Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Todo sucede tan rápido.

El aire frío mientras salgo corriendo de la escuela, los copos de nieve grandes y cegadores en mis ojos, la nariz llena de mocos por el frío, las mejillas y los brazos ardiendo.

Hay un taxi esperando en el estacionamiento. No hago preguntas, salto adentro y le doy al conductor mi dirección.

Los árboles y las casas destellan, brillando en la oscuridad, cubiertos de nieve.

Mi cabello está mojado, pegado a mi cara; mejillas enrojecidas, mordidas por el invierno, calientes por la excitación. Correr en esta dirección se siente bien.

Lanzando dinero en efectivo al conductor, casi me caigo al bajar; pasando por alto mi casa, los tacones resbalando en la nieve, los pies entumecidos, la visión borrosa por las condiciones.

No puedo sentir el frío.

Me duelen las manos cuando toco el timbre, flexiono los dedos un par de veces, tratando de aliviarlas, descongelarlas.

Puedo escuchar mis dientes cuando castañean, incapaz de sentir mis labios.

Un murmullo bajo de "Jesús" y me empujan hacia la casa. Edward entrando en foco.

Pantalones de chándal grises, pies descalzos, una camiseta negra ajustada. Recién duchado.

Antes de que pueda decir nada, me tira de la mano y me guía escaleras arriba.

El dobladillo de mi vestido está empapado, pesado. Me preocupa ensuciar la prístina escalera.

A Edward no parece importarle.

Tan pronto como su puerta se cierra detrás de nosotros, él está sobre mí, calentándome las manos, rozando mis brazos arriba y abajo.

―Chica estúpida. ¿Qué estás haciendo? Te estás congelando. ―Sus palabras son pronunciadas en voz baja, nada de él enojado.

―Yo… ―No sé lo que estoy tratando de decir, mi respiración tambalea. Tengo tanto frío que ya no puedo ignorarlo―. Necesitaba... verte.

Atrayéndome, pongo muy poca resistencia, cayendo sobre él.

―Tenemos que llevarte a la ducha, te estás congelando.

Asiento contra su pecho, incapaz de moverme, respirándolo, con los puños agarrando la camisa en su espalda.

Siento sus labios contra mi cabello.

Sin decir palabra, me lleva a su baño. Observo mientras abre la ducha y luego se vuelve hacia mí, con los ojos brillantes. Me encantan sus ojos.

Ahora que estoy aquí, no sé qué decir. No planeé un discurso.

Nos paramos y nos miramos, hasta que un gran escalofrío sacude mi cuerpo, sacando a Edward de su aturdimiento. Inmediatamente, me jala hacia el vapor que nubla la habitación.

―Te conseguiré una toalla y ropa seca.

Asiento con la cabeza, mis manos alcanzan la cremallera de mi vestido, los dedos están tan entumecidos que batallo. Y luego sus manos apartan las mías del camino; cálidos dedos acariciando mi espalda desnuda mientras baja la cremallera.

Estoy conteniendo la respiración, con los ojos cerrados; su toque tentativo, suave, los nudillos contra mi columna, provocando.

Se detiene, sostengo el vestido con mi brazo contra mi pecho.

―Entra en calor ―susurra, su aliento caliente contra la parte de atrás de mi cuello, labios suaves donde su aliento estaba solo unos segundos antes. Mi corazón está en mi garganta.

Escucho la puerta abrirse y luego cerrarse, una ráfaga de aire fresco golpea mi espalda.

Dejo que el vestido caiga a mis pies, me lo quito y me saco los zapatos. No estoy usando ropa interior.

El agua está hirviendo, un shock para mi piel helada.

Retirando las horquillas de mi cabello, sacudo el agua helada de mi cabello.

―No estoy mirando. ―La voz de Edward corta el vapor. No puedo evitar sonreír. Giro la cabeza, mordiéndome el labio mientras coloca una toalla y algo de ropa en el suelo, tapándose los ojos.

Es lindo, independientemente de lo que piense.

―Gracias ―le digo mientras cierra la puerta y desaparece.

Todo mi cuerpo zumba con anticipación mientras me seco y me visto con su ropa, enrollando la banda de los pantalones de chándal para que me queden mejor.

Edward está sentado en su cama, con los codos en las rodillas.

Levanta la cabeza cuando salgo del baño y, de repente, me siento tímida. La adrenalina ha bajado y ahora somos nosotros. Solo nosotros.

―¿Dónde están tus... Esme y Carlisle? ―pregunto, corrigiéndome, incapaz de moverme.

―Abajo ―responde. Cuando levanto las cejas, sonríe―. Está bien, no les importará.

Asiento con la cabeza y doy un paso tentativo más cerca, y luego otro, y otro; incapaz de mantenerme demasiado lejos de él.

Se sienta derecho, sus piernas separadas para dejar que me pare entre ellas. Me mira, inquisitivo, inseguro. Yo le hice eso. No sabe qué esperar, qué voy a hacer, qué quiero.

Cuando mis manos alcanzan su cabello, sus ojos se cierran. Veo mis dedos deslizarse a través de los mechones largos, casi un par de pulgadas de crecimiento, más oscuros en su humedad.

―¿Cómo estuvo…? ―Aclarando su garganta, sus ojos permanecen cerrados―. ¿Cómo estuvo el baile?

Sonrío, aunque él no puede verme.

―Fue… ―Dejo que mis palabras se apaguen, porque fue miserable. Sus ojos abiertos, de color verde brillante, hacen cien preguntas de las que no quieren respuesta―. Pensé en ti todo el tiempo.

Su respiración se entrecorta, sus ojos se arremolinan, pero no se mueve, esperándome mientras mis manos acarician su cabello.

―Bella ―susurra, su voz tan pequeña, tan dolorosamente quebrada―. ¿Por qué estás haciendo esto?

Al instante, me siento como una perra. He arrastrado a Edward detrás de mí, decidiendo el ritmo e inventando las reglas a medida que avanzo, cambiando los postes de la portería como mejor me parece. Lo toco y coqueteo con él, le pido toda su atención pero no puedo darle lo mismo a cambio.

―Lo siento ―me ahogo, mis ojos lloran―, lo siento mucho. Soy un desastre y he sido una perra.

Sacude la cabeza, discutiendo en silencio. No le doy la oportunidad de decir nada.

»Estaba en ese... estúpido baile y todo en lo que podía pensar era en ti. Te vi en todas partes, en todo. Y me di cuenta de que luchar contra nosotros, tomar las cosas con calma... no nos está dando más que dolor. Pensé que era lo correcto, pensé que llegar a conocernos paso a paso era… ―suspiro, una sola lágrima corre por mi mejilla.

―Pensé en ti toda la noche también ―admite en voz baja, dejando caer la cabeza―. Me estaba volviendo loco.

―Lo lamento.

―Tenías que ir al baile, Bella, lo entiendo.

Niego con la cabeza, tirando de su cabello ligeramente para que me mire.

―Así no. No con Tyler. ―Tomando una respiración profunda, me muevo más cerca de él―. Si los papeles se invirtieran y te fueras con Jessica… ―Ni siquiera puedo terminar ese hilo de pensamiento, que solo solidifica lo hipócrita e injusta que he sido.

No me responde, no discute, porque sabe y está de acuerdo.

―¿Por qué estás aquí? ―pregunta de nuevo.

―Porque no quiero a nadie más, Edward. ―Sus ojos se encuentran con los míos, buscando la verdad detrás de mis palabras―. Y ya no quiero tenerte alejado, nos duele a los dos. Así que, si todavía me quieres... soy tuya.