas que su padre puso por toda la casa.
— Siempre odié esas cosas, la casa siempre daba la sensación de estar enferma —. Se le seguía haciendo raro escuchar su voz tan distorsionada.
— Por Celestia, ¡te comportas igual que tú madre! —. Sunset aprieta los dientes pues también recordaba ese día.
— Si eso te molesta ¡pues que bien! Una lástima ya no poder hacerte enojar así tan seguido —. Le responde al pegaso.
— Que el cielo me libre del orgullo de los unicornios que creen que pueden controlarlo todo.
— Esa expresión es molesta, aunque parece apropiada para alguien ¡que tiene todo el día la cabeza en las nubes!
— ¡Lo dice quien persigue sueños tan tontos como ella! —. La potranca de no más de diez años pone una expresión dolida y furiosa. Hace brillar su cuerno, las lámparas aumentan su fulgor y estallan haciendo caer pedazos de vidrio por todo el suelo para después tomar sus alforjas y sus maletas para marcharse a residir en el castillo junto a la regente de Equestria.
Sunset sonríe por sus acciones, no recordaba haber hecho estallar esas horrendas lámparas que tanto odiaba al igual que esa casa y a ese despreciable pegaso que tenía el descaro de hacerse llamar su padre solo cuando quería realzar su autoridad, ya desde ese día casi no lo vio para su alivio.
El sonido de un par de uñas arañando las paredes la hace estremecerse un poco, el gruñido de un animal que aparentaba ser enorme recorre las paredes de la visión de la derruida casa. Sunset se dirige al salón principal y avanza por el pasillo al lado de las escaleras adentrándose en la penumbra del lugar. Un nuevo gruñido hace que gire su cabeza de un lado a otro.
Lo que era una inquietud se estaba convirtiendo en terror pues ahora el gruñido hizo el inconfundible sonido de una macabra risa. El llanto de una niña pequeña se escucha desde el fondo de un pasillo a la izquierda, la luz naranja del atardecer resplandecía en la oscuridad.
Al llegar al fondo sale a un bosque de troncos arremolinados y hojas rojas, árboles que ya conocía pues eran nativos de las Islas Hirvientes. Ve a una niña de frondoso cabello naranja brillante y llorosos ojos dorados pues se había raspado la rodilla. Otra niña de cabello rojo y esponjado que parecía ser un poco más mayor se acerca y con un gesto fraternal dice:
— Con este hechizo establecido, que el dolor sea compartido —. En la rodilla de la mayor aparece el mismo raspón haciendo a la menor sonreír.
Sunset sabe de quiénes se trata y aún así se sorprende al ver la sombría figura de Lilith parada junto a ella con nostalgia y dolor en su mirar, fue entonces que Lilith también se percata de la presencia de Sunset y ambas se miran con expresiones incrédulas.
Sunset reconoce el olor a quemado, abre los ojos y se encuentra de frente con Lilith arrodillada frente a ella, Sunset le sostenía ambas manos con fuerza, Lilith parece regresar en sí también.
— ¿Qué fue eso? —. Pregunta Lilith confundida.
— Lo que pasa siempre cuando toco a alguien con esto puesto, — mueve el dedo donde lleva el anillo, — Esto no sirvió de nada. Tendré que pensar en otra cosa —, dice Sunset con desaliento, — Gracias por la ayuda —. Se levanta del círculo y se dispone a irse.
— Sunset Shimmer —, la llama Lilith, — Lamento que tu padre haya sido así. Mi madre tampoco fue muy atenta, al menos conmigo, pero nunca me desdeñó así.
— No duele si no lo recuerdo —, Sunset suspira y pasa su mano por su cabello hasta que se da cuenta algo, — Espera... ¿tú viste todo eso?
— Algo, creí que ibas a tener un exabrupto de magia e iba a quitarte el anillo pero me tomaste de las muñecas y... vi como reventabas esas horribles lámparas —. Dice Lilith con una sonrisa.
— Entonces... pude proyectar —, Lilith no comprende de lo que habla, — ¡Pude proyectar!
— ¿De qué hablas?
— Lo que he estado haciendo con Vernis. No solo poder ver recuerdos sino también proyectar para que vean los míos. ¡Redireccionar la magia solo con mi mente! —, Lilith se sorprende ante tal declaración, — Debo decírselo a Vernis.
— Ah, pero... —. Sunset deja a Lilith con las palabras en la boca y salen en busca de Vernis.
Siguen teniendo una oportunidad.
