Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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La casa de Sam es una burbuja caótica de energía salvaje cuando llegamos Rose, Alice, Angela y yo.

La música resuena, ahogando el volumen de las voces y las risas; el alcohol fluye libremente, numerosos compañeros de estudios caen unos sobre otros y sobre sí mismos, en varios estados y etapas de embriaguez.

De camino a la cocina, sonreímos y saludamos a quienes conocemos mientras navegamos a través del espeso mar de cuerpos. Ignoro los manoseos no tan accidentales de mis compañeros sin rostro, fingiendo no darme cuenta. No me importa, probablemente sea el único toque que tendrán, así que es mejor que lo disfruten. No es gran cosa, son solo mis muslos desnudos.

Rose me entrega un vaso de plástico rojo. Lo tomo con gratitud sin preguntar qué hay en él, probablemente es mejor que no lo sepa. Miro a mi alrededor brevemente, me río y levanto la mano que sostiene mi vaso, señalando a Alice, que actualmente está saltando en la improvisada pista de baile. Ya estaba borracha cuando Rose y yo la recogimos, y ahora también está hiperactiva. Ella siempre lleva el pre-beber a otro nivel.

—Estará en la cama a las nueve a este ritmo —grita Rose por encima de la música y yo asiento de acuerdo con la cabeza. No sería la primera vez.

Después de unos tragos y bailes, me siento lo suficientemente animada, disfruto y coqueteo sin pensar con cualquiera que atrape mi atención, principalmente Mike Newton, es como un adorable cachorrito, siguiéndome, suplicando atención.

―Voy a salir a fumar ―le digo a Rose, inclinándome para susurrarle al oído; ella está acurrucada junto a Sam Uley, quien todavía luce algunos moretones impresionantes de la pelea de la semana pasada, besándose con él sin vergüenza. Ella asiente, descartándome con un movimiento de su mano.

―Perra. ―No puedo evitar reírme, haciéndola reír contra la cara de Sam.

El aire es frío, el invierno se cierra a nuestro alrededor, el cielo es un agujero negro gigante arriba. Enciendo un cigarrillo, disfrutando del ardor de mis pulmones mientras inhalo. No fumo a menudo, pero cuando se trata de alcohol, tiendo a dejar de lado la precaución.

―Llevas más ropa que de costumbre.

No necesito girarme para saber quién es la voz que rompió mi momento de paz; la forma en que mi piel hormiguea y el tono profundo de su voz me dice todo lo que necesito saber. Y, además, estoy tratando de no sentirme afectada por él; girarme en cuanto escucho su voz va en contra de eso. Pero meto los labios en mi boca, luchando contra mi sonrisa.

―Está frío afuera. ―Me encojo de hombros, manteniendo mis ojos en la valla al final del jardín, el lugar más alejado de Edward.

Él tararea, y el sonido enciende mis entrañas.

―No me gusta. ―Ahora está justo detrás de mí, su aliento se siente en la parte superior de mi cabeza, su cuerpo está tan cerca que puedo sentir su calor contra mi espalda.

―Es una pena ―murmuro inexpresiva, rodando los ojos, girando la cabeza para mirarlo por encima del hombro.

Sus ojos no impresionados bajan para encontrarse con los míos, su mandíbula apretada. Quiero pasar mi lengua a lo largo del corte en su carnoso y regordete labio inferior. Pero no lo haré, todavía no.

―Vi a Newton tocarte. ―Su mirada baja hacia mis piernas, el lugar donde Mike acarició antes, justo por encima de mi rodilla―. Tampoco me gustó eso.

―¿Qué sí te gusta? ―pregunto, inclinando mi cabeza, coqueta y curiosa.

―La idea de romperle los jodidos dedos.

―Entonces, ¿por qué no lo haces? ―reto, girando mi cuerpo para enfrentarlo completamente, dando un paso más cerca para que estemos cara a cara, mis ojos al nivel de su amplio pecho.

―Tal vez lo haga ―advierte, sus ojos esmeralda nunca se apartan de los míos, brillando en su intensidad; pero mantiene sus manos en los bolsillos de sus vaqueros y eso no me hace feliz.

―Quizás deberías. ―Me encojo de hombros, mordiéndome el labio, observándolo, tratando de mantener mis manos quietas―. Porque seguirá haciéndolo y… lo dejaré.

Su gruñido de respuesta es bajo, gutural y jodidamente sexi. Estoy jugando con fuego y no veo la hora de quemarme.

―Te crees tan linda, jugando estos juegos que nunca ganarás…

―¿Hay un premio? ―Le estoy tomando el pelo, presionándolo, y me encanta―. Porque soy muy competitiva.

Doblando sus rodillas, trae su cara al nivel de la mía, hablando con los dientes apretados.

―Bien.

Antes de que pueda respirar, su boca está sobre la mía, consumiéndolo todo, contundente, impresionante. Me tambaleo hacia atrás bajo la fuerza, su mano me agarra por la espalda antes de abrirse camino hacia arriba, enredándose en mi cabello, jalando mi cabeza hacia atrás con fuerza mientras se pone de pie en toda su altura. Dejando caer mi cigarrillo, empuño su chaqueta de cuero, tratando de acercarlo más. Nuestros cuerpos pegados, nuestras lenguas arremolinándose, los dientes chocando. Pruebo la sangre de su labio, su corte reabierto.

Y luego se ha ido y estoy tambaleándome hacia atrás otra vez, agarrándome a la barandilla, observándolo desaparecer entre la multitud, mi pecho palpitando, mi coño empapado. Todo por un beso. Un beso.

Estoy jodida.