¡ATENCIÓN! ¡ADVERTENCIA!
Este capítulo contiene escenas que algunas personas podrían considerar clasificadas como M. Para mí no lo son, pero como tal vez alguien podría considerar que sí lo son, por si acaso lo aviso igual.
De igual forma, al principio de este capítulo aparecerán los nombres de quienes hablan al principio, aunque sea literariamente incorrecto, para facilitar la lectura.
Ya todas las chicas habían cogido papeles con números para saber con quién harían la prueba de valentía. Las chicas los abrieron, diciendo el número que les había tocado, para saber quién tenía el mismo número e iría con ellas.
Kyouko: Tengo el 2.
Himawari: Yo también.
Sakurako: Qué suerte. Yo tengo el 1.
Yui: Entonces irás conmigo.
Chinatsu: Yo tengo el 3.
Chitose: Yo también. Entonces iremos juntas.
Viendo que solo quedaban Ayano y Akari, las dos se miraron.
Ayano: Tienes el 4, ¿verdad, Akaza-san?
Esta asintió.
–Así es.
–Muy bien. – Dijo Kyouko. – Entonces ya podemos empezar. Yui, Saku-chan, cuando queráis.
Yui asintió y cogió una linterna. No la iban a encender todavía porque aún había luz, pero en cuestión de minutos se pondría el sol y tal vez la necesitaran por el camino.
–Bueno, entonces os esperamos en la entrada de la mansión. ¿Vamos, Ohmuro-san?
–Sí. – Respondió esta enérgicamente, para marcharse junto con Yui.
–El resto saldremos cada 5 minutos. – Dijo Kyouko.
Tras esos 5 minutos, salieron Kyouko y Himawari, y tras 5 minutos más, Chinatsu y Chitose. Para cuando fue el turno de Akari y Ayano, ya habían pasado 15 minutos desde que salieron Yui y Sakurako, por lo que prácticamente no había luz. Aún quedaba un poquito de luz solar, pero era muy escasa, por lo que iban a utilizar las linternas desde el principio.
–¿Vamos, Akaza-san? – Preguntó Ayano amablemente.
–Sí. – Respondió la pelirrosa.
Las dos chicas empezaron a avanzar por el camino, que conducía al interior del bosque. Allí había mucha menos luz, y la poca que había desapareció en pocos minutos, cuando el sol se puso del todo.
–Esto da un poco de miedo… – Dijo Akari.
–Un poco, sí… Pero seguro que no nos pasará nada. – Dijo Ayano intentando mostrarse firme para no dar miedo a Akari.
Akari sonrió frente a aquello.
Tras poco rato, una nube negra cubrió el cielo, tapando completamente cualquier luz de las estrellas y la luna, y poco después empezaron a caer gotas.
–Ah, ¿está lloviendo? – Se sorprendió Akari.
–Apresurémonos y lleguemos lo antes posible a la mansión, antes de que empeore.
Akari asintió, y las dos caminaron un poco más rápido, pero no importó. En cuestión de segundos empezó a aumentar de intensidad. Cada vez llovía más fuerte. Y más, y más, y más… Cuando parecía que no podía llover más, seguía subiendo la intensidad, hasta el punto de que parecía que las dos chicas estuvieran debajo de una catarata.
–¡¿Cómo puede ser que se haya puesto a llover así en tan poco tiempo?! – Exclamó Akari gritando, ya que estaba lloviendo con tanta fuerza que si no gritaba, Ayano no la oiría por el fuerte ruido que hacía el agua.
–¡Cuando lleguemos a la mansión tendremos que bañarnos inmediatamente para evitar coger un resfriado! – Respondió Ayano gritando de igual forma.
Akari asintió y las dos chicas siguieron avanzando como podían a pesar de la lluvia.
Aunque querían llegar lo antes posible a la mansión tuvieron que reducir su ritmo, ya que caía tanta agua que la luz de la linterna no llegaba más allá de dos metros, ya que chocaba con el agua, pudiendo ver las dos chicas solo agua y un poco del suelo, pero nada más allá de dos metros. Además, estaba cayendo tanta agua que, aunque gran parte de la tierra ya se hubiera convertido en barro, ni siquiera así el suelo podía absorberla toda y se acumulaba en la superficie, llegándoles casi a los tobillos, dando la sensación que estuvieran caminando por un río de poca profundidad.
El agua caía en tanta cantidad y con tanta fuerza que una parte del terreno cedió. A la derecha de donde estaba Ayano, el suelo de desprendió, y Ayano, que estaba cerca de esa parte del suelo, resbaló.
–¡Ah!
–¡Sugiura-senpai!
Akari agarró rápidamente la mano de Ayano para evitar que fuera arrastrada por el terreno desprendido, pero al estar el suelo convertido en barro y lleno de agua, Akari no pudo hacer nada y ella también fue arrastrada con Ayano.
Las dos chicas cayeron varios metros por una pequeña ladera de barro, rodando varias veces, hasta llegar a una llanura. Aunque ambas chicas habían quedado completamente sucias, llovía con tanta fuerza que en cuestión de segundos el agua ya se había llevado casi todo el barro que las cubría. Intentando recomponerse, Akari se levantó.
–Sugiura-senpai… ¿Estás bien?
–S-Sí… – Dijo esta intentando levantarse. – ¡Ah!
Ayano se dejó caer al suelo.
–¡Sugiura-senpai! – Ayano se puso ambas manos en su tobillo derecho, donde le dolía, y Akari se acercó a ella. – ¡Sugiura-senpai, ¿estás bien?!
–Ah… Creo… Que me he roto el tobillo…
–¡Eso es horrible! ¡Tenemos que llevarte a la mansión rápidamente! ¡¿Crees que puedes andar?!
–Si me ayudas sí, creo que podré.
Akari cogió la linterna, ya que Ayano no podía, y se puso en el lado derecho de Ayano, para que esta se agarrara a ella. Akari enfocó con la linterna la ladera por donde habían caído, viendo que el suelo estaba inclinado casi 45 grados unos 10 metros, estando todo lleno de barro y con agua cayendo. Las dos chicas se quedaron perplejas. Akari, aun ya sabiendo la respuesta, preguntó.
–¿Crees… Que puedes subir por aquí?
Desanimada, Ayano respondió.
–En mi estado actual es imposible… Pero si vas tú sola sí que podrías.
–¡¿Qué?!
–Akaza-san, tú sí que podrías. Ve a la mansión y pide ayuda.
–¡¿Estás loca?! ¡No pienso abandonarte con esta lluvia y con el tobillo roto!
–¡Akaza-san, tienes que ir y avisar a las demás!
–¡No! ¡En estas condiciones no puedes aguantar! ¡No te abandonaré!
–¡No, Akaza-san! ¡Tienes que llegar a la mansión y pedir ayuda!
–¡Y aunque lo consiga, ¿qué?! ¡Con estas condiciones no va a ir nadie a rescatarte! ¡Dirán que tenemos que esperar hasta que cese la lluvia!
–¡Puedo esperar! ¡Vete al menos tú y resguárdate de la lluvia!
–¡¿Y dejarte aquí sola con la que está cayendo con el tobillo roto y sin luz?! ¡Ni hablar!
–¡Akaza-san! ¡Ve!
–¡No!
De pronto cayó un enorme relámpago, iluminando casi todo el cielo y produciendo un trueno tan fuerte que asustó a las dos chicas, haciendo que ambas se abrazaran, cayendo la linterna al suelo. Akari, que tenía su cabeza en el pecho de Ayano, empezó a sollozar, pero no por miedo a los relámpagos o a los truenos, sino porque no quería dejar a Ayano allí en esas condiciones. Estaba convencida que no sobreviviría o que de hacerlo quedaría muy grave. Ayano, que entendió por qué sollozaba Akari, se entristeció. Entonces se fijó en algo. Al caer, la linterna había quedado apuntando en una dirección, y ahí parecía haber algo, aunque por la intensa lluvia casi no podía verlo.
–Akaza-san, ¿eso es…
Akari se giró, viendo eso. Sorprendida, cogió la linterna del suelo y lo apunto, moviendo un poco la luz para poder verlo a pesar de la lluvia.
–¡Es una cueva! – Ambas tuvieron la misma idea. – ¡Sugiura-senpai, vamos!
Ayano asintió. Akari volvió a ponerse a la derecha de Ayano para que esta se apoyara en ella y empezaron a andar los pocos metros que había hasta la cueva. Era una cueva muy pequeña, de hecho era más bien como un agujero en la roca, de unos 2 metros de diámetro y poco menos de 3 metros de profundidad, pero al menos les serviría para resguardarse de la lluvia.
Al llegar y ya no sentir agua cayendo encima de ellas, ambas se sintieron más ligeras, como si hubieran estado los últimos minutos llevando unos quilos de más y al entrar allí los hubieran perdido. Eso era el agua, que caía con tanta fuerza que las empujaba hacia abajo, haciendo que tuvieran que hacer más fuerza para caminar. Ya a salvo, ambas chicas se sentaron en el suelo, respirando agitadamente.
–Sugiura-senpai, ¿cómo está tu tobillo?
–Creo que bien… – Ayano se lo tocó suavemente, doliéndole. – ¡Ah!
–No te lo toques. – Akari se acercó más a ella, quedando justo enfrente, viéndolo más de cerca. – Esto tiene que verlo un médico.
–Pero con esta lluvia no podemos ir a ningún lado.
Akari bajó la cabeza.
–Espero que pare pronto…
Ayano también bajó la cabeza, ya que no parecía que fuera a parar pronto. De pronto Akari estornudó. Justo después la chica se abrazó y empezó a temblar.
–Aaaaah… Qué frío…
–Estamos completamente empapadas. Vamos a coger un resfriado así. Tenemos que quitarnos la ropa.
Akari asintió, y sin levantarse del suelo, ambas empezaron a quitarse la ropa. A Ayano le costó un poco quitarse los pantalones y el calcetín derecho, por tener el tobillo roto, pero finalmente lo consiguió. Aunque las dos quedaron en ropa interior, esta también estaba completamente empapada y les daba frío en los pechos y la entrepierna, a parte de mantenerlas mojadas. Akari, algo avergonzada, preguntó:
–¿La… ¿La ropa interior también?
Ayano, también algo avergonzada, asintió.
–Sí… Creo que es lo mejor… Si tenemos los pechos y la entrepierna mojadas podemos resfriarnos igual.
–M… – Asintió la pelirrosa.
Así, Akari se quitó los sostenes y las bragas, quedando completamente desnuda. Ayano hizo lo mismo, aunque le costó quitarse las bragas.
–¿Quieres que te ayude? – Preguntó Akari.
–N-No, tranquila. Ya puedo.
Con un poco de esfuerzo y lentamente para no hacer que el tobillo le doliera, Ayano consiguió quitarse también las bragas. Sin embargo, aunque se habían quitado toda la ropa, eso no ayudó mucho a quitarles el frío. Akari volvió a abrazarse mientras temblaba.
–Aaah… Sigo teniendo frio.
Ayano hizo lo mismo.
–Sí, yo también…
Tanto Akari como Ayano sabían que en situaciones así tenían que estar las dos juntas para mantener el calor corporal, pero Ayano veía que Akari claramente estaba demasiado avergonzada para pedirlo. Pero ella tampoco se atrevía a decirlo directamente, así que buscó otra forma de decirlo.
–Debemos… Mantener el calor corporal… – Akari asintió, y la chica alzó un poco la mirada, viendo que Ayano también estaba avergonzada. – Debemos… Mantenernos el máximo de juntas posibles…
Tras unos segundos, Akari se atrevió a decir:
–¿Podemos… Abrazarnos?
–Claro. – Respondió Ayano igualmente avergonzada. – Ven.
Sin levantarse del suelo, Akari se acercó a Ayano y se abrazaron, pegando sus cuerpos lo máximo que pudieron para no dejar escapar el calor de su cuerpo. Eso hizo que pudieran calentarse un poco la parte delantera, pero seguían teniendo frío en la espalda. Ayano preguntó:
–¿Te importa… Si frotamos nuestras espaladas con las manos para darnos calor?
–No, yo iba a decirte eso mismo…
Aunque Akari quería decir eso, no sabía si se hubiera atrevido a decirlo realmente. Sin embargo, como lo propuso Ayano primero, aceptó. Sin separarse lo más mínimo, ambas chicas empezaron a frotar la espalda de la otra con sus manos, aunque no notaron demasiado cambio porque tanto sus espaldas como sus manos estaban completamente mojadas. Estuvieron así durante más de 3 minutos. Aprovechando que Akari empezaba a sentir un poquito de calor, la chica, paró, empezando a respirar por la boca. Ayano también paró.
–¿Tienes los brazos cansados? – Akari asintió. – Yo también.
Ayano también paró de mover sus brazos, y apoyó su cabeza en el hombro izquierdo de Akari, ya que también estaba cansada por mover sus brazos. La respiración de Ayano en su cuello junto con el frío que hacía, hizo que por simples reacciones fisiológicas a Akari se le pusieran los pezones duros, avergonzando muchísimo a esta, e incluso sintiendo miedo, por pensar que Ayano pudiera tratarla de una pervertida o incluso degenerada, por pensar que se hubiera podido excitar en esa situación.
–Por favor, que no se dé cuenta. – Rezó mentalmente Akari.
Sin embargo, Ayano sí que se dio cuenta. Y se sorprendió, pero no culpó para nada a Akari. Y de hecho, también por reacciones fisiológicas, al igual que Akari, a ella también se le pusieron duros, esta vez avergonzándola a ella, y sorprendiendo a Akari. Ayano decidió decir algo para que Akari no se sintiera mal.
–¡E-Es por el frío, Akaza-san!
–¡S-Sí! ¡Y-Yo también! ¡N-No te creas que me siento excitada ni nada por estar en esta situación!
–¡P-Por supuesto que no! ¡Es perfectamente normal! No te preocupes, no hay nada de malo…
–Sí… – Asintió la pelirrosa.
Aquello no sirvió para rebajar mucho la tensión. Akari, que escondía su cabeza en el hombro de Ayano, tenía ganas de llorar. Ayano, que notó aquello, decidió entonces decir las cosas claramente. La chica empezó a acariciar el pelo de Akari, sorprendiendo a esta, y le habló amablemente.
–Está bien, Akaza-san, no pasa nada. Sé que esto es vergonzoso, pero no te preocupes, es algo normal. No pienso para nada mal de ti. Pudiste haberme dejado sola y aun así decidiste quedarte conmigo para ayudarme. Es imposible que piense mal de ti.
Akari seguía teniendo ganas de llorar, pero esta vez por las palabras de Ayano, por lo que Akari la abrazó con fuerza mientras Ayano le seguía acariciando el pelo. Tras un rato, notándola ya más calmada, Ayano le habló de nuevo.
–¿Estás mejor?
–Un poco. – Asintió Akari.
Sin embargo, Akari no estaba del todo tranquila.
–¿Ocurre algo?
–Pensaba… Que si nos dormimos y mañana las demás nos encuentran en esta situación, pensarán mal de nosotras…
–Que piensen lo que quieran. – Dijo Ayano, sorprendiendo a Akari. – Estamos en una situación límite. Estamos completamente empapadas en medio de la montaña y hace frío. La única manera de mantener nuestro calor corporal y no resfriarnos es abrazarnos desnudas. Solo estamos intentando sobrevivir. Si no son capaces de entender eso, es su problema.
–Sugiura-senpai…
–No debes avergonzarte. Si tienes frío no dudes en moverte para calentarte, o decirme que frote más tu espalda. No soportaría que te enfermaras solo por no tener que pedirme cosas vergonzosas.
Akari esbozó una pequeña sonrisa y asintió.
–Pues ahora que lo dices, tengo un poco de frío en la espalda. ¿Podrías frotarme?
–Claro. – Asintió Ayano con una tierna sonrisa. – ¿Podrías frotarme tú también?
Akari asintió, y las dos empezaron a frotar sus manos en la espalda de la otra, para intentar darse algo de calor. Por el efecto físico de frotar sus manos con la espalda consiguieron un poco de calor. Sin embargo, consiguieron más por el efecto psicológico. Ambas chicas habían conseguido dejar de lado la vergüenza, entendiendo que tenían que hacer eso por supervivencia, y habían conseguido sentirse bien la una con la otra. Eso provocó un agradable sentimiento en ambas, que consiguió calentarlas un poco. Solo en el sentido literal de la palabra, por lo que pronto sus pezones dejaron de estar duros. Sin embargo, ambas habían asumido tanto que no tenían que avergonzarse por estar haciendo aquello que en ningún momento se dieron cuenta de ello.
Ambas chicas siguieron abrazadas hasta que se durmieron. Fue algo difícil en esa posición, pero al final el cansancio pudo con ellas. La primera en dormirse fue Akari, y Ayano lo notó por oír su suave respiración durmiendo, ya que la intensidad de la lluvia había bajado un poco, además de que al tenerla justo al lado podía oírla fácilmente. Ayano sonrió tiernamente al ver que Akari se había dormido. Pocos minutos después ella se durmió también.
Al estar en esa posición tan incómoda, además del frío, se despertaron unas cuantas veces durante la noche (aunque en ninguna ocasión coincidieron despiertas las dos) y cada vez que se despertaban, la intensidad de la lluvia era más baja.
