DIA 2. Momentos Mágicos: El milagro.

Akane miró los eternos escalones para llegar hasta el piso de maternidad. Como si estuviera leyéndole el pensamiento su esposo se ofreció.

— te cargo hasta allá—señaló el segundo piso.

— Ni se te ocurra, puedo caminar— lo regañó dando el primer paso.

Sus pies hinchados se movían como un globo lleno de agua. Agradeció que los únicos zapatos que le quedaban, fueran lo suficientemente cómodos.

Ya que la terca de su esposa no se dejaba cargar, al menos le podía servir de apoyo, pensó Ranma, la tomó por la cintura y con la otra mano tomó la mano de ella y así llegaron al segundo piso.

No tardaron en anunciarse en la recepción.

Akane comenzó a sudar profusamente, los sonidos agudos en el oído eran cada vez más molestos.

—¿Estás bien? — preguntó Ranma queriendo sonar calmado, a pesar que era un manojo de nervios.

—No debí comer ese plato de arroz con camarones.

Ranma la miró con gesto preocupado, iba a decir algo pero la enfermera llamó a Akane. Él se paró y la ayudó a levantarse.

—Usted espere aquí — ordenó de mala gana la enfermera.

Se llevaron a Akane, pero desde la sala de espera la podía ver sentada mientras le tomaban la presión y le extraían sangre. No quiso sentarse y todo el tiempo estuvo estirando el cuello para no perderla de vista, sin importarle las risitas y burlas del personal que lo llamaban primerizo.

Cuando al fin, después de eternos minutos vio a su esposa regresar, sintió que el corazón se le apaciguaba un poco aunque la cara de Akane no era de alivio.

—¿Qué te dijeron? ¿Están bien los dos? ¿Cierto?

Akane formó una sonrisa a medias y se sentó de nuevo.

— Me va a revisar el ginecólogo, no te preocupes, es de rutina, tengo un poco alta la presión, no debí comerme esos camarones.

— Akane … estás segura que…

— Señora Saotome, el doctor la va a ver ahora— Una enfermera que llevaba una silla de ruedas se acercó.

Akane miró la silla y frunció el ceño.

— Es el protocolo en estos casos.

A regañadientes y casi obligada por su esposo se dejó llevar.

De nuevo solo en la sala, Ranma caminó como un animal enjaulado.

— Ya pasó mucho tiempo— murmuraba.

Las enfermeras y los médicos iban y venían pero nadie se acercaba a decirle nada. Se aproximó con paso decidido a la estación.

— ¿Puedo ver a mi esposa?

—No se preocupe, en unos minutos le darán información.

Minutos que se le antojaron eternos. Ranma pensó, si derribaba la puerta y sacaba a su esposa cargada por una de las ventanas, no sería tan malo ¿O si?

— Señor Saotome, venga por favor— La enfermera que se había llevado a Akane regresó para llevarlo hasta donde ella estaba.

Ranma abrió los ojos al ver a su esposa con una bata, gorro y zapatos quirúrgicos.

— ¡Ranma!— Akane estiró los brazos desde la camilla.

— A-a-a ,nada de abrazos— interrumpió la enfermera — usted ya tiene ropa estéril, no debe acercarse a nadie hasta las 5 que es la cirugía.

—¿ ci-ci-cirugía?— tartamudeó Ranma llegando hasta ella.

—Ranma, tengo la presión elevada y otros signos que indican preeclamsia, por eso el bebé debe nacer hoy.

Ranma se dejó caer en el asiento al lado de la camilla —¿Hoy? ¿Cómo? ¿Nace hoy? El bebé ¿Hoy?, ¿Hoy voy a ser padre?

— Señor Saotome, debe despedirse ya, ella se quedará aquí hasta el momento de la cirugía, ya le estaremos informando.

— Pero… no, yo…

— Tranquilo Ranma, estaremos bien.

Akane quería mostrarse segura por los dos, aunque por dentro la estuvieran devorando los nervios.

—Ranma, te amamos— sollozó

Ranma nunca se había sentido tan tentado a romper las reglas, quería abrazarla y transmitirle toda la confianza, pero se limitó a mirarla y decirle las palabras que por tanto tiempo se habían negado en el pasado a salir de su boca — Te amo, los amo, nos vemos pronto.

Casi arrastrado por la enfermera regresó a la sala de estar.

— Ranma, hijo— la señora Nodoka corrió a su encuentro.

— ¿Y Akane?— preguntó el señor Soun quien tenía señas de haber estado llorando.

Los demás miembros de la familia rodearon a Ranma esperando respuestas.

— Le van a hacer una cesárea, hoy a las cinco de la tarde.

Se hizo un silencio entre los presentes. Kasumi se llevó las manos a la boca, pensó que aún faltaban unas cuantas semanas.

—¿Cómo está Akane?— preguntó Nabiki con un tono de preocupación que tomó por sorpresa a todos.

— Está bien, supongo, tiene elevada la presión arterial.

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Las horas restantes transcurrieron lentas, aplastantes e inciertas. Todos brincaban cada que la puerta abatible se abría, habían pasado treinta minutos desde la última vez que una enfermera de maternidad había salido a dar la noticia que Akane estaba en el quirófano.

— Señor Saotome— llamaron de una puerta lateral que nadie había notado.

Ranma corrió hacia el lugar, la enfermera se hizo a un lado dando paso a la incubadora.

— Aquí está su bebé, felicidades, es una niña.

Ranma puso una mano en la pared para recuperar el equilibrio que sus tontas piernas se negaban a darle.

—¿Está bien?¿ Y Akane ? ¿Están las dos bien?

— Si señor, las dos están bien, podrá ver a su esposa después en el cuarto de recuperación.

Ranma tomó una gran bocanada de aire y luego lo soltó, su padre lo palmeó, con demasiada fuerza quizá, para darle ánimos.

— Es muy hermosa— lloriqueo Nodoka.

—Voy a llevarla con la señora Saotome para que pueda darle de comer.

La enfermera desapareció por donde llegó y Ranma no tuvo más que esperar de nuevo.

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Akane sentía tan ajeno su cuerpo que no paraba de temblar bruscamente a pesar de la cobija térmica que le habían dado unos minutos atrás.

En la incubadora a su lado la bebé no dejaba de llorar.

— ¿Por favor puedo cargarla?— preguntó a la joven enfermera que pasaba a ver otra paciente.

— Solo hasta que puedas sentarte.

— Pero yo puedo sentarme— Akane se apoyó en los codos para incorporarse un poco.

La enfermera la ayudó a inclinar la camilla y con cuidado acomodó a la bebé en sus brazos.

La niña no tardó en buscar el pecho de su madre para poder calmarse. Akane sonrió mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas pálidas.

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Akane alzó la cabeza cuando escuchó su nombre, Ranma esperaba en la puerta de la habitación.

— Hola.

La enfermera acercó la camilla a la cama, tomó a la bebé que dormía plácidamente y la puso en la cuna.

— Tiene que pasarse a la cama señora Saotome.

Akane que se sentía como si un camión la hubiera atropellado intentó apoyarse en los codos y mover las piernas pero el dolor la detuvo.

— Usted puede señora, tiene que pasarse porque necesito la camilla.

— ¡Qué no ve que le duele! — gritó Ranma fuera de sí, apartando a la enfermera y cargando a Akane con la mayor delicadeza del mundo.

— ¿Así estás bien?— preguntó Ranma al acabar de depositarla en la cama.

— Si.

La enfermera se marchó de mala gana sin decirles nada.

Ranma le dio un beso en la coronilla a Akane, aunque su cuerpo le dictaba que la abrazara con fuerza.

— ¿Cómo estás?

— Estoy… bien…

Ranma se acercó a la cuna donde descansaba la bebé y la tomó en sus brazos. La niña abrió los ojos y con su pequeña mano le tomó el dedo pulgar.

Él sintió que el corazón se le iba a salir del pecho, que clase de magia era esa. Cómo era posible aquel milagro de la vida en sus manos, una niña, hermosa, no, hermosa no, perfecta, igual a su madre.

Ya estaba, lo tenía en sus manos, él sería todo para ella, la cuidaría con su vida y no permitiría que nadie la arrebatara de sus brazos.

— ¿Ranma?— lo llamó Akane preocupada— ¿está bien la niña?

— ¿ Eh? Si, claro que está bien. ¿Por qué lo dices?

— Es que…estás llorando.

Ranma se llevó una mano a la cara limpiándose rápidamente.

— Es… de felicidad…

Fin

Gracias por leer, este fic está basado en hechos reales, plasmé aquí algunos sentimientos muy reales de la maternidad, el miedo, la incertidumbre y por supuesto la felicidad y el amor indescriptible.

Que momento más mágico

Espero les haya gustado.

Besos y abrazos

Diluanma