Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Para cuando me abro paso entre la multitud que abuchea, ya es demasiado tarde.
No conozco al oponente de Edward, ni quiero hacerlo, pero él ya está de espaldas, agarrándose la garganta, luchando por respirar. Gimo, viendo a Edward agacharse sobre el chico, viéndose tan intimidante como siempre.
Necesito acercarme.
―Crees que tuviste una oportunidad, ¿eh? ―gruñe Edward―. Jodido inútil.
Observo, con los ojos muy abiertos, mientras Edward se pone de pie, tambaleándose un poco sobre sus pies, dando un paso tambaleante hacia atrás. A nadie le importa lo suficiente como para notar su esfuerzo, todos los ojos están puestos en el chico jadeante a sus pies mientras mira hacia el cielo, boca arriba, con la cara roja y tratando de regular su respiración.
Moviéndome hacia adelante, mis pies vacilantes, estiro la mano para tocar el hombro de Edward al mismo tiempo que un maestro sale corriendo de la escuela, gritando a la multitud, separándola. La gente se dispersa cuando Edward se gira para mirarme, el cuerpo rígido, a la defensiva.
―¿Qué quieres ahora?
No le respondo, mantengo mi rostro pasivo a pesar de que quiero responderle. Esto no se trata de mí, o de mis quejas.
―Ven conmigo. ―Con la esperanza de no haber dejado espacio para la discusión, me alejo, dirigiéndome en dirección a mi coche, rezando para que me siga.
Esperando que él sienta la misma atracción.
Abriendo la puerta del conductor, miro hacia arriba antes de entrar, ocultando mi sorpresa.
Él me siguió.
Sin palabras, le hago un gesto con la cabeza para que entre. Lo hace, bajando lentamente a mi auto, con la mandíbula apretada.
Sé que la gente está mirando, todavía esparcida por los terrenos de la escuela. No les presto atención mientras entro al auto y enciendo el motor.
Los dos estamos en silencio mientras conduzco. Sé adónde lo llevo, no es que me pregunte, ni siquiera se mueve.
Mis ojos no pueden evitar buscarlo de vez en cuando; su capucha aún cubre la mayor parte de su cabeza, pero su nariz recta, labios carnosos y ese mechón de cabello que cae sobre su frente son todos visibles. Está rígido en su asiento, con las manos en puños sobre las rodillas, con los nudillos magullados y todo.
Es demasiado hermoso para la oscuridad que lo consume.
Me salgo de la carretera y conduzco por un camino de tierra durante un par de minutos antes de detenerme. Nos sentamos allí, el silencio ensordecedor. Si los papeles estuvieran invertidos, estaría preocupada.
Ni siquiera parece que a Edward le importe.
Eventualmente, suspiro y alcanzo la manija.
―Vamos.
El aire me golpea, enérgico y escalofriante; la ligera brisa cortando a través de mi ropa, haciéndome envolver mis brazos alrededor de mi torso mientras camino, sonriendo suavemente cuando escucho cerrarse la puerta.
Mantiene su distancia, siguiéndome en silencio unos metros atrás, resignado.
Escucho el agua antes de verla, los árboles densos, creando un capullo de bosque a nuestro alrededor. Podría encontrar mi camino aquí con los ojos cerrados. Este ha sido mi lugar para pensar desde el momento en que pude conducir y decidí explorar más la naturaleza que me rodea.
Cuando me detengo, miro hacia abajo, hacia el flujo de agua, como un cristal de mármol unos metros más abajo. Me duelen las mejillas por el frío, mis oídos se esfuerzan por escuchar.
Está cerca, sé que lo está, pero está en silencio. Las hojas susurran, gruesas y moribundas, se aferran a los árboles con su último aliento, algunas pierden la lucha y caen al suelo, girando a nuestro alrededor en el aire antes de descansar a nuestros pies.
Sé que el suelo está mojado, pero me siento de todos modos, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas, mirando el suave fluir del arroyo.
Lo observo en mi periferia mientras se agacha con cuidado hasta el suelo, lo suficientemente cerca para extender la mano y tocarlo, pero lo suficientemente lejos para mantener una barrera emocional.
Ahora que estamos aquí, no sé qué hacer, qué decir. Me siento fuera de lugar. Siempre me siento así en lo que a Edward se refiere. Como siempre, actué antes de pensar en nada.
―Un golpe a la garganta, ¿eh?
Mantengo mis ojos mirando hacia adelante, pero puedo ver la cabeza de Edward girar en mi dirección.
Se encoge de hombros.
―A veces, los golpes bajos son tu única opción.
―¿Porque estás lastimado? ―Giro mi cabeza hacia él, descansando mi mejilla contra mi rodilla doblada. Él no responde, mirándome de cerca―. ¿Vas a decirme lo que pasó?
Silencio.
Suspiro, volviendo al agua.
»Solía venir aquí constantemente ―continúo―, para pensar... para despejarme la cabeza. Es relajante. ―Me río en silencio―. No siempre he sido tan...
―¿Perra? ―ofrece él. Frunzo el ceño, entrecerrando los ojos hacia él.
―Supongo. ―Decido no dejar que me afecte. Está empujando, presionando mis botones―. Después de que mamá se fue… ―Me interrumpe su reacción, un movimiento rápido de su cabeza en mi dirección, con el ceño fruncido. Elijo ignorarlo y continúo―: Supongo que me alejé del mundo, sintiéndome no deseada por la mujer que se suponía que me amaría por encima de todo... Solía venir aquí durante horas. Simplemente... sentarme aquí y pensar en todo. Qué hice mal, qué errores debí cometer para que ella me odiara tanto. ―Suspiro, tirando de unas hebras de hierba con mi zapatilla―. A medida que crecía, venía aquí cada vez que sentía que necesitaba pensar. Cada vez que necesitaba escapar de la escuela o la casa... se convirtió en una especie de santuario.
Una ramita se rompe al otro lado del río, atrayendo nuestra atención. Observamos, embelesados, cómo un ciervo solitario acecha en el claro, mirándonos directamente, con los ojos muy abiertos, aterrorizados.
―¿Por qué me estás diciendo esto? ―pregunta Edward finalmente, en voz baja para no asustar al ciervo.
Me encojo de hombros.
―No sé.
―Deberías odiarme por lo que hice.
―Quiero decir, no me agradas... pero "odio" es una palabra tan fuerte. En algunos momentos pensé que te odiaba, pero en realidad, estaba tan frustrada, estaba furiosa y soy irracional cuando estoy así.
―Estás siendo muy racional ahora.
Me río.
―Es este lugar —señalo con la mano a nuestro alrededor―, me hace... pensar, más que actuar.
Él asiente; el ciervo se aleja y ambos lo vemos irse, desapareciendo en el espeso follaje al otro lado del agua.
―Tú tampoco me agradas mucho ―me dice.
Girando mi rostro hacia el suyo, sonrío suavemente.
―Lo sé.
