VOLUNTAD SUPERIOR

Wanda Maximoff, era el nombre que no abandonaba sus pensamientos, era el nombre que lo perseguía sin importar el lugar al que fuera, sin importar con que buscara llenar el vacío lleno de incertidumbre que la mujer sokoviana había dejado en su mente con los últimos reportes que había recibido sobre ella.

Sin importar en que pensara, sin importar el sitio al que fuera o al que tratara de conducir su mente, ésta siempre volvía sin más remedio a aquella mujer de cabello castaño y bellas facciones que habían acogido poco después de la caída de Hydra.

Todos sus pensamientos siempre conducían a ella, sin importar cuanto quisiera lo contrario, la única imagen que tomaba el control de su mente mientras volaba a máxima velocidad por los cielos oscuros de Nueva York era en todos los informes que Ultron le había dado sobre Wanda Maximoff, su ataque a la base de los Illuminati y sus crueles muertes a manos de la mujer.

¿Por qué Wanda haría algo así? ¿Por qué atacaría a quiénes le habían dado un hogar en el cual establecerse con sus hijos? No tenía sentido. Los Illuminati habían hecho todo lo posible para darle estabilidad, así que no tenía sentido que los atacara de la forma en la que Ultron le había dicho.

No dejaba de darle vueltas a esas preguntas, no podía dejar de buscar posibles respuestas a todas esas incógnitas que enmascaraban la verdad que se escondía en los propósitos de quién era tanto una heroína comprometida, como una madre amorosa y dedicada.

Su cabeza latía debido al dolor que la apuñalada sin piedad mientras miles de imágenes horridas atormentaban su mente, los vellos de su cuerpo se levantaban sobre su piel nerviosa, escondida debajo de la dureza de su armadura, mientras sus extremidades temblaban con miedo a que todo lo que Ultron le había dicho resultara ser cierto.

Solo podía esperar que todo fuera una exageración, que toda esta pesadilla no fuera más que una muy mala broma por parte de unos estirados en busca de su muy mal y retorcido sentido del humor.

Tenían que estar bien, sus camaradas y amigos tenían que estar bien. Black, María, Charles, Reed…

Peggy.

Sacudiendo su cabeza suavemente, sacó esos pensamientos negativos de su cerebro para enfocarse en su primera tarea en cuestión: llegar a la base de los Illuminati. Todo mientras los asombrados ciudadanos veían con fascinación la estela roja de energía que sus botas dejaban en el cielo, provocando que sobresaliera el bello color del rojo carmesí delante del negro de una lúgubre noche.

Se decidió a no pensar en nada más que hasta que, finalmente, llegó a su destino marcado. Había sido un viaje corto, estaba seguro de eso, su armadura era capaz de romper la barrera del sonido con facilidad, un viaje desde San Francisco no era nada para su tecnología. No obstante, no pudo evitar sentir el trayecto como una eternidad llena de incertidumbre y preocupaciones pululando en su ser.

Un trayecto que pudo dar por concluido cuando vio desde las alturas como la entrada a la base de los Illuminati brillaba por la presencia de múltiples Ultrones tratando de calmar a las fuerzas de la ley de la ciudad, a decenas de periodistas curiosos y a cientos de ciudadanos alrededor, repitiendo una y otra vez que la situación estaba bajo control, que no había nada que ver ahí para ellos.

Una pobre mentira.

Se aseguró de dejar en claro que no estaba aquí para juegos ni para largas o retrasos. No, había viajado desde otro maldito estado para asegurarse de que todo estuviera en orden y no le importaría alterar los pobres intentos de mantener la calma de los civiles por parte de Ultron si con eso lograba corroborar todo lo que había sucedido, esperando que todo esto no fuera más que un error.

Descendiendo a una velocidad moderada, el rugido de sus botas y sus repulsores mirando al suelo hizo que todos los civiles que se encontraban a su alrededor retrocedieran con asombro y curiosidad al volver a ver a quien había sido uno de los más grandes y poderosos héroes del planeta enfundarse una vez más dentro de una de las armaduras que tanto le había servido en el pasado después de un largo retiro.

Finalmente, estando en el nivel del suelo una vez más, la gente lo reconoció y pronunció sus nombres más usados en alto, algunos con una mezcla de admiración y alivio, otros con temor e incertidumbre. Cientos de rostros expresando el espectro de la duda y la preocupación con ojos angustiados, narices mocosas y quijadas temblorosas que, a pesar de todo, no impedían que miles de preguntas volaran por el aire hasta llegar a sus oídos.

– ¡Es Ironman!

Hubo un tiempo en el que anunciar su presencia en voz alta y atestiguar su imponente figura sería un motivo de festejo, uno que elevaba su ego hasta niveles absurdos y que lo hacían sentirse como el rey del mundo, un pensamiento que solo Peggy lograba aplacar.

Sin embargo, esta vez era diferente y podía sentirlo solo con dar una breve mirada a los ojos intimidados de estas personas mientras el casco de su armadura se retraía, aunque no sabría decir con exactitud que era. ¿Tal vez era la gran altura y complexión que le daba su armadura? ¿Quizá era el patrón de colores tan impropio de la mayoría de sus trajes, optando por reemplazar el rojo y dorado con energía celeste en su reactor por un fuerte color negro consumiendo el terreno del carmesí metálico y un intenso rojo fuego en el lugar que una vez ocupó el celeste? ¿O sería solo la dura mirada de determinación y fuerza que enseñaron sus ojos cada vez más dorados gracias al Extremis en su cuerpo?

Sinceramente, no lo sabía y no le importaba.

– Señor Stark, ¿podría responder unas preguntas?

– Señor, se vio a Wanda Maximoff irrumpir violentamente en la base de los Illuminati, ¿qué hará la comunidad heroica ante esta situación?

– ¿Volverán Los Vengadores?

– ¿Es este el fin de los Illuminati?

Ignoró cada una de sus preguntas. Normalmente, le habría gustado detenerse un rato para ser el centro de atención y responder las múltiples preguntas de los periodistas y reporteros. Sin embargo, esta no era una ocasión normal, no mientras el temor afloraba en su mente y recorría su cuerpo, haciendo que su corazón palpitara cada vez más rápido, sin control alguno.

Le habría gustado activar sus botas una vez más y adentrarse rápidamente al edificio para finalmente corroborar todo lo que se le había dicho sobre los Illuminati, pero no haría algo así. Sabía que estando bajo el ojo público, sus acciones eran juzgadas sin importar que tan pequeñas o insignificantes pudieran parecer.

Así que solo caminó con toda la calma que le fue posible, maltratando el suelo con cada paso que daban sus pies dentro de sus pesadas botas, obligando a todos los que se encontraban a su alrededor a retroceder, intimidados por la fuerte presencia de uno de los miembros fundadores de los héroes más poderosos del planeta.

– Ultron, asegúrate de que nadie entre ni salga –. Ordenó con firmeza a su creación desde el marco de la entrada.

– Sí, señor –. Respondió uno de los centinelas tratando de alejar a los reporteros.

Le dio la espalda a todo el mundo, no le interesaba ver a nadie ahora mismo, por lo que se aseguró de que su creación entendiera que no quería interferencias de ningún tipo.

Solo sería él, adentrándose en las fauces de sus nuevos temores, esperando de todo corazón que aquello que viera no resultara ser más que una burda mentira.

Por desgracia, no lo fue.

Sin importar cuanto lo deseara, sin importar cuanto lo anhelara y rezara a los dioses en los que nunca había creído por equivocarse, era imposible huir de la realidad.

Fría fue la sensación que recorrió su columna adentrándose en la sala, amargo fue el sabor en su boca al reconocer el caos que decoraba la sala principal de la base de los Illuminati, húmedas eran las lágrimas que querían abandonar sus ojos al ver ese carnaval de muerte y destrucción, el fatídico destino que había perseguido a estos héroes, y ardiente era el fuego que recorría sus venas y quemaba su corazón devastado al notar esos cabellos castaños que tanto le gustaban derramados en el suelo.

La marca de la muerte lo rodeaba en su avance, los restos de grandes héroes eran la decoración de este demacrado lugar que suplicaba con las voces de los caídos por justicia. Conforme más se adentraba en las fauces de esta horrible oscuridad, más sentía la carencia de humanidad de quien había perpetrado esta masacre.

Podía verlos, a aquellos que habían muerto cerca y lejos de su posición.

El cadáver de Black Bolt, Rey de los Inhumanos, carente de una boca, con los ojos inyectados en sangre y su cabeza aplastada como si no fuera más que plastilina mientras alargadas gotas de sangre seca abandonaban sus fosas nasales y el espacio donde alguna vez estuvo su arma más poderosa. Todo esto mientras los duros escombros de los muros y estatuas a su alrededor ocultaban partes de su cadáver pálido.

¿Qué le diría a Medusa? ¿Con qué cara mirarían a su pueblo y les darían la noticia de que su rey estaba muerto?

Lo siento, Black.

María Rambeau, la poderosa Capitana Marvel, se encontraba enterrada debajo de una estatua y oculta entre rocas destrozadas. Nada más que una mano, cada vez más pálida, se asomaba con timidez entre las piedras.

Sinceramente, no quería ver más. Esperaba que fuera más fácil darle la noticia a Mónica si no conocía los detalles. Solo eso podía esperar algo así con resignación y pesar.

Ya puede descansar, capitana.

Charles Xavier, pobre anciano que en su silla reposaba, con el rostro y los brazos pegados al mismo objeto que le había servido como transporte. No necesitaba acercarse demasiado para saber lo que había sucedido, Ultron había sido claro con respecto a la muerte de los Illuminati y como el cuello del líder de los mutantes había sufrido las consecuencias de un enfrentamiento directo con Wanda Maximoff.

La verdad, no sabía con exactitud que palabras debería usar para darle la noticia a Logan y Ororo. Aunque tampoco importaba mucho, sabía bien que el hombre peludo iba a estallar en ira sin importar lo que hiciera.

Solo podía esperar que los estudiantes tomaran la noticia mejor de lo que haría su más temperamental director.

Te merecías algo mejor, anciano.

Sus muertes dolían, eran grandes héroes sumamente comprometidos con la causa de proteger el mundo. Lo sabía y por eso se había dado el lujo de ofrecerles un respaldo en la forma de Ultron cuando tuvo oportunidad. Sin embargo, ninguna muerte dolía tanto como aquellas a cuyos restos se permitió acercarse, aquellos que lo hicieron arrodillarse debido al shock que le impedía hacer algo más que golpear con dureza el suelo al caer de rodillas, con lágrimas finalmente decorando su rostro.

Reed Richards, el único hombre al que se habría permitido reconocer como alguien más inteligente que él, no era más que un pobre recuerdo en la forma de lo que parecían ser unas tiras azules esparcidas en el frío suelo debajo de un pequeño charco de sangre seca perdida entre el mar de escombros y polvo, uno que debía provenir de la ahora inexistente cabeza del líder de los 4 Fantásticos.

De todas las muertes, la de Reed Richards debió ser la más cruel de todas. Solo podía imaginar que diría Sue sobre todo esto, la fuerza en las llamas de Johnny y la fuerza en los golpes que daría Ben, presa de la ira por la muerte de su amigo. No obstante, lo que más le preocupaba no era ninguno de los miembros principales del equipo, sino los hijos del matrimonio Richards, no quería pensar en lo que harían Franklin y Valeria con su gran poder e inteligencia respectivamente cuando se les informara de la muerte de su padre.

Los cuidaré lo mejor que pueda, Reed.

Sin embargo, no importaba cuanto mirara a sus alrededores para tratar de asimilar el perturbador panorama que Wanda Maximoff había organizado en su ataque, ninguna mirada extra podría ser suficiente para acostumbrarlo y hacerlo a la idea de que estas personas estaban muertas, ningún pensamiento podría ayudarlo a digerir la idea de que ahora sostenía en sus manos el cadáver de la mujer más impresionante que había conocido en su vida y a la que le había entregado su corazón tras su ruptura con Pepper.

Por más que se lo repetía, por más que lo repasaba y se obligaba a sí mismo a mirar el cadáver que reposaba en los duros brazos de su armadura, no podía aceptar el hecho de que Peggy Carter, la intrépida líder de Los Vengadores, estaba muerta.

Sus piernas habían sido separadas de su torso por la fuerza de su propio escudo, que se encontraba enterrado en la columna más cercana de la gran sala, la devastadora herida aún soltaba algunas gotas de sangre de entre sus entrañas destrozadas, dejando ver la carne rebanada de la mujer que había amado. Su mirada se encontraba perdida, ojos cada vez más blancos miraban el vacío infinito de la muerte, dejando en su lugar nada más que unos orbes carentes de todo rastro de vida, sus labios estaban secos y su piel ya era más blanca que la crema.

Peggy.

Su Peggy.

Un poderoso rugido salió de las más oscuras profundidades de su ser mientras seguía acunando la parte superior del cadáver de la hermosa y valiente capitana, que no había dudado en enfrentar a un enemigo infinitamente superior a ella sin miedo alguno con tal de cumplir su deber.

Años había portado el manto de Ironman con orgullo, aquel que había creado por sí mismo, y en todo ese tiempo como héroe, nunca se había cruzado con un enemigo capaz de tanta brutalidad y sadismo como el monstruo que había penetrado las defensas de este lugar para causar el caos y traer la muerte.

Presa de su propia furia y desesperación, comenzó a golpear el suelo con su propio puño, dejando marcas cada vez más grandes en el granito, destrozando la piedra que trataba de obstaculizar su camino, todo mientras sostenía el cuerpo frío de Peggy con su mano libre.

Su amada capitana había luchado por muchísimo tiempo, había guiado a incontrolables hombres a la batalla con tal de garantizar un mejor mañana para las personas que habían depositado toda su fe en ella y lo único que había obtenido a cambio, en lugar de una vida digna de sus esfuerzos, fue una muerte cruel a manos de quién ella misma había protegido.

No era justo, no debería ser así. Alguien que se había esforzado tanto por hacer del mundo un lugar mejor no debería correr con un destino como este.

Tan consumido estaba en su propia ira y dolor, que no se dio cuenta del momento en que unos cuidadosos pasos se acercaron a él por atrás.

– Stark, no sabes cuanto lo lamento –. Dijo la voz de esta nueva presencia.

Pero no lo escuchó, no le interesaba oír sus disculpas, necesitaba que le respondiera sus preguntas. Quería saber con exactitud porque todos los Illuminati estaban muertos a excepción de él, ¿qué rayos había hecho para tratar de frenar este desastre?

Con un renovado fuego saliendo de sus ojos llorosos, descargó suavemente el cadáver de la Capitana Carter, como si fuera el objeto más delicado del multiverso, antes de abalanzarse sobre el hombre que había tenido la osadía de acercarse a él como si fueran amigos de toda la vida.

Podía tener magia, podía tener mil hechizos extraños a su favor y un importante título, pero eso no le importaba. Después de todo, de nada servirían sus trucos de magia cuando un tanque como el mismísimo Ironman lo embestía como un toro iracundo que solo podía ver el rojo vivo delante.

Enredando sus manos en las túnicas del Barón Mordo, Ironman lo levantó sobre su cabeza, asegurándose de dejar en claro quien tenía el control ahora.

– Cálmate, Stark –. Pidió el hombre posando sus manos desnudas en los guantes de la armadura.

A pesar de tener una bestia mucho más grande y fuerte que él sosteniéndolo con rudeza contra el muro más cercano, Mordo no se veía muy intimidado por lo que el Vengador dorado pudiera hacerle.

Maldito.

– ¿¡Dónde estabas cuándo ella atacó!? ¿¡Por qué te dejó vivir!? –. Rugió con frustración.

Mientras gritaba, solo podía pensar en el rostro inexpresivo de Peggy, mirándolo sin ningún rastro de emoción. Pensar en eso solo lo hacía añorar los días en los que ambos eran la cabeza de Los Vengadores, en los que eran capaces de pasarse horas peleando por diferentes puntos de vista y como llegaban a dar la impresión de odiarse, reservándose por completo la atracción creciente que comenzaba a crecer en sus corazones heridos múltiples veces. Ahora mismo, daría lo que fuera con tal de recuperar eso, con tal de ver cualquier sentimiento en los ojos de la súper soldado cuya vida habían arrebatado de forma inmisericorde.

Solo quería volver a verla, con esa hermosa sonrisa en sus suaves labios que, a pesar de haber cruzado innumerables veces el calor de múltiples batallas, no habían perdido su sabor a fresas dulces y su gran belleza.

– No estaba aquí, tuve que vigilar a un prisionero –. Respondió el hechicero con la misma calma de antes.

¿Qué clase de excusa absurda era esa? ¿Se olvidaba acaso de estaba siendo sostenido por uno de los hombres más inteligentes y poderosos del mundo? ¿Acaso trataba de verle la cara o era el miedo irracional el que lo obligaba a poner esta excusa barata?

– ¿Me estás diciendo que pusiste la vigilancia de un prisionero por encima de sus vidas? –. Cuestionó con fuego en sus ojos, mirando al hombre en sus manos con asco e indignación.

A pesar de sus intentos de mantener la calma, no pudo evitar golpear con furia el muro en el que mantenía presionado a este pobre intento de Hechicero Supremo, dejando un gran agujero en el granito junto a la cabeza de Mordo.

– No era cualquier prisionero –. Se defendió el hombre mirándolo a los ojos –. Era Stephen Strange.

Un nuevo golpe partió el muro, uno propinado con tal ira y rencor, que abrió un agujero todavía más profundo junto a la cabeza de este patético cobarde.

– Stephen Strange está muerto –. Le recordó con veneno en su voz.

– No era el que conocimos –. Aclaró el hechicero –. Era una variante, proveniente del universo 616.

No, no podía ser. No, por favor, cualquier cosa menos algo como esto. No, tenía que haber otra explicación a todo lo que estaba sucediendo.

Al verlo callado y cada vez más sumergido en sus propios pensamientos, Mordo tomó la delantera para hablar nuevamente sin temor a ser interrumpido con brusquedad otra vez.

– Parece que una joven lo trajo aquí, mientras huían de la Bruja Escarlata de su universo –. Explicó el hombre con toda la calma que pudo reunir –. Una Wanda Maximoff con el poder del Darkhold de su parte.

Ese libro maldito otra vez, parecía que esa cosa era incapaz de dejarlos en paz. Ya se había perdido la vida de uno de los héroes más poderosos del universo por usarlo contra Thanos y ahora se había convertido en el medio a través del cual un nuevo enemigo había cruzado las barreras del multiverso para provocar el caos, la muerte y la destrucción en su hogar.

– ¿Sabemos algo más? –. Preguntó tratando de contener la furia que afloraba más y más en su corazón.

– Parece que, al final, Strange logró detener a la Bruja de su realidad –. Respondió el hechicero sin soltar sus manos enguantadas en el interior de la armadura.

– ¿Y cómo sabes eso?

Finalmente, se permitió dejar caer al maldito cobarde en el suelo, provocando que cayera sobre su lamentable trasero antes de apuntarle con uno de sus repulsores directamente a la cabeza.

No confiaba en él, nunca había confiado en él y ahora que solo quedaba él con vida, no tenía razones para pensar diferente.

Aunque, siendo sincero, Ironman nunca se había caracterizado por confiar en otras personas. Múltiples medidas de seguridad diseñadas para contener a casi todos sus conocidos eran la prueba de eso.

– Una de nuestras científicas lo asistió después de la muerte del equipo. La tengo bajo custodia ahora mismo, la he estado interrogando lo mejor que he podido –. Respondió el hechicero levantando sus manos en señal de rendición.

– Palmer –. Se atrevió a adivinar con el puño de su mano libre cerrado con fuerza.

– Sí, ella lo ayudó a escapar y luego lo ayudó a enfrentar a la Bruja Escarlata –. Confirmó Mordo levantándose con lentitud de su lugar hasta finalmente quedar de pie –. Stark, tenemos nuestras diferencias, pero eso no importa ahora. Mataron a nuestros amigos sin piedad y nos dejaron sus cadáveres en el suelo de nuestra propia base, como yo lo veo, debemos atacar ahora. Strange sabe de nosotros y ahora sabemos que en ese universo tienen los medios para causar una gran destrucción. Son una amenaza, Stark, y es nuestro deber acabar con ella antes de que se pierdan más vidas.

Odiaba reconocerlo, pero tenía un punto y sabía que, sin importar cuanto le desagradara, Mordo tenía razón. Si el universo 616 albergaba monstruos como un Darkhold en una posible posesión de la mente de su Bruja Escarlata y darle el poder de destruir a los principales defensores de su universo con tanta facilidad, tenía que asumir que era un peligro y debía ser neutralizado cuanto antes. Además, solo podía imaginar los otros peligros que debían encontrarse en el interior de tan nefasto universo, esperando pacientemente su turno para atacar.

No era tan tonto como para pensar ingenuamente que una demostración de poder sería suficiente para mantener al perro con la correa apretada. No, una provocación así solo los lanzaría a la guerra directamente y ese era un lujo que no podían darse. Sin importar lo que hicieran para controlar la situación, tenía que ser algo certero y eficaz. Algo menos que eso solo sería un placebo para calmar a una bestia que se encontraba lista para romper sus cadenas.

– ¿Y qué quieres hacer con exactitud, Mordo? –. Escupió con asco de solo pronunciar su nombre.

– Interroguemos a Palmer una vez más, averigüemos todo lo que podamos de ella acerca del universo agresor. Una vez que tengamos todo lo que necesitemos, reunamos a todos los héroes relacionados con los Illuminati, los lideraremos en la búsqueda de venganza que van a querer una vez que se enteren de lo que pasó aquí –. Respondió el hechicero –. A diferencia de ellos, nosotros tenemos mutantes, inhumanos y una legión de hierro que te es leal. Tenemos los números y el poder para destruirlos a todos.

– Si tenemos todo eso, ¿por qué destruirlos?

– Stark, sabes tan bien como yo que las acciones de la Bruja pueden provocar una incursión, si es que no lo hicieron ya. Debemos actuar cuanto antes y proteger a nuestro universo de todo lo que lo amenace. Además, si ellos ya saben lo que hizo la Bruja aquí, podrían suponer que buscaremos venganza y querrán terminar el trabajo lo más pronto posible para evitarse problemas en el futuro –. Terminó de argumentar el hombre antes de suspirar con aparente cansancio –. Escucha, Stark, a mí tampoco me agrada la idea, pero debemos velar por la seguridad de nuestro universo y su gente. El bienestar de otra realidad no debería importarnos cuando la nuestra también está en peligro.

Se alejó de mala gana para suspirar antes de acercarse una vez más al cuerpo de Peggy, acunándolo en sus brazos antes de pasar su dura mano por la suave mejilla de la mujer más fuerte y hermosa que había visto en su vida, preguntándose si en algún otro universo habían tenido más suerte y estaban juntos después de todas las cicatrices que los habían marcado a ambos como guerreros y defensores de la Tierra.

A veces, no podía evitar preguntarse si en verdad existía un Dios. Sin importar que tan absurda le pudiera parecer la idea, solo así podía explicar este cruel sentido del humor de parte del destino. Tanto él como Peggy habían sangrado a lo largo del camino, en busca del mejor mundo que pudieran ofrecerle a las personas, esperando pacientemente el día en que pudieran estar juntos, solo para que la chispa de la vida de su hermosa capitana se perdiera a manos de quién había protegido como si fuera su propia hija.

No era justo, nada de esto lo era. ¿Habían trabajo tanto para esto? ¿Todos sus esfuerzos y sacrificios se habían ido en esto? ¿Tanto trabajo realizado solo para correr peligro por culpa de un universo que nunca había parecido ser una amenaza?

Que malditos fueran todos, las normas, los ángeles, las parcas, los dioses o quienes diablos fueran los encargados de hacer del multiverso un caos inhumano, que se encargaban de arrebatar las vidas de la gente buena y permitía que los verdaderos villanos siguieran sueltos.

– Stark, si no quieres hacerlo por el bienestar de nuestro universo, está bien. No pienso decirte porque tienes que luchar. Así que no lo hagas por ninguno de nosotros, hazlo por nuestros amigos caídos, hazlo por la mujer que amabas –. Trató Mordo de disuadirlo mientras se acercaba a él por detrás para posar una mano en su hombro.

Podía sentirlo, tanto Strange como Peggy le habían advertido de lo engañoso que podía ser el nuevo Hechicero Supremo, sus palabras eran dulces y tranquilas, pero podía sentir el veneno en ellas. No necesitaba ser el genio que era para imaginar las verdaderas intenciones de este sujeto, quería manipularlo, convertirlo en su martillo de guerra y obligarlo a ser un monstruo. ¿Por qué otro motivo se permitiría ser usado como muñeco de trapo sin oponer resistencia? Tenía algo planeado, podía sentirlo.

Por desgracia, eso no quitaba el hecho de que tenía razón. Sin importar cuanto le desagradara esta serpiente, sabía que tenía un punto y no podía darse el lujo de ignorarlo. Su universo y los frutos de los esfuerzos realizados durante años por él y todos los héroes que lo habían acompañado a lo largo de este camino estaban en riesgo y no iba a dejar que todos ese trabajo se fuera por la borda por culpa de otro universo que no había hecho más que traerle la desgracia, que le había arrebatado a sus amigos…

Y que había alejado a la mujer que amaba para siempre.

– Tony…

No le dio más tiempo para hablar, bastó con solo escuchar su nombre pronunciado por su asquerosa voz y su engañosa lengua de serpiente para accionar un interruptor en su mente que lo llevó al límite de su paciencia y lo hizo estallar, víctima de la ira hacia sus pobres intentos de manipulación.

En un sencillo parpadeo, Ironman sujetó la mano del Hechicero Supremo, tan rápido que no le dio oportunidad de reaccionar, antes de partirla con un poderoso apretón de su armadura para acto seguido jalar a la víbora al nivel de su rostro, donde usó su mano libre para atrapar la cabeza del hombre en su agarre, con su repulsor encendido y pegado a su inmunda cara.

Desesperado, Mordo emitió un sonido de esfuerzo antes de que la luz rojiza en su rostro callara sus pobres quejidos en un milisegundo, volando la cabeza de la serpiente en cenizas que decoraron el destrozado suelo de la base junto al cadáver que nadie más que Ultron iba a ver. Una pequeña explosión que reemplazó el gris de la sala con el color de su fuego.

Ese día, todos los Illuminati murieron, la cabeza del último miembro del grupo explotó en lo que pareció ser una explosión de energía en la recta final de toda la acción que había terminado con la vida de los defensores de este universo caído en la desgracia.

Esa noche, el eco de la furia y la venganza abrazó el caos que una madre frustrada había generado. Todo mientras un hombre roto abrazaba el cadáver de la mujer que había amado, llorando con furia por su pérdida y haciendo mil promesas de repartir fuego y sangre a todos aquellos que ponía en peligro todo por lo que ella había luchado.

Esa noche, Ironman se quebró, y no dejó nada más que al destrozado Tony Stark, hecho un mar de lágrimas, negándose a dejar de acunar el cuerpo de la mujer que le había dado un poco de maravillosa luz en su vida, antes de llevársela con ella por los fríos parajes de la muerte que los había alejado injustamente.

Por primera vez, en muchísimo tiempo, Tony Stark lloró como nunca antes lo había hecho en su vida.

Te amo, Peggy. Lamento haberte fallado.


– Tienes que destruirlos, antes de que te destruyan a ti.

El interior de este lugar era oscuro a estas horas de la noche, no había nada más que dos zonas de este piso iluminadas tenuemente para que pudiera concentrarse en su tarea en cuestión, mientras la horrible voz en su cabeza insistía en seguir martillando en sus pensamientos cada vez más difusos.

Negó con la cabeza suavemente antes de regresar toda su atención a la computadora frente a él, donde Viernes lo mantenía informado acerca del progreso de su último proyecto hasta el momento.

El metal líquido responde positivamente a la influencia del Extremis, jefe. Su nueva armadura estará lista muy pronto.

– Gracias, Viernes –. Agradeció Tony mirando la cápsula frente a él.

Una gran masa líquida de color plateado se agitó suavemente en el interior del reducido espacio, ansiando el momento en que pudiera salir finalmente de esta pequeña celda, aguardando el momento en que pudiera cumplir el propósito con el cual la había creado y respondiendo como se suponía a los ademanes que realizaba con su mano escondida detrás de su espalda.

Todo iba de acuerdo a lo previsto.

Todo iba en orden.

¿Stark? Soy Johnny, Johnny Storm. Disculpa que Sue no haya podido responder, aún está digiriendo todo lo que pasó. Solo queríamos decirte que estamos dentro, es lo que Reed habría aconsejado. Avísanos cuando llegue el gran día y estaremos ahí.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había dado la trágica noticia a las familias y amigos de los Illuminati. ¿Horas? ¿Días?¿Semanas? Tampoco quería recordarlo ni pensar mucho en sus reacciones tan variadas, solo le interesaba lo que respondieran a la propuesta con la que había terminado cada visita.

– Entendido. Viernes, mándales mis agradecimientos a los 4 Fantásticos.

Como diga, jefe.

– Cuando estés ahí, no tengas piedad con ninguno de ellos. Si ven una falla en tu armadura, no dudarán en aprovecharla. Tienes que ser más listo que ellos, más fuerte, más como…

– ¿Más como tú? –. Completó Tony por la voz en su cabeza.

Volteó su silla para admirar una vez más la fuente de la que una vez creyó que provenía esa voz, aquel pequeño altar en el que habla colgado el trofeo de la batalla más grande que había enfrentado junto a los Illuminati.

Aquella cabeza le devolvió una mirada perdida bajo finas capas de hielo que la conservaban en un estado apropiado para deleitarse todos los días que venía a su laboratorio, a trabajar en calma dentro de la tranquilidad de este santuario.

– Sí, más como yo –. Respondió la voz de Thanos en su mente.

Tan orgullosa como fuera posible, la gran cabeza del titán loco que había amenazado su universo reposaba en su propia cápsula criogénica, sobre una pica que la mantenía firme en su lugar.

Invadieron nuestro universo y mataron a nuestro rey. Cuenta con el apoyo de los Inhumanos, Stark.

– Están listos para atacar, Anthony. No puedes darte el lujo de flaquear ahora. Dirige el ejército más grande que el multiverso haya visto y ofréceles la venganza que tanto desean –. Dijo el titán loco desde su sitio.

No lo hacía por venganza, lo hacía por precaución. Peggy no habría querido que actuara con ira para perseguir una venganza por lo que le había pasado. No, su Peg era demasiado buena para aprobar algo tan bárbaro como eso y no iba a faltarle el respeto a su memoria manchándola de esa manera.

No, haría esto porque era lo único que podía hacer. No era correcto, pero era la mejor de las opciones.

Mónica está con nosotros ahora mismo y está de acuerdo con los demás. Solo queríamos decirte que tienes un trato, Tony. Dinos cuando planeas comenzar y los X-Men estaremos ahí. Protejamos nuestro hogar.

– Sigue repitiéndote eso hasta que te lo creas, Stark. Ambos sabemos que quieres sangre tanto como los otros. Piensa en el cadáver de la Capitana Carter en el suelo, piensa en el futuro que pudieron haber tenido juntos –. Continuó la voz de Thanos torturando su mente –. ¿Aún sueñas con esa casa en el campo? ¿Con esos niños que vivirían en el mundo perfecto que querías crear junto a ella? Si ellos no hubieran traído a ese monstruo aquí primero, habrías tenido todo eso. No tienes que mentirme, yo también puedo entenderlo, no olvides que estamos conectados. Todo lo que tú sientes, yo lo comparto.

¿Sería cierto? En el fondo de su corazón, ¿también anhelaba la venganza? ¿Quería retribución por el daño que le habían hecho a él y a todos los demás héroes? No, no podía ser así. Aún no llegaba hasta ese punto de no retorno, todavía era uno de los buenos, todavía era un héroe.

Sin importar que ocurriera, siempre sería Ironman, uno de los primeros defensores más grandes de la Tierra, aquel que había comenzado toda una era de nuevos héroes que protegerían el mundo.

– Sigue diciéndote eso. Pero, que yo recuerde, según ustedes, el genocidio que planean hacer no es un acto muy heroico –. Argumentó Thanos, arrastrando el fantasma del pasado a la conversación.

No lo hacían por venganza, sino por precaución, para evitar una catástrofe que destruyera su hogar, para proteger a la gente que no tenía nada que ver con los daños que 616 les había hecho.

El Extremis terminó de acoplarse al traje simbiótico. Armadura Endo-Sym lista para su uso, jefe.

No era venganza, no era odio incontrolable, era lo que se tenía que hacer.

Nada más que eso.

– Niégalo cuánto quieras, no puedes ocultar el hecho de que ahora eres como yo.

Jefe, los demás Vengadores respondieron. Están listos para que usted los llame –. Informó Viernes.

Mirando la cabeza de su más grande enemigo, Tony pudo escuchar claramente el sonido de la cápsula abriéndose, dando paso al metal líquido en busca de su creador, aquel que lo llamaba necesitando de su apoyo.

Dos fueron testigos de esta gran fusión, una miró con estoicismo la nueva silueta que destelló en la oscuridad, mientras el otro reía macabramente para sus adentros. Esa noche, dos miraron al único hombre que podía liderar el ataque que salvaría un universo inocente, trascendiendo a un nivel que no había imaginado con anterioridad.

El negro de la noche se perdió en ese momento, completamente consumido por el espectro de un plateado brillante en medio de las sombras. Un hermoso color plata que poco a poco se elevó por el cuerpo de aquel que le había dado forma con la intención de ser distinguible frente al caos que pensaba liberar en el hogar de los invasores.

Lo único que se conservó de la figura anterior, que había entrado rota a este laboratorio, fue el intenso color rojo salvaje en los ojos de su máscara y en el centro de su pecho.

– ¡Vengadores Unidos!

Para salvar su hogar, para proteger todo lo que habían construido, el Ironman de siempre no bastaría. No, para proteger al universo, haría falta algo más avanzado, alguien más inteligente y mortal, certero y efectivo en sus decisiones y a la hora de ejecutarlas.

Si quería proteger el universo, tenía que ser más que solo un hombre, más que solo Tony Stark, más que solo Ironman.

Tenía que ser más que todo ello, todo lo que ahora le parecía tan pequeño.

Si quería vengar el gran daño que le habían hecho, tenía que ser superior.


Después de haber dedicado una historia de siete capítulos para el universo DC/Vertigo (cómics), sentí que debía equilibrar un poco la balanza y escribir algo de Marvel (películas), ¿y quién mejor para eso que mi personaje favorito de dicha marca en todos los medios? Aunque debo reconocer que el Superior no es una de mis versiones favoritas de Ironman, por lo que decidí hacer algo similar a lo que hice con mi Batman en el fic de "En la Casa del Diablo" y moldear lo que sería mi propia versión del personaje. Eso sí, la armadura Endo-Sym se tenía que quedar, es demasiado bacana como para dejarla fuera, al igual que la armadura negra y dorada; la incluí para hacer referencia a los cómics, en los que la armadura negra fue la predecesora de la plateada.

Respecto al one-shot, ¿recuerdan aquellas exageradas filtraciones que se comentaron una y otra vez sobre la película de Multiverse of Madness? ¿Toda el tema de los cameos y eso? Bueno, la verdad yo nunca creí en la gran mayoría de todas esas filtraciones (por no decir ninguna). Sin embargo, había una que sí creí que pasaría y que dejarían, al menos, para la escena post-créditos y esa era la del cameo de Superior Ironman. Era la que más sentido tenía, la creación de Ultron, uno de los miembros fundadores de los Illuminati desde los cómics, etc. No obstante, ya sabemos que pasó y del Tony Stark 838 no tuvimos más que una mención del productor y otra del guionista sobre querer a Tom Cruise para eso. Así que finalmente me decidí a hacer este one-shot, para todos los que creímos que habría un cameo importante de Ironman en la película.

Ahora, se preguntarán porque elegí que este Ironman estuviera en una relación con la Capitana Carter y la respuesta es muy simple: para lo que estaba proponiendo en este one-shot, quedaba mucho mejor si Tony tenía una relación más directa con los Illuminati, una que lo afectara tanto como a los otros equipos de héroes que perdieron a sus líderes y amigos/familia. ¿Quién mejor que la Capitana Carter para cumplir ese rol? Además, quedaba considerando que Tom Cruise y Hayley Atwell fueron novios hace no me acuerdo cuántos años.

PD: Me estoy dando cuenta de que mi estilo de escritura es bastante dramático, curioso porque normalmente soy un payaso en mi día a día. Sí, lo sé, soy un poquito lento :P