Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic
Demasiado temprano para mi gusto, Edward me despierta y me lleva a casa para que pueda vestirme apropiadamente para el maravilloso invierno afuera.
Está tan emocionado, que rápidamente destierra mi agotamiento, haciéndome sonreír tan ampliamente como él.
Me río todo el tiempo, tratando de estirar el cuello para ver hacia la cocina mientras Edward grita por encima del hombro que va a salir, agarrando su abrigo.
Oigo la respuesta de una mujer, pero no tengo tiempo de verla antes de que Edward me levante y me arroje sobre su hombro. Estoy tan sorprendida que chillo y dejo caer mis tacones en la nieve.
Intenta doblar las rodillas y mantenerme estable, agachándose para recoger mis zapatos, pero no funciona, estoy perdiendo el equilibrio y luego los dos estamos en la nieve, en un montón de extremidades enredadas, Edward debajo de mí, ambos farfullando.
―¡Está muy frío! ―chillo, riendo, tratando de ponerme de pie de un salto, pero no estoy usando zapatos y salto de regreso a los brazos de Edward justo cuando él se endereza. Afortunadamente, sus reflejos son mucho más rápidos que los míos y me atrapa, tropezando hacia atrás un par de pasos, maldiciendo en voz alta, sonriendo ampliamente.
Tardamos mucho más de lo que debería en llegar a mi casa.
―Dame un minuto ―le pido, estirando la mano para besar su mandíbula antes de correr escaleras arriba para cambiarme―. ¡No me sigas! ―grito, escuchándolo reír en respuesta, sabiendo que si lo hace, nunca saldremos de mi habitación.
Me cambio más rápido que nunca, me recojo el pelo en un moño desordenado y me abrigo. Con el teléfono cargado, calcetas esponjosas en la mano, bajo corriendo las escaleras hasta donde Edward está esperando en el sofá, con las mejillas sonrojadas por el repentino cambio de temperatura aquí en comparación con el exterior.
―Lista ―sonrío mientras él avanza hacia mí, la piel de la capucha de su parka suplicando que la jale.
Inclinándose, me besa suavemente, sonriendo todo el tiempo.
―Eres tan jodidamente linda.
Resoplo, rodando los ojos, empujando su hombro suavemente.
Manos en guantes, cuello envuelto en una bufanda, grueso abrigo de invierno manteniéndome caliente... Edward me observa, completamente divertido mientras coloco capa tras capa de ropa sobre mi cuerpo.
Me ayuda con mi gorro, tirando juguetonamente hacia abajo sobre mis ojos, haciéndome hacer un puchero.
Besándome de nuevo, no lo veo venir, empujándome hacia él.
―Tan jodidamente linda.
El día se convierte rápidamente en uno de los mejores de mi vida.
Jugamos en la calle, riendo, bromeando, haciendo grandes bolas de nieve de manera competitiva.
Lanza una bola de nieve a mi espalda, y luego finge que no lo hizo, levantando las manos en señal de rendición mientras recojo mi propia bola de nieve, la lanzo y le escapo, por una milla.
Él se ríe y besa mi puchero.
Luego besa mi nariz rosada y fría. Me derrito.
Nuestro muñeco de nieve no tiene características definitorias. Es casi patético, pero ninguno de nosotros está dispuesto a renunciar a ninguna de nuestras capas de ropa o encontrar una zanahoria.
Damos un paso atrás y admiramos nuestras tres bolas de nieve, una encima de la otra, unas cuantas piedras pequeñas por ojos y una sonrisa, dos palos al azar —que Edward arrancó de un árbol— por brazos. Es ridículo. Pero es nuestro.
Su brazo alrededor de mis hombros, me inclino hacia él, mi mano contra su estómago mientras nos burlamos y nos reímos de nuestro mediocre muñeco de nieve, culpándonos mutuamente por sus defectos.
Nos tomamos una selfie, nuestro muñeco de nieve orgullosamente detrás de nosotros. Perfección.
Nos preparo chocolate caliente —con malvaviscos adicionales— a última hora de la tarde cuando volvemos a estar adentro, con los pies entumecidos y la cara hormigueante; narices mocosas y dolor de mejillas.
Es despreocupado, es divertido… actuamos y nos sentimos como adolescentes. Es un respiro de la vida real, un escape, tal como Emma y Edward solían soñar.
