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Mis sentidos en alerta, el visual me irritaba tanto porque llevaba mucho tiempo sin parpadear. De hecho, si actuara con normalidad, seguramente me moriría de la vergüenza al saber que las personas han visto mi rostro. Quisiera decir que esto me recuerda a cualquier cosa para calmarme, pero sé que no puedo.
Tengo un motivo que me pone nervioso.
Muevo y muevo mis ojos. En serio, debe haber una razón por la que todos pasan de mí e ignoran que soy tan poco comunicativo. Horas antes, parece que la clase se ha puesto de acuerdo, o eso creo, en darme mi espacio. Pues lo agradezco, pero sigo teniendo preguntas enemigas. Una de tantas, específicamente, que ellos adivinaron mi secreto. Atendí alrededor, ya había llegado al comedor. Espera…
No, no, no. Ella seguramente vino.
―¡Deku, por aquí! ―estoy mal, acabo de sonrojarme.
Desconozco si seré disimulado, pero necesito evitar a Uraraka de todas las personas. Ni siquiera quiero desafiar al riesgo.
―¡Hey, no! ¡Saltarte el desayuno es pésima idea! ¡Midoriyaaaa! ―Lida, por favor, no grites otra vez.
Lo obedecí. Cada paso que daba era un tanto despacio porque intentaba pensar en blanco. Al llegar, no dudé en revisar los asientos que estuvieran lejos de Uraraka, pero mala suerte. Ideas mías o no, admito que estar a su lado me obliga a desafiar mis sentimientos.
―Observa esto, Deku ―giré rápidamente, lo cual se vio muy desesperado. Uraraka se acercó.
Me latió tan veloz el corazón que, desde que ella empezó a hablarme, reconocí lo que tanto miraba. Decidí prestarle atención al celular, pero era difícil. Sonrojarme se hizo una reacción muy común.
―Ura-Uraraka… ―susurré lo más entendible que pude, pero fui ignorado. Ay― Nosotros… ―guardé silencio.
Pensé que soportaría esta situación lo que quedaba del descanso, lamentablemente había imaginado lo que mi distancia evitaba a toda costa.
•••
―¿Todo bien, Midoriya? ―preguntó Todoroki.
―¿Eh? Claro, claro ―tragué hondo.
Ambos asentimos con la cabeza, pero yo me quedé en la entrada del salón. La mayoría de los chicos ya estaban presentes.
He tratado de disimular los nervios que me carcomen, pero siento que voy a explotar. Veo a Uraraka saludándome desde el fondo, lo cual no sirve mucho. Incluso así, hago lo posible por actuar normal regresándole el saludo. Me pregunto si ella ha notado la distancia que trato de poner entre nosotros o, bueno, que mi comportamiento sea por su culpa.
―¡Guerraaaaa! ―me sobresalté.
Dirigiéndome a la zona de aquel grito, me percaté del rato que estuve con Uraraka. Ahora mismo pertenecía a la repentina aura que la clase, comandada por Mineta y Kaminari, habían creado. Los dos chicos se lanzaban bolas de papel mientras iban enojándose más y más. Desde el escritorio, Lida ya estaba demasiado preocupado, entonces vi que yacía escrito en el pizarrón que el profesor Aizawa no asistiría.
Kirishima no tardó en unirse al dúo mediante una entrada épica.
―¡Pareeeeen! ―Lida no entendía cómo parar esto.
Y yo tampoco entendí mi abrupta decisión para aprovechar este escándalo y ordenar lo que sentía.
A lo lejos pudo verse la iniciativa de Uraraka por acercarse a Midoriya, pero se retractó porque él lo hacía. Achicó los ojos, claramente confundida. No pasó tanto tiempo para llegar a la conclusión que hoy actuaba diferente, supo que algo andaba mal desde que lo vio.
―¡Malditos bastardos! ―Bakugo reaccionó― ¡Los mataré a todos!
Conforme la luz del día se apagaba, comprendí que, tarde o temprano, esto iba de confesarlo. Sinceramente deseaba que mi mente estuviera más despejada para arrepentirme. No era propio de mí, a fin de cuentas. Jamás estuvo en mis planes.
Sin embargo, aquel que ni siquiera lo intenta, vivirá del fracaso la mayor parte de su vida y se preguntará sobre los infinitos escenarios que pudieron ocurrir.
Yo no puedo eliminar el bello momento que viví dentro de mi mundo imaginario.
El sudor recorría parte de mi cuerpo, especialmente el cuello. Mantuve mi paso firme pese a la explosividad de mi corazón, y de la nada, muchas expectativas positivas comenzaron a surgir; creció mi confianza. Una vez estando frente a ella, noté la tolerancia hacia este lado.
Pues miré sus ojos, cada uno… sin importar que estuviéramos rodeados. Disfruté ese color castaño tan bonito, el cual no paraba de ponerme nervioso. Primero fue uno, luego el otro… y fue que decidí apreciar aquella parte tan especial. La pequeña abertura me dejó un destello en el pecho. Era increíble cómo quedé volando porque mi alrededor ya no existía. Sus palabras aclararon mi sospecha, pero eso que vi, ese rojo que vi, y sé que fue así, que me hizo hacerlo sin esperar nada a cambio. Poco a poco.
Quisiera ser un espectador por su envidiable perspectiva, pero estoy conforme con esto. Y tal vez mi posición no fuera la más cómoda, pero de verdad estoy conforme.
Más que una atracción, una muestra que rompe la distancia de manera delicada.
―¡A la mierda! ―Kaminari terminó desmayándose.
Qué increíble sensación.
