Escribí esto hace casi una semana para un reto en una pag de fics en fb. Lo publiqué originalmente en Ao3 y se me olvidó meterlo por aquí sorry not sorry.


El olor del cigarro inunda el ambiente. Ha sido una semana difícil, y tanto Risotto como Prosciutto han librado la última misión.

Por ahora, son ellos dos contra el mundo, tratando de mantener los retazos de lo que alguna vez tuvieron. El viejo régimen ha caído y ahora Passione se levanta de sus cenizas bajo un líder que se niega a mostrar la cara; se ha expandido hasta Roma a una velocidad incomparable en menos de dos años.

No ha sido fácil adaptarse. Risotto ya se había acostumbrado a la vida que tenía en Nápoles.

– Estoy muy viejo para estas cosas.– Prosciutto se queja, tirando la colilla del cigarrillo en el cenicero que adorna la mesa de centro en la sala.

Es un pequeño apartamento que han sacado en Roma, todo gracias a los ahorros que el par ha mantenido a través de los años. El lugar es iluminado por un foco blanco en el centro de la sala. Un viejo sofá de cuero es el único lugar que tienen para descansar, mismo que Prosciutto se ha adueñado. Risotto intenta hacerse un espacio, cosa que no es sencilla, debido a que es un joven bastante grande.

– Ya no eres un viejo.

– Por ahora.

– En ese caso no deberías estar fumando, – el siciliano se acerca al rubio para arrebatarle el cigarrillo de las manos y darle una calada antes de apagarlo.

– tu viejo cuerpo no aguantará tanta nicotina.

El rubio se hace el indignado. ¡Pero qué audacia! Es evidente que ya no hay respeto a los mayores. Risotto sólo se ríe. Pensar que hace apenas unas horas estaban huyendo de una pequeña pandilla, sólo porque asesinaron al Capo de la zona.

Sonaba como una tarea sencilla: infiltrarse en la bodega, asesinar al Capo junto con quienes le acompañaran y salir de ahí sin ser vistos. Al (no) viejo le ha costado, no sólo adaptarse a su Stand, si no a su nuevo estado en general. Claro, nunca desaprovecha para usar su verdadera edad como una excusa para no hacer las cosas.

Las cosas se salieron de control y…––lo importante es que el Capo está muerto y ellos no. Ahora sólo les queda esperar el pago por su trabajo. No tienen mucho que hacer en las siguientes horas mas que mantenerse con vida.

Risotto se levanta del asiento y se dirige a la cocina, momentos después regresa con dos vasos llenos de bourbón en las rocas, uno para él y otro para Prosciutto. Un brindis, por sobrevivir un día más. Uno de muchos otros que les esperan, sin saber que con el paso del tiempo ellos no serán los únicos ocupando ese pequeño departamento.

Un trago se vuelven dos, se vuelven tres. La pesadez en el ambiente se desvanece con el flujo del tiempo y el licor, la música de la radio es lo único que se escucha.

Prosciutto extiende su mano.

– Ven a mí. Me hiciste pasar muchas vergüenzas antes, alguien debe de enseñarte.

– ¿Ahora?

– Si no es ahora, ¿Cuándo?

Risotto toma su mano, algo dudoso y tambaleante, el alcohol y él no suelen llevarse muy bien, gran parte gracias a la anemia que hasta hace poco ha descubierto es un efecto secundario de su Stand.

– Jamás he bailado algo lento.

– Corrección: jamás has bailado.

Alguien está de buen humor. Una mano se posiciona en la cadera del siciliano, la otra sobre su hombro. Risotto supera en altura a Prosciutto, aquella imagen es algo cómica, dejándose llevar por él en cada paso que da, uno tan torpe como el anterior.

Sobra decir que Prosciutto se lleva un par de pisotones y a consecuencia de eso, Risotto se lleva unos manotazos en la cara.

Aún faltan unos años para que la tragedia caiga sobre ellos, pero mientras eso sucede, hay una promesa silenciosa entre ellos:

Cuidaré de ti

Te protegeré

Porque no hace falta decir que entre ellos hay algo, pero ninguno de los dos se atreve a decirlo. Es muy pronto, y podría romper aquella burbuja en la que viven.

Las horas se pasan, la radio queda en silencio y ellos dos agotados sobre el sofá.

– Por favor, no vuelvas a bailar.

Risotto Nero no sabe bailar, y eso así se quedará. Pero no puede negar que hizo el intento.