Algo serio.

Por Fox McCloude.

Disclaimer: Pokémon y todos sus personajes son propiedad de Satoshi Tajiri, Nintendo y GAMEFREAK. Todos los derechos reservados.


Región de Kanto, Gimnasio Cerulean…

La mayor de las Hermanas Sensacionales de Cerulean se encontraba tendida cuan larga era en su cama, sin otra cosa que observar que el ventilador en el techo dando vueltas sobre ella. Se suponía que hoy le tocaba a ella limpiar la piscina, ya que sus hermanas estaban todas fuera de la ciudad, pero ella realmente no disfrutaba mucho de ese tipo de labores, por más que fuesen necesarias para mantener su gimnasio a flote.

Después de todo, ella era una actriz, modelo y estrella del mundo del espectáculo. Ensuciarse haciendo labores de limpieza no era para ella. Aunque estaba dispuesta a tolerarlo si podía hacerlo en la compañía… de él.

Daisy giró su cabeza hacia su peinadora. Había algunas fotos por allí, de ella y sus hermanas en distintas etapas de su vida, pero una en particular que destacaba del resto fue la que se tomó en lo que ella consideró su primera cita. En ese momento, ella dijo que sólo fue como agradecimiento por su ayuda, pero esa no fue la única razón.

Tracey Sketchit, ese joven observador Pokémon que se estableció en Pueblo Paleta, y que durante años había estado trabajando como asistente del Profesor Oak, se había vuelto un visitante muy frecuente en el gimnasio. Siempre se caracterizó por ser un chico amable y servicial, incapaz de decir que no a una petición de ayuda. Daisy admitiría que al principio quizás se aprovechó de eso, pero entre más venía a visitarlas, más se daba cuenta de lo mucho que disfrutaba de su compañía, lo cual era decir mucho.

Al estar tan involucrada en el mundo del espectáculo y con tantos contactos, a Daisy no le faltaban pretendientes. Podría salir fácilmente con cualquiera de ellos si quisiera, pero siempre los rechazaba. Tracey podría no tener el look de un galán de cine o héroe de acción, pero era un chico lindo, más del tipo príncipe encantador de cuento de hadas de los que a ella le gustaban (en privado, le gustaba referirse a él como su príncipe), y su carácter amable y dispuesto a ayudar a quien se lo pidiera era una cualidad que Daisy rara vez veía entre los hombres de su círculo de trabajo y que frecuentemente intentaban ligar con ella.

Aun así, no era fácil hacer avances con el joven observador. Tracey era un chico muy amable y dulce, y aunque no era tan inocente como parecía (una vez vio su libreta y se percató que había unos cuantos dibujos de chicas bonitas y no de Pokémon), a veces no parecía darse cuenta de cuando ella intentaba coquetear con él o sus intenciones. En broma a veces pensaba que las mujeres de su familia estaban predispuestas a enamorarse de hombres extremadamente densos para captar sus indirectas, como podría atestiguarlo su hermana menor con Ash Ketchum.

– Hmm… ya se tardó un poco. – dijo mirando el reloj en su muñeca. Tracey dijo que vendría hoy de visita, así que tal vez tendría oportunidad de pasar un rato con él. Luego de que hubiesen terminado de limpiar la piscina, obviamente.

Y como si fuese respuesta a su pensamiento, en ese instante sonó el intercomunicador. La rubia supo inmediatamente que tenía que ser él, así que se paró de un salto y se dirigió a contestar. Respiró profundamente antes de contestar, tratando de alegrarse lo más posible.

– ¿Sí, hola?

– ¿Daisy? Hola, soy yo, Tracey. – Por supuesto, no necesitaba confirmarlo; la voz del chico era inconfundible para ella. – Lamento el retraso, hubo algunas complicaciones.

– Oh, no te preocupes, lo que importa es que ya estás aquí. – le dijo ella, sin tener que disimular alegría en absoluto. – Aguarda un momento, enseguida iré a recibirte.

Cogió su chaqueta rosa, que estaba en ese momento colgada de una silla, y tras ponérsela se dirigió hacia la entrada. Las puertas se abrieron y allí estaba él, tal y como ella lo recordaba. Incluso después de tantos años, el chico seguía mostrando esa preferencia por usar esa camiseta verde, pantalones hasta la rodilla marrones, zapatos de correr azules, y la banda roja en su cabeza. La única diferencia era que ahora también usaba una bata de laboratorio, algo que ella no tardó en señalar.

– Wow, ¿y esa bata? ¿Ahora eres Profesor Pokémon? – preguntó la rubia.

– Pues de hecho, tal vez lo sea pronto. – replicó él con un deje de orgullo. – Estoy esperando los resultados de mi examen final para recibir mi título. Tengo confianza en haber respondido bien todas las preguntas.

– No esperaría menos de ti. – dijo ella, sintiéndose feliz por él. – Pero mientras esperamos, ¿crees que podrías regalarme algo de tu tiempo?

– A eso vine, después de todo. ¿Con qué necesitas que te ayude esta vez? – preguntó él, aunque seguramente ya sabría su respuesta.

– Oh, nada que no hayamos hecho antes. – respondió Daisy. – Sólo tenemos que limpiar la piscina, y será más rápido si no tengo que hacerlo yo sola. Ya que mis hermanas están fuera de la ciudad, tú entiendes.

– Lo sospeché desde un principio. – dijo él con una risita. – Bueno, en ese caso, manos a la obra y hagámoslo rápido.

– ¡Gracias, siempre eres un amor! Si me disculpas, primero iré a cambiarme y a buscar el equipo de limpieza. Espérame en la piscina mientras tanto, ¿sí?

Se dio la vuelta y fue a buscar lo que necesitaba. Mientras lo hacía, tuvo que reprimir el impulso de mirar atrás para guiñarle el ojo a Tracey. No mentía cuando dijo que iría a cambiarse para poder limpiar la piscina, ya que no quería mojar o ensuciar su ropa favorita, pero el atuendo que tenía en mente era algo para entretener un poco los ojos del observador, y tal vez hacerle más disfrutable el trabajo. O al menos, eso era lo que ella esperaba lograr.

Ayudar con la limpieza del Gimnasio Cerulean no era algo nuevo para Tracey. Aún recordaba cuando la mayor de las Hermanas Sensacionales se lo pidió por primera vez, que la acompañara a limpiar el sistema de tuberías. Muchos de los que conocían a Daisy creían que ella era una diva que nunca querría ensuciarse las manos con trabajo manual, pero en realidad era muy responsable y sí estaba dispuesta a hacer el trabajo cuando era necesario, simplemente no le gustaba hacerlo sola.

Aunque a menudo aceptaba ayudar con la limpieza de buena voluntad, Tracey por dentro admitiría que una parte quizás de él lo hacía por ganar puntos con la rubia. La primera vez, obviamente aceptó porque se lo pidieron, y aunque no esperaba recibir nada a cambio por sus esfuerzos, mentiría si dijera que no disfrutó de su recompensa. Una cita con Daisy era un gran premio para haber simplemente ayudado a limpiar, y no fue ni de lejos la última vez.

Tal como le dijo Daisy, ya se había adelantado a ir a la piscina, que había sido vaciada totalmente, y se había quitado tanto la bata de laboratorio como los zapatos. Ya se había acostumbrado tanto que incluso traía una muda de ropa extra y sandalias cada vez que venía de visita, por si lo necesitaban. No le importaba ensuciarse un poco si servía para ver contenta a la rubia y pasar un rato agradable en su compañía.

– ¡Gracias por esperar! – se anunció mientras venía llegando.

– Ah, qué bien, ya podemos… ¡whoa! – Tracey casi se fue de espaldas, ya que acababa de llevarse una pequeña sorpresa.

Daisy ya había llegado con los limpiadores, baldes y todo el equipo necesario, acompañada por varios de sus Pokémon: Seel, Dewgong, un Shellder y su Luvdisc llamado Luverin. Pero cuando dijo que se iba a cambiar, el observador Pokémon no se imaginó que elegiría ponerse un traje de baño para limpiar la piscina. Era un traje de baño de una pieza tipo deportivo, rojo en el centro y rosa en los costados, separados por unas líneas verticales blancas que iban de arriba abajo.

– ¿Hmm? ¿Sucede algo? – preguntó Daisy.

– ¿Eh? No, nada, sólo… – Tracey trató de desviar la mirada para no ver más de lo necesario, pero no era una tarea sencilla. Después de todo, Daisy era una chica bastante atractiva.

– Oh… ¿no será que… te gusta lo que ves? – preguntó la rubia, acercándose y mirándolo sugestivamente.

Tracey tragó saliva. Aunque el traje de baño le cubría bastante, las delgadas líneas blancas verticales que separaban el rojo del rosa realzaban bastante bien los atributos de la rubia, recorriendo desde las tiras de los hombros hasta la entrepierna. De hecho, Tracey tuvo la impresión de que tenía un poco más de escote y el corte de pierna más alto de lo usual. Tardó un poco en recuperar la compostura para poder responderle.

– No, quiero decir sí, quiero… eh… lo que digo es que… te queda bien, muy bien, la verdad.

– Jajaja, ya lo sé, pero gracias igual. – Daisy le guiñó el ojo y sin más le pasó un trapeador y un balde que adentro tenía unas botellas de limpiador. – Bueno, a trabajar. Trata de no distraerte mucho mirándome, ¿sí?

Sí, mejor empezar a trabajar, para no pensar tanto en ello. Después de todo, esa era la razón de haber venido en primer lugar, y con lo grande que era la piscina, tardarían un buen rato en limpiarla incluso entre los dos. Manos a la obra.

Como Daisy había traído a sus Pokémon del gimnasio para que les ayudaran un poco, Tracey hizo lo propio sacando a su Marill para que le llenara el balde con agua y empezar a mezclar con el limpiador. Para evitar distracciones, intencionalmente eligió la esquina opuesta de la piscina, para mantenerse lo más alejado posible de Daisy y de "pensamientos impuros". Sin embargo, a pesar de eso, todavía podía escuchar a la rubia tarareando alegremente una canción mientras limpiaba, lo cual no era nada raro, pero eso le hacía mantenerse muy consciente de su presencia.

– "Cálmate… no es para tanto. Eres un hombre, y ella es hermosa, no tiene nada de malo que la mires sólo un poco…"

Tracey intentaba concentrarse en limpiar las baldosas de la piscina, pero a medida que avanzaba, el canturreo de Daisy mientras limpiaba su parte le hacía mantenerse muy consciente de su proximidad. De hecho, sus Pokémon parecían habérsele unido, con Seel y Dewgong aplaudiendo al compás de su canción para darle más ritmo, lo que hacía aún más difícil no echar miradas de reojo ocasionalmente. Y Marill a su vez se había puesto a dar saltitos mientras también se había puesto a cantar.

Quizás él también debería hacerlo, eso serviría para mantenerse ocupado sin mirarla demasiado.

Sin embargo, sólo fue una solución temporal, pues durante una pequeña pausa, Tracey no pudo evitar echar otra mirada fugaz. Y en ese momento, Daisy había empezado a acompañar su tarareo con un pequeño baile, moviendo sus caderas de lado a lado mientras trapeaba el suelo, y cuando él volteaba, no podía evitar seguir el contoneo con la mirada por unos segundos antes de volver al trabajo.

Como observador Pokémon había desarrollado una vista muy aguda, un requerimiento esencial en su profesión, y había aprendido a estimar a puro ojo las medidas de los Pokémon para poder dibujarlos a escala correcta. Lo que Daisy no sabía era que, si quisiera, bien podría utilizar esa misma habilidad con humanos, concretamente para adivinar con alta precisión las medidas del cuerpo de una mujer, y antes de darse cuenta, eso era lo que estaba haciendo al mirarla de arriba abajo cada vez que volteaba.

Daisy, igual que sus hermanas, no era una chica exageradamente voluptuosa, pero estaba bien proporcionada para su edad y estatura. Tenía un busto decente, una cintura delgada sobre caderas anchas, y piernas largas y bien formadas, rasgos comunes a todas sus hermanas. Quizás por su afinidad con el agua era que las mujeres de la familia Waterflower tenían un cuerpo que parecía punto medio entre nadadoras olímpicas y modelos de trajes de baño, esbeltas y femeninas, pero también atléticas.

– "¿En qué diablos estoy pensando?" – se regañó internamente. Qué vergüenza, usar su don de vista para eso. Sonaba como un degenerado y un acosador.

Mejor concentrarse en su tarea, y terminar de limpiar lo más rápido posible. Así Daisy podría volver a vestirse con su ropa normal y él dejaría de estar teniendo esos pensamientos inapropiados sobre ella.

– Ah, Tracey, me quedé sin limpiador aquí. ¿Me pasas otra botella? – lo llamó de repente.

– ¿Eh? Ah, claro.

Tracey echó un vistazo rápido alrededor. Las que él estaba usando estaban más cerca, así que serían más rápidas. Dejó el trapeador en su balde y fue hacia las botellas de limpiador que había dejado en la esquina. A él también se le estaba terminando la suya así que mejor aprovechar de tomar una para él de inmediato.

Por un momento, se sintió tentado a simplemente arrojarle la botella a Daisy, ya que le daba nervios acercársele, pero después de pensarlo un poco, decidió que él no era tan ordinario como para hacer eso, y seguro ella apreciaría que él se la entregara en la mano cómo debía ser. Simplemente iría rápido, se lo daría, y luego volvería a su sección a seguir limpiando. Eso era todo.

Desafortunadamente, en su prisa por entregarle a Daisy la botella de limpiador, no se fijó que Luverin estaba rociando agua justo por donde él iba a pasar, dejando un enorme charco que al pisarlo le hizo patinar, y sin quererlo chocó contra ella. Y no paró allí: los dos chocaron contra Seel, que estaba echando un chorro en otra dirección, y al recibir el empujón se desvió y golpeó a Marill, que se dio la vuelta y se lo devolvió con uno propio.

Y antes de darse cuenta, todos los Pokémon que los estaban ayudando habían empezado una guerra de agua, y sus entrenadores habían quedado atrapados en medio del fuego cruzado siendo salpicados por los chorros que pasaban uno tras otro.

– ¡Oigan, ya párenle! – exclamó Daisy, que a pesar de todo no podía evitar reírse. – ¡Estamos limpiando, no jugando!

En eso recibió un chorro directo de parte de Luverin, que la empapó totalmente, y por supuesto Tracey también fue salpicado, lo que lo hizo reaccionar.

– ¡Ya, Marill, suficiente! ¡También ustedes! – exclamó el chico. Intentó usar un tono autoritario que rara vez le salía a ver si se detenían, y sorprendentemente resultó, incluso con los Pokémon de Daisy, para su alivio. – Cielos… perdón por esto, Daisy, ¿estás… bien?

De nuevo Tracey se quedó tieso. Se estaba apoyando con ambos brazos sobre el suelo, y sus ojos estaban justo a la altura del escote de Daisy, que había quedado casi a gatas encima de él. El hecho de estar totalmente empapada hizo además que la tela del traje de baño se ciñera aún más a su cuerpo y que se viera aún más… ¿seductora, sería la palabra correcta? Los engranes en su cerebro peleaban entre mirar a otra parte y seguir queriendo deleitarse con la vista que tenía en frente.

– Hmm… ¿disfrutando del show, chico travieso? – dijo finalmente Daisy tras un rato, sacándolo de su trance. Allí finalmente reaccionó y trató de alejarse un poco.

– ¡Ah! Lo siento, fue mi culpa, yo no…

– Hey, tranquilízate. – aseguró ella, poniéndose de pie y dándole la mano para ayudarlo a levantarse. – No te voy a pegar ni nada de eso, sé que no lo hiciste a propósito.

– Claro… eh… – Tracey miró de reojo y en busca de un pretexto para alejarse por un momento y calmarse, cogió las botellas de limpiador que se le habían caído y le entregó a Daisy la suya. – Mejor sigamos, todavía falta mucho por limpiar.

Esta vez tuvo más cuidado de ver donde pisaba para no volver a resbalarse, y al volver a su área le pidió a Marill volver a llenar su balde para mezclar con el limpiador, intentando distraer su mente de pensamientos impropios. Aunque sabía que Daisy habría tenido todo el derecho de ofenderse por el incidente, se sintió muy aliviado de que no se hubiera enojado con él, pero por otro lado… mentiría si dijera que no le agradó tenerla cerca en ese breve instante.

– Tracey… creo que esa parte ya está bien limpia. No hace falta que trapees más.

– ¿Eh? – Tracey miró al piso y se dio cuenta que Daisy tenía razón. – Ah, lo siento, me distraje.

Sin tardanza empezó a moverse de nuevo, no sin antes darse algunos golpes en la cara para sacudirse los nervios. Le pareció por un momento que Daisy se seguía riendo de él, pero no le dio importancia. De todos modos, tomarse el pequeño percance con humor era mejor que enojarse.

Eso era algo que realmente le gustaba de ella, su actitud risueña.


Un poco más tarde…

La limpieza de la piscina les llevó buena parte de la mañana, aunque resultó más divertida de lo que esperaba. No podía negarlo: le gustó mucho ver la cara de Tracey cuando tropezó con ella y quedaron en esa… posición tan comprometedora, y siendo sincera, no le habría molestado si él intentaba algo en ese momento. Pero ella sabía que Tracey era demasiado… caballeroso para hacer algo así. Se conformaría con mirar, no tocar.

Aunque a veces eso podría ser frustrante, al menos para que él se diera cuenta de sus intenciones.

Habiendo ya terminado con sus deberes, los dos ahora estaban en una cita de compras. Como ya había recibido su cheque, más un bono por su buen trabajo, Daisy pensó que era un buen momento para volverse loca e ir a sus boutiques favoritas a comprarse algo de ropa nueva. Y eso era precisamente lo que estaba haciendo ahora.

– Daisy, ¿vas a tardar mucho? – preguntó el observador.

– Paciencia, Tracey. – respondió. – Las piezas de un conjunto tienen que seleccionarse con cuidado.

En ese momento la rubia estaba dentro del probador, mirando las piezas frente al espejo para ver cuáles combinaban mejor. Quería probar distintos estilos, y por lo mismo estaban yendo a diferentes tiendas. Aunque ahora, tenía algo más en mente, así que tras deliberar por un buen rato, eligió una chaqueta marrón, una blusa blanca y pantalones vaqueros por debajo de la rodilla, completándolo con una gorra ancha donde ocultaba su larga cabellera rubia y sus gafas de sol.

– Gracias por esperar. – dijo corriendo la cortina y saliendo para que él pudiese verla. – ¿Qué te parece? ¿Crees que me venga bien para ir de incógnita?

– Sí, dudo mucho que alguien fuera a reconocerte. – asintió él. – Y aunque no sea tu estilo usual, de algún modo haces que se te vea muy bien.

Daisy sonrió. Los cumplidos por su atractivo físico siempre eran bienvenidos, pero cuando venían de él, sin duda eran mucho más apreciados. Él tenía razón: ella prefería atuendos más femeninos, pero de vez en cuando le gustaba probar estilos un poco fuera de su norma habitual.

– Entonces creo que me los llevaré. – dijo mientras se quitaba la gorra para volver a dejar caer su cabellera. – Y pensándolo bien, ya que estamos aquí, tal vez debería comprarte algo a ti también.

– ¿Eh? ¿A mí?

– Claro. Casi siempre usas la misma ropa, deberías variar tu estilo de vez en cuando. – dijo la rubia guiñándole el ojo. – En serio, tú podrías también ser un gran modelo si te lo propusieras.

– Nah, cómo crees… – dijo él encogiéndose de hombros.

– ¿Crees que bromeo? – replicó Daisy, sintiendo que la estaban retando. – En ese caso, cuando terminemos aquí, iremos a la sección masculina para que te pruebes algunos atuendos.

Cuando Tracey quiso protestar, ella volvió a meterse al vestidor luego de tomar el siguiente atuendo para cambiarse. Pasó por varios, entre ellos un vestido de gala con boa de plumas, ropa de gimnasia consistente en un top deportivo y pantalones ajustados (le agradó cuando Tracey se detuvo para admirar sus curvas) y un vestido de verano con sombrero de sol, que quizás le gustaría usar para irse de vacaciones a la playa con él algún día.

Pero antes de ir a conseguirle a Tracey algo de ropa nueva, ella tenía una última por hacer. Y en cuanto se plantaron en la entrada, volteó a ver cómo el chico empezaba a sonreír nerviosamente.

– Eh… ¿Daisy? No creo que yo deba entrar aquí.

– ¿Huh, de qué hablas? Esto debería ser un festín para tus ojos, ¿no, chico travieso? – le guiñó el ojo, y lo agarró de la muñeca. – Bueno, vamos de una vez.

– Momentito, espera. – Tracey se resistió y no se dejó arrastrar dentro de la tienda. – Daisy, no creo que esté bien que yo entre en esa sección.

– ¿Y por qué no? – inquirió ella.

– ¿Hola? Esta es la sección de lencería. Ropa interior femenina. FEMENINA. – Hizo énfasis en la última palabra. – Y yo soy un hombre, ¿recuerdas? Mejor te espero aquí.

– Ah, no, eso sí que no. – dijo la rubia, empezando a tirarle de la mano con más fuerza. – Tú vienes conmigo. ¡Quiero que elijas algo para mí!

– ¡¿EEEEEEEEEHHHH?! – La quijada del chico parecía que se iría al suelo en cualquier momento, y su cara se puso roja. Cómo le encantaba verlo así. – ¡¿YO, ELEGIRTE ALGO?!

– ¡Pero claro! El punto de usar lencería es para prender a los hombres, ¿no es así? – declaró ella muy enfática. – Además, mira bien. ¿No ves a esa pareja que está allá?

Señaló hacia una esquina en la sección, concretamente hacia donde estaba una mujer colocándose un negligé frente al cuerpo para que el hombre que la acompañaba, presumiblemente el novio, le diera su visto bueno. Había unas cuantas mujeres por allí alrededor, y ninguna de ellas parecía incómoda con el hombre que acompañaba a su novia, así que ¿por qué iban a estarlo con Tracey?

– Vamos, ya deja de ser tan mojigato y acompáñame, ¿quieres? – insistió ella. Tracey dudó por un momento, pero finalmente suspiró resignado.

– Qué remedio, ya qué. – le dijo. – Está bien, pero no tienes que jalarme de la muñeca.

– ¿Oh, prefieres que te agarre por la cintura? – ofreció ella, haciendo que él la mirase con el ceño fruncido, pero sin perder el rubor. – Jaja, es broma, es broma. Ya, vamos.

A decir verdad, lo de agarrarlo por la cintura no era una broma, y lo habría hecho con mucho gusto si él lo aceptaba, pero viendo que sólo lo estaba incomodando, decidió no insistir más. A veces le gustaría que Tracey dejara salir un poco más ese lado suyo, en vez de querer hacerse el "chico decente y educado" en frente de todos. Después de todo, ¿qué había de malo en que apreciara un poco su belleza y encanto femenino, sobre todo cuando ella se los mostraba voluntariamente?

Al moverse por los corredores buscando algo, pudo notar que Tracey se veía cada vez más incómodo por estar allí. Así sería muy difícil que él le eligiera algo, así que tal vez debía empezar por darle alguna sugerencia.

– Hmm… ¡ah, mira! Tracey, ¿qué te parece este bustier? ¿No crees que es muy sexy?

Sostuvo la prenda frente a él para que pudiese verla, y con algo de suerte, también imaginársela a ella llevándola. El rostro del observador volvió a enrojecerse, mientras parecía esforzarse por mantener el contacto visual con ella sin admirar demasiado la prenda.

– P-pues… s-sí, claro que lo es. – tartamudeó él. – Aunque no creo que el gris sea tu color.

– Cierto, en eso tienes razón. – dijo Daisy volviéndolo a poner en el estante. – ¡Ah! Pero también lo tienen en rojo y rosa.

Cogió las dos variantes y sostuvo una con cada mano para que las viera. A pesar de tener el mismo modelo con los patrones de encaje en forma de flores, el rosa tenía un aire más inocente, mientras que el rojo era mucho más seductor. Cada uno tenía su encanto, pero ella quería saber cuál le gustaría más a él.

– ¿Qué te parecen? ¿Cuál crees que se me vería mejor? – preguntó ella.

– Huh… ¿el rojo? – dijo Tracey tras unos segundos de alternar miradas entre uno y el otro. La cara del chico parecía dar a entender que le avergonzaba un poco admitirlo, no tenía precio.

– Bien, en ese caso, ahora sólo necesito complementarlo. Veamos, veamos…

Miró alrededor, y a los pocos segundos cogió de un estante cercano un liguero y una tanga del mismo color del bustier, sosteniéndolos juntos para comparar. Sonrió complacida al ver que los tonos coincidían perfectamente.

– Oh sí, perfecto. Ahora sólo falta… ¡ah, las pantimedias están por allá!

Le llevó un rato conseguir las rojas, ya que mayormente había negras y púrpuras, pero afortunadamente se hizo con el último par que quedaba. No le cabía duda que el conjunto quedaría perfecto.

– ¿Qué tal, Tracey? ¿No te gustaría verme con esto?

– ¿Eh? ¿C-con eso? ¿Quieres decir… aquí, ahora? – preguntó el observador.

– Tsk, obvio que no. Mejor espera a que volvamos a casa. – replicó ella, y luego sonrió mientras lo miraba con los ojos en rendija. – Aunque… si de todas maneras las voy a comprar…

Normalmente en las tiendas de lencería no se permitían probarse las prendas, pero si las pagaba por adelantado no habría ningún problema. Por otro lado, no querría mostrarle ese conjunto puesto a nadie más que no fuese él, aunque quizás valdría la pena divertirse un poco a su expensa viendo su rostro avergonzado por un rato más.

– Oh, vamos, Tracey, relájate. No le enseñaría esto a nadie que no fueras tú. Deprisa, aún tenemos que comprarte algo de ropa nueva a ti también.

Habiendo ya con esto terminado sus negocios en esta sección, Daisy arrastró a Tracey de nuevo a la sección masculina, quedándose ella con las bolsas de lo demás mientras le buscaba diferentes conjuntos. Ya que Tracey provenía de un archipiélago tropical, primero le hizo probarse algunas camisetas con diseños alolanos con pantalones cortos. Esos iban muy acordes con su estilo habitual, aunque la rubia pensó que tal vez debería cambiar la usual banda que usaba en su frente por algo diferente.

– ¿Qué tal esto? – dijo mientras cogía algunas gorras y sombreros para que se los probara.

– No lo sé, las gorras son más el estilo de Ash, no mío. – dijo Tracey algo dudoso.

– Hmm, puede que tengas razón. – replicó Daisy, descartando las gorras. En el mundo de la moda había algunas reglas tácitas que a ella le gustaba seguir, como no usar lo mismo dos veces, o copiar el estilo de otros.

Fueron probando diferentes estilos uno tras otro. Primero, la rubia hizo que Tracey se pusiera una chaqueta de explorador de color café y un sombrero fedora a juego. Daisy pensó que sólo le faltaría un látigo para completar la imagen de cierto héroe de películas de acción. Después, intentando probar un estilo más elegante, lo metió dentro de un traje de tres piezas blanco, también con un fedora a juego. Cierto video musical le vino a la mente y se preguntó cómo luciría Tracey haciendo esos pasos de baile de "criminal elegante". A ella le gustó, aunque él no se veía convencido, por lo que probaron luego con un esmoquin totalmente negro.

– Wow, pareces todo un agente secreto con licencia para matar. – Daisy hizo un gesto de pistola con el dedo. O quizás incluso "licencia para amar", pensó sin decirlo en voz alta. Si se esforzara, Tracey podría ser todo un rompecorazones. – Te ves increíble.

– Supongo que no está mal, aunque no sé si el negro sea mi color. – dijo Tracey. Daisy lo pensó un poco, y decidió que tenía razón.

– ¿Qué tal si pruebas este saco? – sugirió ella, pasándole uno de color verde oscuro. Pensó que podría ir bien con el tono de su cabello, y efectivamente así fue. – Oh sí, este te queda perfecto.

Se pasaron unos veinte o treinta minutos más observando y probando diferentes estilos. Al final, aunque sólo terminó llevándose dos bolsas con ropa para él (en contraste con las ocho para ella), no quiso echarle más encima para que tuviera que cargar. Hasta él se veía bastante contento luego de que salieron de la tienda.

– Hmm, qué divertido es ir de compras juntos. – dijo Daisy. – ¿Qué hacemos ahora?

– ¿Qué tal si vamos a comer algo? – sugirió él. – Creo que ya nos pasamos la hora del almuerzo.

– Sí, tienes razón. – aceptó ella. – Conozco un buen lugar, ¡vamos!

Ir de compras era divertido, pero también agotador, así que ir a reponer energías con una buena comida parecía la opción más obvia. Por fortuna, ella conocía los mejores restaurantes de toda la ciudad, y tendrían mucho de donde escoger.

Tracey ya estaba acostumbrado a cargarle las bolsas a Daisy cuando iban de compras, así que no fue nada nuevo para él. Esta vez, cómo sólo compraron ropa, la carga fue mucho más ligera, ya que a veces le tocaba llevar paquetes mucho más pesados. El lado positivo era que ella siempre pensaba en él, y trataba de compensarlo comprándole algo también, y esta vez no fue la excepción.

Con todo, le pareció bien tomarse un descanso para ir a comer, y como Daisy ya había pagado todo lo demás, él se ofreció a pagar la comida de ambos. Le dio la impresión de que la rubia eligió un lugar relativamente modesto para no hacerle pagar demasiado, pero él le dijo que no le habría importado pagar un poco más. Daisy insistió en que de todas maneras la comida en ese lugar era muy buena, y fue así como terminaron comiendo en una mesa al aire libre.

– Oye, ¿segura que no quieres algo más? No estoy tan corto de dinero, ¿sabes? – le dijo Tracey, observando que había pedido un almuerzo bastante ligero.

– Estoy bien así. Necesito conservar mi figura, después de todo. – replicó ella.

Tracey tuvo que contener una risita por ese comentario. Él había visto que Misty era capaz de comer mucho y aun así mantenerse delgada, y no creía que fuese diferente para Daisy. Sólo estaba poniendo una excusa porque no quería hacerle gastar de más, aunque realmente apreciaba eso de ella.

En eso, un camión de Casteliaconos se detuvo al otro lado de la calle, y la gente empezó a formarse para comprar. Tracey notó que Daisy lo miraba con mucha tentación, y si era sincero, a él también se le estaban antojando un poco. Quizás no caerían mal como postre ahora que se estaban terminando su almuerzo.

– ¿Quieres que vaya por unos? – le preguntó sin más. Daisy lo miró algo confundida. – Casteliaconos, quiero decir. Aún me queda algo de dinero y puedo pagarlos.

– ¿Seguro? – preguntó ella.

– No te preocupes por las calorías. Uno solo no afectará tu figura negativamente. – le aseguró él.

Eso pareció convencerla, así que una vez que ella le dio su aprobación, Tracey se fue a formarse frente al camión, detrás de varios niños que se habían amontonado frente a él. No tenía prisa, así que aguardó pacientemente su turno durante varios minutos.

Sin embargo, una vez que pagó y se disponía a volver, se percató de que Daisy se había puesto de pie en su mesa, y había un sujeto que parecía estar hostigándola. Desde esa distancia Tracey no pudo escuchar lo que decían, pero en cuanto Daisy le dio una bofetada al tipo y éste quiso responderle agarrándola de las muñecas, su cuerpo se puso en automático y sin pensarlo dos veces cruzó la calle a toda prisa, interponiéndose entre los dos para separarlos.

– ¡Tracey! – exclamó Daisy.

– ¡Hey! ¿Qué crees que haces? – le dijo el tipo. Al verlo más de cerca, notó que tenía pintas de modelo o actor, con su pelo azul-púrpura bien peinado y largo que le caía debajo de los hombros, y cara de niño bonito enmarcada con unas gafas de montura delgada junto con su ropa de marca. Sin embargo, su expresión arrogante le restaría muchos puntos en atractivo, y de por sí ya le daba una mala vibra.

– Eso debería preguntarlo yo. – dijo el observador en tono desafiante. – Daisy, ¿te hizo algo este tipo?

– Ja, por supuesto que no. Sólo la estaba invitando a que pasáramos un buen rato. – replicó el niño bonito.

– Y yo te dije que no, Rowil. No menos de unas veinte veces la última vez que conté. – respondió la rubia, antes de agarrarse con fuerza del brazo de Tracey. – Además, ¿no ves que ya tengo compañía?

– Ah, vamos, ¿prefieres pasarla con este simplón en lugar de conmigo? – dijo con desdén el sujeto, cuyo nombre al parecer era Rowil.

Tracey notó que Daisy se estaba enfadando más, aunque a él no le importaba en absoluto lo que dijera este tipo. Sin embargo, ya estaban empezando a atraer miradas de los transeúntes y si no la cortaba de raíz, la situación podría escalarse muy rápido.

– ¿Por qué no arreglamos esto como hombres maduros? – dijo Tracey, sacando una de sus Pokébolas y activándola para enfatizar su punto. – No aquí, sino donde haya más espacio para que podamos pelear sin causar disturbios.

– Oh, ¿eso es un desafío? – Rowil sacó una propia. – Te vas a arrepentir de tus palabras, muchachito.

Afortunadamente, Tracey había visto un campo de batallas público no muy lejos de allí cuando pasaron, y se fueron hacia allá, cada uno asumiendo su posición en un extremo. Daisy le dijo que no era necesario, y que ella podría manejarlo, pero Tracey insistió al haber sido quien emitió el desafío.

– En ese caso, más te vale que le des una paliza. – le advirtió la rubia. – Quedaré muy mal si mi chico no defiende mi honor.

– No te preocupes, le voy a enseñar una buena lección. – dijo Tracey, ignorando momentáneamente esa parte de "mi chico" que dijo Daisy, aunque en realidad le gustara cómo sonaba eso. Acto seguido, se volteó hacia su oponente. – De acuerdo, podemos empezar. ¿Quieres poner las reglas, o lo hago yo?

– Ja, para que veas que soy piadoso, decide tú las reglas, muchachito. No cambiará nada de todos modos, porque te voy a aplastar. – replicó Rowil muy confiado. Tracey trató de no sonreír, pensando en lo que le esperaba.

– Sólo tengo tres Pokémon conmigo, así que ¿tres contra tres te parece bien?

– Por mí excelente, igual sólo necesitaré uno. – El sujeto cogió su primera Pokébola, la misma que había activado antes. – ¡Ve por él!

La bola se abrió en el aire y la luz que salió de ella se materializó en un enorme oso marrón con un aro amarillo en el estómago y el hocico del mismo color. Un Ursaring, y a primera vista Tracey pudo estimar que tendría un veinte por ciento más de masa corporal que el promedio, lo que lo haría más intimidante para cualquiera. Pero no para él, ya que el tamaño no lo era todo.

– ¡Venomoth, yo te elijo!

La polilla venenosa salió de su propia Pokébola y empezó a flotar encima de ellos. Al no haber réferi dirigiendo el combate, el acosador de Daisy decidió tomar la iniciativa y atacar primero.

– ¡Esto será pan comido! ¡Ursaring, rebánalo con Filo de Roca!

El oso rabioso rugió y clavó sus enormes zarpas en el suelo, haciendo surgir unos pilares de roca filosa que empezaron a disparar fragmentos hacia Venomoth, como un par de cañones antiaéreos. Sin duda sería un ataque muy doloroso… si llegara a acertar.

– ¡Doble Equipo!

La orden de Tracey no vino ni un segundo tarde, y Venomoth desapareció en un borrón para reaparecer dividido en dos. Luego cuatro, ocho, y así sucesivamente duplicándose a sí mismo por todo el lugar. Los trozos de roca filosa pasaron a través de uno de los múltiples Venomoths haciéndolo desaparecer, pero ya el verdadero no estaba allí. Y ahora tanto Ursaring como su entrenador miraban a todas las polillas a su alrededor intentando identificar al verdadero, que apenas era visible por milésimas de segundo como un borrón al moverse entre sus clones falsos.

– ¡No seas cobarde, deja de esconderte! ¡Ursaring, usa cuchillada y rebánalos a todos!

Ursaring levantó sus zarpas y extendió unas enormes y afiladas garras, antes de cargar contra la multitud de Venomoths. Tracey tuvo que reconocerlo; se movía bastante rápido para su tamaño, pero no era rival para Venomoth moviéndose entre sus clones, y aunque lograra eliminar algunos, más de ellos continuaban apareciendo.

Finalmente, Tracey decidió que ya había mareado a su oponente lo suficiente, así que era hora de comenzar la ofensiva.

– ¡As Aéreo! ¡Golpéalo en los hombros y rodillas!

Los clones comenzaron a moverse hacia Ursaring como un enjambre, haciéndole aún más difícil anticiparse al ataque del verdadero. Tal como le dijo Tracey, Venomoth se aprovechó para escabullirse y empezó a golpearlo desde varios lados, concentrándose particularmente en sus hombros y rodillas. La polilla se movía rápido y aunque el oso agitaba furiosamente sus brazos tratando de atraparla, sus esfuerzos eran inútiles.

Finalmente, tras un feroz asalto de Ases Aéreos un golpe de suerte de Cuchillada alejó a Venomoth, y al hacerlo todos sus clones desaparecieron, dejándolo expuesto. El acosador sonrió ampliamente.

– ¡Ahora sí podemos verte! ¡Filo de Roca, y esta vez no falles!

El oso rugió de nuevo y se dispuso a preparar su ataque de nuevo, pero entonces, sin avisar, de repente se resintió, cayendo sobre una de sus rodillas y empezando a gruñir de dolor. Y no sólo eso, sino que su brazo izquierdo colgaba flácido y parecía no poder moverlo.

– ¡Oye, ¿qué te pasa, Ursaring?! – exclamó Rowil, antes de voltear hacia Tracey. – ¡¿Qué diablos hiciste?!

– Los Ursarings tienen puntos muy sensibles en los hombros y rodillas, ¿sabes? – dijo Tracey con una gran sonrisa. – Un golpe bien conectado puede dislocar la articulación del brazo izquierdo. ¡Venomoth, Somnífero!

Venomoth comenzó a volar en círculos alrededor de Ursaring, liberando una nube de polvo azulado encima del ahora indefenso Ursaring. Al parecer intentó taparse la nariz con su brazo bueno para evitar respirarlo, pero fue demasiado tarde, empezó a tambalearse y en pocos segundos se desplomó sobre el campo, empezando a roncar sonoramente.

– ¡Ursaring! – gritó el acosador. Era tiempo de ir por el golpe de gracia.

– ¡Comesueños! – exclamó Tracey.

Los ojos de Venomoth destellaron de rojo, y de su boca empezó a brotar una especie de neblina púrpura, que flotó ondeando hacia el roncante Ursaring antes de empezar a envolverlo por completo. Sin despertarse, Ursaring empezó a gruñir mientras su energía era drenada y tragada por Venomoth

– ¡Despierta, maldita sea! ¡Levántate! – gritaba Rowil, pero no servía de nada. Ursaring se retorcía y gruñía, pero no podía hacer absolutamente nada mientras Venomoth iba succionando su energía.

Después de un par de minutos, el hilo de energía se agotó, y Ursaring se quedó con los brazos y piernas desparramados en el suelo, con la lengua afuera y sus ojos con las luces totalmente apagadas.

– ¿Oh? A menos que me equivoque, ese Ursaring ya no se ve en condiciones de pelear, ¿verdad, Rowil? – dijo Daisy burlonamente, poniendo un acento de chica fresa.

– Grr… ¡regresa! – gritó el aludido, retornando al oso derrotado y cogiendo una segunda Pokébola. Tracey vio que era una Ultra Bola, y sin tardanza la arrojó hacia el campo. – ¡Enséñale quién manda, Hydreigon!

El dragón oscuro de tres cabezas apareció sobre el campo y empezó a levitar. Tracey evaluó a Venomoth por un momento. Aunque seguía en plena condición para seguir peleando, no quiso quitarle a sus otros Pokémon la oportunidad de hacer algo de ejercicio, así que decidió retornarlo. De todas maneras, acababa de mostrar que todo el entrenamiento que habían hecho para no quedarse atrás tras ver a Ash en el campeonato mundial había dado sus frutos.

– ¡Venomoth, regresa! – El rayo rojo retrajo a Venomoth, y Tracey inmediatamente cambió de Pokébola. – Buen trabajo, compañero. ¡Marill, es tu turno!

La pequeña ratoncita acuática apareció y empezó a saltar alegremente sobre su cola. Al verla, el acosador le echó una mirada de shock, y luego estalló en carcajadas desenfrenadas.

– ¡Jajajajajajaja! ¡¿Un Marill, hablas en serio?! ¡No te burles de mí, muchachito!

– No subestimes a mi pequeña, o lo vas a lamentar. – replicó Tracey.

– Bueno, en ese caso lo haremos rápido para que no sufra mucho. ¡Pulso Dragón!

La orden de Rowil sorprendió ligeramente a Tracey. Las tres cabezas del dragón inhalaron antes de lanzar cada una un chorro de llamas púrpuras, que se juntaron para formar una gigantesca cabeza de dragón que voló hacia Marill, explotando con gran fuerza y levantando una gigantesca nube de humo. Un ataque verdaderamente impresionante, y que seguramente causaría mucho daño.

Excepto por un minúsculo e insignificante detallito.

– ¡Ja! ¿Qué te pareció eso, muchachito? – se jactó el acosador. Pero su sonrisa no tardó en desvanecerse cuando el humo se disipó y vio el resultado. – ¿Eh?

El ataque había dejado un gran cráter alrededor de Marill, que estaba totalmente ilesa en el medio y sonreía con desafío. Tracey tuvo que contener el impulso de llevarse la mano a la frente luego del error tan estúpido que acababa de cometer su oponente.

– ¿Pero qué…?

– Perdona, ¿no sabías que Marill es tipo Hada secundario? – preguntó Tracey.

– ¿Hada…? ¡Diablos, cómo pude olvidarlo! ¡Bueno, eso no importa! ¡Hydreigon, usa Tri-Ataque!

Las tres cabezas volvieron a aspirar, esta vez iniciando acumulaciones de energía, roja, amarilla y azul, antes de lanzar los tres rayos elementales hacia Marill. Tracey por supuesto ya estaba preparado para ello.

– ¡Marill, dispara Hidrobomba hacia el suelo!

Marill apuntó su chorro de agua hacia abajo, haciendo uso de la vieja ley de acción y reacción para evadir los rayos elementales que impactaron debajo de ella sin causar ningún daño. El chorro fue tan potente que la elevó incluso por encima de Hydreigon, cuyas tres cabezas rápidamente se enfocaron en ella.

– ¡Rebote!

Marill retrajo sus extremidades literalmente haciéndose bolita, y descendió sobre el suelo empezando a rebotar, mientras Hydreigon seguía disparando rayos elementales tratando de acertarle sin mucho éxito. La ratoncita azul comenzó a aumentar su altura con cada rebote cada vez que esquivaba un rayo, hasta que se elevó lo suficiente para dejarse caer encima del dragón tricéfalo con fuerza, haciendo que se estampara en el suelo.

– ¡Viento Helado! – gritó Tracey. – ¡Apunta a sus cuellos y las alas!

Marill dejó de rebotar y al instante procedió a aspirar profundamente, antes de soplar una ligera corriente helada. Ligera en el sentido de que no abarcaba un área muy amplia, pero la soplaba con la fuerza de una manguera de bomberos, haciendo que empezara a aparecer escarcha encima de Hydreigon, que comenzaba a gruñir al sentir el frío.

De hecho, igual que pasó con Venomoth, Marill enfocó su ataque en los cuellos que sujetaban las tres cabezas del dragón, formando con la escarcha lo que casi podrían describirse como collares ortopédicos que les iban a dificultar moverse, al grado que no podía girarse para apuntarle. Y cuando intentó elevarse agitando las alas, una corriente del viento helado se la inmovilizó directo en su articulación, impidiéndole agitarla para poder despegar.

– ¡Hydreigon! – gritó Rowil, empezando a desesperarse. Pero Tracey no tenía intenciones de dejarle ni un respiro, así que de inmediato dio la orden final para liquidarlo.

– ¡Juego Rudo!

Marill dejó de soplar, y sin tardanza pegó un salto hacia el indefenso Hydreigon. Al instante se levantó entre ambos una espesa nube de humo blanco, de la cual salieron volando estrellitas y chispas como en las caricaturas, mientras sólo se escuchaban gruñidos y gritos de los dos Pokémon en medio de la refriega. Esta duró tal vez uno o dos minutos, y finalmente Marill saltó fuera de la nube, dejando que se disipara.

Al asentarse, Hydreigon yacía con manchas de moratones por todos lados, producto de ser masacrado despiadadamente por el Juego Rudo de Marill. Apenas podía emitir quejidos patéticos, sin poder levantarse.

– Oh, con eso son dos fuera. – se rio Daisy. – ¡Sólo falta uno, sólo falta uno!

Rowil esta vez no dijo nada, y regresó a su Hydreigon sin más. Estaba claramente apretando los dientes y luchando por contener su rabia. Eso era bueno para él: mantener la calma mientras el oponente perdía los estribos siempre había sido su forma de lidiar con oponentes mucho más fuertes que él.

– ¿Y bien? ¿Te das por vencido o todavía quieres otra ronda? – preguntó Tracey, intentando no sonar demasiado burlón. Descontrolar al oponente era bueno, pero sabía que no debía abusar de ello.

– Sólo estaba calentando. – Rowil guardó la Ultra Bola de Hydreigon y sacó su tercera, que era una Bola Pesada. – Con esto será más que suficiente. ¡Acaba con ellos!

La bola se abrió dejando caer una masa rocosa pesada con cuernos en forma de taladro y placas de armadura roja, que Tracey reconoció al instante como un Rhyperior. Un Pokémon capaz de golpear con la fuerza un tanque y capaz de soportar castigo igual.

Nada que su Scyther no pudiera manejar. Con eso en mente, retornó a Marill y tras felicitarla por un trabajo bien hecho, envió a su tercer Pokémon al campo de batalla. Rowil inmediatamente volvió a estallar en carcajadas.

– ¡¿Hablas en serio?! ¡¿Estás enviando a un Scyther viejo y desgastado?!

– Viejo quizás, pero desgastado, ni soñarlo. – replicó Tracey. – ¡Danza de Espadas!

El insecto verde extendió sus brazos de cuchilla, que emitieron brillos al afilarse para incrementar su poder cortante.

– ¡Si así es como lo quieres! ¡Rhyperior, acábalo con Explosión de Rocas!

Rhyperior abrió su boca y empezó a escupir rocas hacia Scyther. Tracey respondió de inmediato con un combo de aproximamiento.

– ¡Doble Equipo y Cuchillada!

Scyther empezó por dividirse en clones para evadir el ataque inicial, y usar su ataque de Cuchillada para devolver los proyectiles de roca contra su enemigo. Por sí solos no causaban mucho daño, pero estaba apuntándolos directamente hacia la cara de Rhyperior para desorientarlo, obligándolo a cubrirse el rostro. La mantis pasó zumbando junto a él y tomó distancia a sus espaldas, preparando el siguiente ataque.

Que Tracey decidió liquidarlo de un solo golpe.

– ¡Abrecaminos!

Scyther se envolvió en un aura de color verde y comenzó a descender describiendo un patrón en zigzag mientras canalizaba la energía hacia las cuchillas de sus brazos, colocándolos en posición cruzada. Antes que Rowil o Rhyperior pudieran hacer nada, pasó atravesándolo y por espacio de un segundo hubo un destello de corte en donde se encontraba el Pokémon Roca y Tierra.

Scyther aterrizó de espaldas y se arrodilló colocando sus brazos de cuchilla en posición cruzada. Esperaron por unos segundos… y una herida de corte apareció en el torso de Rhyperior, haciendo que se desplomara sobre su panza, y dejando a Rowil totalmente perplejo. Parecía que luchaba por no caerse de rodillas, ya que las piernas le temblaban y amenazaban con desplomarse.

– No… no es posible. ¿C-cómo…?

– Es muy simple, la verdad. – dijo Tracey. – Rhyperior es un Pokémon tipo Roca y Tierra, lo que lo hace débil a los ataques tipo Hierba, como Abrecaminos en este caso. Y mi Scyther tiene la habilidad Técnico, que duplica el poder de ciertos ataques específicos. Asumo que tu Rhyperior no tiene la habilidad Roca Sólida, porque si no, probablemente debería haber podido soportar ese único ataque.

– ¡Oh, cómo me encanta tu inteligencia, Tracey! – dijo Daisy, gritando como una fangirl loca frente a su celebridad favorita. – Muy diferente de OTRAS personas aquí presentes.

Rowil murmuró algo ininteligible, pero parecía seguir teniendo ganas de más. Tracey, que ya se estaba hartando un poco, cogió las Pokébolas de Marill y Venomoth nuevamente y los dejó salir, para que se agruparan con su compañero listos para la batalla.

– Si quieres más, mis Pokémon todavía pueden seguir un par de rondas. – le advirtió. – Pero me sentiría mal por seguirte humillando todavía más. Así que si yo fuera tú, mejor me iría.

El acosador apretó los dientes y los puños, pero finalmente decidió retornar a su Pokémon caído, se dio la vuelta y se marchó. Quizás ya no tenía más Pokémon para seguir peleando, o al ver de lo que eran capaces los de Tracey decidió que era mejor cortar por lo sano y no buscar más problemas.

Una vez que desapareció de la vista, Tracey suspiró aliviado, por fin ya había terminado. Daisy se acercó y le agarró el brazo mientras se le arrimaba muy sugestivamente.

– Ese es mi chico. ¡Qué galante estuviste, en serio! ¡Le diste una paliza total!

– No fue nada. – dijo Tracey con modestia. – Pero en fin, ¿quién era ese? Parecía conocerte, ¿o me equivoco?

– Uff… solía ser mi coestrella en una de mis películas, pero lo corrieron de la filmación. – explicó Daisy. – Siempre llegaba tarde, se portaba mal con el staff, y andaba acosando y tratando de ligar con todas las mujeres del set, incluyéndome a mí.

– Vaya, suena realmente despreciable. – dijo Tracey.

– Eso es quedarse corto. Cree que por ser guapo y tener dinero puede hacer lo que le venga en gana. No señor, conmigo no, seré rubia pero no soy tonta. – dijo Daisy.

Tracey no pudo evitar sonreír a ese comentario. Él sabía que Daisy era una chica amable y considerada una vez que la conocías, y su fachada de rubia tontita y superficial servía para darles a pretendientes indeseados una falsa imagen para que se llevaran una desagradable sorpresa. Pero al parecer, no había dado resultado del todo con Rowil, si vino a hostigarla ahora.

– Además, a mí me gustan los chicos amables, sensibles e inteligentes. Y no hay muchos por aquí con todas esas características.

El observador se sintió sonrojar de nuevo. La rubia ciertamente sabía cómo presionarle sus botones cuando quería hacerlo, pero mentiría si dijera que eso no le gustaba.

– Bueno, mejor alejémonos de aquí. Todavía tenemos todo el día por delante para continuar nuestra cita. ¡Tenemos mucho por hacer!

Y sin decir más, lo jaló del brazo, sin darle tiempo de regresar a sus Pokémon, que tuvieron que ir tras ellos. Tracey ni siquiera intentó oponer resistencia, porque cuando Daisy lo arrastraba para ir a donde fuera, no habría forma de escapar. No que él quisiera hacerlo de todos modos.


Al anochecer…

Había sido un día bastante largo, y Tracey estaba por demás exhausto. Pero aun así, no podía negar que se había divertido mucho, y pasado un muy buen rato con Daisy. El día se había pasado volando sin que se diera cuenta, y era una pena que ya se hubiese acabado. Después de todo, él tendría que irse al día siguiente.

No había planeado quedarse la noche en el Gimnasio Cerulean. A decir verdad, le preocupaba un poco que… algo pudiese pasar estando los dos totalmente solos.

– Hmm… ya no doy más, necesito darme un baño. – dijo Daisy estirando sus brazos. – Perdona, Tracey, ¿me puedes esperar un rato? Te prepararé el cuarto de huéspedes cuando termine de bañarme.

– Tómate tu tiempo. – dijo Tracey sentándose en el sofá curvo de la sala de estar, y dejando de lado todas las bolsas de compras. – Yo también necesito descansar un poco.

– No se te ocurra espiarme, ¿eh, chico travieso?

El observador por poco se fue de espaldas ante el comentario. Él volteó a verla con la cara roja y empezó a tartamudear mientras ella se reía, y desaparecía tras la puerta que llevaba hacia el baño. En serio, qué chica. Era muy linda, pero a veces le costaba entenderla.

Tracey se sentó en el sofá. Quería encender la televisión, pero no encontró el control remoto, y estaba tan cansado que no tenía ganas de ponerse de pie para encenderlo manualmente, así que simplemente se recostó en el sofá quitándose sus zapatos. Mientras miraba al techo, pensó que quizás debería preguntarle a Daisy si podía ducharse cuando ella saliera…

En ese momento, pudo escuchar el sonido del agua empezando a correr, y no pudo evitar pensar por un momento en lo que sucedía allí dentro. Se imaginó la silueta de Daisy detrás de la cortina, mientras el agua caía sobre el cuerpo de ella. Estaría frotándose el champú en su larga cabellera, y luego el jabón por todo su cuerpo…

– "Diablos, Tracey, ¿cómo puedes pensar en eso?" – dijo sacudiendo la cabeza, tratando de sacudirse esos "pensamientos impuros".

Siendo sincero, en este punto bien podía echarle a ella la culpa. Después de todo, parecía que todo el día había estado tratando de tentarlo a propósito. Primero con el traje de baño mientras limpiaban la piscina. Luego cuando fueron de compras, usando todos esos atuendos provocativos y especialmente en la tienda de lencería. Incluso cuando fueron a comer, pareció no poder resistirse a limpiarle la mancha de la mejilla de esa manera tan sugestiva.

– "Ella… no querrá de verdad que yo la espíe, ¿verdad? No, si así fuera, tal vez habría dicho de frente que querría que nos ducháramos juntos o algo." – se dijo a sí mismo. – "No es como que yo fuese a aceptarlo, claro… o tal vez… ¡no, desde luego que no!"

¿Qué diablos le pasaba? Es decir, el hecho de saber que estaba totalmente a solas con una chica muy hermosa, y que dicha chica estaba a muy poca distancia de él, duchándose, era natural que le vinieran a la mente ideas muy raras. Después de todo, se sentía atraído a Daisy, pero eso no era excusa para verla de esa manera.

A ella le gustaba jugar y aprovecharse de su belleza y encantos para jugar bromas. No era posible que ella se sintiera atraída a alguien como él… aunque lo hubiese invitado a salir en citas. Algo que no hacía con otros hombres, admitiéndolo, pero… bueno, tal vez si significaba algo. Pero seguramente ella no llegaría a tanto. Si quería algo con él, no saltaría a… eso tan rápido, ¿verdad?

– "Diablos, ¿por qué le doy tantas vueltas a esto?"

Miró hacia la puerta del baño. El ruido del agua corriendo en la ducha había cesado. Daisy seguramente se habría tendido a descansar en la bañera. Y de nuevo, el chico no pudo evitar imaginársela, con el cuerpo desnudo hundido en el agua, y tal vez incluso alzando las piernas… esas largas y bien formadas piernas suyas.

– "Diablos, ahora no me puedo sacar esa imagen de la cabeza… ¡ah, ya sé!" – Si no podía sacársela, podría censurarla. – "Traje de baño, traje de baño…"

Si, podía imaginarse que llevaba el traje de baño, el mismo que utilizó esta mañana cuando estaban limpiando. Así ya no estaría desnuda… y de alguna manera eso sólo hizo que la imagen se sintiera aún más erótica en su cabeza. ¿Cómo podía estar teniendo esa clase de pensamientos?

Daisy era… era una chica hermosa, alegre, y aunque a veces podría parecer vanidosa y superficial, en realidad era de buen corazón y siempre se esforzaba por cuidar de su familia al ser la hermana mayor. Sin mencionar que era muy apasionada con su trabajo como actriz y modelo, algo que Tracey admiraba siempre que veía sus actuaciones.

Ella no sería el tipo de mujer que se le insinuaría a un hombre si no estuviera genuinamente interesada en él. Lo cual era decir mucho porque pretendientes no le faltaban, y él lo sabía muy bien. Sin embargo… incluso si ella quisiera, no estaría bien violar su espacio privado de esa manera, por muy tentador que pareciera.

*¡CLICK!*

– ¿Eh? ¿Qué…? – El ruido del interruptor apagando las luces descarriló su tren de pensamiento. Miró a todos lados y fue entonces que se percató de que Daisy había salido ya del baño.

De nuevo el chico se quedó congelado al verla. Llevaba puesta sólo una bata de baño rosa, tan corta que dejaba sus piernas totalmente al descubierto, y el escote muy abierto evidenciando que no llevaba nada más debajo de ella. Sin embargo, lo provocativo de dicha imagen se vio opacado cuando los ojos del observador se detuvieron en el rostro de la rubia.

A pesar de que las luces estaban apagadas, con lo poco que se filtraba pudo vislumbrar que los ojos de Daisy parecían estar a punto de llorar. Tracey la había visto muchas veces haciendo lágrimas de Krookodile, así que pudo darse cuenta que esta vez no era fingido. Su expresión se veía genuinamente triste, pero ¿por qué iba a estarlo?

– ¿Daisy? – preguntó una vez que recuperó la voz.

– Idiota… – murmuró ella. Su voz sonaba ligeramente quebrada. – ¿Por qué?

– ¿Qué cosa? – dijo él confundido. Daisy apretó un puño y volvió a hablar.

– ¿Por qué ni siquiera lo intentaste? – le dijo. – No me habría enfadado contigo si me espiabas sólo un poco.

– ¿Eh? ¿Qué dijiste? – El observador se quedó pasmado. ¡¿Le estaba diciendo que quería que la espiara?!

– ¿Por qué no lo hiciste? – volvió a insistir ella. – ¿Es que… no te gusto?

– ¡C-claro que me gustas! – exclamó él por puro reflejo. Luego una parte de él quiso retractarse, pero ya era muy tarde. Y de todos modos no estaba mintiendo.

– Entonces ¿por qué nunca captas mis indirectas? Esta mañana, cuando limpiamos la piscina, cuando salimos de compras, y ahora… ¿es que no te das cuenta?

– ¿Darme cuenta de qué? – preguntó él. Y se dio cuenta que fue una estupidez, porque la respuesta a eso era muy obvia. Tan obvia que él mismo se había negado a verla, aunque la tenía justo en frente de sus narices.

Daisy forzó una sonrisa. Parecía que lo estaba haciendo para evitar ponerse a llorar. El corazón de Tracey se sobrecogió al verla así. No le gustaba ni un poco.

– ¿Sabes cuál es una de las cosas que más me gusta de ti? – le preguntó ella. – Que a pesar de que eres un chico muy dulce y amable, no eres tan inocente como aparentas. Así que pensé, ¿por qué no provocarte un poco, para ver si finalmente te animabas a algo serio?

– ¿Algo serio? ¿Quieres decir…?

– Quiero decir… que estoy enamorada de ti. Que realmente quiero… quiero que tengamos algo más. Salir en citas, pasar tiempo y divertirnos, incluso hacer labores de limpieza juntos, me gusta todo eso, pero… pero ya no me basta. ¡Quiero algo más contigo! ¡Te quiero a ti!

En ese punto ella ya no pudo más. La sonrisa forzada se quebró, y las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, rodando por sus mejillas y luego manchando la alfombra en el suelo. Ni siquiera en sus mejores actuaciones, donde tenía que pedir que le pusieran lágrimas artificiales para poder llorar, podrían haberse comparado a esto. El corazón de Tracey se derritió, incapaz de comprender por qué esta chica estaba literalmente derramando sus sentimientos por él de esa forma.

– Perdóname… no quería incomodarte. – dijo intentando limpiarse las lágrimas entre sollozos. – Es sólo que… tenía miedo. En mi trabajo, es muy fácil darme cuenta cuando un hombre me ve atractiva. Pero no quiero a alguien que sólo me busque por mi apariencia. Quiero alguien que sepa cómo soy realmente, y que me ame de esa forma. Nunca… nunca he sentido esto por nadie más, así que no sabía qué hacer. No sabía cómo hacer que te fijaras en mí…

Ahora todo empezaba a cobrar sentido. De eso se trataba. Tracey conocía a Daisy lo suficiente como para saber que, si halagaba a alguien por cualquier cosa, lo hacía con total sinceridad. Ella siempre lo hacía con él, diciéndole que era lindo, amable, y servicial, y eso realmente lo apreciaba. Siempre supo que tal vez ella gustaba un poco de él, pero ¿de ahí a que sus sentimientos por él fuesen tan profundos? Eso no lo vio venir.

Con esta revelación, sin embargo, el joven nativo de las Islas Naranja supo lo que tenía que hacer, y lo que tenía que decir. Respiró profundamente y, mientras ella continuaba sollozando, se le acercó y la rodeó con sus brazos.

– Lo siento. – dijo él. – Yo también debí hacerlo mejor. Debí haberte dicho algo. Quizás… es que pensé que alguien como tú no podría enamorarse de alguien como yo.

– Tonto, ¿qué cosas dices? – dijo ella, correspondiéndole su abrazo. – ¿Cómo voy a dejar escapar a tan buen partido? Además… no hay nadie en quien pudiera confiar más.

Esas palabras le hicieron recordar algo. Si realmente ella confiaba tanto en él, tal vez ahora sería un buen momento para hacerle una confesión. Una confesión muy importante.

– Acerca de eso… hay algo que creo que debo decirte. – dijo algo nervioso. – Por favor, no te vayas a enfadar conmigo.

– ¿Enfadarme? – preguntó ella confundida. – ¿Por qué iba a hacerlo?

– Yo… accidentalmente descubrí uno de tus secretos. Ya sabes, esos datos personales que no puedes hacer públicos de ninguna manera.

– ¿De qué hablas…? – inquirió Daisy, muy intrigada. Tracey tragó saliva antes de decirlo. Ya no habría vuelta atrás

– 87-59-90. Esas son tus medidas de busto, cintura y caderas, ¿no? – le dijo finalmente. Pudo ver que el rostro de la chica se sobresaltaba momentáneamente, para luego adoptar una expresión ligeramente suspicaz, y luego sonreír ligeramente.

– De hecho, fallaste por medio centímetro en mi busto. – le dijo. – Aun así, me sorprende que hayas hecho una estimación tan exacta, ¿cómo lo supiste?

– Observador Pokémon, ¿recuerdas? – dijo él simplemente. – Aprendí a calcular el tamaño y peso de los Pokémon en lo salvaje, y de hecho también puedo hacerlo con humanos… aunque casi nunca lo hago por razones obvias.

– Hmm… ¿alguna vez le has calculado las medidas a alguna chica aparte de mí?

– Eh… – Tracey se rio nervioso. No tenía sentido mentirle. – Bueno… supongo que a las que dibujé. Digo, ya has visto mi libreta de dibujos, ¿no? Tengo que saber sus medidas para dibujarlas a escala correcta, igual que a los Pokémon.

Daisy lo miró ligeramente enfurruñada, pero pareció tomarle la palabra tras unos segundos. Eso fue un alivio, y también parecía que por fin se le había pasado ese llanto de antes. Ya estaba volviendo a la normalidad.

– Bueno, ¿puedo confiar en que no se lo dirás a nadie? – dijo finamente. – Sólo mis hermanas, y las encargadas de mi vestuario donde trabajo conocen esa información. Pero deberías sentirte honrado, tú eres el único hombre que conoce mis medidas exactas.

– Mis labios están sellados. – dijo él. Era un honor que él estaba dispuesto a aceptar y mantener con mucho gusto.

Los dos permanecieron en silencio por un rato. Ese pequeño intercambio sirvió para disipar la atmósfera tensa que había antes, al grado que incluso pareció olvidarse de lo cerca que estaban. ¿Debería preocuparse por estar tan cómodo abrazándola, mientras ella sólo llevaba puesta esa bata tan corta?

– Entonces… ¿qué sucede ahora? – preguntó Daisy.

– Bueno… si hay algo que pueda hacer por ti. – respondió Tracey. – Lo que sea, para que ya no llores más. No me gusta verte así.

Haría cualquier cosa para traer de vuelta a la Daisy alegre y risueña de la cual se enamoró. No quería verla triste, y menos si era por su culpa. Quería ver esa sonrisa radiante que tanto amaba. Daisy por su parte, sólo tuvo una palabra que decirle.

– Bésame.

El observador, aunque lo vio venir, sintió que los nervios empezaban a regresar. Si ella apreciaba su sinceridad, mejor seguir haciendo uso de ella y decirle cómo se sentía.

– Hmm… bueno, yo nunca he besado a nadie antes. No en los labios. – le confesó.

– Eso está bien. Tampoco yo.

– ¿De qué hablas? – dijo él. – ¿No te has dado besos ya en algunas películas?

– Esos no cuentan. – replicó la rubia, un poco molesta. – En mi contrato estipulé que siempre usaría adhesivo en los labios cuando grababa esas escenas. ¿En serio crees que iba a entregar mi primer beso de esa forma?

Tracey quiso darse un golpe. Por supuesto, eso tenía sentido. Las hermanas Waterflower eran unas románticas empedernidas, y ninguna de ellas tomaría a la ligera algo tan serio como el primer beso. Sin embargo, escuchar eso ayudó a tranquilizarlo un poco. El saber que ambos le darían su primer beso al otro terminó de disipar cualquier duda remanente. Ya no había más nada.

– Bésame… y no me dejes ir.

Igual que nunca fue capaz de negarle nada, esta vez no fue la excepción. Al ver cómo ella cerraba los ojos y acercaba sus labios con anticipación, él hizo lo propio. En ese momento, los nervios, las dudas, los temores, todo eso había dejado de existir. Sólo estaban ellos, con sus sentimientos haciendo latir sus corazones a mil por hora, sin poder detenerse.

Ese primer beso de ambos sellaba el comienzo de una nueva etapa para ambos. El primero de muchos recuerdos preciosos que compartirían juntos. Ya no más como simples amigos o conocidos sino como amantes de verdad.

Después de besarse, se separaron para mirarse de nuevo. La mente del observador se quedó totalmente en blanco, no podía pensar en otra cosa que no fuera la chica que estaba frente a él.

Y entonces, sin más, Daisy lo empujó hacia el sofá donde había estado sentado unos minutos antes, para luego ponerse encima de él. A Tracey no se le escapó que la rubia había puesto sus brazos de tal manera que sujetaban los de él de tal forma que sería difícil soltarlos.

– Eh… ¿Daisy? ¿Q-qué estás haciendo…?

– ¿Tú qué crees, chico travieso? – respondió ella en tono pícaro. – Después de todo lo que te dije, ¿crees que estaría contenta con sólo un beso?

Tracey tragó saliva, intentando disimular sus nervios que ahora volvían a toda potencia.

– Bueno… supongo que no. Pero…

– ¿Pero? – repitió la chica burlonamente. – Dijiste que harías lo que fuera por mí. ¿O no me dirás ahora que te quieres retractar?

– No, por supuesto que no. – aseguró Tracey. – Es sólo que… ¿aquí en el sofá, de todos los lugares?

– ¿Qué importa? – dijo Daisy, acercándosele sugestivamente. El observador pudo sentir un poco la humedad en la bata que llevaba puesta, y eso lo puso aún más nervioso. – Estamos solos, sin nadie que nos moleste. Ahora…

*¡CLICK!*

– ¡Sorpresa, estamos de vuelta!

– Tomamos un vuelo antes así que… ¡whoa!

Y justo en ese preciso instante, alguien volvió a encender las luces. Tracey volteó a ver en la dirección de las voces, aunque no fuese necesario para reconocerlas, y fue allí que vio a la segunda y tercera de las Hermanas Sensacionales, ambas con maletas y bolsos de viaje, acabando de entrar a la sala.

– Eh… o sea, ¿estamos interrumpiendo algo? – preguntó Violet.

– Yo creo que es obvio que sí. – respondió Lily. – Hola, Tracey, ¿o puedo llamarte "cuñado"?

Tracey sólo le devolvió el saludo con la mano, sin decir ni una palabra. Naturalmente, ambas hermanas se pusieron bastante rojas, pero no tanto como Daisy cuando Tracey la miró, y esta última no parecía estar roja de vergüenza, sino más bien...

– Eh… Lily, yo creo que es mejor irnos y no molestarlos. – dijo la hermana peliazul dándole codazos a la pelirrosa.

– Cierto, tienes razón. – Lily puso las manos en posición de súplica. – ¡Perdón por interrumpirlos!

Y sin decir más salió corriendo arrastrando sus maletas. Violet la siguió igual, y ambas desaparecieron tras el corredor que llevaba a sus habitaciones. Tracey pudo escuchar que ambas cerraban las puertas con un poco de violencia, y tras unos segundos, Daisy se le quitó de encima, sentándose en el borde del sofá.

La rubia había hinchado las mejillas, evidentemente irritada de que esas dos hubieran llegado y arruinado el momento. Tracey sinceramente no sabía si sentirse aliviado o molesto; una parte de él le habría gustado continuar, pero… no le parecía el mejor lugar.

– En buena hora tenían que llegar esas dos. – dijo Daisy enfurruñada. – ¿Por qué no me avisaron?

– Supongo que querrían sorprenderte. – replicó Tracey. Ella volteó a verlo con los ojos en rendijas. – Oye, no te enfades. El sofá no es el mejor sitio para eso.

– ¿Lo dices porque nos descubrieron?

– En parte… y también porque es un poco estrecho e incómodo. Preferiría… que tuviéramos más espacio para movernos, ya sabes. – admitió por lo bajo el observador.

– Hmm… – La expresión de Daisy cambió a una sonrisa seductora, y se le acercó para susurrarle al oído. – Bueno, en la cama de mi habitación hay espacio suficiente. ¿Quieres ir ahora?

De nuevo, la chica estaba haciendo uso de sus encantos para hacer que él se prendiera. Había estado todo el día haciéndolo y parecía no tener intenciones de parar. Y siendo sincero, Tracey ya sentía que su resistencia a los avances de Daisy estaba agotándose.

¿Debería o no aceptar su oferta esa misma noche?

FIN


Notas del autor:

Hola, gente, ¿cómo han estado? Bien, aquí traigo un nuevo oneshot que escribí para salirme un poco de mi bloqueo de escritor (en parte por estar ocupadísimo con la universidad), aunque esta vez quise darle protagonismo a una de mis parejas secundarias favoritas (en gran parte gracias a los episodios de Crónicas Pokémon). La verdad es que no he encontrado mucho material con Daisy y Tracey como protagonistas, y aunque yo ya los utilicé un par de veces como pareja secundaria a Ash y Misty, tenía algunas ideas rondándome por allí con ellos dos y pensé que debía sacármelas primero. Aunque originalmente tenía otra cosa en mente, era más para algo de cuando fueran pareja oficial, y tras pensarlo un poco decidí que primero debía hacer algo para que se juntaran, así que pueden esperar secuela de este en un futuro cercano.

A pesar de su poca participación, algo que siempre me gustó de Tracey es que, pese a ser un chico amable y servicial, no es tan inocente como aparenta, e igual que Brock sabe apreciar a las chicas hermosas, sólo que es más discreto para expresarlo (como por ejemplo dibujándolas), así que decidí aprovechar ese aspecto suyo aquí. En cuanto a Daisy, si bien le puse una actitud algo similar a Misty en algunos de mis fics, traté de hacerla un poco más agresiva en su coqueteo, aunque para equilibrarlo también busqué mostrarle un lado más vulnerable y sensible durante la escena final, donde le abre su corazón a Tracey para decirle cómo se siente, y demostrarle que de verdad quiere algo serio.

Hablando de la escena final, si a alguien le resulta familiar quizás haya visto el anime Amagami SS, así que admitiré que me basé parcialmente en el episodio final de la ruta de Haruka Morishima para la confesión y el beso. También, si notaron similitudes con Sono Bisque Doll/My Dress Up Darling en la parte donde van de compras, también me inspiré parcialmente en la ocasión donde Gojo y Marin van a comprar sus materiales para el primer cosplay, aunque para la estructura de esa escena y otros detalles como la dinámica entre Daisy y Tracey me basé mayormente en el videojuego Galaxy Angel II: Zettai Ryouiki no Tobira, concretamente en la ruta de Kahlua/Tequila, ya que tenían una vibra muy similar, aunque dudo que mucha gente sepa de él, ya que no salió de Japón y no hay parches de traducción al inglés o español (lo que es una lástima en serio). Y disculpen si los dejé con las ganas de algo más… caliente al final, pero el rating no me dejaría. Quizás me anime a mostrar lo que sucedió después en un futuro. QUIZÁS.

Pero bueno, supongo que me estoy yendo por la tangente, así que hasta aquí lo dejo. Espero que haya sido de su agrado. Como de costumbre, envío agradecimientos especiales a Shadechu Nightray por su input como beta-reader, siempre muy apreciada. ¡Hasta la próxima!