CAPÍTULO PILOTO

¿Cómo era posible que el maldito niño fuera su pareja predestinada?

Siempre pensó que el hechicero más grande de todos los tiempos estaría unido a alguien de un calibre similar, no a un niñito que sólo existía para ser el recipiente del Rey de las Maldiciones cuyo brillante futuro se lo otorgaba la hoja de una guillotina.

¡No tenía sentido!

Esa era la peor broma que el destino le había jugado a Gojō Satoru en las dieciséis primaveras que llevaba sobre la Tierra.

—Te juro que no me lo estoy inventando —dijo Getō Suguru, su mejor amigo—, las flechas que los señalaban a ambos eran color melón.

Como todos en el mundo, Getō tenía una habilidad propia para distinguir a las parejas predestinadas, la suya consistía en que, si dichas personas se acercaban a menos de un metro y su futuro se entrelazaba por el resto de la eternidad, él y sólo él, era capaz de ver flechas del mismo color señalándolos.

—No está mintiendo. Yo también lo huelo —afirmó Ieiri Shōko, cuya habilidad le ayudaba a identificar el olor de las parejas; independiente de la colonia que usaran, desprendían el mismo aroma—. Tanto tú como el niño huelen a una mezcla entre fresa y menta.

Una vena de molestia no se hizo de esperar en las sienes de Gojō. Cuanto más oía a esos dos «burlándose de él», más visible se tornaba; incluso algunas en su cuello.

—¡Suficiente! —bramó—. Les probaré que no es verdad.

Entonces, sacó su celular y se tomó una selfie. La habilidad de Gojō consistía en ver en fotografías la silueta de la pareja predestinada, como si se tratara de un fantasma. Si las personas ya se conocían, la aparición era nítida, pero si nunca antes se habían topado, tan sólo era una mancha borrosa.

—¡¿Ven?! ¡¿Lo ven?! —Señaló la pantalla de su celular. Por detrás de sus hombros no se veía ninguna clase de figura.

—¿Eres idiota? —cuestionó Getō, poniendo los ojos en blanco—. Nadie más que tú puede ver cómo se te muestran esas cosas.

—¡Tengo una idea! —dijo Shōko, sacando su móvil para tomar una foto de Gojō de cuerpo completo—. Yūji es un niño pequeño, apenas y sobrepasa las rodillas de Satoru. Seguro que de esta forma… —Hizo un aumento sobre las piernas de su amigo y le mostró la pantalla.

Un gemido ahogado, bastante sonoro, brotó de la garganta de Gojō.

—¡Ese maldito chiquillo!

¡Allí estaba! La aparición de Yūji era tan clara como el agua.

—Ahora que lo has comprobado, tienes un gran problema —Getō hizo uso de la palabra.

—¡¿Tú crees?! ¡Me van a meter a prisión! ¡La cosa esa tiene como tres años!

—Y eso no es lo peor. ¿Acaso no lo iban a ejecutar esta misma tarde por ser el recipiente de Ryōmen Sukuna?

Como si la situación no pudiese empeorar, escuchar aquello hizo palidecer a Gojō, que, de por sí, ya era blanco como la leche.

A sus oídos habían llegado rumores sobre lo miserable que se tornaban las vidas de aquellos quienes perdían a su amor predestinado, ya fuera antes o después de conocerlo; aunque quisiera negarlo, por más que deseara que no fuese verdad, no era tan corto de razonamiento como para continuar en negación.

«¡No puedo permitirlo!» pensó, a la par en que salía disparado hacia la sala subterránea de ejecuciones.

Debía evitar a cualquier costo que asesinaran a Itadori Yūji. Sus berrinches de adolescente y el juicio más importante del mundo de la hechicería podían esperar.


Queridos lectores,
Lo que acaban de leer es un «Capítulo Piloto». ¿Qué quiere decir eso? Que engloba a rasgos generales de qué va a tratar la historia, pero no tendrá relación con los capítulos posteriores al «Capítulo 1».

Esta historia será continuada después de que finalice el fic de Addicted, al que ya le faltan pocos capítulos.
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